Rápidos y Furiosos
We are in this modern globalized world each the keeper
of our brother and sister. We have too often failed that moral calling.
-Nelson Mandela
Otro año más experimentamos la compulsión de repetición colectiva que es el Viernes Negro. El crisol neurótico de este evento heredado de la desenfrenada cultura de consumo estadounidense evidencia, nuevamente, el efecto de la realidad colonial en nuestra psiquis. Esta situación política confina a la mayoría de los puertorriqueños a vivir en un imaginario de felicidad basado en la adquisición de objetos que el oscuro día devela con violenta intensidad. Nos somete a una forma de canibalismo voraz que, además, alimenta el afán de espectacularización de algunos medios de comunicación.
En su libro The Sacred Hoop: Recovering the Feminine in American Indian Traditions, Paula Gunn Allen plantea que la colonización no afecta a la gente solo a nivel social y económico. “Altera el entendimiento de las personas sobre su universo y el espacio que ocupan, los valores que deben abrazar y las acciones que deben tomar para mantenerse seguros e íntegros en dicho universo”, añade la fenecida poeta y activista lesbiana. Es decir, el colonialismo también limita la posibilidad de desarrollar una perspectiva que le permita a los sujetos establecer lazo social y convivir razonablemente con los demás.
Pero el Viernes Negro no es la única muestra reciente de la lógica que permea muchas de nuestras prácticas contemporáneas. Detener el tráfico de vehículos en el Túnel Minillas y el puente Teodoro Moscoso para “honrar la memoria” del tristemente fallecido actor de la saga de películas Fast and the Furious, Paul Walker, resulta igualmente preocupante. Todo el mundo tiene derecho al duelo y a manifestar el dolor de esta experiencia como lo desee. Sin embargo, cuando un grupo infringe las leyes y el bienestar público bajo esta premisa hay que preguntarse si de lo que realmente somos testigos es de otra expresión desmedida de excesos.
Puerto Rico es un país de pérdidas constantes. Todos los días asesinan gente, el desempleo crece y la criminalidad y la corrupción aumentan. A esto se suma que nuestra economía sigue debilitada, la capacidad del Gobierno para resolver asuntos apremiantes es debatible y Oscar López Rivera sigue preso injustamente, por solo mencionar varios síntomas.
Para liberar estas tensiones, lidiar con los duelos diarios y atender sus faltas, entonces, muchos promueven excesos consumistas de todo tipo y otros se vuelcan contra el entorno colectivo. Esto sin considerar que implícitamente estas conductas a lo que conducen es hacia la autodestrucción. Son nocivas hacia uno mismo y hacia el otro.
Me gustaría pensar que ante la muerte de Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica, defensor de los derechos humanos y luchador incansable contra el colonialismo, el País tendrá otra oportunidad de reflexionar sobre la articulación de una nueva ética ciudadana. Una que –por ejemplo- no siga haciendo de las filas, tapones y trifulcas vías generalizadas para interactuar. Que nos convoque a invertir nuestras energías creativas en construir un hábitat saludable para todos.