Aquí se enciende la candela
La tierra va a temblar
cuando yo me mueva – Juan Formell
Como si un dios gracioso y juguetón estuviera armando una fiesta en algún paraje de los Campos Elíseos ahora nos han arrancado a Juan Formell para que acompañe a Cheo Feliciano, Sonia Silvestre y Gabriel García Márquez. Se me ocurre que tal vez sea para complacer los caprichos del colombiano. Me complace pensar en el Gabo, sentado bajo el castaño, sonriendo y gozando la fiesta armada como “una llovizna de minúsculas flores amarillas”, escuchando a Cheo y Sonia interpretando baladas, bachatas, boleros, guarachas, ritmos de todo el espectro caribeño; o como mejor lo expresa Formel: “Timba con rumba y rock / mambo con conga y pop /salsa con mozambique / y clave de guaguancó”.
Lo pienso así, a manera de consuelo ante la recién y también inesperada muerte del mayor innovador y creador de la música cubana de finales del siglo veinte. Y esto no es decir poco. Cuba no solo ha sido cuna de grandes músicos, sino de ritmos que se han esparcido por toda América y puesto a bailar a personas en todo el mundo. Junto a Brasil, Cuba es la principal generadora de ritmos y sonidos musicales latinoamericanos. El danzón, el son, la guaracha, la rumba, el bolero, el guaguancó son solo algunos de los que contagiaron a músicos y bailadores en extensos parajes americanos, impactando el tango, la bachata, el jazz y la salsa. Juan Formell está a la altura de Arsenio, Benny Moré, Lecuona, Chucho Valdés, Chano Pozo y Cachao como una de las figuras cubanas de mayor influencia y trascendencia.
Formell es el equivalente cubano contemporáneo al boom salsero: moderniza el son cubano, incorporando sonoridades urbanas e influencias del rock y el pop; llevado del compás del bajo eléctrico. Durante la década del 60, Formell se formó como músico en una banda policial y a partir de 1965 con la Orquesta Revé. En el 69 este músico autodidacta formó Los Van Van, incorporando las raíces musicales del son y la trova para armar una especie de sabrosa nueva trova, según sugiere Rachel Faro.1 Pero sin “soñar con serpientes” ni “doblar rostros sobre el pantalón”, sino con la misma gracia de la guaracha y del choteo, de la salsa nuyorquina y del Gran Combo. Como hizo el Inca Garcilaso, Los Van Van de Formell “glosaban y comentaban” múltiples aspectos de la política y la vida cotidiana cubana. Por ejemplo, “La Habana no aguanta más” hacía eco a la campaña del municipio para desalentar la creciente migración hacia la capital. Mientras que “La Habana sí” fomentaba la participación ciudadana en la campaña para que la capital cubana figurara entre las ciudades más limpias del mundo.
Pero Los Van Van no eran un mero eco de la política oficial cubana, sino que sentados sobre la tradición guarachera y del bufo cubano, estos “poetas de su generación” invitan a mirar jocosamente las malas costumbres de la vida política y social cubana. Como la del funcionario con carro que se ausenta del trabajo porque padece de “Titimanía”; o el “Buena gente”, parodia de la escasez de la libreta y de los grandiosos gestos de solidaridad internacional del gobierno cubano, por lo que no asombra que “mis manos est[é]n vacías”. Ellos fueron “Eso que anda”, que competía con “la gran escena” de la nueva trova poniendo a sandungueros y sandungueras a bailar como “el buey cansao”, “Un socio”, “Que le den candela” y “Qué sorpresa”; para bailar hasta que se te ponga “la cabeza mala”. Ellos, “los del Caribe”, se fueron “por encima del nivel” y declararon “soy arere, soy conciencia, soy Orula”; identidad afrocubana que alterna con las totalizaciones del discurso oficial revolucionario: “soy los tambores batá / soy la clave / soy el quinto y el tres dos / yo soy Van Van / yo soy Cuba”.
Anclado en su sicodélica interpretación del bajo eléctrico, Formell inventó ritmos como el songo y fue pilar de la timba. Bailar con los Van Van es una experiencia multitudinaria de alternancia rítmica de fuerte base afrocubana pero con sonoridades del rock, el jazz, el funk como si fuera una agrupación basada en Nueva York. Como un Eddie Palmieri, Rafael Cortijo, Ray Barreto o Larry Harlow, Formell grabó sones y guarachas con violines sonando funk y disco (“Chirrín chirrán”). Es el propio Formell quien mejor describe su particular combinación rítmica: “Timba con rumba y rock / mambo con conga y pop / salsa con mozambique y clave de guaguancó / Cumbia con jazz con swing / songo con zamba y beat / merengue con bomba y son / y clave de guaguancó” (“Se te pone la cabeza mala”). Gracias a estas fusiones, Formell llenó de frescura la música cubana por más de cuatro décadas y sentó cátedra de cómo los sonidos cubanos se comunicaban con los del resto del Caribe como burla cotidiana al bloqueo y las censuras.
Si bien en la música de Formell se pueden escuchar sonoridades de latitudes nuyorquinas, también hay que reconocer que tan temprano como 1975 se evidencia la presencia de su fiebre musical en Nueva York cuando la Típica 73 grabó “La candela”. (Anteriormente Eddie Palmieri había grabado un mozambique, por lo que recibió una visita del FBI, que le hizo desistir continuar el diálogo musical a través del bloqueo.) Dos años después, en el legendario álbum Celia Cruz & Willie Colón Only They Could Have Made This Album, juegan con los acordes electrificantes del bajo de Formell, interpretado por Colón, en el tamborito panameño “Zambúllete”. Y poco después “Batacumbele trajo el songo a Puerto Rico ¡mamá!”.
Pero es “La candela” el tema que más me interesa. Aunque aparece en pocas antologías de Formel, “La candela” ha tenido una interesante travesía por las músicas caribeñas. Con violines, sintetizador y batería, la grabación de Los Van Van de 1973, “Aquí se enciende la candela”, parece un juego con la charanga y el disco music, muy parecido al posterior “Baile del buey cansao”. Sonoridades sicodélicas que acentúa la Típica cuando la graba en 1975 con el timbre de la voz más “cubana” de los soneros boricua-nuyorquinos. Adalberto Santiago transfiere la sordidez de la interpretación vocal de Formell (quien vocaliza el tema con Los Van Van) a la brillantez de las trompetas. A esto se suman un solo de Sonny Bravo en el sintetizador —que parece musicalizar un cuento de Poe— y el consecuente solo de Orestes Vilató en los timbales. Con el tema de Formell, los músicos de la Típica jugaron al soul, el jazz, el disco y el funk sin perder el paso de charanguita en lo que es una de las más geniales fusiones de la salsa nuyorquina.
Más de una década después Yerbabuena, agrupación hip-hop cubana, la graba en una fusión de batá y hip-hop como uno de los mejores homenajes del rap cubano a sus tradiciones musicales. A esta circulación y resignificación de “La candela” se suman los propios Van Van, cuando al interpretarla como parte de un popurrí de sus éxitos de los 70 le aceleran su beat para continuar el éxito anterior “Por no verte llorar”. En este popurrí, “La candela” (ahora identificada con ese título) parece ser el primer paso del cumplimiento de la promesa que asegura que “Por no verte llorar yo sería capaz de cantar así sin parar”.
Así me lo imagino, con Cheo y Sonia, y también con Luis Díaz, vacilando con el Gabo, diciéndole “Tú quieres dormir, pero yo quiero andar” y gozando “así sin parar” con Tite, “porque el guaguancó es una alborada” y “aquí el que baila gana”.
Van Van tiene demasiao / tiene mucho mucho
- Rachel Faro, The Legendary Los Van Van; 30 Years of Cuba’s Greates Dance Band, CD booklet. [↩]