The Infiltrator
La presencia de un infiltrado en una ganga de maleantes es siempre un tema que se presta para el suspenso y la intriga, lo que abunda en este filme. Basado en el libro homónimo de Robert Mazur, un infiltrado verídico, esta película es un capítulo más de ese género que ha tenido una larga y exitosa historia. Piensen en “Donnie Brasco” (1997) en la que Johnny Depp infiltró la Mafia. Más lejana, pero al tope de las grandes películas noir con una actuación inolvidable por James Cagney, “White Heat” (1949) con Edmond O’Brian como el infiltrado en la ganga. En aquellas uno sabía que la muerte vendría si descubrían al infiltrado. En las últimas décadas los policías que se dedican a encubiertos en bandas de traficantes de drogas se arriesgan a desaparecer sin dejar rastro luego de sufrir torturas de un salvajismo que solo puede cometer otro humano. En este caso, la organización que Mazur, con el nombre de Bob Musella (Bryan Cranston), infiltra es nada menos que la de Pablo Escobar.
Escobar nos ha facilitado una larga historia con muchas e inagotables vertientes que el cine ha explotado con agudeza. Hay series de televisión (la excelente “Narcos” en Netflix) y varias películas, incluyendo “Escobar: Paradise Lost” (2014) con Benicio del Toro (reseñada aquí el 3 de julio de 2015), sobre el colombiano. La que nos ocupa se refiere a él indirectamente, porque la vemos a través de los ojos del infiltrado. Nos presenta, además, los problemas de cualquier asociación con el dinero de Escobar, algo que abruma la imaginación ya que su fortuna acumulada del trasiego de drogas se calculaba ¡en $30 billones!
El filme tiene en su centro a Musella, un agente de aduanas quien se vende como un “lavador de dinero” y a sus dos ayudantes más cercanos, también agentes encubiertos, Emir Abreu (John Leguizamo) y Kathy Ertz (Diane Kruger). Estos y el resto de un elenco estupendo que incluye a Benjamin Bratt (Roberto Alcaino), Yul Vázquez, como el siniestro y perverso Javier Ospina, ambos importantes lugartenientes de Escobar; Amy Ryan como Bonni Tischler, la jefa de los agentes encubiertos, y a la fenomenal Olympia Dukakis, como la tía Vicky (quien se roba el show en cinco minutos), le dan al filme su sustento artístico y su resonancia con el público.
A pesar de que el guión de Ellen Brown Furman contiene algunas sorpresas y que la dirección de Brad Furman mantiene el flujo de la cinta a un ritmo que no nos aburre, ya hemos visto muchas de estas cosas y, a veces, adivinamos lo que ha de venir tarde o temprano. Sin embargo, las manipulaciones bancarias del Banco de Crédito y Comercio Internacional se presentan muy bien y nos dan una orejita de por qué hay que regular estas instituciones (los bancos) y por qué no pueden ser demasiado grandes. Ambos temas son candentes entre los candidatos a la presidencia de los EE.UU. este año. El filme nos familiariza con los negocios turbios que llevaron a la confiscación del banco y al cierre de sus 400 sucursales en 78 países en el 1991, y con cómo se pueden usar estos emporios financieros para perpetuar el crimen. Algunas escenas son de gran tensión cinemática, pero lo que las hace aceptables es la presencia de los actores.
Creo que aún muchos no están muy familiarizados con Bryan Cranston porque su carrera ha sido mayormente en la televisión, pero su participación en “Breaking Bad”, una serie que le ha ganado numerosos premios por su actuación, lo ha catapultado al cine y al teatro. En esta muestra sus talentos a plenitud. Como debe de ser con los humanos, Bob Mazur/Musella no es un súper héroe, de modo que sus temores y debilidades tienen que ser parte de sus reacciones a la situación en que se encuentra. Cranston nos presenta ese lado del personaje con la claridad de un artista que entiende que mostrar debilidad es esencial para aceptar las fortalezas del personaje. Porque es una persona de principios, cuando Roberto Alcaino, uno de los malhechores, y su mujer, se amigan con él y Kathy, su falsa prometida, él reciproca y se siente mal que lo esté engañando. Ese conflicto de consciencia de alguien que, a pesar de que está tratando de atrapar a un bandido y posible asesino, es decente, vale la película. Después de todo nos hace pensar en circunstancias en las que la familia o amigos se salen de la ley y en cómo tal vez uno respondería a esa situación.
Siguiéndole los pasos a Cranston está Leguizamo, quien de cómico “stand-up” ha evolucionado a actor de carácter de primer orden. En una escena brutal y sorprendente hay que ver el rostro del actor cuando la sangre de un tonto colaborador, se lo salpica. En un pequeño gesto Leguizamo revela su horror y su trauma por lo que ha sucedido. Sensacional.
Vale la pena señalar que la cinematografía de Joshua Reis, en su primer largometraje, es sobresaliente: límpida y clara, con un toque irónico que revela el mal gusto de los nuevos ricos, cuando se está enfatizando el lujo que el dinero sucio puede obtener; granosa y llena de ocres y grises (sin ser demasiado obvia) cuando ciertas cosas terribles ocurren.