PR 3 Aguirre de Marta Aponte Alsina: representación histórica y literatura

La obra gira en parte en torno a cuatro inversionistas de la Central Aguirre provenientes de la ciudad de Boston, entre los que se destaca su propietario William Sturgis Hooper Lothrop y tres socios. Estos fundaron el company town de casas blancas. Este es el pretexto para reflexionar sobre el Puerto Rico que fue colonizado durante estos años, las vivencias de los puertorriqueños, los años venideros bajo el colonialismo, la mirada imperial, la exploración estética y el encuentro de los estadounidenses con los puertorriqueños. Ya con anterioridad, en su libro Somos islas. Ensayos de camino, la autora había expresado en uno de sus escritos, citando a Arcadio Díaz Quiñones,(49) que era necesario profundizar en las investigaciones sobre la relación entre el imperio y las islas. “En la isla no se conoce bien la historia de Estados Unidos”, apunta, a la vez que enfatiza la necesidad de trazar analogías entre culturas. Edward Said vio la necesidad de lograr nexos culturales, lo que hace Aponte Alsina por medio de su praxis escritural. Sus cuentos “Glen Island” y “Casa negra (1904)” son excelentes ejemplos de cómo la escritora utiliza ese conocimiento para evidenciar la mirada imperial, como también lo lleva a cabo en este libro: “En lugares como Puerto Rico”, comenta con ironía, saturado de barbarie, es posible que a la sombra ejemplar de las razas adelantadas pudieran regenerarse sangres enfermas”. (39) Repite de esta forma la idea de la degeneración racial que propugnaba el positivismo y que aparece en La charca de Manuel Zeno Gandía.
Este libro, dividido en dos partes, se dedica a explorar las genealogías de los inversionistas y sus familiares, la vida de Boston, los azares de la investigación. Nuevamente con talante irónico nos presenta los encuentros con lo puertorriqueño y la mirada eurocentrista de los que llegaban a lucrarse de Puerto Rico, mediante la relación colonial establecida con el nuevo imperio. Entra luego en temáticas mayormente centradas en Puerto Rico, siempre vinculadas al mundo de Aguirre y sus inversionistas, sobre todo las huelgas obreras del 1905 y de la década del cuarenta. Incluye en él unas reflexiones sobre Nilita Vientós Gastón y Henry James, así como una entrevista al pintor Nelson Sambolín, nacido en la zona.
PR 3 Aguirre amalgama el ensayo histórico con otros géneros considerados menores articula la documentación evidenciada con relatos novelados, lo que la autora anticipa al iniciar su praxis escritural. La exploración de las vidas familiares de los inversionistas la lleva a construir relatos dentro del relato que le otorgan mayor complejidad al libro que está escrito en más de una voz narrativa y en el que la autora se dirige en ocasiones de forma directa a los lectores como cuando comenta sobre la industria de la aguja en Puerto Rico y expresa que quiere un vestido para ella: “Ya ordené uno para mí. A manera de broche, en el cuello, añadiré una broma, un guiño, una exquisita miniatura”, (58) o hace comentarios sobre sus visitas a lugares de investigación como el Athenaeum de Boston.
El texto es rizomático: está construido por historias que nos presentan otras historias. Una referencia a ese interés por una determinada construcción de la obra es la mención de los Aurelianos y los José Arcadio de Gabriel García Márquez, personajes de Cien años de soledad. La autora, que está inmersa en todo el libro como una actante más, desde los comienzos, nos deja ver sus preocupaciones estéticas, a lo que aludirá en otras ocasiones. Redactado entre el arte de novelar y el histórico, Aponte Alsina nos comprueba las teorías de Hayden White sobre la historia como narración. Esta es una relación problemática, afirma este en El contenido de la forma, además de señalar que a lo largo de las últimas décadas hemos asistido a un interés por la naturaleza de la narración y su significación social. White problematizó la relación entre historia y literatura haciendo ver la fina división entre ambos.
La autora actúa como novelista e investigadora de la historia que de otra manera ella ha explorado en varios de sus libros. En él nos propone implícitamente que hay una línea muy ambigua entre la Historia concebida como disciplina académica y la historia recreada mediante memorias en la literatura. En este caso Aponte Alsina vuelve más complejo el acto de la escritura histórica y el literario. Sus apuntes tienen fuentes a las que ella alude. Incluye además alusiones a historiadores como Nistal, Morales Carrión, Baralt, entre otros. Esto nos permite entender que su escritura es más histórica que literaria y que la autora ha vencido su deseo de construir un nuevo relato de corte puramente artístico distanciándose en parte de lo que algunos teóricos como Pierre Norah llaman la memoria, aunque este texto híbrido y amorfo no sigue el formato de las historias académicas tradicionales, puesto que imbrica la literatura, pero las referencias históricas son mencionadas a través del libro. Entre ellos la escritora nombra a los de Luis Bonafoux “El carnaval en las Antillas,”; al historiador Luis Figueroa, autor de un libro sobre la esclavitud en el litoral de Guayama; a Jenarín Vázquez -Orlandi, uno de los cronistas de Aguirre y autor de unas memorias; al cronista Charles Walker, a Sidney Mintz, entre otros.
Mientras desarrolla la genealogía y las historias de los cuatro inversionistas de Boston, va entrelazando la vida de Puerto Rico durante esos años de devaluación de la moneda y del huracán San Ciriaco del 8 de agosto de 1899. El ciclón afectó de tal modo la economía y la agricultura que fue la entrada al país de las corporaciones multinacionales. Este hecho ha sido estudiado por Stuart Schwartz en The Hurricane of San Ciriaco, Politics and Society in Puerto Rico, 1899-1901, quien en su investigación comprueba como sirvió el huracán para la compra de los terrenos agrícolas de Puerto Rico. La literatura obrera de los años siguientes recogería este suceso, como lo hizo José Elías Levis en su novela Estercolero de 1899.[i] Aponte Alsina menciona a San Ciriaco en distintas ocasiones enfatizando los destrozos causados y su significado para la economía puertorriqueña. [ii]
La historia oficial es criticada en este libro por sus fisuras. Entre ellas se reclama la ausencia de independentistas en la historiografía canónica. Es cierto que los relatos de varios historiadores que estudian el periodo de fines del siglo XIX, la guerra Hispanoamericana y los comienzos de siglo XX, aunque han escrito textos de enjundia, como Rafael Bernabe, Carmelo Rosario Natal, Francisco Scarano y Fernando Picó, minimizan la presencia separatista en la Isla en esas fechas. Tal parece que solo Eugenio María de Hostos y Ramón Emeterio Betances eran los únicos que postulaban dicha ideología y, para colmo, se encontraban en el extranjero.[iii] La intención de Aponte Alsina no es abundar sobre esta temática, pero sí la de criticar la versión hegemónica “que apenas menciona a los antimperialistas en notas al calce de relatos que privilegian la inevitable ascensión de un Leviatán sin antecedentes”. (133) Un ejemplo de esto, observamos, lo tenemos en la figura de Ramón Romero Rosa, obrero tipógrafo, fundador de periódicos, miembro del Partido Unión de Puerto Rico e independentista cuya mención es imprescindible en nuestros textos de historia.[iv] Aponte Alsina nos parece una historiadora subalternista al buscar en otros archivos alternativos y leer desde los textos imperiales como lo hacía uno de los fundadores de los estudios subalternos, Ranahit Guha, al estudiar la contrainsurgencia en la India. En distintas ocasiones hace alusión a lo arduo que era investigar y las vicisitudes pasadas. Aponte Alsina señala: “Las universidades se han convertido en fortalezas rodeadas de terrores cómplices. Sus guardianes exigen documentos, las cámaras ocultas retratan a los visitantes”. (29)
La mención de diversos autores de la literatura anglosajona como Nathaniel Hawthorne, Henry James, Charles Dickens, Ralph Waldo Emerson, Edgar Allan Poe, Longfellow, Robert Louis Stevenson, Thoreau, y Louisa May Alcott, así como del francés Flaubert, mencionado en varias ocasiones en Sexto sueño, nos muestran su bagaje de obras de la literatura no hispánica. El caso de Flaubert amerita atención. Una novela es como una pirámide, reflexiona en su conocida obra, y continúa mencionando a este autor y elucubrando sobre el naturalismo al que ha resemantizado en su narración sobre el estadounidense Nathan Leopold en Sexto sueño.
Dos temas que recorren el libro en adición al de los inversionistas y sus genealogías son el del colonialismo, al que condena con pasión, y la esclavitud negra. Sobre el primero podemos decir que hace una propuesta historiográfica sobre lo acontecido en el 1898 que se refleja en estas aseveraciones:
Cuando el ejército estadounidense invadió Puerto Rico, los socios de Ford y Dumaresq no carecían de información sobre la isla. ¿Sobra repetirlo? La invasión del 1898 a las excolonias españolas fue el brazo armado de un plan de negocios, “un mapa de oportunidades”, se diría hoy, trazado mucho antes de que se escribiera el libreto de la guerra. Además, el Caribe no era un mundo ajeno para los Dumaresq. (119)
La ética imperial concebía la invasión como un gesto redentor de pueblos inocentes, lo que se reflejaba en los carteles de la época. Dumaresq, uno de los inversionistas de Boston apreciaba a la Isla como un lugar de humanoides negros y amarillos mal alimentados y una promesa de riqueza inmediata” (94)[v] Arturo Escobar, en su libro El final del salvaje, comenta la antropología del desarrollo, tema este último que definió las gestas colonizadoras y que el investigador ataca por obedecer a una falsa concepción de lo que es lo civilizado. “Los pueblos invasores”, advierte Aponte Alsina, “no leen el paisaje de los anteriores. Solo tienen sentido los extremos de barbarie e ignorancia, donde a juicio de los nuevos colonizadores, está todo por hacer”. Esto concuerda con las palabras de Escobar cuando señala que Occidente había llegado a dividir el mundo en dos: un campo de representaciones y un campo de lo real. Así el Tercer Mundo existe “allá afuera” para ser teorizado e intervenido. El palestino Edward Said ha hecho planteamientos similares en su clásico libro Cultura e imperialismo.
Sobre la esclavitud, podemos decir que es heredera de Alejandro Tapia. Aponte Alsina pone de relieve el sufrimiento que la misma implicó y la necesidad de estudiarla minuciosamente. Pájaros carroñeros llama a los que se repartían el botín humano del cargamento de esclavos. Nuevamente se enfrenta a las grietas de la historia oficial, haciendo alusión al iconoclasta libro de Isabelo Zenón Cruz:
La casi centenaria versión de una esclavitud misericordiosa, de un blanqueamiento sin prejuicios hacia el mestizaje, predominó en la historiografía insular hasta un siglo después de la abolición de la esclavitud en 1873. Inolvidable la revolución que implicó el escándalo del libro de Isabelo Zenón Cruz: Narciso descubre su trasero. (187)
Otro de los elementos históricos sobre los que propone una interpretación alternativa es el del cultivo del azúcar: “Se conoce la situación de la industria azucarera en Puerto Rico en el último tercio del siglo 19. De todas las causas de su encogimiento, quizás la que menos se sostiene para explicar la decadencia del negocio fue la abolición de la esclavitud”. (121) De aquí que le dedique numerosas páginas a esta, tema que todavía no ha sido investigado con toda profundidad a pesar de los valiosos libros de Puerto Rico negro de Jalil Sued Badillo y de La esclavitud negra en Puerto Rico de Luis Díaz Soler.
La modernidad capitalista y patriarcal queda cuestionada en este relato que incluye en diversas ocasiones referencias a la comunidad homosexual. Aponte Alsina rompe con la modernidad patriarcal al incluir en su híbrida historia a los homosexuales, como por ejemplo, al jurista y activista de derechos civiles James Baldwin, negro y homosexual. Eugene, hijo de Mrs. Rice, es otro de los sujetos heterodoxos por su sexualidad y cultura al que alude: “director ejecutivo de la Reinassance Society of America y vicepresidente a cargo de investigaciones de la American Historical Association”. (239) En su texto hay una crítica implícita a la heteronormatividad.
En su representación histórica y narrativa se privilegia la iglesia episcopal y el espiritismo. La iglesia católica no ocupa un papel relevante, puesto que se quiere resaltar o enfatizar la presencia del protestantismo y de espiritualidades y prácticas alternativas como la brujería y la santería, religión sincrética considerada por Antonio Benítez Rojo en La isla que se repite como un sistema de vida, a pesar de que no es considerada como canónica en las décadas estudiadas por la autora de PR Aguirre. Tampoco en tiempos contemporáneos.
Desde su mirada urbanista recrea la ciudad, cómo se organiza el espacio, la arquitectura. Así describe a Ponce, capital alterna, como la ha llamado Ángel Quintero.
La ciudad y sus alrededores fueron uno de los centros de la producción esclavista, realidad evidente en las manifestaciones de la cultura popular afrocaribeña que forma parte de sus rasgos distintivos. A la vez se proyectaba como emporio comercial de alianzas estadounidenses. (147)
El estudio del movimiento obrero en Puerto Rico deberá contar con este libro que en su segunda parte explora el tema de las huelgas, especialmente la de los cuarenta del siglo XX. En referencia a la del 1905 la cataloga como una ruptura histórica en la que participaron mujeres, hombres y niños que trabajaban en el cañaveral. “Apenas habían salido de sus colonias, del cerco de los cafetines y del cañaveral”. La solidaridad era un hecho. La huelga terminó con una matanza, pero a pesar de ello fue una victoria. La huelga de los cuarenta se extendió de un lado a otro de la Isla, aunque también culminó en sangre.
Son múltiples los detalles que ofrece Aponte Alsina sobre estos acontecimientos. Me parece necesario destacar que nos ofrece nuevas perspectivas que nos invitan a reformular los estudios obreros, mirados por algunos intelectuales como cosa del pasado. Hay que recordar que nacen de la historia social y que están vinculados a los estudios culturales nacidos en Inglaterra y a trabajos como Culture and Society de Raymond Williams.
Aponte Alsina ha elegido representar en su libro historias que no son reconocidas en la historiografía oficial. En este enjundioso texto son múltiples las temáticas abordadas y representadas, en ocasiones ficcionalizadas. (Entendemos que hay una fina diferencia). Su texto está marcado por la figura de Palés Matos, por el anticolonialismo y por un sujeto que no deja de hacer crecer nuestras conciencias: Pedro Albizu Campos.
[i] En la historia del ciclón San Ciriaco de Román Aráez y Ferrando del 1903 el autor advierte que hubo más de tres mil muertos en la Isla., afectándose mayormente Ponce y Utuado. Se perdieron haciendas cafetaleras y propiedades. Hubo un aumento de enfermedades, del hambre, la prostitución y la miseria. El nuevo orden militar articuló mecanismos represivos que fueron dirigidos sobre todo a las clases pobres.
[ii] En estos años se funda el periódico La Miseria en el que se expuso la situación de suicidios en el país y la desesperación por emigrar del mismo. Es uno de los hechos históricos junto a la fecha de 1898, que marca la invasión norteamericana a la Isla, más recordado por diversos escritores, entre ellos Magali García Ramis y Mayra Santos Febre.
[iii] Germán Delgado Pasapera ofrece evidencia de que en 1891 existía una Sociedad de Liberales Separatistas a la que pertenecían hombres de Utuado, entre ellos labradores, agricultores, comerciantes, propietarios y jornaleros. Puerto Rico: Editorial Isla, 1984, 427. Entendemos que la censura española durante los meses previos a la Guerra Hispanoamericana, durante la misma y la impuesta por los estadounidenses luego de la invasión dificultan la investigación de la presencia independentista en la Isla. Es importante citar la tesis de María del Pilar Pla Rodríguez La censura en la prensa durante el gobierno militar de Estados Unidos en Puerto Rico, 18098-1900. Tesis de Maestría, Departamento de Historia, Universidad de Puerto Rico, 1996.
[iv] Ramón Romero Rosa aparece en las notas al calce de la Literatura puertorriqueña. Su proceso en el tiempo. Fue una de las figuras clave de la intelectualidad de comienzos del siglo XX. A juicio de Ángel Quintero es él quien “elabora en forma más abarcadora y articulada el análisis social obrero de ese periodo”. Patricios y plebeyos: burgueses, hacendados, artesanos y obreros. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1988, 252.
[v] Según Arturo Escobar en su libro El final del salvaje, “la profundización de los análisis de Foucault sobre las situaciones coloniales y postcoloniales realizada por autores como Edward Said, V. y. Mudimbe, Chandra Mohanty y Homi Bhabha, entre otros, ha abierto nuevas formas de pensamiento acerca de las representaciones del Tercer Mundo”.