¿Qué podemos hacer para prevenir el cáncer?
El cáncer se clasifica como la primera causa de muerte en Puerto Rico. Las enfermedades cardiovasculares estuvieron por décadas encabezando esta lista. Sin embargo, los problemas del corazón ocupan ahora un segundo lugar y el cáncer se ubica como la enfermedad que más muertes causa en nuestro país. De acuerdo al documento: Resumen Económico de Puerto Rico – Suplemento Especial: Mortalidad (2013), en nuestra población, el cáncer de senos es el tipo más común en las mujeres y el de próstata en los varones. La segunda forma más común de cáncer en ambos sexos es el de colon y recto. En Estados Unidos, de igual forma, el cáncer es también una importante causa de muerte y ocupa el segundo lugar. Y si el cáncer es la primera y segunda causa de muerte en Puerto Rico y Estados Unidos, respectivamente, es imperativo que nos hagamos las siguientes dos preguntas: 1. ¿Se puede prevenir el cáncer? 2. ¿Qué podemos hacer para reducir los riesgos de esta terrible enfermedad?
La Sociedad Americana del Cáncer en su reporte “Cancer Facts & Figures” (2011) declara que para el 1990 el 3% de las muertes en Estados Unidos eran por el cáncer. Sin embargo, para el 2011 esta enfermedad incrementó el por ciento de muertes a un 25%. Esta organización también afirma en su reporte que menos del 10% de todos los tipos de cánceres se deben a razones genéticas, y que más del 90% de estas malignidades surgen por razones ambientales y de estilo de vida. De igual modo, el American Institute for Cancer Research (AIC) afirma que la mayoría de los cánceres se pudieran prevenir, y sostiene que los tres puntos más importantes en la prevención del cáncer son: mantener un peso saludable, consumir una dieta nutritiva y practicar un programa regular de ejercicios. Estas organizaciones y muchas otras autoridades en salud indican que, aunque se reconoce el impacto de los factores hereditarios, es el estilo de vida lo más determinante tanto para que las mutaciones genéticas afloren como para que surja el cáncer aún en ausencia de estos componentes genéticos. Es decir, la forma en que vivimos va a determinar tanto la manifestación de la carga genética que pueda tener una persona que la predisponga al cáncer como el surgimiento de esta enfermedad en otras que no tienen factores hereditarios y que componen la gran mayoría de los casos.
La obesidad y el cáncer
Muchas personas conocen que el sobrepeso aumenta los riesgos de muchas enfermedades como los problemas al corazón, la diabetes y el Alzheimer, entre otras. Sin embargo, pocos asocian el exceso de libras con un aumento en el riesgo de desarrollar distintos tipos de cánceres. La obesidad incrementa en la mujer el riesgo de cáncer de mamas (en la etapa post menopáusica) y de endometrio. El cáncer de ovario y de cérvix también se asocian al exceso en libras, aunque con evidencia sugestiva. En los varones, la obesidad aumenta el desarrollo de cáncer de próstata, particularmente la forma más agresiva. En ambos sexos, la obesidad aumenta las posibilidades de los siguientes tipos de cánceres: esófago, vesícula, páncreas, riñones y colon. Los distintos mecanismos de acción para explicar el fuerte vínculo entre la obesidad y el cáncer no se tienen del todo claro, pero sí se entiende que uno de ellos es el problema que causa el exceso de grasa en el cuerpo. El tejido adiposo aumenta el Insuline like Grow Factor (IGF-1), un factor que estimula el crecimiento y proliferación de células malignas, y el Vascular Epitelial Grow Factor (VEGF) que promueve la angiogénesis (desarrollo de nuevos vasos sanguíneos) favoreciendo el crecimiento del tejido tumoral. La grasa que se acumula en el cuerpo también aumenta la producción de hormonas como el estrógeno y ésta a su vez estimula el crecimiento de células cancerígenas. El tejido adiposo promueve los procesos inflamatorios y la obesidad aumenta la incidencia, el progreso y la mortalidad en los pacientes de cáncer. Mantener un peso saludable y evitar la obesidad es, por lo tanto, una importante estrategia, no sólo para reducir los riesgos cardiovasculares y de otras enfermedades, sino también de los distintos tipos de cánceres.
La necesidad de una dieta nutritiva
La mayoría de las enfermedades, incluyendo al cáncer, tienen una relación directa con la forma en que nos alimentamos. A través de la dieta diaria las personas pueden, por un lado, desarrollar la obesidad y aumentar los riesgos del cáncer o, por otro lado, mantener un peso saludable y minimizar las posibilidades de sufrir esta enfermedad. Los alimentos que debemos evitar ya que aumentan el riesgo del cáncer son: las azúcares refinadas, los alimentos fritos, los productos altos en sodio y los embutidos. El consumo de azúcares se asocia a cáncer de mamas, de páncreas y otros. Las azúcares refinadas, no sólo llevan a la ganancia en peso, sino que promueven la inflamación celular, debilitan el sistema inmunológico y aumentan el crecimiento de células malignas. Los alimentos fritos (excepto si se fríen en aceite de coco o de semillas de uvas) contienen sustancias nocivas al organismo como lo son los radicales libres que dañan la membrana de las células y aumentan el riesgo de esta enfermedad. De igual modo, los alimentos altos en sodio y los embutidos como los hot dogs se asocian a cáncer de estómago y leucemias, respectivamente. El alto consumo de sodio en la dieta también incrementa el riesgo de metástasis en las personas con cáncer. También se debe limitar el consumo de leche de vaca, particularmente la que se produce en Estados Unidos, ya que la misma contiene la hormona recombinante de crecimiento bovino (Somatotropina Bovina- rBHG). Esta hormona creada por la compañía Monsanto, aunque es legal en Estados Unidos, está prohibida en la mayoría de los países ya que se asocia a un incremento en el cáncer, particularmente el de mamas y próstata. Se ha encontrado que esta hormona igualmente aumenta en las personas los niveles del Insuline like Grow Factor (IGF) y éste a su vez el crecimiento de células malignas. Esta hormona se usa con el propósito de que las vacas produzcan más leche llevándolas muchas veces a sufrir frecuentes mastitis y otras enfermedades que aumentan el uso de antibióticos que pasan a través de la leche y que inciden en otro problema actual que es la resistencia de antibióticos en las personas.
De igual forma, se debe también evitar el consumo de alimentos modificados genéticamente. La realidad es quenoexiste consenso científico de que los GMO sean seguros y estén libres de efectos adversos a la salud. Muchos estudios llevados a cabo en distintos países por científicos independientes (no de las empresas que producen las semillas modificadas) así lo demuestran. La publicación más reciente que así lo asegura es de enero de este año y se recoge en la revista científica (peer reviewed) European Network of Scientists for Social and Environmental Responsibility. Son múltipleslas investigaciones científicas que han demostrado que los transgénicos y el glifosato, ingrediente del herbicida Round Up (fabricado por Monsanto y usado tanto en la agricultura industrial como en los cultivos de semillas modificadas genéticamente) se asocian con toxicidad al hígado y a los riñones, problemas de alergias, inflamación en el sistema gastrointestinal y crecimiento de tumores. Los principales alimentos modificados genéticamente son: el maíz, la canola, la soya y el algodón. Es importante evitar la ingesta de estos productos o consumirlos sólo si son orgánicos o si tienen en la etiqueta el reclamo de «NON GMO Project». Se debe leer la lista de los ingredientes de los productos y verificar si contienen estos alimentos o sus derivados.
La buena selección de alimentos, por otro lado, puede ayudarnos a reducir los riesgos del cáncer. Los tres grupos de alimentos que se asocian con una reducción de esta enfermedad son: las frutas, los vegetales y las grasas saludables como el aceite de oliva, las nueces y otras. Las frutas y los vegetales contienen miles de fitonutrientes (sustancias que se encargan de darle el color a estos alimentos) que han sido muy estudiados ya que su ingesta se asocia a una reducción del cáncer en general. Por ejemplo, las frutas cítricas como las naranjas y el limón contienen el fitonutriente limoneno que ayuda a evitar el cáncer de mamas. La papaya de igual forma contiene las criptoxantinas que pueden reducir los riesgos de cáncer de vagina. Todas las berries en general (blueberries, cranberries, y otras) contienen el ácido elágico, un fitonutriente que promueve la apoptosis o muerte programada de las células mutadas. Otras frutas como las manzanas y también las berries contienen antocianidinasque de igual modo pueden ayudar a reducir el desarrollo de células cancerígenas. Los vegetales como el brécol contiene sulforafano, los coles de bruselas contienen sinigrina y el tomate contiene licopeno. Todos estos fitonutrientes combaten el crecimiento de células malignas. De igual forma, los berros contienes los isotiocianatos que trabajan particularmente contra el cáncer de pulmón. Otros alimentos como el ajo y la cebolla contienen quercetina y súlfidos alílicos que ayudan a reducir el crecimiento de las células tumorales. El té verde también contiene distintos fitonutrientes que pueden ayudar a combatir el cáncer, particularmente las catequinas. Las frutas y los vegetales deben consumirse, preferiblemente orgánicas para evitar la exposición a los pesticidas que se asocian precisamente al crecimiento de células cancerígenas.
Además del consumo de frutas y vegetales, debemos promover la ingesta de grasas beneficiosas a la salud asociadas también con la prevención del cáncer. Aunque las grasas en general, aportan muchas calorías por lo que las cantidades deben ser limitadas para no llevar a una ganancia en peso, una dieta nutritiva debe incluir todas las grasas saludables. Estas grasas son: el aceite de oliva, de semillas de lino, el aguacate, las nueces, las almendras y otras semillas. El aceite de oliva y el aguacate contienen un ácido graso importante conocido como el ácido oleico que tiene un efecto antiinflamatorio protector para las enfermedades del corazón y el cáncer. El aceite de semillas de lino y las nueces contienen los Omega-3 que se asocian con una reducción en el tamaño de los tumores. Otras semillas como las de chía también son buenas fuentes de Omega-3. Se deben evitar las margarinas las cuales se asocian a más riesgo de cáncer y problemas cardiovasculares y preferir la mantequilla o el aceite de coco.
La importancia del ejercicio
El ejercicio se considera otra estrategia importante en la prevención de distintas condiciones médicas, incluyendo las primeras cuatro causas de muerte en nuestro país: el cáncer, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el Alzheimer. Los ejercicios practicados de forma regular pueden ayudar a reducir las posibilidades de distintos tipos de cánceres en general. Sin embargo, los estudios demuestran que tienen una acción protectora mayor en particular en el cáncer de mamas y de endometrio en la mujer, y en el cáncer de colon-recto para ambos sexos. Las investigaciones también demuestran que el ejercicio reduce la recurrencia y mortalidad en el cáncer de mamas y aumenta la supervivencia en todos los tipos de cánceres.Los beneficios del ejercicio se pueden resumir en: la disminución en el nivel de estrés, el incremento en la oxigenación celular (las células cancerígenas crecen mejor en un medio con poco oxígeno), el fortalecimiento del sistema inmunológico, la mejoría en el funcionamiento del sistema linfático que promueve el desecho de las toxinas y el aumento en la temperatura corporal. La American Institute of Cancer Research en su publicación de marzo del 2012 declara que: “In fact, just by eating smart, staying lean and moving more, AICR estimates that we could prevent over 340,000 cancers per year in the US”. Las recomendaciones son practicar sobre 30 minutos (preferiblemente una hora) de ejercicios cardiovasculares (caminar, bailar, bicicleta y otros) 5 veces a la semana. Los ejercicios cardiovasculares deben acompañarse de una rutina de ejercicios de resistencia (pesas, máquinas o bandas) para proteger y mantener la masa y fuerza muscular.
Además de practicar el ejercicio con regularidad, se debe también recordar que es importante limitar el consumo de bebidas alcohólicas y evitar el uso del cigarrillo. La ingesta de bebidas alcohólicas aumenta los riesgos de cáncer de: boca, laringe, esófago y de mamas. Se recomienda moderar el consumo de bebidas alcohólicas y no ingerir una cantidad mayor de un trago al día para la mujer y dos tragos para los varones. El cigarrillo también tiene un potente efecto carcinogénico causando aproximadamente el 30 % de las muertes por cáncer y el 87% de las muertes por cáncer de pulmón. El cigarrillo aumenta los riesgos de cáncer de: cavidad nasal, labios, boca, laringe, faringe, pulmón, esófago, páncreas, útero, cérvix, ovarios, riñones, vesícula, estómago, colon-recto y leucemia mieloide aguda. Evitar el cigarrillo, moderar el consumo de alcohol, mantener un peso saludable, consumir una dieta nutritiva, y practicar el ejercicio de forma regular son las herramientas más importantes para reducir los riesgos del cáncer y disfrutar de una buena salud. Estas prácticas no requieren extraordinarios esfuerzos personales ni tampoco grandes inversiones de dinero por parte de los gobiernos. Así que, debemos promoverlas a todos los niveles en nuestra población ya que forman la parte más importante de la educación en salud y el establecimiento de los estilos de vida que ayuden a prevenir la primera causa de muerte en nuestro país: el cáncer.