¿Ser o no ser el “objeto del deseo”?
Las mujeres son muy visibles como seres sexuales,
pero como seres sociales son totalmente invisibles,
y aun así deben hacerse lo más pequeñas posible
y deben siempre disculparse…
El pensamiento heterosexual y otros ensayos Monique Witting1
Esta pregunta rondó mi cabeza de manera inconsciente y emocional, desde mi preadolescencia hasta entrados los 30 años, cuando finalmente logré apalabrar esta ansiedad implícita en la programación social que significa “ser mujer”. Poco a poco, a través de diversas lecturas y muchas experiencias, logré deshacerme de esa esclavitud de aspirar a ser el “objeto del deseo” del otro, y también a la angustia de pensar que si no quería ser “mujer” tenía que ser “hombre”. Esa pulsión fluctuante entre lo “femenino/creativo” y lo “masculino/razón” dentro de mí, que tanto estrés me causaba a la hora de comprar ropa o de vestirme para salir a la calle en busca de compañía, se resolvió definitivamente un día cuando recordé al personaje del Barón Ashler, uno de los archienemigos de Masiger Z, un anime japonés que veía en mi infancia. Este malvado personaje era mitad hombre y mitad mujer, tenía la cara dividida en dos, hablaba con voz de hombre y con voz de mujer. Estas dos voces discutían o planificaban como si fueran dos personas dentro de una, pero también podían hablar a la vez, entonces se escuchaban las dos voces al unísono, como en un dueto. Ese “arquetipo” de un ser sin género, íntegro pero ambiguo, contradictorio y a la vez completo, sin definición, apaciguó para bien mi búsqueda identitaria. Desde entonces me asumí como una cimarrona del género.Revisito estas reflexiones ante la provocación que me causó el documental Mala Mala ((Sikles, D. & Santini. A. (directores). (2014). Mala Mala. [Documental]. Puerto Rico. Killer Films.)) , codirigido por el puertorriqueño Antonio Santini y el estadounidense Dan Sickles. El mismo pretende ser un retrato ambicioso -aunque inconcluso- de la pluralidad y la complejidad que habita, la ansiedad de la identidad de género en la comunidad trans de hombre a mujer, y en el mundo del travestismo en Puerto Rico. Es importante distinguir dentro del documental a las transexuales, aspirantes a vivir dentro de la categoría “mujer” en su cotidianidad; de los travestis o transformistas, quienes son artistas que crean a partir de la teatralización hiperbólica del “estereotipo” de “La Mujer”. Los transformistas juegan con “el ser mujer”, las transexuales se sienten “mujeres”. Y aun cuando en ambos casos hay una exploración de la identidad de género desde la construcción heterosexual, sus búsquedas, ansiedades y objetivos son distintos.
Tristemente en el documental, que cuenta con cerca de 8 historias de hombres en su búsqueda de convertirse en “la mujer” que realmente son, o que están explorando su identidad a través del travestismo, solo hay una historia de un trans mujer a hombre, Paxx. Paxx quien se siente hombre, comparte con los otros personajes el identificar su cuerpo físico como el obstáculo principal para ser quien realmente es. La participación de Paxx en el documental es breve, y deja a una con ganas de escuchar más sobre sus reflexiones, pues él, es uno de los pocos en el documental que ve un tanto lejana la posibilidad de adecuar su cuerpo a su “autoimagen” y plantea otro rumbo de salida, o de paz ante la ansiedad que causa la definición de la identidad de género. Sin embargo, el documental nos deja con las ganas de escuchar su voz.
Es por esta razón que el documental me habló más de la definición de “el ser mujer” que de la transexualidad en sí misma. Al final del documental me sentí preocupada por estas chicas –las trans-, y pensé que seria bueno proponerle a Ivana Fred y al resto del grupo, alguna tertulia sobre feminismo, pues por experiencia propia creo que parte del prejuicio y el abuso que estas están experimentando día a día, está más ligado a la categoría de “ser mujer” que a la categoría de ser transexual. Y es que todas las mujeres padecemos o padecimos, entre otras cosas, la angustiosa ansiedad de la identidad a partir del “cuerpo perfecto”, de ser el perfecto “objeto del deseo”. Recuerdo cómo en la adolescencia los amigos me decían tabla de surfing, por no tener senos; y cómo una vez un amigo me explicó todas las razones por las que yo no le gustaba: “por enana, colorá y pecosa”. O sea, volver a nacer o cirugía completa. “Ser Mujer” es para la mayoría de nosotras –aun para las que nacimos con la genitalia asignada a esta categoría-, un “ideal” infinitamente inalcanzable, que tenemos que probar provocando el deseo del “Hombre”. Porque no solo para “ser mujer” hay que ser sumisa, frágil, servil, sacrificada, complaciente y obediente, sino además máquina reproductora de hijos, esposa/profesional y madre abnegada. Es decir, renunciar al “Yo”, y a la individualidad personal. Además y sobre todas las cosas, hay que ser “objeto del deseo” siempre sensual, siempre bella, siempre disponible. La realidad es que, en la incapacidad de alcanzar la perfección, radica el control sobre nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Así, cuando se es “fea” o imperfecta o inadecuada, ser deseada por cualquier “hombre” se convierte en una especie de “triunfo”, una forma de afecto.
Quiero compartir una anécdota, como ejemplo de cuán violento e invasivo puede ser el ejercicio del “deseo” en la cotidianidad de las mujeres. Un día caminaba por las calles de San Juan con una de mis hermanas menores. Al llegar al lugar donde almorzaríamos me comenta, “me gusta andar contigo. ¿Cómo haces para que no te persigan?”, yo me quedé perpleja, no sabía de qué hablaba. Y ante mi sorpresa me dijo: “Los hombres. Cuando camino sola a la escuela me persiguen, no sé qué hacer. El otro día uno se puso muy insistente y me asusté”. Entonces entendí, y le dije: “claro que me ha pasado, muchas veces. Pero aprendí que no se puede ser simpática con los hombres en la calle, sobre todo sin son mayores, viejos. Nunca los mires a los ojos, y si los tienes que mirar, no sonrías porque por alguna extraña razón ellos interpretan que si una sonríe, es que los estás invitando a la cama”. Monique Witting expresa muy asertivamente cómo a las mujeres se nos reduce a nuestro sexo, a ser “objetos del deseo”. Según ella: “la categoría de sexo es el producto de la sociedad heterosexual que hace de la mitad de la población seres sexuales donde el sexo es una categoría de la cual las mujeres no pueden salir. Estén donde estén, hagan lo que hagan (incluyendo cuando trabajan en el sector público) ellas son vistas como (y convertidas en) sexualmente disponibles para los hombres y ellas, senos, nalgas, vestidos, deben ser visibles”2 .
La película francesa titulada en inglés Young and Beautiful, del director François Ozon, explora el tema del ‘coming of age’ desde la ansiedad que le provoca a una adolescente ser bella, es decir ser “objeto del deseo”3 . La modelo Marine Vacth (23 años) interpreta a una adolescente de 17 años, hija de una familia burguesa normal, que estando de vacaciones en la playa con su familia, tiene su primera experiencia sexual, la cual evidentemente no disfruta. Una vez de vuelta a la rutina y a la escuela, un hombre en la calle le ofrece dinero por acostarse con ella. A raíz de esta invitación la chica crea una página web a través de la cual se prostituye. La película plantea que la motivación de esta chica para traficar con su cuerpo, no es el sexo, ni el dinero, sino el morbo que le produce el reto de asignarle “valor” a su cuerpo, a su persona. Empieza pidiendo 300 euros por sus servicios, y ante cada nueva solicitud aumenta su precio, hasta lograr conseguir 600 euros. El juego termina abruptamente cuando un cliente habitual, un hombre viejo, se muere debajo de ella durante el acto. La familia al fin descubre su secreto, y con el dinero que ha ganado la obligan a pagarse las visitas a un psicólogo. Y aunque ella ya no quiere regresar a sus andanzas, su conducta ya ha sido modificada por la conciencia de cómo provocar el deseo. Ella ha sido sexualizada, su sentido de “valor propio”, dignidad, ha sido conformado en función del deseo del “otro”. La película culmina con el encuentro entre la “viuda” –una mujer “vieja”- y ella, la “puta”, en el cuarto de hotel donde murió el “viejo”. La “viuda” le paga, no por desvestirse, sino porque se acueste junto a ella en la cama. Allí reconoce su belleza, y le deja saber que conocía de las andanzas del esposo. Luego confiesa con arrepentimiento, que quizás ella en su juventud también debió haber accedido a acostarse por dinero4 .Dejando entrever así, su frustración con el desenlace que su “personaje de esposa”, ahora vieja, y descartada, le ha legado a su vida, y manifestando a la vez su envidia ante la juventud perdida. Esta última escena plantea la crisis identitaria recurrente que deviene del renunciar al “Ser”, por el Representar una identidad construida en función de lo que otros esperan de ti.
Claro que para muchas de las “mujeres escogidas” por las convenciones del patriarcado, envejecer dentro del libreto de la relación matrimonial suele tener un desenlace dramático que raya en el cliché, con la aparición de otra mujer más joven, más “mujer”. Y así, al ser descartada se pasa a ser una “ya no mujer”, sin funcionalidad para el “Otro” y la sociedad, y por ende para sí misma. Un excelente comentario sobre el destino de las “ya no mujeres” lo ofrece el personaje de Charlotte (Julianne Moore) en la película A Single Man5 protagonizada por Collin Firth (George) y dirigida por Tom Ford. En una escena de este filme, ambientado en el 1963, Charlotte un tanto borracha se desahoga con George, y preguntándose qué hizo mal para ser abandonada por su esposo y no necesitada por su hijo. Ella reclama haber sido todo lo que se esperaba de ella, una esposa ocupada en ser hermosa, una ama de casa impecable, y una madre dedicada, como puede ser que el desenlace de su vida sacrificada sea la soledad. Esa soledad de la “ya no mujer”, una mujer que cumplió con los “deberes propios de su género”, pero una vez entrada en edad y culminado su trabajo no hay futuro, es un ser sin propósito sin funcionalidad, pues ya nadie la desea, ya nadie la necesita. Ha perdido su identidad.
La perspectiva que plantea François Ozon, sobre la exploración de la identidad a partir de la capacidad para seducir al “otro”, es muchas veces la maldición de muchas “mujeres hermosas” dentro del “canon”. La arquitectura del control sobre nuestra mente radica precisamente en medir nuestro valor a partir de nuestra capacidad de ser deseadas. Recuerdo el testimonio que estuve editando para un documental, de una exconfinada. Ella narraba, entre lágrimas, cómo fue sometida a un patrón de abuso sexual desde los 8 años hasta entrada la universidad. Huérfana de madre, recordaba que el primero en abusarla fue su abuelo, y que este con el tiempo le ofrecía dulces y dinero a cambio de favores sexuales. Al final la abusaban todos sus seres queridos, sus hermanos, su padre y los amigos de estos a quienes ellos la ofrecían. Llegada la escuela superior un maestro se percató del patrón y trató de ayudarla, consiguiendo su custodia. Una vez bajo su techo, también la usó. ¿Qué imagen de sí misma tiene una mujer a quien se le ha violentado el cuerpo y la psiquis desde niña de esta manera? ¿Cómo se construye la subjetividad cuando se es siempre objetivada?
Uno de los transformistas profesionales que nos comparte su vida en el documental Mala Mala es Alberic, quien estudia leyes y se define como hombre. Entre las cosas que nos cuenta, enumera las mujeres que han sido inspiración para construir su personaje de Zahara Montiere. Entre ellas menciona a Marilyn Monroe, la diosa deseada por los hombres y amada por las mujeres. Quien ha sido inspiración para muchas, entre ellas Madonna. Marilyn, en los años ’50, fue la encarnación de la diva, “la mujer perfecta”, el “perfecto objeto del deseo”. Y más que su belleza física, era su performance, su puesta en escena del “ser mujer” lo que cautivaba. Su mirada provocadora, ingenua y solícita, su actitud disponible pero evasiva, su amaneramiento sensual pero con cadencia inocente, un tanto torpe y, sobre todo, su apariencia frágil y necesitada. Ella sabía encarnar la quintaescencia del “objeto del deseo”. La mujer de apariencia inofensiva y tonta, en eterna sorpresa ante las hazañas del “Hombre”. El documental Love, Marilyn (2012), de la directora Liz Garbus, basado en los testimonios de quienes la conocieron y en dos cajas llenas de escritos muy personales de la actriz y cantante, nos revela su angustia síquica y su drama personal. Las cartas, reflexiones y observaciones que Marilyn escribe nos muestran a una mujer inteligente, sensitiva y observadora enfrascada en una lucha constante por superarse en lo personal pero, sobre todo, como actriz. Su persona/pública era un personaje construido por ella, y que ella consideraba separado de su personalidad6 . El documental logra hilar toda la tensión, presiones e inseguridades que van socavando la estabilidad emocional de la persona detrás de la estrella. Deja al descubierto la presión utilitaria que ejercían sobre ella los productores y directores, quienes se beneficiaban de explotarla como “objeto sexual” y que, finalmente, aceptaron retribuirla económicamente como ella exigió, pero eran incapaces de valorarla como sujeto, de ser sensibles y ver más allá de su apariencia. Así, sus sucesivos esposos y amantes y las diferentes estrategias de estos para indirectamente minimizar su brillo o beneficiarse de él. Aunque el documental no acoge la teoría de su suicidio, sí deja claro que ella fue una víctima de su propio poder de seducción, del personaje de “mujer” que creó para triunfar.
Renunciar a que el “Ser” se defina en función de las expectativas, deseos y fantasías de “Otro”, es el primer acto de emancipación para nosotras, y conlleva afrontar la estigmatización y la persecución. Pues como expone Monique Witting en su ensayo La categoría de sexo, es precisamente esta categoría la “que determina la esclavitud de las mujeres, y actúa de forma muy precisa por medio de una operación de reducción, como en el caso de los esclavos negros, tomando una parte por el todo, una parte (el color, el sexo) por la cual tiene que pasar todo un grupo humano como a través de un filtro”7 . Si una mira críticamente las oportunidades laborales que el patriarcado permitió a las mujeres, por los pasados 1,900 años, –y que todavía grupos religiosos predican– nos damos cuenta que estas fueron tres: el matrimonio, la prostitución y la vida religiosa. Dos de estas constituidas sobre el sexo de “la mujer” y su uso por el hombre; y la tercera, en función de sacar del mercado ese cuerpo/genital para que pase a ser propiedad de la Iglesia.
Si analizamos fríamente los estatutos y doctrinas sobre las que se construye el matrimonio heterosexual cristiano, sacando de la ecuación el supuesto del “amor”, resulta evidente que el “matrimonio” como invención del patriarcado, es una forma de prostitución de por vida, por contrato. Una suerte de compra-venta entre el padre y el novio, en el que el cuerpo de “la mujer” pasa de ser propiedad del padre a ser propiedad del esposo hasta que la muerte los separe. Entre las obligaciones de la “esposa” estaba administrar y limpiar la casa, servir y alimentar a su dueño, parirle los hijos que este quisiera, criarlos y educarlos. Estos, además, llevan el apellido del padre como denominación de origen. En estos términos, dependiendo del carácter del amo, las “mujeres” tenían más o menos libertad, y en algunos casos, como a los esclavos negros, se les permitió aprender a leer y escribir. Casi podríamos decir que la prostitución ilegal, constituye una oportunidad laboral más libre, aunque peligrosa, que el matrimonio. Siendo una suerte de “freelance” del cuerpo. Esto solo si “la mujer” es su propia jefa y no es nuevamente esclavizada por uno o un grupo de hombres, que trafican con su sexo para lucrarse.
La realidad es que por siglos, a “la mujer” se le ha prohibido ser la dueña de su destino. En el Renacimiento las “cimarronas” fueron quemadas por la Inquisición, acusadas de ser brujas. En los siglos recientes finalmente se instituyó el divorcio, no sin este significar un estigma para la mujer, su degradación social y su pobreza. Todavía hoy a las mujeres divorciadas se les adjudica la culpa de la crisis de valores de la sociedad por provocar la ruptura en la familia. Y a la vez, todavía hoy las mujeres son apedreadas como perros, por estudiar, según la interpretación fanática de las leyes del Islam, o matadas por sus “Hombres” en arrebatos pasionales de celos –que la ley de alguna manera justifica- ante el temor imaginado o real de perderlas como propiedad. La invisibilidad de nuestra lucha de clase, radica precisamente en cómo la categoría de “sexo” nos define. Un ejemplo claro es Ferguson.
A raíz del asesinato de Michael Brown, en donde una vez más un policía blanco mató a un hombre negro, se desató la furia social, ante el obvio racismo que la hegemonía blanca ejerce contra la población negra. Hace meses hay protestas masivas en todo Estados Unidos. Sin embargo, todos los días un hombre mata a una mujer que era, fue o hubiera querido que fuera, su “Mujer”; y en los tribunales –juezas y jueces– minimizan el crimen, justificándolo como uno pasional. Así los “Hombres” al igual que los “Policías blancos” son impunes, porque ellos tienen derechos inalienables sobre los cuerpos oprimidos. Y así quedan libres los asesinos, ignorando el obvio machismo que la hegemonía de los “Hombres” ejerce contra la población de las mujeres. Y aunque es evidente el patrón de opresión y abuso contra la mujer, no hay protestas masivas en las calles, porque es invisible.
Películas como The Whistleblower (2010), opera prima de la directora estadounidense Larysa Kondracki, protagonizada por la actriz Rachel Weisz; y El niño pez (2009), opera prima de la directora argentina Lucía Puenzo y protagonizada por Inés Efron y Mariela Vitale, muestran aspectos de la cruda opresión sistémica que existe contra las mujeres desde la realidad invisible del tráfico sexual y como este es protegido y auspiciado por instituciones de la justicia patriarcal como las Naciones Unidas o la Policía. En El niño pez, la protagonista, Lala, tiene una relación amorosa con la sirvienta de la casa, la Guayi, quien tiene su misma edad y llegó a trabajar para su familia a los 13 años. Estas planifican escaparse a Paraguay, lugar del que es originaria la Guayi, de ascendencia guaraní. En el proceso, Lala descubre el círculo de abuso sexual y prostitución que oprime a la Guayi, quien es inmigrante. El giro dramático que desata la trama ocurre cuando Lala presencia cómo su padre, un reconocido juez del estado argentino, tiene sexo con la Guayi, todavía menor de edad. En la mirada llorosa de esta descubrimos que esto ha sido así desde su llegada a la casa. Esta revelación desata un crimen y el descubrimiento de una red de prostitución en el centro de detención juvenil, que es administrado por el jefe de la Policía8 .Haciendo evidente cómo para muchas mujeres, sobre todo las inmigrantes y las jóvenes, la libertad y la justicia son inalcanzables al estar el sistema intrínsecamente construido y controlado por la ideología “patriarcal” que nos “objetiviza”. La película plantea el lesbianismo como una oportunidad de la deserción del género, la rebelión violenta y la fuga para poder escapar de una esclavitud que es sistémica.
Esta premisa está más crudamente planteada y elevada al marco del sistema global, en la película The Whistleblower. Basada en la historia real de Kathryn Bolkovac, una mujer policía de Nebraska que es reclutada para trabajar como monitor de paz en las Fuerzas Internacionales de Policía de las Naciones Unidas en 1999. Al final de la guerra de los Balcanes, en Bosnia-Herzegovina, se destacaron a militares y policías de las diferentes potencias para supervisar la reconstrucción y la paz en la región. Katheryn es promovida a jefa del Departamento de Asuntos de Género por su desempeño en un caso de violencia doméstica. Atendiendo a dos jóvenes ucranianas, Raya e Irka, quienes han logrado escapar del bar donde eran esclavas sexuales al ser vendidas por un familiar, Kathryn descubre una sofisticada red internacional de tráfico de mujeres, del cual participa el personal internacional que trabaja para las Naciones Unidas. Cuando esta trata de delatarlo a sus superiores con la esperanza de hacer justicia, desmantelarlo y arrestar a los responsables, es despedida. Así descubre que la red de tráfico de esclavas sexuales operaba a sabiendas y con el beneplácito de altos oficiales militares y diplomáticos de las Naciones Unidas9 .Mostrando tristemente, cómo las mujeres son consideradas ciudadanas de tercera categoría, meros objetos sexuales, por las altas jerarquías de la justicia, que se supone velen por sus derechos humanos y la paz.
Una de las escenas más impactantes de la película, muestra las condiciones infrahumanas del cautiverio de estas jóvenes. Viviendo todas en un cuartucho de madera, sin acceso a higiene, ropa, algunas brutalmente golpeadas o encadenadas, como las perras explotadas para la producción de “perros de raza”, o las reses y los pollos que se crían industrialmente para el mercado de la carne. Madeline Rees, quien fue oficial de Derechos Humanos de la ONU durante el tiempo de los hechos ocurridos en la película, participó en un panel sobre el trafico de esclavas sexuales en Bosnia-Herzegovina a raíz del estreno de la misma (2012). Esta menciona un dato perturbador. La organización criminal que compraba y vendía las mujeres, era la misma organización que durante la guerra traficaba armas, comida y otros víveres. Al final de la guerra, estos empresarios se quedaron sin mercado, así que había que buscar otro y con un destacamento de cientos de militares internacionales como oficiales de paz de las Naciones Unidas, la esclavitud sexual se convirtió en el nuevo negocio10 . Lo interesantemente es que para algunos de estos militares, establecer y garantizar la paz en la región no incluía a las mujeres como sujetos. En la categoría de sexo a la que pertenecemos, el derecho a la dignidad no parece ser intrínseco al nacimiento, pues tan pronto se nos convierte en “objeto sexual” perdemos toda nuestra humanidad. Para la sociedad patriarcal, nuestro valor como “Mujeres” es solamente sexual.
Volviendo al documental Mala Mala, este contiene una historia muy reveladora del deseo de “ser mujer”, en contraposición al temor de perder el poder. Sandy, es una transexual que trabaja como prostituta, “hasta que consiga un mejor trabajo”, algo que al final del documental parece estar cerca de alcanzar. Ella, que tiene un compañero bisexual que la acepta tal como es, confiesa a cámara que ha pospuesto su castración por dos razones. Por un lado, dice que muchos de sus clientes contratan sus servicios, pues desean a una “mujer fálica”; pero a su vez afirma, que cuando tenga su vagina la quiere solo para ella. Imagina una vagina que no será usada para complacer los deseos de “otros”, es decir no la quiere poner a la venta. Este comentario, quizás una de las afirmaciones más poderosas, controversiales y a la vez reveladoras del documental, ha sido interpretada por hombres de avanzada -colegas columnista – como el “ideal” de la “mujer perfecta”, la “mujer completa”, plena, no “castrada” como plantea Freud, o el “swiss army knife de los cuerpos sexuados”11 .Algo para mí, que soy “mujer”, me luce un tanto ofensivo y misógino. Sin embargo, si una se detiene a analizar estos comentarios, resultan brutalmente reveladores de cómo se construye “ideológicamente” la hegemonía del “Hombre” y la socialmente arraigada e invisible opresión contra “la mujer”. La idea de que la “mujer perfecta” tendría pene en vez de vagina, la hace estar hecha a imagen y semejanza del “dios” patriarcal, como el hombre. Una mujer sin pene, castrada, es imperfecta y por ende, debe ser sometida y dirigida por los “hombres”. En ese mismo sentido es revelador el comentario de Sandy, de que cuando tenga su vagina es para ella y no para los otros. Sandy, intuye desde ya, la pérdida de poder, y además conoce la capacidad violenta del pene como arma sexual, “el swiss army knife”. Esta imagen de la “mujer fálica” representa la fantasía de la superioridad masculina y a la vez elimina la amenaza terrorífica que representa para los hombres, la autonomía e independencia de la mujer. Después de todo, la mujer no necesita casarse ni ser heterosexual, para procrear hijos y tener la certeza de que estos son suyos.
Tengo un amigo, “Esteban”, que en una conversación resumió a mi juicio el tema de la lucha de clases entre los sexos y cómo está profundamente ligada a la construcción del género, a la apariencia externa, a la actuación y la puesta en escena del género. A él, quien es un transexual de mujer a hombre, lo conocí como mujer lesbiana en mis años de universidad, “ella” vivía angustiado con su identidad y finalmente se fue a vivir a los Estados Unidos donde se transformó. Años después de su transición nos encontramos en una parada gay. Y en una conversación me dijo: “Carla, es que no sabes qué es estar del otro lado, del lado del poder. No tienes idea del acceso que te permite el ser hombre. Es horrible y me siento mal porque yo fui mujer, pero la realidad es que en menos de un año gano más que mis colegas mujeres que trabajaban allí antes que yo llegara. Uno solo intuye el poder que significa ser ‘Hombre’ en nuestra sociedad, otra cosa distinta es tenerlo”.
A través de la historia han existido muchas de nosotras que han escapado a la categoría de sexo renunciando a “ser la mujer” que el patriarcado exige, rebelándonos contra la obligación de ser “madre”, “esposa”, monja, o “puta”. Exigiendo ser respetadas por nuestros pensamientos, ideas y luchas, y no reducidas al “estereotipo” de nuestro órgano sexual. Muchas fueron sacrificadas, como Hipatia de Alejandría la filósofa, astrónoma y matemática que fue desollada en el 415 d.C. por hordas de cristianos provocados por el Obispo Cirilo, bajo la acusación de bruja. Otras han sido invisibilizadas, como nuestra Luisa Capetillo (1879-1922), quien desafió el canon de la época al vestir pantalones, y ser pionera en la lucha por los derechos de los y las trabajadoras, además de ser feminista, escritora, periodista, intelectual y anarquista. Su historia ha sido silenciada y reducida a su insubordinación ante los clichés construidos sobre el sexo. A algunas, como a nuestra Julia de Burgos, les han empañado sus logros hiperbolizando su tragedia. Otras simplemente optaron por interpretar el “género masculino”, asumiendo una transexualidad práctica, para poder acceder al poder, al conocimiento o simplemente para poder sobrevivir en libertad. Entre ellas están las piratas Mary Reed y Anne Bonnie quienes por diferentes circunstancias materiales, decidieron vestir como hombres y terminaron juntas en el barco del pirata Jack “Calico” Rackham12 . A ambas en los libros se les reconoce su fiereza y combatividad. O la leyenda de la Papisa Juana, que se dice vivió como monje para poder estudiar, y que tan erudita e inteligente fue, que finalmente logró ser nombrada Papa. Puesto que solo ostentó por 2 años, al ser descubierta por parir sorpresivamente durante una procesión en Roma, lo que la leyenda dice le costo la muerte por lapidación. Otras muchas mujeres han optado por transgredir el género para lograr acceso a eso que se nos ha negado por siglos, el conocimiento, la libertad, la sexualidad, el arte, el poder, y así poder escapar de la esclavitud del género.
“Ser Mujer” es una construcción estética y fetichista, definida a partir de imágenes preestablecidas a las que se nos hace creer que aspiramos. Nuestra obsesión con la apariencia, es el mecanismo de autocontrol de la libertad física del cuerpo, mejor orquestado y más hábilmente ejecutado. Las “apariencias del ser mujer”, son la cárcel del “Ser”, que se construye a través de la ropa, los tacos, el brasier, el escote, la burka, el hábito, la cirugía y los códigos de comportamiento socialmente promovidos. El interés principal del Patriarcado al definir la apariencia de los cuerpos de las “mujeres”, es poder controlar a su favor nuestra capacidad biológica de gestar y reproducir a otro ser humano en nuestro interior. Este potencial de crear vida nos acerca al concepto de “Dios” como creador, es el poder al que tanto le temen los hombres y la razón por la que tanto nos controlan, al punto desnaturalizar el parto y tratarlo como una enfermedad.
Soraya es la única transexual castrada, es decir “mujer completa”, dentro del documental Mala Mala. Es la única que además ha logrado ser reconocida como “mujer” con documentos, es también la única que cuestiona el “canon” de que para ser mujer hay que ser “objeto del deseo”. Es la mayor del grupo, y afirma “que ‘ser mujer’ no es ser reina de belleza, que una mujer hay que tragársela como venga”. Quizás es la única en el grupo que por haber vivido más años como mujer, empieza a intuir que la opresión que siente, tiene más que ver con “ser mujer” que con su transexualidad. Y su discurso, es el que más se acerca a la categoría mujer, y a nuestras luchas de clase. Sin embargo, yo iría más lejos, y usaría las palabras de Monique Witting, somos mujeres en la medida en que somos una clase oprimida, la clase “mujeres”. Pero como individuos debemos desertar de las definiciones del género, abandonar la idea de “ser mujer”, de ser “objeto del deseo” y lanzarnos a descubrir lo que podemos “Ser” en función de nosotras, para alcanzar nuestra plenitud, sin las limitaciones que nos han impuesto por nuestro sexo. Debemos lanzarnos a “cimarronear” por la vida, para construir un nuevo paradigma que sea verdaderamente inclusivo, para nosotras, para ellos, para la naturaleza, y para el resto de seres marginados por la Hegemonía del Patriarcado Capitalista.
- Witting, Monique. (2010). El pensamiento heterosexual y otros en ensayos. 2da edición. Barcelona: Editorial EGALES. Traducción: Javier Sáez y Paco Vidarte. [↩]
- Witting, Monique. (2010). El pensamiento heterosexual y otros en ensayos. 2da edición. Barcelona: Editorial EGALES. Traducción: Javier Sáez y Paco Vidarte. [↩]
- Altmayer, E. & Altmayer, N. (Productores). Ozon, F. (Director). (2013).Young and Beautiful. [Largometraje]. Francia. [↩]
- Felperin, Leslie. Francois Ozon’s mid career roll continuous with this baby ‘Belle de jour’. 16 de Mayo de 2013. Variety. (Consulta: 4 de diciembre de 2014). [↩]
- Ford, T. (Director). (2009). A Single Man. [Largometraje]. California, USA. Fade to Black Productions, Depth of Field, Artina Films [↩]
- Garbus, L. (Directora). (2012). Love, Marilyn. [Documental]. USA [↩]
- Witting, Monique. (2010). El pensamiento heterosexual y otros en ensayos. 2da edición. Barcelona: Editorial EGALES. Traducción: Javier Sáez y Paco Vidarte. [↩]
- Puenzo, L. (Directora). (2009). El niño pez. [Largometraje]. Argentina-España-Francia. [↩]
- Kondracki, L. (Directora). (2010). The Whistleblower. [Largometraje]. Toronto, Canada – Sarajevo. [↩]
- 48South7th’s cannel. (8 de abril de 2012). UN peacekeepers and human trafficking: Part 1 – [You tube video]. (Consulta: 7 de diciembre de 2014). [↩]
- Ríos Ávila, Rubén. Estadolibrismo trans. 80grados. (Consulta: 4 de diciembre de 2014). [↩]
- Johnson, Captain Charles. (2000). Pirates. P. 130. Publicado originalmente en 1726con el título: A General History Of The Robberies And Murders Of The Most Notorious Pirates. Editorial: Creation Books. ISBN: 1871592364. [↩]