Records Ruin the Landscape de David Grubbs
¿Es posible conocer un período músico-cultural a través de las grabaciones de audio? ¿Qué significa entablar una relación de conocimiento mediante artefactos de grabación en el caso de compositores y músicos que rechazan las grabaciones sonoras? Éstas son las preguntas que articulan el libro de ensayos Records Ruin the Landscape: John Cage, the Sixties, and Sound Recording (Duke Univerity Press, 2014) del músico y profesor de Brooklyn College y City University of New York, David Grubbs. A través de un libro que explora la excepcionalidad de ciertas propuestas musicales, el autor busca contestar estas preguntas sobre géneros alternos que requieren una manera de escuchar que da al traste con las grabaciones discográficas.
En el libro queda claro rápidamente que la noción de disco va más allá de la música. Además de un medio para el sonido grabado, el disco se refiere a un objeto que interrelaciona texto, arte, diseño y, como explica Grubbs, una confrontación con el mundo. Grubbs ofrece varias hipótesis del éxito del objeto disco: por un lado la grabación le permite al escucha una posibilidad de concentración individual que se pierde en los espacios de performance; por el otro, la grabación discográfica le deja experimentar un producto diferente, para bien y para mal como expondrá, a un performance musical íntegro (el disco suele ser un compuesto de grabaciones múltiples editadas juntas). Además de estas exposiciones, resulta evidente que el disco es un documento que da cuenta de un momento histórico y de unas maneras de entender y practicar las artes sonoras. Finalmente, Grubbs también estudia como esta noción del producto-disco tiene otra connotación al presente con los archivos de audio en la red, abstractos como se sabe.
En la década de 1960 la industria del disco estaba consolidada como una de las empresas hegemónicas de la cultura musical. Sin embargo, la mayoría de los géneros de la música experimental y vanguardista no parecían ser propicios para estar representados por medio de grabaciones. Entre estos géneros, Grubbs especifica a la “música indeterminada” que cambia con cada performance; el minimalismo con sus duraciones extendidas; los “text scores” o instrucciones sonoras de interpretación abierta y poética; la música electrónica en vivo con sus circuitos sonoros imposibles de registrar en el pentagrama; o las prácticas “no-idiomáticas” del jazz o la improvisación libre. Los exponentes de este tipo de música se mostraron, por razones obvias, renuentes y críticos a la hora de grabar o incluso, en el caso paradigmático -aunque contradictorio- del compositor y filósofo John Cage, totalmente opuestos a la adquisición de discos, a la industria discográfica o a exponerse por medio de grabaciones. Grubbs propone poner en contexto histórico estas reacciones negativas hacia el disco en los 60 y discutir a partir del concepto archivo la revaloración de los materiales sonoros de la época en el presente.
There simply was little in the way of the infrastructure that would later emerge for producing and distributing this decidedly noncommercial work. The sparse number of releases of experimental music that appeared in the 1960s represents and altogether different landscape of musical activity from one that would be recognized by subsequent listeners with access to archival recordings.
El proceso de contextualización histórica y consumición actual implica que existe una distancia conceptual y de formato con relación a aquellos tiempos del rechazo vanguardista al disco y Grubbs se dedica en el libro a dilucidarla.
Con la llegada en los años 80 y 90 de la tecnología (más costo-eficiente) del disco compacto, la proliferación de las casas disqueras independientes y luego, a partir del siglo XXI, de los formatos digitales y espacios archivistas de internet, se ha logrado que nuevas generaciones re-valoren y re-establezcan unos lazos de apreciación sonora y conceptual con los géneros vanguardistas del pasado. Grubbs, quizás describiendo su propia experiencia, propone que el audio-filio actual, gracias a este acceso sin precedentes, está mucho más abierto a descubrir e interesarse por géneros que antes parecían excluyentes o cerrados a élites culturales.
Para dilucidar varios de estos fenómenos sonoros antes mencionados y su relación con las grabaciones, el libro, dividido en cinco capítulos, dedica los cuatro primeros a casos paradigmáticos de músicos quienes rechazaron la supremacía de los discos, apostando por la experiencia irrepetible del performance:
El primer capítulo, “Henry Flynt on the Air”, traza la figura del hasta hace poco, desconocido Henry Flynt, pionero de la mezcla idiosincrática de géneros. Aunque activo desde principios de los 60, no existía prácticamente hasta el 2001 ningún disco que registrará su trabajo. Grubb argumenta que la propuesta de Flynt a medio camino entre el country rock y la música vanguardista, disfruta ahora de una apreciación mayor ya que el público escucha tiene unas nociones menos hostiles y más fluidas de lo que son los géneros. Adelantado a su tiempo, Flynt es un fenómeno exitoso del archivo musical con sobre diez producciones discográficas de material inédito. Este capítulo hace hincapié en cómo un período histórico como el presente es más idóneo para conjugar, entender e interactuar con propuestas musicales sincréticas.
El segundo y tercer capítulo, “Landscape with Cage” y “John Cage, Recording Artist”, están dedicados a esta figura central del performance musical y sus colaboradores. Cage es precisamente un artista que entre sus aportaciones a la música y el pensamiento, también se distinguió, contrario a Flynt, por establecer unos parámetros radicalmente elitistas. Para Cage, las grabaciones de discos eran un detrimento para la música por su relación con los movimientos comerciales pop y por cancelar los elementos contingentes de las propuestas que él avalaba. Grubb destaca cómo, irónicamente, Cage fue de los primeros compositores que experimentaron con cintas magnetofónicas y con las posibilidades de las grabaciones en los conciertos en vivo, asimismo, a pesar de su mala fe ante el disco, es el compositor más grabado del siglo XX. Esta ironía nos pone a pensar en la forma en que la figura de Cage se benefició precisamente del medio que más vehementemente rechazó tanto en la práctica como en la manera que el público lo celebra.
El cuarto capítulo, “The Antiques Trade”, está dedicado al músico Derek Bailey y a AMM, grupo de improvisación libre fundado en 1965. Ambos casos son muestras de artistas que vieron la grabación de discos como una actividad incapaz de hacerle justicia a su obra, sin embargo, gracias a las innumerables grabaciones de archivo existentes se puede, según Grubbs, trazar un estudio del arte de la improvisación, ya que muestran sus métodos de acercarse estilísticamente a sus instrumentos. Ciertamente, vistos individualmente, los discos no permiten una apreciación verdadera de sus propuestas musicales que habría que experimentarlas en vivo, empero, en tanto corpus, es valioso para trazar el camino y el desarrollo de la improvisación libre. Es posible ver estas grabaciones, no necesariamente como productos del mercado del disco, sino como documentos importantes en una tradición performativa.
El quinto capítulo, “Remove the Records from Texas”, examina los medios “archivísticos” en línea y su significación dentro del panorama musical actual. Para Grubbs está ocurriendo un cambio no sólo en el acceso que tiene el público sobre este material, sino en la manera en que se perciben los documentos sonoros y cambia la noción del disco. Ya no se trata de unas grabaciones pulidas finales, sino de una muestra amplia de procesos artísticos. Grubb expone que la relación del audio filio con el archivo está alejándose de las fronteras constitutivas entre pasado y presente, así como entre el adentro y el afuera de las instituciones o corporaciones discográficas. Su propuesta es la de re-pensar la forma en que estas colecciones y el acceso amplio a ellas está cambiando nuestras categorías de archivo.
Para los amantes de la música experimental y vanguardista de los 60 el libro de David Grubbs es vital para ampliar el entendimiento de esos fenómenos musicales concebidos como marginales durante la época y para comprender nuestra manera de pensarlos y escucharlos en el presente. Para los menos instruidos en estas manifestaciones musicales, el estudio es de gran valor, de igual manera, ya que permite entender desde una perspectiva del sonido las nuevas tendencias archivistas en la red y el cambio paradigmático que se está generando en el campo del archivo gracias a éstas.