Sin arte y amor, no habría olvido ni recuerdos
Gracias Elizam
En marzo de 1980, Elizam Escobar realizó un dibujo que es una premonición de lo que iban a ser sus siguientes años. Es un autorretrato firmado en Nueva York con un texto olográfico que lee:Dedicado al agua al aceite la terpentina
y al jabón
sin los cuales no hubiera verdadero amor.
Dedicado al amor al arte
y al arte del amor
sin ellos no hubiera olvido ni recuerdos
Arte, amor y memoria son los ingredientes de todos sus autorretratos y también de su resistencia y de sus reflexiones sobre la práctica de la libertad.
Elizam Escobar es el sobreviviente de una odisea. Fue arrestado el 4 de abril de 1980 junto a otros 11 miembros del movimiento clandestino armado que luchaba por la independencia de Puerto Rico. Durante casi 20 años estuvo en 14 prisiones estatales y federales y desde el 14 de abril, esperando juicio en la cárcel del Condado de Cook en Chicago, comenzó a realizar textos, dibujos, apuntes, que le sirvieron, según sus propias palabras “como cerebros externos, casi secretos para (des)obviar los límites de la experiencia humana y confirmar el poder del arte y el pensamiento, aún en las más adversas circunstancias”. Ocho cuadernos y muchas pinturas, esculturas, cerámicas, máscaras, trabajos en papel, medios mixtos, más de 1,000 obras realizadas en prisión.
En prisión, donde la falta de intimidad y de soledad para la creación son los elementos más hostiles y constantes, es su energía creativa la que le permite construirse en libertad y la que le sirve de guía de la memoria incluso para “recordar fechas y situaciones que hubiera olvidado de no haber sido por los dibujos”. En la prisión de Reno, en Oklahoma, donde estuvo los últimos 13 años, le prohibieron pintar, retirándole todos los materiales para hacerlo. Aún en esas condiciones de máxima precariedad, surgió un caudal de creatividad a través de la escritura, concretado en el Antidiario de prisión: El beso del pensamiento, libro terminado en 1995 y publicado en el 2013.
En tres de las prisiones, Pontiac, Manard y Stateville, Elizam pasó encerrado en su celda 22 horas diarias durante tres años. El pensamiento y el sueño pasaron a ser esenciales, llegando a alcanzar la categoría de entelequia, un nivel de presencia/ ausencia con el que el prisionero establecía un diálogo constante. Despertarse, volver a dormir, escribir, volver a dormir, soñar, dibujar, volver a soñar. El oneirismo (Elizam llama oneirismo al onirismo y retratos onéiricos a lo que en castellano denominaríamos oníricos) se hace patente en algunas de las pinturas de la muestra, especialmente en los autorretratos. Es en el sueño donde reside el sentido más auténtico del tiempo, cuando dejan de comunicarse el espacio exterior y el yo, cuando no hay medida objetiva y controlada a nivel racional. Es en el sueño donde aflora como única posibilidad la experiencia de las sensaciones, donde no se mide el tiempo, sino que se siente, donde lo pasado, presente y futuro se hacen indivisibles e inconmensurables.
A lo largo de los 20 años de cárcel, Elizam hizo una serie de fotografías tomadas con su hijo, en los salones de visitas de las diferentes prisiones. Un ejercicio complejo que se traduce en una profunda reflexión sobre la vida.
Desde fuera, percibimos la prisión como un lugar, un espacio restringido, pero la prisión es, sobre todo, un tiempo restringido. Nos producen asombro las fotografías que año tras año reflejan el paso del tiempo en los cambios físicos de Eli, su hijo. La primera foto tomada en 1980 y la última, ya en libertad, en 1999. Desde los 6 a los 26 años, un año tras otro, asistimos atónitos a la bitácora de una vida, de muchas vidas.
Mirando las fotos, percibimos el avance del tiempo como un asunto radical, insuperable, como la esencia de eso que llamamos realidad. Si aquí y ahora nos preguntaran qué es el tiempo, seguramente no sabríamos contestar, pero sí confirmaríamos que deja huella y que lo interpretamos como algo irreversible.
“¿Quién puede negar que las cosas pasadas no son ya?
Y, sin embargo, la memoria de lo pasado permanece en nuestro espíritu.
¿Quién puede negar que las cosas futuras no son todavía? Y, sin embargo, la espera de ellas se halla en nuestro espíritu.
¿Quién puede negar que el presente no tiene extensión, por cuanto pasa en un instante? Y, sin embargo, nuestra atención permanece y por ella lo que no es todavía se apresura a llegar para desvanecerse”.
Estas bellas reflexiones de San Agustín nos remiten a la concepción psicológica del tiempo, del tiempo puro, que como decía Bergson es mera duración interna. Conviene distinguir entre el tiempo cosmológico, que medimos, que pensamos que es objetivo y calculable y el tiempo psicológico, que es nuestro devenir según nuestra experiencia. Por eso, al mirar estas fotografías nos miramos en un espejo que nos interpela sobre nuestra propia vida.
Confirmamos agradecidos que Elizam, lejos de atrincherarse en sus posiciones, se hace a sí mismo constantes preguntas que nosotros recibimos de forma inevitable. No es fácil hablar de las obras de este artista, corren malos tiempos para asuntos éticos y estéticos, por eso conmueve en muchos niveles, por su complejidad y por su osadía, pero también y, sobre todo, por su honestidad y generosidad. Es bueno verlas en silencio y, de ser posible en soledad, ya que se trata de una cita íntima y los testigos nos pueden disuadir de dar una respuesta sincera.
NOTA: Este artículo fue publicado, con algunos cambios, en la Revista Visión Doble con motivo de la exposición que se presentó en la Galería Oller de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras bajo el título Crescendo, en mayo del 2015.