«Sucker»
Basta con entablar una conversación en la línea del colmado o en la farmacia para reconocer que la gente, el pueblo puertorriqueño, se siente solo, desamparado y desorientado. A poco más de una semana de las elecciones se preguntan unos a otros, “¿qué tú crees que va a pasar?”, como si lo que aconteciera en Puerto Rico fuera el descubrimiento mismo de las ondas gravitacionales de Einstein.
Y es que lo que sucede es tan desconcertante como si estuviésemos presenciando una redefinición del funcionamiento del universo como lo hemos entendido. La Junta Fiscal impuesta a través de PROMESA ha venido a jamaquear la idea de que vivimos en una democracia. Además, en el momento más definitorio en la historia reciente de Puerto Rico, el país se enfrenta a la contienda electoral más insulsa que hayamos conocido.
Ante un país en quiebra social y económica, luego de un despliegue judicial federal de corrupción burda al cual todavía le quedan cabos por atar, y ante una Junta Fiscal que viene a proteger los intereses del inversionismo norteamericano y del capitalismo desenfrenado, no hemos visto ni un referente político capaz de hacer frente como se debe y proponer una ruta hacia adelante que rompa con todo lo podrido que nos ha traído hasta aquí. Y lo podrido incluye un sistema electoral amañado.
Más allá de las nuevas caras, las maquinarias partidistas, responsables de la crisis, se afanan por el voto íntegro, no para asegurar que pueden mover una agenda en bienestar del país de manera sistémica, sino para asegurar que controlan el guiso de los fondos públicos. Inmediatamente ganan se mueven a contratar y reclutar allegados, no porque sean los que tienen mayor capacidad para realizar la labor, pues el mérito y el esfuerzo ni se consideran en la gran mayoría de las ocasiones.
Pintar las tres ramas de gobierno de un solo color les permite ejercer el poder de manera dictatorial encubriendo los chanchullos y pisoteando a los que se oponen a sus políticas. La política local se ha reducido pues a ganar para el beneficio propio y de allegados y para encubrir la corrupción.
A todo este esquema, que viene repitiéndose por décadas, ahora le añadimos la imposición de la Junta Fiscal a la cual los principales partidos y los candidatos independientes se han sometido afirmando que van a trabajar con ella. Y los partidos de minoría se someten a la farsa electoral llamando a oponerse a la Junta sin articular cómo es que proponen hacerle frente. Por eso hay que preguntarse, ¿cuál ha ajustado su plataforma a esta nueva realidad donde ya el próximo gobernador ha sido impuesto por los Estados Unidos como en los años de la Ley Foraker y se llama Junta Fiscal? ¡Ninguno! Ningún candidato ha asumido el impacto profundo que tendrá esta nueva estructura colonial en nuestra sociedad. Todos siguen vendiendo promesas de humo, pues aquí la agenda y la política pública la impondrán siete individuos no electos por el pueblo y que constituyen la Junta Fiscal.
Reconozco que las candidaturas independientes se han presentado como un cambio novedoso y como una alternativa al voto tradicional de partidos, pero se han quedado cortas en mover el imaginario puertorriqueño adoptando en instancias posturas contradictorias, tímidas o similares a la de los partidos tradicionales. En el acecho por votos se han ido amoldando al discurso tradicional.
Por otro lado vemos desde ya una Junta Fiscal que comienza a comportarse como otro partido más, contratando a los mismos amigos de la casa del exgobernador Fortuño para que sean sus asesores. Actúan de manera prepotente, omnipotente y con alergia a la fiscalización y la transparencia. Se trata de una Junta que reduce a los funcionarios electos a meros autores de nombres de calles y avenidas.
Coincidiendo con el planteamiento que hiciera el Juez Torruella hace unas semanas atrás, el 11 de agosto expresé en un foro en la Escuela de Derecho de la Universidad Interamericana que tenemos que darnos cuenta de que el voto no va a ser la manera de nosotros tratar de redirigir nuestro futuro, porque se torna totalmente inconsecuente ante la Junta. Tengamos presente que en el sistema de democracia capitalista americano, la ficha más poderosa es el dólar, no el voto. Si las políticas que impulsa y desarrolla algún Presidente estadounidense coinciden con alguna postura que usted tenga sobre un tema, sepa que lo que implica es que su parecer coincide con el de algún magnate que ha puesto buen billete en la campaña o en las “fundaciones” del Presidente para mover sus intereses.
Pero esto no significa que nos quedemos cruzados de brazos. Por el contrario es imperativo que nos convirtamos en actores inteligentes. Ante este cuadro tenemos que usar la herramienta económica de Adam Smith para afectar el comportamiento de aquellos que están poniendo sus intereses sobre los intereses del pueblo de Puerto Rico. El reto es lograr consenso y la unidad necesaria para tener efecto. Aquí hay una guerra de intereses a la que el gobierno local ha abdicado dejando al país desprovisto de protección alguna. El gobierno estadounidense por su parte escogió su lado de la cancha y es el mismo lado que ha escogido desde el 1898: el de proteger el inversionismo norteamericano.
Por esto tenemos que, a la vez, comenzar a desarrollar un movimiento de país que pueda hacer frente real y contundente a este esquema político de mantengo y busconería. Un movimiento que promueva elevar a los más altos rangos del liderato político y del servicio público a personas con capacidad, seriedad, sensibilidad y compromiso. Un movimiento que no responda a ataduras de intereses privados, ni particulares, sino que represente y responda a los mejores intereses de nuestro país. Un movimiento que se atreva a exigir un trato digno a los Estados Unidos y que reconozca que la médula de nuestros problemas reside en esa relación. Esto toma tiempo y no se logra de la noche a la mañana, pero hay que comenzar a forjarlo desde ya.
En esta elección, nuestro voto valida la Junta como ente de poder absoluto en la Isla y por ende valida una agenda neoliberal. Nuestro voto valida un sistema electoral que mantiene a los dos partidos principales en poder. Nuestro voto valida el inversionismo político. Nuestro voto valida la relación colonial que sostiene y mantiene el bipartidismo. Nuestro voto valida el amiguismo y las palas, en vez del mérito.
Por esto el 8 de noviembre debemos actuar de manera contundente y no votar. Sobre todo ahora, esta resulta una alternativa válida y digna. Esta expresión electoral significará el rechazo a todo este pasado y presente que nos mantiene en crisis para así ir abriendo el camino que permita un cambio real en nuestro país. Aquí hay que llevar un mensaje contundente a los Estados Unidos de que no es aceptable el trato indigno al que nos está sometiendo. Votar por uno u otro candidato significaría resignación y permitir que nos sigan entreteniendo en este juego de supuesto “gobierno propio”.
En un momento durante la vista congresional donde se aprobó PROMESA, el presidente de la Comisión, Ron Bishop, ya claramente harto de perder tanto tiempo en una discusión sobre Puerto Rico se refirió a la medida como “sucker”. En vez de PROMESA, “SUCKER” hubiese resultado mejor nombre.
Publicado originalmente en el blog de la autora