Red de apoyo mutuo: consideraciones para otro desarrollo

arte por Javier Maldonado O’Farril, AGITARTE | PAPEL MACHETE
Esa misma solidaridad emergente, ampliamente entendida, es germen de estos proyectos sociales que buscan subvertir nuestro entendimiento del rol que jugamos en el devenir de nuestras comunidades. Por los últimos dos años y medio, junto a la socióloga Jacqueline Villarrubia Mendoza (Colgate U.)[4], hemos documentado iniciativas de apoyo mutuo que surgieron tras el paso de María en septiembre de 2017 y que se han extendido a lo largo y ancho del archipiélago[5]. Partiendo de una visión del individuo como un actor consciente de su entorno, entiéndase su comunidad, hemos podido observar un despuntar en el concepto del apoyo mutuo. Aunque las iniciativas que buscamos documentar han surgido en un contexto pos-huracán, nuestra exploración ha llevado a examinar y reflexionar sobre la vigencia del apoyo mutuo como modelo alternativo decolonial[6] del desarrollo.
Ayuda Mutua y Esfuerzo Propio
Entre las décadas de 1940 al 1960, el Programa de Ayuda Mutua y Esfuerzo Propio (PAMEP) bajo el Departamento de Vivienda, tuvo la tarea de responder a la situación precaria de vivienda que afectaba tanto la ruralía como las ciudades. El programa sugería un acercamiento novedoso –para sus tiempos– sobre el problema de vivienda ya que reconocía este como uno de carácter social y con consecuencias de igual impacto. Contrario a la visión individualizada de la pobreza donde se esperaba que el individuo se resolviera según le alcanzase sus recursos, el PAMEP proponía que la situación con la vivienda en Puerto Rico era uno complejo y que debía atajarse desde una perspectiva colectiva, desde la comunidad. De forma igualmente innovadora, el PAMEP situaba a las comunidades como gestores y actores primarios del proceso de construcción bajo un código de trabajo voluntario. P. B. Vasquez Calcerrada (1960), uno de los tecnócratas detrás del programa, describe que “basado en el reconocimiento de sus necesidades, los mismos vecinos han determinado, según su prioridad, cual aspecto de la comunidad ellos desean mejorar”[7]. Y añade, que este modelo de ayuda mutua y esfuerzo propio “muestra al mundo el poder y fuerza de la cooperación”[8].
Cabe resaltar que el centro de este programa se afirmaba en “la acción comunitaria”, entiéndase la incorporación de la comunidad en la identificación de sus necesidades y la resolución de sus problemas basado en su recurso principal, su gente. “Una vez las familias rurales estén organizadas en un objetivo común; una vez hayan participado en las discusiones y la formulación de un plan y estén listas para contribuir con todos sus recursos, los problemas que ahora son tan abrumadores estarán bajo control y serán resueltos”[9]. O sea, el detonante de cambio que impulsaba el modelo progresista del PAMEP no era otra cosa que la autogestión.
El PAMEP, promovía una solución a los problemas sociales cimentada en el empoderamiento de las comunidades al reconocer que ni el estado ni la empresa privada estaban a la altura para responder efectivamente al problema de vivienda en el archipiélago. Ahora, es importante admitir que este programa no resolvió la situación de vivienda ni en los campos ni en las zonas urbanas. Igualmente, el programa no carecía de actitudes paternalistas sobre la población empobrecida y practicaba cierta ingeniería social al condicionar los espacios y características de sus residentes. Esta apertura a la acción comunitaria y a la ayuda mutua desaparece como norte institucional en los 1960s en práctica, y en los 1990s en ley, para resurgir en el lenguaje de la Ley de Comunidades Especiales (OCE) en 2000.
Aunque la creación de la Oficina de Comunidades Especiales asumirá la autogestión como instrumento para el desarrollo de las comunidades, el modelo neoliberal de la asistencia socavó los avances de una política social centrada en la comunidad para subvertir el significado de la autogestión de empoderamiento comunal a desentendimiento gubernamental. Es al trasluz del huracán María que la práctica de ese desentendimiento se hace palpable y toma una prominencia en el discurso público, no tan solo por los muertos omitidos, pero por las comunidades que se asumieron olvidadas y destituidas en medio de su “recuperación”. Es en esta nueva realidad, de caminos derrumbados, de comunidades incomunicadas y familias desprovistas de sus necesidades básicas que vemos el apoyo mutuo resurgir, pero no desde arriba como el PAMEP o OCE, sino desde abajo, desde las comunidades mismas.
Apoyo mutuo y la recuperación
Si la experiencia de 2017 removió el velo que escondía la falta de respaldo por parte del Estado a las comunidades marginadas, de igual forma nos mostró la capacidad de estas para innovar y gestionar su capital social y cultural. En las semanas subsiguientes al huracán María, una serie de iniciativas de base comunitaria, auto-nominadas centros de apoyo mutuo (CAMs), comienzan a surgir alrededor de Puerto Rico en pueblos como Caguas, Las Marías, Lares, Utuado, y Humacao. Los CAMs surgen tanto de redes de activismo que precedían al fenómeno atmosférico, como de “solidaridad posthuracanada”[10] entre vecinos. Sin importar su origen, todas asumieron valores de solidaridad y respeto a la comunidad como guías de sus trabajos. Ante la ineficacia del estado a todos niveles, los CAMs representaron la línea primaria de respuesta y recuperación para un gran número de comunidades.
Los centros de apoyo mutuo tomaron como uno de sus principios la idea del “apoyo mutuo, esfuerzo propio” la cual fueron canalizando en tareas basado en las necesidades de sus comunidades inmediatas. En Caguas pueblo, se crea un comedor social para atender el hambre y el acceso a la comida, en Bartolo de Lares se ocupa una escuela para proveer vivienda a familias desamparadas por el huracán, en Utuado se apoyan a líderes y lideresas con suministros y talleres. Según se avanzaba en el camino, los CAMs se reenfocaron en agendas y proyectos a largo plazo, reconociendo que mucho de los problemas que buscaban atender no eran producto de un desastre natural de meses atrás, sino del desastre social y económico que aquejaba al archipiélago por más de una década. En Bucarabones de Las Marías se desarrolla un proyecto de educación desde la comunidad, en Las Carolinas de Caguas se crea un servicio de almuerzos a domicilio para encamados y sus cuidadores, mientras que en Lares y Camuy comienzan iniciativas para apoyar la agricultura de subsistencia. La negligencia de la salud y educación, la erosión económica y laboral, el abandono agrario y ecológico, la marginalización urbana y rural, todas son dolencias sociales preexistentes al huracán que se hicieron más palpables y exacerbadas después de este.
Siguiendo un modelo de autogestión, los CAMs añadieron al principio de apoyo mutuo un acercamiento “desde abajo y desde adentro”. Este sugiere una visión del desarrollo desde la base a la vez que enfatiza la comunidad como eje y gestor. Contrario a PAMEP y OCE donde el Estado era el benefactor de los proyectos, los CAMs proponen subvertir las nociones de asistencia y desarrollo anteponiendo a la comunidad como fuente primaria de recursos como determinantes de dirección y acciones. Para finales de 2018, había surgido en Puerto Rico una red de once (11) CAMs, todos con sus propias identidades y enfoques, pero compartiendo los mismos principios: “apoyo mutuo, esfuerzo propio” y “desde abajo y desde adentro”.
La vigencia del apoyo mutuo
Hoy esa red de apoyo mutuo, aunque desarticulada, representa una plataforma potencial para la movilización de comunidades hacia su autogestión y empoderamiento, ya sea para identificar carencias como para concebir propuestas y soluciones. Pero para potencialmente realizarse, este proyecto requiere superar los retos que tantos otros proyectos sociales han confrontado, ¿cómo mover las masas populares hacia su autodeterminación en una sociedad orientada desde el Estado y el mercado al individualismo? ¿Cómo cultivamos un sentido de bienestar colectivo, de comunidad? En un país socializado a la dependencia y relación asistencialista para con el Estado, ¿cómo generamos la participación y sentido de autogestión? Cierto ha sido que, ante el desastre y la emergencia, hemos visto la fusión de una solidaridad social y política; pero ¿cómo retenemos ese sentido de urgencia en atender los problemas preexistentes como la vivienda digna, el hambre, la negligencia salubrista y educativa, entre otros? Detrás de esta tarea se afirma la postura de Paolo Freire (1970) de que la autodeterminación no es un logro individual sino colectivo y que en su centro reside la asunción de la responsabilidad[11]. Superar estos retos hacen el trabajo organizativo comunitario tan difícil como tan urgente, pero ya hay quienes están asumiendo la tarea.
En un salón de clases en una escuela rescatada en el barrio Bucarabones de Las Marías vemos esa potencialidad, cuando convergen tres organizaciones para un taller de capacitación sobre energía fotovoltaica. De primer plano tenemos la comunidad anfitriona, el Centro de Apoyo Mutuo Bucarabones Unidos (CAMBU), quien hace la invitación a visitar su centro para un “retiro solar”. En segundo plano están los invitados, coordinadores de los CAMs de Lares Pueblo y Utuado, quienes aceptando la invitación enviaron representantes al taller. De tercer plano, y solo presentes en mención, está Bosque Modelo, quienes compartiendo una licencia de Solar Energy Internacional (SEI), propuso la idea a Bucarabones Unidos de tener este retiro. La meta es la instalación de un sistema de placas y baterías en CAMBU y la capacitación de los presentes para que puedan iniciar el suyo en sus comunidades, todo enmarcado en vías a una autonomía energética. Pero el producto final es una sinergia entre recursos y enlaces.
Desde el día 8 de enero, la Brigada Solidaria del Oeste (BSO) había visitado cerca de once comunidades entre Guánica y Yauco, proveyendo apoyo a los campamentos improvisados que surgieron tras los terremotos. BSO allegó ayuda a estas comunidades en forma de recursos médicos, casetas y catres, alimento y entretenimiento cultural. Partiendo de las experiencias de solidaridad y colaboración que se crearon tras el huracán María, BSO movilizó al sur el apoyo artístico de Agitarte, Papel Machete y Columpio Colectivo (Santurce), los espacios de relajación y bienestar con Caminando la Utopía (Caguas) y facilitó al CAM Jibaro de Lares el proveer servicios sanitarios básicos para algunos campamentos. Los nexos creados dos años antes hoy son un sistema de recursos culturales, intelectuales y humanos de alcance nacional.
En una visita reciente al CAM de Las Carolinas, en Caguas, presenciamos a la coordinadora servir de anfitriona a su homologa del CAM de Bartolo, en Lares para discutir posibles puntos de convergencia y mutuo crecimiento. Esta se convierte en la primera de varias reuniones, presenciales y virtuales, entre organizadores zurciendo el hilo conductor de la solidaridad emergente. En medio de estos juntes de gente, en unión de propósito y visión, el surgir de estas acciones y discusiones revelan la vigencia del apoyo mutuo como vehículo de transformación social[12].
La lección en un país pos-desastre y en precariedad ha sido que en la solidaridad nos podemos afirmar y crear. Mariolga Reyes Cruz, en su función de moderadora de un conversatorio reciente cerró diciendo, “la solidaridad es lo que nos va a salvar”[13]. El apoyo mutuo reafirma los potenciales para crear desde abajo un país diferente, nuestro y propio.
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[1] En Emergent Strategies (2017) adrienne maree brown define lo emergente como “la manera en que patrones y sistemas complejos surgen de una multiplicidad de interacciones relativamente simples,” lo que incluye el encuentro iterativo de gentes u organizaciones en espacios o instantes de acción.
[2] Vea Rigel Lugo “Desde la cocina, se urde una solidaridad distinta” en 80 Grados del 3 de noviembre del 2017.
[3] Alfredo Olmeda (2017) “Del apoyo mutuo a la solidaridad neoliberal” para una definición de la solidaridad.
[4] Jacqueline Villarrubia Mendoza, socióloga en Colgate University, Sociology and Anthropology Department (https://www.colgate.edu/about/directory/jvillarrubia)
[5] Vea, Vélez-Vélez, R. y J. Villarrubia-Mendoza (2018) “Cambio desde abajo y desde adentro: Notes on Centros de Apoyo Mutuo in post-María Puerto Rico” Latino Studies Vol. 16 (No. 4): Pp: 542-547. Villarrubia-Mendoza, J. y R. Vélez-Vélez (Forthcoming) “Reconfigurando la asistencia en tiempos de desastre: los Centros de Apoyo Mutuo como alternativas a los procesos de recuperación pos-María” Centro Journal.
[6] Según explica una participante de un Centro de Apoyo Mutuo, el proceso que se ha experimentado en esto espacios es uno que busca incidir en todo aquello que representa la experiencia colonial en Puerto Rico.
[7] P.B. Vasquez Calcerrada (1960) “Housing in Puerto Rico Under the Mutual Aid and Self-Help Program,” presentado en World Planning and Housing Congress, San Juan, PR.
[8] Ibid. Pp. 5
[9] Ibid Apendice 6, pp. 2
[10] Rigel Lugo (2017).
[11] Freire, Paulo. 1970. Pedagogía del oprimido. Siglo veintiuno ediciones. Coyoacán: Mexico.
[12] Queremos reconocer el trabajo de sobre treinta años que el colectivo Organización Boricuá ha construido desde el apoyo mutuo en pro de la agroecología y la soberanía alimentaria. Aunque su trabajo no ha sido cubierto por nuestro estudio, es de gran importancia reconocer su proyecto como una instancia que afirma y valida el modelo de desarrollo desde el apoyo mutuo.
[13] Foro “El mar se levanta y nosotras también: La recuperación justa ante la emergencia climática”, 26 de octubre de 2019, UPR-Rio Piedras, San Juan PR.