Releyendo a Fanon
Hace un poco más de cinco décadas, el 6 de diciembre de 1961, nuestro mundo vio partir a uno de los pensadores y activistas más importantes del siglo XX, Frantz Fanon. A la joven edad de 35 años, el siquiatra martiniquense perdió su batalla en contra de la leucemia en un hospital en Bethesda, Maryland. Aunque su vida haya sido relativamente corta, el legado intelectual de Fanon continúa impactando profundamente nuestro entendimiento del mundo contemporáneo. En particular, sus estudios-manifiestos son vitales para cualquier proyecto que busca entender los transformaciones psíquicas, epistemológicas y políticas que los procesos colonizadores europeos crearon en los sujetos colonizados –particular pero no exclusivamente– en el Caribe. Recientemente, tuve la oportunidad de releer Piel negra, máscaras blancas como parte de mis preparativos para el decimosexto simposio anual en conmemoración de la vida y obra de Arturo Schomburg. Una vez más, quedé fascinado con la vitalidad que este texto todavía tiene para todos los que hemos tenido que lidiar, directa e indirectamente, con las repercusiones de la colonización—en nuestro caso, tanto por España como por los Estados Unidos de América. Aún cuando hallan ideas contradictorias y problemáticas en este estudio, el mismo todavía tiene una fuerza impactante y visionaria que son innegables.
Piel negra, máscaras blancas se publicó originalmente en Francia en1952. Este estudio está basado en la investigación hecha por Fanon para obtener su grado doctoral en medicina y psiquiatría de la Universidad de Lyon en Francia. El título original del proyecto, Ensayo sobre la desenagenación del hombre negro, establece más claramente el ímpetu político y humanista de este trabajo. Fanon buscaba proponer maneras de entender y potencialmente curar los complejos de inferioridad—sobre todo aquellos basados en el racismo—que los discursos colonialistas habían establecido en Martinica, su país natal. De acuerdo a Fanon, “la yuxtaposición de las raza blanca y la negra había creado complejos psico-existenciales enormes,” sobre todo en los sujetos de descendencia africana. Por medio del análisis de estos complejos, Fanon buscaba destruirlos para trascender tanto la raza como el racismo. Ésto permitiría que las personas pudiesen rebasar las estructuras de poder basadas en la diferencia y “asumir el universalismo inherente a la condición humana.” Aunque Fanon desea rebasar las categorías existentes, él hace claro que su proyecto está muy matizado por su subjetividad. En otras palabras, es imposible ser objetivo en un estudio que intenta destruir el discrimen y crear relaciones saludables donde todos son iguales. Quisiera exaltar algunos conceptos significativos en el texto de Fanon que continúan teniendo mucha importancia el la conceptualización de sociedades como la puertorriqueña.
El idioma: En el primer capítulo de su estudio, Fanon reitera la idea de que aprender un idioma y hablarlo “significa sobre todo asumir una cultura así como cargar con el peso de una civilización.” En el caso específico de Martinica, aprender francés—o sea, el idioma del colonizador—es parte de un proceso de aculturación que busca ratificar la visión de mundo eurocéntrica a costa de los legados africanos en la Isla, así como de las realidades sincréticas que han emergido en la misma. Las observaciones de Fanon me hacen pensar mucho en la complejidad lingüística que vivimos en Puerto Rico. El hecho de que en nuestra isla tengamos dos idiomas oficiales, ambos heredados de dos procesos de colonización particulares, no sólo implica que cargamos con el peso de dos culturas distintas, sino también que tenemos que negociar constantemente sistemas de poder diferentes que en muchos casos se superponen pero en algunos pueden contradecirse. Un ejemplo desafortunado donde ambos idiomas coinciden es en las acepciones que se le atribuyen a la palabra “negro.” Tanto el español como el inglés continúan equiparando esta palabra con ideas relacionadas a la suciedad, la ilegalidad, la infelicidad y el poder maligno, entre muchas otras posibilidades. Black Is, Black Ain’t , el último trabajo del fenecido documentalista Marlon Riggs, explora entre muchos otros temas el poder de cualquier idioma tanto para subyugar como para proveer poder y orgullo en sus usuarios (e..g, la manera en que la consigna “Black Is Beautiful” constituyó una nueva significación de la palabra negro).
El odio vs. la solidaridad: Fanon reitera en varias ocasiones cuán influyentes son los contextos económicos y políticos en las condiciones desfavorables de vida creadas por el contexto colonial. Como punto de partida para potencialmente efectuar cambios concretos en las vidas del colonizado, Fanon propone explorar las repercusiones psicológicas de dicho contexto. Esto lo lleva a examinar la hostilidad como una de las comportamientos característicos más notables en las relaciones de poder entre las razas (sobre todo en cuanto a las respuestas de los blancos a los negros). Fanon propone que “el odio no es algo dado; adquirirlo representa una lucha que conlleva enfrentar en ocasiones complejos de culpa. La persona que aborrece tiene que demostrar su odio a través acciones y comportamientos apropiados. En cierta manera, tiene que encarnar el odio. Esto explica por qué los estadounidenses han sustituido los linchamientos por la discriminación.” Estas ideas son claves para comprender que el odio, la aversión, la fobia y el desprecio basados en la raza—así como en otros ejes de la identidad que no son examinados es este texto—no son inherentes al comportamiento humano; estas son reacciones y posturas aprendidas socialmente. Parte de la solución a este problema infame es promover la compasión, el compromiso y la solidaridad como posturas cívicas básicas en nuestras sociedades. Para elucidar esta propuesta, Fanon utiliza el concepto de la culpa metafísica de Karl Jaspers: “Existe una solidaridad entre los hombres como seres humanos que hace que cada uno de ellos sea co-responsable de todas las injusticias y los males en el mundo, especialmente de aquellos crímenes cometidos en su presencia o con su conocimiento.” Estas ideas nos retan a vivir nuestras vidas de una manera mucho más conciente y comprometidas. En el caso de Puerto Rico, siento que tenemos que dejar a un lado los prejuicios raciales y étnicos en contra de nuestros hermanos caribeños (sobre todo los dominicanos y los haitianos) para darnos cuenta de que, como Fanon nos recuerda, “todas las formas de explotación son similares.” Quizás debemos desarrollar una perspectiva de vida como la de José, el personaje principad de La rue cases nègres de Euzhan Palcy. Este filme propone que aún cuando la vida cotidiana esté tan saturada de las hostilidades producidas por los legados de la colonización, es posible desarrollar perspectivas de vida que buscan mejorar las condiciones de vida para todo tipo de comunidades. En el caso de nuestro país en general, mi querida comadre Ita Pérez Venegas me sugirió que un paso importante para desarrollar estas perspectivas lo es comenzar a vernos más conscientemente como ciudadanos caribeños y no sólo como puertorriqueños.
La mirada y el cuerpo: De acuerdo a Fanon, las estructuras racistas existentes en nuestras sociedades están ligadas directamente a los procesos de colonización europea. Por lo tanto, las dinámicas de poder que se establecieron entre el colonizador (blanco) y el colonizado (negro) son el eje central para entender la constitución de la identidad caribeña, tanto en las Antillas (en este caso, Martinica) como fuera de ellas (por ejemplo, en Francia). Utilizando tratados filosóficos como La fenomenología del espíritu de G.W.F. Hegel y El ser y la nada de Jean-Paul Sartre, entre muchos otros, Fanon analiza los procedimientos utilizados para deshumanizar y, por lo tanto, alienar al negro. Una práctica central de estos procedimientos lo es la deshumanización producida por la mirada del colonizador (blanco), la cual fija al colonizado (negro) y lo convierte en un objeto exótico que puede provocar erotismo, temor o irrisión. Fanon propone una relación basada en la oposición binaria colonizador/blanco/observador/sujeto vs. colonizado/negro/observado/Objeto. Interesantemente, el modelo es similar a la teoría propuesta por la feminista Laura Mulvey para entender cómo el cine clásico hollywoodense construye relaciones de poder desiguales e inadecuadas—tanto dentro del texto fílmico como fuera del mismo—entre los géneros. De esta forma, el hombre es el sujeto que tiene el poder de mirar a la mujer, la cual se convierte en un objeto espectacular para ser consumido. Aunque estos dos modelos ayudan a entender la disparidad y el antagonismo que caracteriza las relaciones de poder entre estos grupos (colonizador – colonizado, blancos – negros, hombres – mujeres), el énfasis en estructuras binarias crea problemas, no sólo por esencializar las posibilidades subjetivas mencionadas, sino también por excluir otros grupos sociales que se afectan igualmente por estas dinámicas—e.g., las minorías sexuales. El cineasta británico de descendencia caribeña, Isaac Julien examina algunos de estos en Frantz Fanon: Black Skin White Mask. Este documental logra rendirle homenaje al legado teórico, político y humanista de Fanon a la misma vez que critica las omisiones y las deficiencias que se encuentran en sus textos—e.g., la manera en que Fanon relega la sexualidad gay a una nota al calce cuestionable.
La cultura popular: Aunque nunca es nombrada como tal, la cultura popular funge un rol central en el proyecto de Piel negra, mascaras blancas. Por un lado, Fanon utiliza muchos ejmplos ya sea de películas como Home of the Brave(Dir. Mark Robson, USA, 1949), The Green Pastures (Dirs. Marc Connely & William Keighley, USA, 1936), Duel in the Sun (Dir. King Vidore, USA, 1946) y Steel Sharks (Dir. Archie Mayo, USA, 1943) o de textos literarios como Je suis Martiniquaise de Mayotte Capécia, Un homme pareil aux autres de René Maran, Le Renégat de David Diop y Native Son de Richard Wright para ilustrar sus observaciones sobre las maneras dispares –y mayormente deshumanizantes– que se han utilizado históricamente para representar a los miembros de la raza negra. Hasta cierto punto, la brillantez conceptual del texto radica en las relaciones dialógicas que Fanon logra establecer entre estos artefactos culturales populares y las ideas de Jacques Lacan, Aimé Césaire, Alfred Alder, Léopold Senghor y Marie Bonaparte, entre muchos otros. Por otro lado, Piel negra, mascaras blancas hace un llamado concreto a la creación de representaciones alternativas que ayuden a expandir las perspectivas culturales –y, por lo tanto, políticas y sociales– de aquellos que han sido deformados por los estereotipos de la sociedad dominante. Fanon utiliza la noción jungiana del inconciente colectivo para explicar cuáles son los prejuicios, los mitos y las actitudes comunales que la sociedad dominante blanca tiene en contra de los grupos minoritarios como los negros. Ya que el inconciente colectivo se constituye por medio de una imposición cultural impulsiva, hay que buscar maneras para combatir y alterar estos prejuicios, mitos y actitudes despectivas. Por lo tanto, hay que crear artefactos culturales que no sean negrofóbicos. Sin embargo, quisiera agregar que esta expansión de los horizontes de la producción cultural no debe conceptualizarse de manera esencialista donde las representaciones “no-negrofóbicas” se entienden como auténticas. Como el ejemplo del documental de Isaac Julien propone, en su afán por enfatizar las relaciones de poder en las dinámicas raciales, Fanon erige un modelo sumamente heteronormativo a costa de las otras sexualidades que existen en nuestras sociedades. Tenemos que tomar en cuenta que cualquier texto cultural (e.g., novelas, películas, obras de teatro) siempre proveerá representaciones parciales e incompletas. En otras palabras, un texto finito no puede incluir todas las subjetividades posibles que pueden reunirse bajo un rubro cultural, ya sea los colonizados, los negros, los puertorriqueños o los caribeños, por mencionar varios ejemplos.
Piel negra, mascaras blancas continua siendo un texto vital para todos los estamos interesados en cambiar las estructuras desiguales de poder que existen en el planeta. Aunque este estudio-manifiesto tenga partes contradictorias y debatibles, las mismas sirven para estimular más conversaciones que, con suerte, nos llevarán a efectuar cambios en nuestras vidas y en nuestras comunidades. Una de las lecciones más importantes de este libro –así como de la vida de Fanon– es que debemos tener esperanza en que podremos transformar el mundo en el que vivimos. En la conclusión del libro, Fanon nos dice claramente que “debemos siempre recordar que el verdadero salto consiste en introducir la invención en la vida.” Así, Fanon nos reta a que descubramos e imaginemos maneras más justas y pacíficas de convivir con los demás.