Por quiénes esperamos

PAReS
Nadie tenía electricidad, cientos de miles estaban sin hogar o sin techo; se agotaban los abastos de comida, agua, medicamentos, combustible y un largo etcétera (¡donde había!); las filas para el alimento, el hielo, la ayuda, el dinero, la gasolina, eran inauditas; el ruido y la contaminación aumentaban exponencialmente con cada generador que se encendía; durante y después del toque de queda, cruzar una intersección sin luz era, y todavía es, una proposición de vida o muerte; en los hospitales que estaban abiertos hacían malabares con sus teléfonos celulares para compensar la falta de electricidad y combustible; miles buscaban angustiados y angustiadas a seres queridos incomunicados o desaparecidos; y la cifra de muertes aumentaba pese a todos los esfuerzos oficiales por hacerlas desaparecer.
Nuestra gente fuera del archipiélago vivía angustiada por la falta de comunicación y ya organizaban su amor y solidaridad porque sabían mucho más sobre lo que pasaba acá que quienes estábamos en medio de la inmediatez forzada por el silencio de los celulares, los radios y los televisores. Pero los paquetes no llegaban y la gente hacía de tripas corazones. Todavía estas escenas se repiten en distintos “bolsillos” de este archipiélago.
En aquel momento este junte de PAReS, de intelectuales-activistas precarizados y bajo amenaza de desaparecer junto con la Universidad de Puerto Rico, nos reunimos para abrazarnos y preguntarnos: ¿cómo íbamos a continuar lo que habíamos empezado durante la huelga estudiantil?, ¿cómo interrumpir los discursos que nos fuerzan a ajustarnos y seguir pa’lante, a hacer más con menos, hasta que no quede nada?, ¿cómo interrumpir los discursos que ya emergían a son de la bandera pretendiendo devolvernos a una normalidad inexistente y ya de por sí repudiable?
Hoy estamos a días de escuchar que nos van a privatizar la Autoridad de Energía Eléctrica en medio de este desastre post María tramado y anunciado hace décadas. Según Noam Chomsky, la técnica estándar para la privatización es 1) quitarle los fondos al sector público, 2) asegurarse de que las cosas no funcionan, 3) y cuando la gente esté furiosa por las faltas de los servicios, 4) en ese momento los bienes públicos pasan al capital privado. ¿En qué parte del mundo la privatización ha resultado en mejores servicios asequibles para la ciudadanía? Los titulares de hoy anuncian que con la venta de la AEE pagarán primero a los bonistas y nos multarán si nos atrevemos a rechazar el servicio. ¿Qué instituciones y corporaciones creen que están en línea si nos quedamos calladas?
Después de décadas de desmantelamiento y saqueo de las instituciones públicas vitales para una sociedad democrática y justa propulsado solo para beneficiar a particulares y a corporaciones millonarias de aquí y de por allá, aquellas empresas que tienen el capital social y político para pasar legislación por encargo y pintar un mundo de ficción que reproduce su riqueza…
Después de décadas de profundización y multiplicación de la corrupción político-partidista y la acumulación de una deuda pública odiosa descomunal que nos quieren cobrar a cuenta de que tomaron prestado para mejorar nuestras condiciones de vida…
En medio de esta debacle construida por décadas de corrupción de la política y lo político, cientos de miles continúan sin electricidad y acceso a otros recursos fundamentales (agua, vivienda, sana alimentación, servicios de salud, ingresos, educación) y nos quieren vender el cuento de que resolveremos nuestros problemas colectivos vendiendo todo lo que nos queda, como si la empresa privada (la misma responsable por el 76% de los empleos perdidos el año pasado) tuviese como máxima prioridad el bienestar de todos y todas.
Solo podemos sospechar lo que viene por ahí, porque mientras tanto, la historia que podemos contar hoy sobre privatizaciones y despojos se ha repetido por varias décadas, por siglos, en todas partes del mundo. Y a pesar de sentirnos maniatadas por la falta de control sobre nuestro presente y futuro colectivo, este es uno de esos momentos donde podemos entretejer otros futuros posibles, desde lo que sabemos hoy. Quizás, el pasado y el futuro están aquí ahora ante nosotros y nosotras.
El sistema-mundo capitalista ha fracasado
Me parece que a estas alturas debemos reconocer que el sistema capitalista tal y como nos lo han impuesto (así solito, dejando que el “mercado” se regule a sí mismo como una suerte de máquina celeste), no sirve. Sí, bueno, el sistema capitalista sigue sirviendo muy bien a quienes se sirven la tajada más grande. Pero la desigualdad crece sin parar mientras el planeta ya estableció sus límites.
Este año la organización Oxfam sacó un informe que (re)afirma lo siguiente: el 82% de la riqueza generada el año pasado quedó en las manos del 1% de la población mundial. Esta desigualdad descomunal no se debe a que la gran mayoría de la población mundial sea vaga, ignorante, desinteresada o sin recursos. Esta brecha abismal se debe a la evasión contributiva, la erosión de los derechos de las y los trabajadores, la influencia del capital sobre las decisiones políticas, y las políticas gubernamentales enfocadas en reducir costos a costa de la gente (ver Meredith, 2018). De hecho, esta riqueza es generada en gran medida por medio de artimañas para ahorrar y aumentar riquezas sin generar actividad económica (White, 2015). Como afirmó Mahatma Gandhi, “el mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de algunos”.
Son las ideas que compartimos de progreso, desarrollo, bienestar, riqueza, basadas en el crecimiento económico infinito, las que nos han traído a la situación límite actual, pues requieren una destrucción tal que está acabando con las posibilidades de vida humana en este pequeño planeta. Literalmente.
Aun así, las ideas más promovidas para salir de este hoyo socioeconómico-político-ético giran en torno a fomentar más actividad económica, sin trabas ni compromisos con nada ni nadie excepto “los mercados”. Y todo esto son puras patrañas.
Del shock, desastres, resistencias y utopías
Hace unos días, de camino al sur con Naomi, ella planteaba si los y las puertorriqueñas estábamos en “shock” después de María o si llevamos tantas décadas (siglos) de embates coloniales y capitalistas que ya nada nos sorprendía. No creo que haya una sola respuesta para esta pregunta. Pero sí me parece que tendríamos que mirar con atención al detalle de cómo siglos de colonialidad y de arraigamiento de las subjetividades capitalistas ha puesto en jaque nuestra capacidad de generar respuestas colectivas a problemas compartidos. En el momento en que más peligra nuestra vida en común las grandes mayorías de este país son llamadas a levantarse y reinventarse, individuo a individuo, familia por familia, para continuar con la normalidad que nos destruye.
Afortunadamente, y a pesar de todos los pesares, nos rebelamos. Contra todo pronóstico creamos las bases para otros mundos posibles aun en medio de las contradicciones inherentes a estar atravesadas por la subjetividad capitalista.
Los y las habitantes de este archipiélago tenemos una larga historia de resistencias para defender nuestros derechos al territorio, al agua y el aire limpio, al alimento y nuestra capacidad de producirlo, a la salud y las prácticas que la promueven, a la educación formal pública y gratuita, a ser personas, a ser pueblo; hemos defendido nuestros derechos a vivir en comunidad y al acceso a viviendas seguras, a ser tal y como decidamos ser rompiendo las imposiciones patriarcales y heteronormativas; hemos defendido (aun dentro de la misma lógica del capitalismo que nos ahoga) nuestro derecho al trabajo digno y justo; hemos luchado para crear y mantener culturas propias; hemos luchado para existir, para vivir. Hoy somos herederas todos de estas luchas. Aquí hoy están actores políticos que gestaron esas luchas. Aquí hoy también están nuevos actores políticos que han asumido el pase de batón para mantener estos fuegos encendidos y comenzar otros.
En Puerto Rico se ha planteado que el primer y único horizonte para crear otro país más equitativo, justo, democrático, sostenible, es la resolución de la relación colonial-estatal con los Estados Unidos. También hay quienes sostienen que el estatus es irrelevante pues los discursos, procesos y subjetividades, que son productores y reproductoras de las crisis contemporáneas, rebasan las fronteras nacionales encuadrando las posibilidades de vida para las grandes mayorías globales. Pero decir que el estatus es irrelevante y ya, exacerba los sentimientos de impotencia ante la debacle sociopolítica, sedimentando el “cada cual a lo suyo”, “quítate tú pa’ ponerme yo”, “marcha conmigo pa’ salvar lo mío”, desde donde estamos destinadas a profundizar la desigualdad y la injusticia. Y francamente, no podemos esperar a que se resuelva el estatus.
Durante estos cinco meses tras el paso de los huracanes Irma y María, se han multiplicado las autoconvocatorias: los Centros de Ayuda Mutua, los comedores sociales, las brigadas de recogido de escombros, reconstrucción y de siembra, las brigadas comunitarias para reestablecer servicios eléctricos, para atender a los más vulnerables, para coordinar los centros de distribución de artículos básicos a nuestra cotidianidad. También ya comienzan a (re)organizarse quienes están bajo amenaza directa a cuenta de la deuda pública y del plan fiscal (neoliberal nefasto) que promete sumarnos en una depresión económica y social inimaginable a pesar de las advertencias, las propuestas y la próxima temporada de huracanes.
En cierto sentido, y como sugería Naomi en aquella misma plática reflexionando sobre su conversación en Barcelona con Ada Colau, podríamos afirmar que aun sin acabar de resolver nuestra relación colonial con los Estados Unidos, aquí en Puerto Rico se construyen múltiples soberanías. Gestamos soberanía alimentaria en armonía con el planeta con el trabajo que realizan organizaciones como Boricuá y la multiplicación de proyectos como el Huerto Semilla aquí en el Recinto de Río Piedras, la escuela agroecológica El Josco Bravo en Toa Alta, los programas agrícolas en escuelas públicas de Orocovis y Morovis, y los talleres para promotoras agrícolas que organiza Finca Conciencia en Vieques. En la Universidad de Puerto Rico, en Utuado, recinto que está bajo amenaza mortal, ya tienen un bachillerato en agricultura sostenible.
Gestamos soberanía territorial con esfuerzos como los del Fideicomiso de la Tierra del Caño Martín Peña en San Juan, los huertos urbanos, y las ocupaciones de espacios abandonados para transformarlos en lugares de actividad cultural y comunal. Gestamos soberanía energética con proyectos como el Coquí Solar en Guayama creado por IDEBAJO en colaboración con la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez, y las múltiples iniciativas de Casa Pueblo en Adjuntas.
Gestamos soberanía económica cada vez que intercambiamos labor por conocimientos marginalizados, pasamos pa’lante lo que no necesitamos para que otras lo reúsen, ocupamos una escuela abandonada por el Estado y la convertimos en hogar de muchos, sembramos lo que comemos, y nos sobra el tiempo para ir a la playa en familia y cocinar para las amigas, porque: ¿quién necesita trabajar tanto si podemos vivir con mucho menos?
Gestamos soberanía política cuando nos reunimos en pleno e inventamos procesos horizontales para la toma de decisiones, cuando nos autoconvocamos para ocupar la esfera pública y luchar por el bien común, cuando exigimos que quienes aspiran a representarnos manden con el oído en tierra, obedeciendo a las mejores aspiraciones de la gente, a quienes están obligados a servir, pues solo les cedemos nuestro poder soberano para promover el bien común y no para el beneficio particular de aquellos con línea directa a su corazón o sus bolsillos.
A través de los años, y ahora más palpable tras el paso de Irma y María, hemos redescubierto que no tenemos que esperar por nadie. En lo que llegaba ayuda del gobierno o de allá afuera, ya nos estábamos atendiendo las unas a los otros. Hemos redescubierto que nos tenemos. Que podemos salvarnos y gestar formas alternas de producir lo que necesitamos para vivir. En lo que “se resuelve” el problema del estatus, nos hemos inventado países posibles, más justos y democráticos.
Ahora, tenemos otro futuro posible que forjar. Va a requerir toneladas de valentía, creatividad, humildad y amor para tejer el entramado capaz de fortalecer nuestras interdependencias, desde la diversidad, la sostenibilidad y la democratización. Será un camino arduo, lleno de contradicciones, experimentos, dudas y esperanzas. Igual nos podemos tornar más aymara y menos occidentales para “que todxs vayamos juntxs, que nadie se quede atrás, que todo alcance para todxs, y que a nadie le falte nada”. No queda mucho tiempo.
¿Estaremos listas para cambiar de rumbo?
*Ponencia ofrecida como parte del foro “De los desastres del capitalismo al capitalismo del desastre: resistencias y alternativas” el viernes 26 de enero 2018 desde la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras.