Rompiendo con los esquemas de la página: segunda parte
En mi columna anterior, discutí un poema electrónico que rompe con cinco esquemas de la página. En esta continuaremos con esta exploración identificando tres esquemas que se rompen alrededor de nuestra presencia, lectura, escritura e interacción en los medios digitales.
1. Cuando leemos, nos leen
La página impresa comunica información en una sola dirección: hacia quien la lee. Pero los dispositivos digitales (computadoras, consolas de videojuegos, teléfonos, tabletas y hasta relojes inteligentes, entre otros) vienen equipados con una variedad de tecnologías que pueden recibir información de quienes los usan: teclado, mouse (y sus variantes), pantallas táctiles, micrófonos, cámaras, sensores de movimiento, tecnologías para posicionamiento global, transmisores y receptores de señales electrónicas y digitales, sensores de signos vitales y mucho más. La información provista por estos dispositivos es incorporada a programas que generalmente presentan un resultado obvio e inmediato– como cuando movemos el cursor en la pantalla– pero que también pueden ser almacenados y utilizados para otros propósitos. Para elaborar este ejemplo sencillo, consideremos la tecnología reCAPTCHA de Google, utilizada para distinguir entre humanos y robots.
La implementación inicial de este servicio se enfocó en reconocer letras y números borrosas o distorsionadas en imágenes ya que los programas de computadora de OCR (Optical Character Recognition) aún no podían hacerlo con precisión. Esto no solo cumplía con el propósito declarado de distinguir entre usuarios robóticos y humanos, sino que también ayudó a Google a utilizar a los usuarios para resolver problemas de OCR en sus proyectos de Google Books, Google Maps y mejorar la precisión de sus programas. De igual forma, los reCAPTCHA auditivos también ayudan a mejorar sus programas de reconocimiento de voz, con los cuales han mejorado sus servicios de voz a texto, sus asistentes en teléfonos y tabletas Android y equipos como Google Home.
Pero esto va más allá que simplemente voz y texto. La versión nueva del servicio reCAPTCHA ahora busca identificar la humanidad de los usuarios basado en patrones de comportamiento identificados en su historial de visitas y los movimientos del cursor hechos por el usuario. Cuando seleccionas la cajita virtual arriba, el servicio reCAPTCHA sabe cuánto tiempo ha pasado desde que accediste la página y cómo moviste el cursor hacia la cajita. Billones de interacciones en línea han sido y siguen siendo medidas, cuantificadas y estudiadas para identificar patrones de conducta humana y estos resultados informan nuevas tecnologías digitales.
A diferencia de los medios impresos, los medios digitales son soportes de comunicación bidireccionales, lo cual potencia la interactividad pero puede ser utilizado con otros fines. Cuando leemos, nos leen. Cuando hablamos, nos escuchan. Cuando nos movemos, saben a dónde vamos. Cuando visitamos páginas en Internet, muchas entidades saben las direcciones. Nuestras interacciones en un mundo cada vez más conectado a tecnologías digitales producen una cantidad enorme de datos, muchos de los cuales aún no han sido regulados legalmente.
Una obra de literatura electrónica que nos invita a reflexionar al respecto es “The Listeners” por John Cayley, la cual utiliza el bot activado por voz de Amazon, Alexa, como espacio de escritura y guión para producir una interacción artística con esta herramienta utilitaria y preocupante que escucha a quienes la llevan a sus hogares en dispositivos Amazon Echo.
2. Los consumidores son el producto
El modelo de comercialización de la palabra impresa es principalmente la venta de productos impresos –libros, revistas, periódicos, etc.– y en algunos casos la venta de espacios (para anuncios, principalmente) dentro de los mismos productos. Los consumidores de la palabra impresa compran el producto y lo disfrutan, colectivamente convirtiéndose en una audiencia cuantificable que aumenta el valor de los espacios para anuncios y ventas futuras. Pero la tecnología misma proveía herramientas muy ineficientes –ventas, encuestas y suscripciones– para recopilar datos demográficos de sus lectores.
Cuando comenzaron las redes sociales como Facebook y Twitter, este fue el primer modelo de comercialización que implementaron, pero fue trascendido rápidamente según comenzaron a afinar, diversificar y monetizar las maneras en que recopilan datos de sus usuarios. De salida, nuestros perfiles en Facebook proveen alguna de la información demográfica más detallada que se puede conseguir, aún por censos gubernamentales. Cada vez que compartes algo en Facebook o reaccionas de alguna manera a alguna cosa circulada en esta red social, le estás proveyendo información detallada a esta red social acerca de tus gustos, preferencias, inclinaciones políticas y actitudes hacia una variedad de temas sociales y controversiales.
Estos datos que ofrecemos a compañías que ofrecen servicios gratuitos en línea como Google, Facebook y Twitter lograron convertir a su enorme base de usuarios en su producto más valioso. Además de ofrecer acceso a anuncios apuntados a grupos demográficos muy precisos, el acceso a datos detallados de sus usuarios se ha convertido en el producto más valioso que sus servicios ofrecen. Otras compañías y grupos de interés pagan buen dinero por acceso a esta información la cual les permite hacer campañas publicitarias, mejorar ventas, diseminar desinformación, manipular la opinión pública y ganar elecciones.
Un efecto de estar en un momento de innovación explosiva con las tecnologías digitales es que las leyes creadas para otros medios y tecnologías no aplican o se ven limitadas ante las nuevas circunstancias. La desregulación de la expansión dentro de los crecientes espacios del mundo digital es positiva en cuanto a la experimentación, innovación y acceso a los mismos, pero también invita al oportunismo y el uso inescrupuloso e irresponsable de los mismos. Es aquí que la falta de alfabetización digital nos lastima como sociedad, ya que nuestra educación nos entrena en los esquemas desarrollados alrededor de medios de comunicación análogos, como el papel impreso, el cine, la televisión y la radio. Y con esta preparación limitada, tanto el público en general como las personas en poder– que podrían crear leyes para regular el uso de medios digitales y la privacidad de los datos de la ciudadanía– se limitan a acciones reaccionarias y de poco alcance.
3. Lectores cyborgs
Quien escribe y publica en un libro, escribe para seres humanos que utilizan sus ojos (a veces con lentes) para leerlo y manos para operarlo. La mayoría de quienes escriben para medios digitales hacen lo mismo –operamos bajo los mismos esquemas creados para la palabra impresa– pero entienden que la audiencia incluye robots y que los humanos ya no son solo de carne y hueso, sino lectores compuestos de partes biológicas y cibernéticas.
Nadie puede leer este artículo directamente, por ejemplo. El artículo fue escrito utilizando Google Documents, enviado electrónicamente a los editores para ser publicado en 80grados, una revista nativamente digital que utiliza WordPress como su plataforma de publicación. Esto significa que los objetos digitales que lo componen serán guardados como secuencias de 1 y 0 almacenadas magnéticamente en distintos dispositivos de memoria dentro de los servidores Linux del proveedor de Internet de 80grados, organizados en distintos espacios computacionales –el texto en una base de datos MySQL y las imágenes en un subdirectorio– y estos materiales serán ensamblados utilizando el servidor Web Apache y el lenguaje PhP para generar el código HTML del artículo al momento de ser accedidos por un usuario. Este código HTML combinado con la información visual del resto de la publicación expresada en el código CSS es interpretado por el navegador de internet que está utilizando para presentar el artículo, no sin antes ser interpretado por el sistema operativo, el procesador, la memoria y la pantalla del equipo frente a usted. El mismo artículo leído en otro dispositivo puede lucir distinto ya que hay que reproducirlo para el nuevo contexto computacional, y en cuanto a WordPress concierne, es otro lector distinto ya que la configuración de dirección IP, navegador, sistema operativo, tamaño y orientación de pantalla y localización es distinta. Dependiendo de qué servicio utilizan en 80grados para recopilar información analítica (como Jetpack o Google Analytics), van a saber todos estos datos y aún más, dependiendo de qué servicios utilizas al momento de acceder el artículo. El artículo también es circulado a través de cuentas de medios sociales, generando otros tipos de datos demográficos acerca de los lectores, acumulando estadísticas de acceso y otra información demográfica.
O sea que aunque fue escrito por un ser humano utilizando su computadora (y las computadoras que intervienen en los procesos que me permitieron escribir esto en la nube de Google), y editado por otros humanos usando otros equipos, para ser leído por otros humanos y sus dispositivos digitales, todas nuestras intervenciones son una combinación inextricable de interacciones humanas y computacionales. Esto no es una idea nueva. Hace 35 años, Donna Haraway publicó El Manifiesto Cyborg, un ensayo de gran impacto en el cual cuestionó las distinciones entre seres humanos y tecnologías cibernéticas. Estas ideas han seguido desarrollándose en vertientes científicas y humanistas hasta el día de hoy. Y por supuesto, siempre se puede imprimir el artículo, sacándolo de los contextos digitales y posthumanos, pero esto simplemente lo convierte en una documentación análoga de una serie de procesos de producción que pierde parte de su interés como objeto nativamente digital, incluyendo el efecto animado de la imagen GIF del reCAPTCHA de Google mostrado arriba. Y este ensayo fue escrito dentro de los esquemas diseñados para la página y es imprimible. Imagine nada más las implicaciones de obras escritas para ser leídas por cyborgs, aprovechando lo que pueden hacer más allá de un lector humano que solo puede recibir y procesar, desconectado de la red.
El escándalo de Cambridge Analytica y los datos privados que Facebook acumula, distribuye y monetiza es preocupante, por supuesto. Nuestra educación nos ha preparado para lidiar con medios análogos, no digitales y darnos cuenta de que se han aprovechado de nuestros esquemas anticuados es alarmante. Pero en vez de sucumbir al pánico moral y correr a borrar nuestras cuentas de Facebook, mejor aprovechemos la oportunidad para aprender acerca de las implicaciones de nuestro uso de los medios digitales y luchar por nuestros derechos a la privacidad y el uso propicio e informado de los datos que se recolectan acerca de nosotros. Y aprendamos cómo defendernos contra la explotación de nuestra actividad digital o al menos buscar confundir los datos que proveemos con herramientas como “Go Rando” y “Scaremail” por Ben Grosser. Si insisten en convertirnos en productos, por lo menos busquemos ser productos defectuosos y difíciles de predecir.