Rachel Barton Pine con los NY Soloists
Toda la temporada actual de Pro Arte Musical es conmemorativa de los 80 años de fundación de esta organización, dedicada a la difusión de grandes artistas y conciertos, y comprometida con un proyecto educativo que ha tocado la vida de miles de estudiantes. Los dos recitales que se han presentado, de Xiayin Wang y, antes, de Ran Dank y Soyeon Kate Lee, han provocado reacciones entusiastas del público y la crítica. La oferta pendiente alimenta ese entusiasmo, con artistas como John Williams, Miguel Zenón, John Etheridge y otros.
Sin embargo, quiero destacar la importancia del concierto de la violinista Rachel Barton Pine y los NY Soloists el 3 de noviembre de 2012 en la Sala de Festivales del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré. Es uno de los momentos culminantes de la fiesta que se extiende por toda la temporada de Pro Arte Musical. La lectura del ensayo que sigue, del profesor Iguina, es una invitación convincente a aprovechar la oportunidad que conjuga a una artista excepcional, acompañada de una orquesta con medio siglo de excelencia, en la interpretación de los cinco conciertos para violín de Mozart, compuestos a sus 19 años y que son tributo a la excelsitud humana. En estos días, más que nunca, necesitamos transitar esas alturas. Información: 787-722-3366.
–Benjamín Muñiz
Rachel Barton PineTanto en el arte como en la vida personal, Rachel Barton Pine posee un extraordinario don de empatía. Sus ejecuciones exudan pasión y convicción, y su capacidad innata de comprender una gran diversidad de géneros cautiva a los melómanos de todos los gustos. Con una técnica deslumbrante y la contagiosa alegría que transmite al hacer música, eleva el espíritu del público.
Pine se ha presentado como solista con prestigiosas orquestas de América y Europa, junto a directores como Charles Dutoit, Zubin Mehta, Neeme Jarvi, Erich Leinsdorf, Marin Alsop, José Serebrier y Plácido Domingo, y ha colaborado en dúo con Daniel Barenboim, Christoph Eschenbach, William Warfield, Christopher O’Riley y Mark O’Connor.
Los cinco conciertos de violín de Mozart que tocará el 3 de noviembre en Puerto Rico los ha tocado antes con los New York Chamber Soloists en Florida, Texas y California. También ha tocado en un solo recital las seis sonatas y partitas de Bach, y en otro todas las sonatas de Brahms. En 2009 estrenó mundialmente el último movimiento de la Sonata para violín de 1928 Samuel Barber, perdida desde hacía mucho tiempo.
En 2011 salió al mercado su disco Capricho Latino, bajo el sello Cedille, un brillante conjunto de 14 piezas virtuosistas de sabor latino, ocho de ellas nunca antes grabadas. Se destacan en el CD un arreglo de Pine de la famosa Asturias de Isaac Albéniz y un dúo único: Ferdinand the Bull de Alan Ridout, una obra para narrador y violín basada en el cuento infantil, interpretada por Pine y Héctor Elizondo. Otras grabaciones de Pine en 2011 fueron: A French Soirée con su conjunto de música antigua Trío Settecento, el Poema Concertante para violín y orquesta de Xavier Montsalvatge con la Sinfónica de la Radio del Norte de Alemania, dirigida por Celso Antunes, y su participación en un disco de obras del compositor ghanés J.H. Kwabena Nketia con el pianista George François.
Pine compone sus propias cadenzas para muchas de las obras que interpreta, entre ellas conciertos de Beethoven, Brahms, Mozart y Paganini. En 2009, Carl Fischer publicó The Rachel Barton Pine Collection, una compilación de composiciones, arreglos y cadenzas originales de Pine. Con esto la joven se convirtió en la única artista viviente y la primera mujer que se une a figuras como Fritz Kreisler y Jascha Heifetz en la serie Carl Fischer’s Masters Collection.
Su audacia la ha llevado al ámbito popular, y no con tímidas incursiones sino como miembro de una banda de rock extremo. Hace unos años adquirió un violín eléctrico de seis cuerdas y se unió a la banda de “doom/thrash metal” Earthen Grave, cuyo disco Dismal Times ha sido aclamado por la crítica.
Pine es miembro de la Junta de Síndicos del Music Institute of Chicago (que ha designado una cátedra en su nombre) y continúa inspirando a la próxima generación de artistas y público con sus actividades filantrópicas, educativas y comunitarias.
Entre los premios que ha merecido esta artista se encuentran: la medalla de oro den el Concurso Internacional de violín J.S. Bach de 1992 en Leipzig (a los 17 años), y primeros premios en competencias como las Reina Isabel (Bruselas, 1993), Kreisler (Viena, 1992), Szigeti (Budapest, 1992) y Montreal (1991). Su ejecución de los caprichos de Paganini le ganó premios en la competencia Szigeti y la Paganini de 1993 en Génova.
Sus maestros principales fueron Roland y Almita Vamos, y también estudó con Rubén González, Werner Scholz y Elmira Darvarova. Utiliza un violín Joseph Guarnerius del Gesù (Cremona, 1742), conocido como “ex-Soldat”, gracias a un generoso préstamo de un mecenas.
New York Chamber Soloists
Aclamado como un excepcional conjunto de virtuosos con un repertorio de gran diversidad y creatividad, los New York Chamber Soloists han mantenido un sitial único en el mundo de la música de cámara durante cinco décadas. Fundado en 1957, el grupo consta de un núcleo de 12 músicos (cuerdas, vientos y teclado) que se amplía hasta 20 con artistas invitados, lo cual les da la flexibilidad de tocar obras poco difundidas debido a su inusual instrumentación.
En 2010 el grupo se presentó en el Festival Casals de Puerto Rico y además estrenó un programa orquestal de gran escala, que ha resultado sumamente exitoso, con la participación de luminarias como los pianistas Menahem Pressler y Anton Kuerti y el clarinetista Richard Stoltzman. Con la violinista Rachel Barton Pine han presentado las Cuatro estaciones de Vivaldi y el programa de conciertos de Mozart que hoy escuchamos.
Con más de 250 obras en su repertorio, los Chamber Soloists han fomentado el desarrollo del público para la música de cámara. Entre sus innovadores programas se destacan: los Conciertos de Brandemburgo completos en una sola función; “París en los años veinte”; “Clásicos norteamericanos”; todos los conciertos para trompa de Mozart y ciclos de canciones, cantatas y óperas desde Monteverdi hasta Aitken.
Más de 25 obras han sido escritas para ellos por compositores como Gunther Schuller, Mario Davidovsky, Ezra Laderman y Mel Powell. El grupo también ha comisionado la obra infantil Ferdinand the Bull a Hugh Aitken y composiciones basadas en Alicia en el País de las Maravillas a Gerald Fried y Tania French.
Su impresionante trayectoria incluye once giras por Europa, seis por Latinoamérica y numerosas visitas al Lejano Oriente y el Pacífico Sur. En Estados Unidos se presentan en sedes como Lincoln Center, el Metropolitan Museum, Kennedy Center, Kravis Center y el circuito universitario desde Boston hasta Berkeley.
Fueron artistas residentes del Festival Mozart de Vermont desde la creación de este en 1974 hasta 2010.
Programa
Cinco conciertos para violín y orquesta
Núm. 1 en si bemol mayor, K. 207
Núm. 2 en re mayor, K. 211
Núm. 3 en sol mayor, K. 216
Núm. 4 en re mayor, K. 218
Núm. 5 en la mayor, K. 219
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
El musicólogo y estudioso de Mozart, Stanley Sadie, en su libro Mozart: The Early Years, señala que aunque hasta hace poco se pensaba que Mozart había compuesto los cinco conciertos para violín (K. 207, 211, 216, 218 y 219) en el año 1775 en Salzburgo, investigaciones recientes apuntan a que el primer concierto K. 207 con toda probabilidad se compuso en abril de 1773 supuestamente para un tal Franz Xaver Kolb, músico amateur y maestro de violín. Por otro lado, escribe Sadie, se puede afirmar con certeza que el segundo concierto K. 211 ya data de abril 1775 y que los restantes tres K. 216, 218 y 219 sí datan de septiembre, octubre y diciembre de 1775 respectivamente. En el año 1775 Mozart era un joven de solamente 19 años de edad pero desde los siete se presentaba ante la nobleza no solo como pianista excepcional sino como violinista solista.
Todos los biógrafos de Mozart saben que, habiendo optado por ganarse la vida como artista independiente sin ataduras a ningún padrinazgo, el gran maestro de Salzburgo por lo general componía música a comisión o para una ocasión en particular. Por ejemplo, según Grout “aún en aquellas obras que aparentemente no estaban destinadas a ser tocadas prontamente, él tenía en mente un tipo definitivo de intérprete o audiencia potencial y tomaba en cuenta sus preferencias.” En otras palabras, colige Grout, Mozart era un músico “comercial” que esperaba que su música se interpretara, que gustara y que le proporcionara ganancias financieras. Por ello, el también compositor de la ópera Don Giovanni, por ejemplo, compuso serenatas y divertimentos para amenizar bodas, cumpleaños y conciertos en casas particulares. No obstante lo dicho, Seite nos advierte que se desconoce si Mozart tuvo una razón en particular para explorar y desarrollar el género de concierto para violín. Igualmente, añade el musicólogo inglés, no hay señales que permitan tampoco afirmar que Mozart tuvo algún intérprete en mente al componer los conciertos de este género. Es menester señalar que en un momento dado se le adjudicaron a Mozart tres conciertos para violín y orquesta adicionales a los ya nombrados, pero los musicólogos han comprobado que no son de su autoría, explica Seite.
Una mirada global a los cinco conciertos para violín nos muestra tres aspectos. En primer lugar, existe uniformidad en la instrumentación, porque todos utilizan una plantilla orquestal de 2 oboes, 2 trompas francesas y el habitual coro de cuerdas de violines, violas, violonchelos y contrabajos; únicamente en el K. 216 Mozart agranda la sección de las maderas con la adición de dos flautas. Es importante comentar que, además de los instrumentos mencionados, en la época de Mozart se hubiese suplementado la orquesta con un piano o clavecín como continuo para reforzar las cuerdas. La unidad estructural es un segundo aspecto a resaltar en estos conciertos porque los cinco comprenden tres movimientos ordenados en una secuencia de rápido-lento-rápido, práctica común de la época. Un último aspecto a mencionar es que los cinco conciertos están en tonalidades mayores: núm. 1 en Si bemol mayor, núms. 2 y 4 en Re mayor, núm. 3 en Sol mayor y núm. 5 en La mayo.
Pasemos ahora a subrayar cinco aspectos específicos traídos a nuestra atención por los musicólogos Stanley Sadie en su libro y Edward Downes en sus notas al programa para la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Primero, la escritura para el solista en el Concierto núm. 1 en si bemol mayor, K. 207, sigue la escritura violinística propia de las serenatas para cuerdas. Esto es más evidente en el tercer movimiento marcado Presto, un cadencioso menuet en rondeau. Segundo, el Concierto núm. 2 en re mayor, K. 211, es el más impresionantemente francés de los cinco y, además, “el más mundano, el más elegante, el más galante…”, apunta Downes.
Tercero, en el primer movimiento, Allegro, del Concierto núm. 3 en sol mayor, K. 216, Mozart por primera vez introduce nuevo material temático, aparte de los anunciados por la orquesta en el ritornello inicial, concebido únicamente para el solista y no pensado para ser transferido a la orquesta. Lo mismo ocurre en el primer movimiento del Concierto núm. 4 en re mayor, K. 218. Según Sadie, la utilización de material temático exclusivo para el violín evidentemente refleja que para Mozart esto era “una manera efectiva de colocar aparte al solista además de ampliar la proporción de la música.”
Cuarto, refiriéndose al Concierto núm. 5 en la mayor, K. 219, Downes lo destaca como el más maduro de los cinco en términos de emociones y el que goza de la forma más fascinante. Aludiendo a lo mismo, Sadie señala que el pequeño solo de violín, Adagio, que escuchamos antes de que la orquesta repita el ritornello inicial en el primer movimiento es un modo innovador de Mozart definir musicalmente una nueva relación entre el solista y la orquesta. Por último, en lo que toca al finale del K. 219, un gracioso Tempo di Menuetto, Sadie observa que está estructurado siguiendo la forma sonata-rondó expandida: A-B-A-C-A-D-A-B-A, donde la A representa el tema principal y las demás letras representan las digresiones o episodios compuestos de temas contrastantes. Llama la atención el episodio D en el cual Mozart introduce un nuevo ritmo y un material verdaderamente particular, apunta Sadie.