Sacarlos del gobierno
Formado hace poco más de un siglo, el independentismo ha insistido en que lo más urgente es expulsar de Puerto Rico al imperialismo norteamericano. En el presente, sin embargo, nada convoca tanto la unidad del pueblo como el repudio al grupo gobernante local —representado en el PPD y el PNP—, cuyo protagonismo negativo ha florecido con esplendor en el desinflamiento de la burbuja de ‘progreso’ desde fines del pasado siglo.
Se hace evidente que la clase gobernante criolla se nutre justamente del estancamiento económico y la crisis social de Puerto Rico. La filosofía de esa clase es la estrechez de miras y la inercia. Su función es mayormente impedir que tomen vuelo iniciativas distintas para el país.
Su inutilidad es proverbial. Cuida con rigor meticuloso que continúe por siempre la peculiar condición puertorriqueña. Administra lo que hay, y debe garantizar que nada cambie. Nuestra postración y forzada pasividad son, para ese extraño grupo, lo normal. De esta mediocridad emanan sus privilegios y beneficios.
Protege celosamente nuestro endeudamiento, y parece que quisiera reducir nuestra existencia a pagar la deuda. Organiza con esmero la destrucción de las fuerzas productivas del país. Garantiza con maestría que no haya un mínimo de verdadero desarrollo, de autonomía, de originalidad. Con persistencia mantiene reducido el potencial de la universidad para que siempre se repita lo mismo. Mece con amor el bebé ancianizado del capital financiero que engorda comiéndose los salarios y los fondos de retiro. Ama las megatiendas, las cadenas transnacionales y las grandes corporaciones, a las que protege del cruel tributo. Encabeza una cultura banal de olvido y de inconsciencia. Su vocación más creativa es policiaca y carcelaria, y son fuertes sus impulsos de vigilar, cercar, grabar la población, a la que teme.
Quizá sea la única burguesía que no busca expandirse. No es sólo inepta, sino eunuca y además se quedó pequeña. Asume feliz la administración de la crisis perpetua, y se ufana de hacerlo con eficiencia. Descansa en el poder burocrático, en su prestigio en el folklor isleño, en verborrea retórica sin fin, en explicaciones técnicas inútiles. Urge expulsarla del gobierno.
¿Será clase, casta, gerencia o equipo facilitador? En todo caso es inservible, y un solo partido la reúne, con dos caras. Las diferencias entre el Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista se desvanecen aceleradamente, mientras disminuye el área productiva de la economía, y el mercado financiero y la banca colocan a los trabajadores en el muro de fusilamiento socioeconómico.
Cierto que hay garatas entre el PPD y el PNP (hay muchos y distintos odios), pero la política esencial es la misma. Sus disputas nacen bastante de clientelismos y lucha por espacios electorales y de poder, y son aderezadas con egocentrismo y nostalgia por debates de status. Pero la realidad es la deuda, y su pago y administración.
El PNP ha canalizado mucho del rencor de las clases populares hacia el PPD por identificarlo con el ELA, título que romantiza el aparato local de poder. Pero son parte de éste tanto el PNP como el otro.
Sucesivas clases medias de especialistas se integran a este simulacro de gobierno, deseosas de aparecer en las páginas sociales de un gobierno falso y fútil pero con salarios altos para los grupos cooptables. Como muchos otros, aportan su talento a un sistema disfuncional cuyo destino es la repetición en círculos.
Como se mantienen a flote mercados de inversión y de consumo popular, como hay fondos federales, como el colonialismo es estable —razona el grupo alto criollo—, todo esto puede seguir infinitamente. El estancamiento será infinito, y se traduce en el pago de la deuda infinita.
En su libro Adiós a la economía (Callejón, 2013), Miriam Muñiz Varela apunta acuciosamente que todos los que seguimos sin morir pagamos la deuda, por estar vivos: en impuestos diversos, precios de derechos y servicios, recorte de pensiones. El negocio se hace redondo con el deterioro personal, físico y mental, que genera la inercia misma, y así florece un mercado grande de salud articulado a las altas finanzas de las aseguradoras.
Es atípico este extraño fenómeno de una burguesía administrativa que devenga plusvalor del entramado de relaciones que le da soporte. No impide lo borroso de su imagen, sin embargo, que grandes masas no la respeten e incluso la detesten, aunque sea callada e indirectamente y la ira tome otras rutas.
Tarea impostergable de las mayorías populares es expulsar del gobierno a esta clase alta boricua en su conjunto. La perspectiva de que la expulsión se realice de forma violenta está limitada por la protección militar y policiaca que el grupo dominante criollo recibe del gobierno de Estados Unidos. Pero es amplia y todavía bastante inexplorada la vía institucional, o sea electoral. En este sentido ha sido visionaria la política del Partido del Pueblo Trabajador (PPT).
Un país podrá empezar a nacer cuando saque del poder a una clase cuyo éxito lamentable consiste en reproducir esto que existe y que seguirá provocando movilizaciones.