Releyendo a Lourdes Casal desde su escritura en queer
Para Anna Veltfort, otra vez. Por la confianza y calidez de sus palabras.
En estos días me preparo para volver a enseñar un texto de Lourdes Casal que me gusta mucho, su cuento “Los fundadores: Alfonso”, incluido en la colección del mismo título que se publicó en 1973. Usualmente asigno este relato en conversación con dos historiadores que reflexionan sobre el discurso de la historia. El primero es Hayden White, quien medita en Metahistory (1973) sobre la relación de la historia y la ficción y propone el concepto de emplotment: “the way by which a sequence of events fashioned into a story is gradually revealed to be a story of a particular kind” (1975: 7). Michel-Rolph Trouillot, por otra parte, se enfoca en cómo los silencios entran en el discurso histórico: “Silences enter the process of historical production at four crucial moments: the moment of fact creation (the making of sources); the moment of fact assembly (the making of archives); the moment of fact retrieval (the making of narratives); and the moment of retrospective significance (the making of history in the final instance).” (1995, 26-27). “Los fundadores: Alfonso” de Casal dialoga de maneras muy interesantes con estas dos meditaciones sobre la disciplina de la historia, los archivos a partir de los cuales se estudian los acontecimientos y el discurso que se utiliza para transmitir el conocimiento sobre la historia. Este diálogo entre ficción, archivo e historia incluye también una dimensión relacionada con el deseo lésbico que está simultáneamente inscrito y silenciado en sus textos. Aunque Casal no se manifestó públicamente sobre su orientación sexual, nos dejó en su obra suficientes pistas para reconstruir ciertos silencios. Esa es la pista de lectura que exploraré aquí.
Lourdes Casal logra proponer en este cuento varias reflexiones simultáneas que parten de su experiencia, y de la realidad de su cuerpo como depositario de un archivo alternativo de la historia de Cuba. Sus complejas trayectorias intelectuales y políticas nos llevan a interrogar los límites disciplinarios, genéricos, sexuales y nacionales. Lourdes Casal nació en La Habana en 1938, hija de una maestra de escuela primaria y un médico. Estudió Ingeniería Química y más tarde Sicología en la universidad, y desde muy joven vivió problemáticamente su condición de ser miembro de la clase media alta privilegiada. En 1961, y tras el triunfo de la Revolución Cubana, Casal se exilió en los Estados Unidos y viajó a África en 1962 con el apoyo de la Central Intelligence Agency (CIA). Aunque al principio se opuso a la revolución, Casal se convirtió luego en una fuerza crucial en la reconciliación de los cubanos residentes en la isla con los que radicaban en el exterior. Además de la publicación de Areíto (1975), Casal participó del “diálogo”, movimiento que incluyó grupos como el Instituto de Estudios Cubanos, publicaciones como la Revista Nueva Generación (1965), así como la legendaria Brigada Antonio Maceo, que organizó grupos de jóvenes exiliados cubanos interesados en visitar la isla para formular su propia opinión acerca de la revolución. Al final de su vida, Casal no solo logra regresar a Cuba, sino que muere con el reconocimiento pleno del régimen de Fidel Castro.
De ascendencia blanca, negra y china, Casal siempre pensó su identidad desde los entrecruces y los márgenes (DeCosta-Willis). Esta marginalidad, “inmune a todos los retornos” persiste en estos días a pesar del paso del tiempo. Un detalle interesante es que aún hoy, si uno busca a Lourdes Casal en el internet, logra encontrar múltiples referencias a su vida y obra, pero es más difícil encontrar una foto suya. En ese sentido, Lourdes Casal es, paradójicamente, visible e invisible. Su obra narrativa y poética elabora ampliamente dos ejes temáticos fundamentales: el compromiso político de la autora, y la nostálgica apropiación de la experiencia diaspórica en el caso cubano, tanto desde la óptica insular, como desde la experiencia neoyorquina en las décadas del 1960 y 1970. Me interesa, pues, explorar otro ángulo de lectura: ¿cómo encontrar la escritura queer en la obra de Casal?
Narrativas fundacionales
Comenzaré con un comentario de su narrativa, en particular sus cuentos incluidos en Los fundadores: Alfonso y otros cuentos (1973). Me gustaría destacar un relato que propone una rearticulación de las narrativas de identificación nacional cubana. Se trata de “María Valdés o la colina de la universidad”, texto que dialoga con la novela canónica de Cirilo Villaverde, Cecilia Valdés (1839-1882). El texto resume en apenas cuatro páginas las tensiones de la conocidísima ficción fundacional de la cubanía: Pedro Valdés se enamora de María, pero su amor es imposible porque los jóvenes son hermanos, producto de los amores entre el padre de Pedro, proveniente de una familia blanca y rica, con la mulata Esperanza, madre de María. Lo interesante es que en vez de proponer una mirada feminista al relato fundacional imposible, Casal rearticula la narrativa asumiendo la perspectiva del deseo de Pedro Valdés hacia la mulata María: “Pero al entrar a la bodega, se me olvidaron todos mis penares anteriores, para ser sustituidos por uno nuevo. Tragué en seco y quedé como hipnotizado. En mi trance solo podía mirar a un nuevo, fascinante objeto. Frente a mí estaba el culo más impresionante, increíble y desazonante que hubiera encontrado en mi breve existencia. […] ¡Era un monumento indescriptible!” (42). El deseo viril hacia la mulata funciona en este relato de Casal, al igual que en la novela de Villaverde, como el eje del “problema” nacional, pero al mismo tiempo, la voz narrativa se detiene en la alabanza de un cuerpo femenino que “desmorona” los “cimientos de mi mundo racional y ordenado” (42).
El relato que abre y da título a la colección, “Los fundadores: Alfonso”, propone un retorno y recorrido por las raíces de la identidad nacional y étnica cubana fundamentada en las distintas poblaciones transplantadas al Caribe para darle forma a la cubanía: las raíces hispánicas, africanas y chinas. Como es de esperar, el sustrato indígena no tiene voz en este relato, pues con ello Casal alude al temprano genocidio de la población arahuaca en el Caribe. La narración se elabora a partir de una serie de viñetas tituladas La biznieta 1, 2 y 3; Historia 1, 2, 3 y 4; y Alfonso 1, 2, 3, 4, 5 y 6. En esta serie de viñetas, Casal imbrica la convivencia de africanos, españoles y chinos con la historia de la formación étnica y la independencia política de Cuba.
Este cuento tiene dos detalles muy interesantes. El primero es que la historia se narra a partir de una distribución genérico-sexual que apunta hacia una pulsión homosocial. Si, por una parte, la historia avanza a partir del relato de los Alfonsos 1 al 6, que se transforman de español, chino y africano en mulato o mestizo, estas mismas viñetas van siendo infiltradas gradualmente por el predominio del deseo femenino. Por ejemplo, las viñetas Alfonso 1 al 3 relatan los deseos masculinos por el control del espacio doméstico (1), la entrada del chino en la lucha de la independencia cubana, y el deseo de Alfonso por la mulata Amalia, quien se niega a la entrega física hasta que este se case con ella. Sin embargo, las viñetas Alfonso 4 y 5 son dominadas por el deseo de las hijas de Alfonso: Eugenia, quien literalmente obliga a su padre a aceptar sus amoríos con el coronel Isidro, “un negro gigantesco” (25), y Leonor, quien entra en una competencia con Isidro y Alfonso durante la boda de su hermana Eugenia, para probar que ella puede beber más que los dos patriarcas de la familia.
Las viñetas tituladas Historia 1-4 ofrecen al lector detalles supuestamente objetivos de la historia de Cuba, detallando fechas y momentos importantes del devenir nacional. En estas secciones del cuento es donde resulta más fácil pensar en el diálogo implícito que la obra de Casal sostiene con las meditaciones de Hayden White y Michel-Rolph Trouillot con las que comencé este ensayo. Casal establece aquí una relación de suplementación y complementariedad entre la historia y la ficción. Por una parte, el cuento le cede el espacio al discurso histórico en las viñetas que relatan la historia de la inmigración china a Cuba. Por otra parte, la narrativa —y la ficción— completan los silencios del archivo al momento en que Casal escribe su relato, dándole toda una vida a los personajes de la familia de Alfonso y Amalia. Podría decirse que Casal aborda, simultáneamente, el contacto entre discurso histórico y narrativa ficcional (White), y los silencios del archivo como oportunidad para producir un relato y un discurso histórico (Trouillot). El resultado es un relato sobre la problemática fundación de la cubanía cuando se imagina más allá del mestizaje o el mulataje. Al mismo tiempo, Casal “imagina” la futura emergencia de un archivo sobre la migración china a Cuba y Latinoamérica (López, López-Calvo, Young, Yun), y sugiere implícitamente esta migración como una dimensión exotizada de la cubanía, tema ya tratado por Severo Sarduy y Calvert Casey.
Las tres viñetas dedicadas a la biznieta son claves aquí, pues la biznieta abre y cierra la narración, y así provee un marco histórico irónico a la alegoría nacional propuesta por el relato. La biznieta de Alfonso declara al principio del cuento que toda la historia que se comparte en la narración proviene de la conversación entre la abuela y la biznieta sobre la vida de Alfonso. El cuento cierra también con la voz de la biznieta, y esta última entrada concluye la historia de la siguiente manera: “Pero el dragón, más allá del desfile, más acá del sueño; el dragón desfilando ya, el dragón —en realidad termina mordiéndose la cola—“ (30). Es claro en este cuento que la historia nacional la heredan las mujeres de la familia.
El segundo detalle interesante de “Los fundadores: Alfonso” es que aquí aparece el único personaje femenino claramente identificado como lesbiana que he logrado encontrar hasta ahora en la narrativa de Casal: “Ya bastantes problemas tenías con tu hija segunda —Leonor— la que tuviste con aquella canaria de Colón y que te había salido marimacho y rebelde. Leonor, que se parecía mucho a Wu Liau y un poco a ti, se escapó una noche a caballo y por poco revienta al animal, tratando de llegar a Oriente” (26). Lo curioso de esta hija masculina de Alfonso es que durante la boda de su hermana Eugenia, su presencia se incorpora al espacio viril, familiar e incluso político (por su rol en la guerra), de manera que Leonor tiene también un espacio interior en la nación:
Leonor se sentó en un sillón al lado tuyo y se echó contigo —mano a mano— una botella de ron peleón. En eso llegó el coronel Isidro y le dijo: “usted es de verdad una generala” (que así le decían a Leonor desde la guerra, aunque en realidad solo había llegado a teniente). Y se sentó a beber con Leonor y contigo y se tomaron (ahora a pico de botella) una de aguardiente cada uno. Y cuando Leonor dijo: “Me los echo a los dos”, Isidro y tú le aceptaron el reto y apostaron lechón asado para toda la familia, a pagar por el que se cayera primero, y dos galones de ron, a pagar por el que se cayera segundo. Y cuando llegó la hora de contar, Isidro y tú estaban por el suelo y Leonor dijo: “Que no es con los cojones que se bebe” y fue a levantarse y se cayó redondita y hubo que dejarlos dormir en el patio a los tres, tal era la peste a aguardiente que tenían. (29)
Esta escena, tan similar a cuando Salma Hayek/Frida outbutches Antonio Banderas/David Alfaro Siqueiros en la famosa escena de la película Frida, nos deja ver un imaginario sexual y doméstico en el que las mujeres masculinas entran en el espacio homosocial viril sin aparente contradicción. Podemos decir que la alegoría nacional que propone Casal en sus relatos es feminista, pero con atisbos de momentos “raros” que se normalizan en el espacio ficticio por medio de la perspectiva narrativa, o mediante la domesticación de la otredad de la subjetividad femenina masculinizada.
Poéticas
Palabras juntan revolución (1981) fue el primer libro de una cubana residente en Estados Unidos en recibir el Premio Casa de Las Américas bajo la categoría de poesía. Nuevamente, el texto evade expresiones de deseo específicas, y se concentra mayormente en breves textos que incluyen instancias autobiográficas mediadas por el tema político y diaspórico. Sin embargo, hay una serie de detalles que merecen lectura detenida, por no decir “entendida”. Por ejemplo, en el poema que evoca la fiesta que le hace su familia cuando Lourdes cumple diez años, la mención central a Lourdes la niña es la siguiente: “Armando se pasea ceremonioso por el patio florecido/ mientras la abuela pelea porque la Biblia de Cipriano de Valera/ ha caído en manos de la nieta y el Cantar de los Cantares/ no le parece a la tía Sara lectura recomendada para una niña que recién,/ hoy,/ cumple su[s] diez primeros años./ ¿Quién sabe qué fiebres incontrolables/ qué despavoridas imaginaciones/ son capaces de desatar bajo las trenzas y los crespos/ todos aquellos versos que hablan de miel/ y de la leche de las cabras,/ todas aquellas palabras incendiarias/ que derraman perfume de azahares sobre voluptuosas sulamitas?” (23). La perspectiva de la voz lírica que nos relata el despertar sexual de la joven Lourdes se localiza, curiosamente, en el deseo por las voluptuosas sulamitas, como imaginación “despavorida” que desata “fiebres incontrolables” en la niña de diez años que lee a escondidas el Cantar de los Cantares.
Otro detalle interesante del libro es que los poemas de amor se dirigen, en la mayoría de los casos, a un sujeto sin género claramente definido, de modo que es el lector quien asume y adjudica la heterosexualidad u homoerotismo de las escenas representadas. Este es el caso, por ejemplo, de la mayoría de los poemas incluidos en la sección “Tigre con una herida en el costado”, como por ejemplo: “lo irresoluble y lo contradictorio/ me sonríen desde los rascacielos./ Hace tiempo/ que los minutos están irremisiblemente fuera de lugar/ y tú estás lejos” (76), poema en el que nostalgia amorosa y diaspórica se confunden perfectamente. Más claramente erótico —y asexuado— es el siguiente texto:
Sigo buscando tus ojos.
A todo ya he logrado renunciar,
de todo he logrado ya olvidarme
excepto de la imagen que me devolvía tus ojos
aquellas noches en que más allá del sexo,
combatíamos el sueño hora tras hora,
por el incomparable privilegio de mirarnos. (78)
La mayoría de estos poemas comparten varios rasgos formales y estructurales: son textos breves, escuetos, esquemáticos; el género de los amantes permanece indefinido; y la cercanía paradójica de la intimidad física se contrapone a las dificultades de una intimidad emocional.
La culminación de esta suerte de haikus eróticos es el poema de la página 81, de apenas cinco versos breves:
Que quizá la última aceptación
—¿la única?—
sea la de la carne.
Y así también,
el último rechazo.
El deseo, el amor, la intimidad física —individual y nacional— funciona en estos poemas como lugar de atracción y repulsión: “Amor expulsado de su escaparate/ como un viejo par de zapatos;/ amor lanzado al aire,/ desechado,/ en trayectoria irregular hasta el basurero de tu biografía” (80), o como espacio liminar —un clóset— nunca del todo armónico ni cómodo, donde la voz lírica no encuentra refugio ni sosiego. En resumen, en la poética de Casal el erotismo es el pretexto de una cartografía desconocida e indefinible:
Fue necesario reinventarlo todo.
Contigo todo ha sido como la primera vez:
el primer beso, la incertidumbre,
el no saber qué hacer,
los ya olvidados estrépitos de la adolescencia.
Fue necesario redescubrir el espacio del amor,
recopilar la geografía de los cuerpos,
re-escribir el ritual, coreografiarlo.
Y encontrarme otra vez/ otra primera vez,
tanto con el éxtasis como con el misterio. (99)
Finalmente, en mi lectura de “Para Ana Veldford” quisiera proponer dos dimensiones del texto que se visibilizan en una lectura queer. En primer lugar, el poema continúa con la feminización de la experiencia nacional cubana, pensada en este caso desde la óptica del exilio. Sin embargo, Casal selecciona un ícono del exilio cubano que no se reduce a la experiencia cubana o cubanoamericana. Su poema está dedicado a una cubana adoptiva, quien tras haber nacido en Alemania en 1945, se había mudado a Estados Unidos en 1950 y luego a Cuba cuando apenas tenía 16 años. Anna Veltfort llega a Cuba el mismo año en que Casal abandona su país para venir a residir en Estados Unidos. Veltfort pasa diez años cruciales de su formación en Cuba, y regresa a Nueva York en 1972 (Martínez-San Miguel y Negrón-Muntaner). A raíz de esta experiencia, Anna funciona como un sujeto completamente queer, porque era “esta gringa hablando como cubana”. Es con esta mujer improbable que Casal comparte el sentimiento de ser “demasiado habanera para ser newyorkina,/ demasiado neoyorquina para ser,/ —aún volver a ser—/ cualquier otra cosa” (61). Por otra parte, la referencia a Provincetown en el primer verso transforma el imaginario niuyorkino y cubano del texto en otra cartografía que alude directamente a otro vínculo muy poderoso compartido por Casal y Veltfort: la comunidad gay estadounidense. Cifradas en el texto, de un modo reticente pero evidente, están las pistas que nos permiten proponer otra lectura muy distinta de este poema de Casal, no tan solo intensamente femenino, cuando no feminista, sino también intensamente homosocial, cuando no abiertamente homoerótico.
Alegorías
“Comenzabas muchas conversaciones diciendo, “tengo una fantasía.” Y nos contabas desde la ilusa librería que ibas a poner en Broadway y que tendría una imprenta y después una editorial y hasta un edificio entero para convertirlo en comuna de intelectuales…” (Diez 1981, 23)
No puedo responder aquí la pregunta de cómo pensaba Casal su sexualidad en el contexto de su trabajo político en relación con Cuba, o en el de su trabajo literario. Sí puedo sugerir rápidamente que esta es una pregunta compleja que Licia Fiol-Matta ha explorado en su estudio sobre el desfase entre discurso y persona pública de Gabriela Mistral cuando se compara con los modos en que su vida privada se desviaba de su postura como “la maestra de América” (A Queer Mother for the Nation). El caso de Mistral y Casal es ilustrativo de las tensiones y silencios impuestos a una sexualidad femenina que se subsume a menudo a la agenda nacional heteronormativa latinoamericana, y específicamente viril en el caso de la tradición nacional y política cubana (Martí, Fowler). En todo caso, dudo que el impulso biográfico sea realmente el que deba ocuparnos en nuestro trabajo de análisis literario, aunque no niego la importancia que estas instancias biográficas pueden tener para el trabajo histórico que procura recuperar una tradición queer y específicamente lésbica dentro de la producción cultural cubana, caribeña y latinoamericana.
Sin embargo, me atrevo sugerir que varios aspectos de la dimensión queer de la obra de Casal sí han sido captados y conservados en el imaginario literario y fílmico cubano. Desde Cuba, el escritor y director de cine Jesús Díaz incluyó el poema en una de las escenas más intensas de su película Lejanía (1985), uno de los primeros filmes en abordar abiertamente el tema del diálogo con el exilio cubano, logrado en gran parte por los esfuerzos muy visibles de Lourdes Casal. La edición de Behar en forma de libro —titulada Bridges to Cuba— comienza con una traducción de “Para Ana Veldford” al inglés. La escritora Ena Lucía Portela utilizó uno de los versos como título de su colección de cuentos Una extraña entre las piedras (1999), y el mismo verso se usa como título para el relato abiertamente lésbico que cierra la colección. Por último, el segundo Premio Casa de las Américas concedido a una escritora cubana en el exilio fue otorgado en 1997 a Sonia Rivera Valdés por la selección de cuentos Las historias prohibidas de Marta Veneranda. Lo más interesante de esta segunda mirada al exilio en la concesión del Premio Casa de Las Américas es que el texto premiado alude abiertamente a dos temas tabús en la sociedad cubana de los noventa: el exilio, y la homosexualidad femenina. Se puede decir entonces que esa lectura queer de Casal, en la que se imbrican íntimamente sexualidad, política y exilio, ha estado ocurriendo ya en la producción cultural insular y diaspórica, de manera que el secreto cifrado en “Para Ana Veldford” ha dejado de ser un enigma captado solo por unos pocos “entendidos”. Aunque Lourdes no se afanó por ser identificada públicamente en Cuba como un sujeto queer, al mismo tiempo sí dejó en sus textos las pistas que invitan este tipo de lecturas. Sus imaginarios nacionales, insulares y exílicos incluyen una serie de notas discordantes que incomodan el discurso patriarcal, viril, hispanófilo y heteronormativo de la cubanía, transformando así su secreto en alegoría.
*Leí este texto por primera vez con el título “Releyendo a Lourdes Casal: su poética queer” en la 122th Modern Language Association Convention celebrada en Philadelphia del 27-30 de diciembre del 2006. Esta es una revisión y ampliación del texto original. He escrito otro artículo sobre el tema de la fantasía en la obra de Casal, titulado “Fantasy as Identity: Beyond Foundational Narratives in Lourdes Casal”, que aparecerá en Cuban Studies en 2016 y que elabora en más detalle algunas de las lecturas que propongo aquí.
Obras citadas:
Behar, Ruth, ed. Bridges to Cuba/Puentes a Cuba. Ann Arbor: University of Michigan Press, 1995.
Calvert, Casey. “El regreso.” El regreso; cuentos. Habana, Cuba: Ediciones R, 1962.
Casal, Lourdes. Palabras juntan revolución. La Habana: Casa de las Américas, 1981.
—. Los fundadores: Alfonso y otros cuentos. Miami: Ediciones Universal, 1973.
DeCosta-Willis, Miriam. “Lourdes Casal: Identity and the Politics of (Dis)location in Lourdes Casal’s Narratives of Place.” In Daughters of the Diaspora: Afra-Hispanic Writers, edited by Miriam DeCosta-Willis, 194-201. Kinsgton and Miami: Ian Randle Publishers, 2003.
Díaz, Jesús. Lejanía. La Habana: ICAIC, 1985.
Diez, Ricardo. “Homenaje a Lourdes Casal.” Areíto 7.26 (1981): 23.
Fiol-Matta, Licia. A Queer Mother for the Nation: The State and Gabriela Mistral. Minneapolis: University of Minnesota Press, 2002.
Fowler, Víctor. “Homoerotismo y construcción de la nación.” La gaceta de Cuba 1.36 (1998): 2-6.
Green, Sarah, et al., dir. Frida. Santa Monica: Miramax Home Entertainment, 2002.
López, Kathleen. “Afro-Asian Alliances: Marriage, Godparentage, and Social Status in Late-Nineteenth-Century Cuba.” Afro-Hispanic Review 27.1 (2008): 59-72.
—. Chinese Cubans: A Transnational History. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2013.
López-Calvo, Ignacio. Imaging the Chinese in Cuban Literature and Culture. Gainesville: University Press of Florida, 2008.
Martí, José. “Nuestra América.” In Prosa y poesía. Buenos Aires: Kapelusz, 1968. 122-133.
Martínez-San Miguel, Yolanda y Frances Negrón-Muntaner. “En busca de la ‘Ana Veldford’ de Lourdes Casal: exilio, sexualidad y cubanía” Debate feminista [México] 17.33 (abril 2006): 166-197.
Portela, Ena Lucía. Una extraña entre las piedras. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1999.
Rivera Valdés, Sonia. Las historias prohibidas de Marta Veneranda. La Habana: Ministerio de Cultura de Colombia y Casa de Las Américas, 1997.
Sarduy, Severo. De dónde son los cantantes. [1967]. Barcelona: Barral, 1980.
Trouillot, Michel-Rolph. Silencing the Past: Power and the Production of History. Boston: Beacon Press, 1995.
Villaverde, Cirilo. Cecilia Valdés. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1981.
White, Hayden. Metahistory: The Historical Imagination of Nineteenth Century Europe. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1975.
Young, Elliot. Alien Nation: Chinese Migration in the Americas from the Coolie Era through World War II. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2014.
Yun, Lisa. The Coolie Speaks: Chinese Indentured Laborers and African Slaves in Cuba. Philadelphia: Temple UP, 2008.