The Railway Man
El director Jonathan Teplitzky ha tomado como tema un guión basado en la biografía de Eric Lomax. Lomax (Colin Firth), un soldado británico, fue torturado intensamente por los japoneses luego de la caída de Singapur en el 1942. Las profundas heridas sicológicas que le causaron esas experiencias son el tema del filme.
El abuso de los prisioneros de guerra de parte de los nazis y japoneses es legendario por su crueldad. Sobre el asunto nazi, hay muchos y buenos filmes. En el caso de los japoneses el tema ha tenido un tratamiento cinemático variado que en algunos casos ha alcanzado picos importantes.
Lomax vive obsesionado con los trenes de Inglaterra y se sabe los itinerarios de las idas y vueltas de las líneas ferroviarias. Es evidente que es una forma de canalizar las ansiedades que lo afligen. Sube y baja de trenes en un intento de viajar tan lejos como le es posible de sus recuerdos del tiempo que pasó como prisionero. Aprende cosas complicadas y, básicamente, insustanciales para evitar tener que encontrarse con su subconsciente. Se reúne periódicamente con otros compañeros que también estuvieron presos, a conversar sobre esos tiempos. Él, sin embargo, no dice qué fue exactamente lo que le sucedió en el campo de concentración.
En una de sus aventuras nómadas, en las que aprende no solo los itinerarios sino que familiariza con los pueblos y aldeas por los que viaja, conoce accidentalmente a Patti (Nicole Kidman) una mujer que se da cuenta de la bondad y la vulnerabilidad del hombre. Ella le sigue la corriente y, en vez de criticar su obsesión, reconocer que es parte de su vida, y que es lo que a él le satisface.
Eric queda prendado de la belleza y la amabilidad de Patti. Al cabo de un tiempo se da cuenta que es más que una infatuación. Se ha enamorado. Se casan y no pasa mucho tiempo antes de que las viejas heridas comiencen a sangrar.
Se desarrolla una narración que va en retrospección a la caída de Singapur y las experiencias que sufrieron los ingleses y otros prisioneros de los japoneses en la construcción de ferrocarriles a través de la selva. El propósito de los trenes, por supuesto, era suplir abastecimientos, municiones y armas a las fuerzas de ocupación. Las condiciones de trabajo eran pésimas y la naturaleza combatía con toda su fuerza el intento de parte de los japoneses de controlarla. A los cuatro jinetes del Apocalipsis la selva le añadió montañas de piedra maciza, fango, mosquitos, y víboras.
Curiosamente, hay momentos en que la película parece una que está en un multiplex donde en uno de los teatros se exhibe “The Bridge on the River Kwai”. No solo hay mención del famoso río y su puente, sino que los ingleses vuelven a demostrar su flema para bregar con los orientales. Con ellos tuvieron tantos problemas durante la duración del Imperio que cuando, al recibir la orden de rendimiento de Singapur, un soldado dice que se acabó la época imperial, nos impresiona que tuviera tanta vida.
La película es placentera aunque, para mí, predecible. Hasta poco más de la mitad de su duración genera cierto interés psicológico. En ese espacio de tiempo se destacan las actuaciones de Firth y Kidman. Firth es la selección perfecta para interpretar a Lomax y sus escenas de delirio y pesadillas las actúa con precisión y y sin exageraciones. Kidman, su belleza aún reluciente, es tierna y compasiva sin ser demasiado llorosa o débilmente emocional. También se distingue Jeremy Irvine, el muchacho de “The War Horse” como Eric cuando joven.
Luego de llevarnos a través de un recordatorio de las vicisitudes de la construcción del ferrocarril de Tailandia y Birmania, el filme se convierte en uno sobre la inevitabilidad de ciertas muertes, y el deseo de venganza. Pero en vez de convertirse en misteriosa y tensa, se vuelve más predecible aún. Eso debilita el efecto global de la cinta y, por lo menos a mí, me dejó insatisfecho.
Además de la estupenda y brillante “The Bridge on the River Kwai, otras películas han explorado la suerte de prisioneros de los japoneses en la segunda guerra. Entre estas destaco “Three Came Home” (1950), una película en la que Claudette Colbert representó las experiencias verídicas de Agnes Newton Keith, una americana que cayó prisionera de los japoneses durante la ocupación de Borneo por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Su actuación y la de el gran Sessue Hayakawa como el general Suga, jefe del campo de concentración, hacen de ese filme uno memorable. Un tema similar se trató en “Paradise Road”(1997), película que pocos conocen sobre mujeres en un campo de concentración japonés en Sumatra. El elenco es superlativo e incluye a Glenn Close, Frances McDormand y Kate Blanchett. Nadie fue a verla, pero la película vale la pena.
Interesantes también son “Empire of the Sun” y “Merry Christmas, Mr. Lawrence” (1983). La primera trata el prisionero de guerra desde el punto de vista de un niño, que es el alter ego del autor J. G Ballard, y está basada en sus memorias. La otra es una exploración de las relaciones psicológicas que se puede desarrollar entre el prisionero y su apresador bajo ciertas circunstancias.
En el momento en que “The Railway Man” se desvía de describir los tormentos que sufrió Eric Lomax (que incluye “water boarding”) para concentrar en su misión de venganza, hay una extraña sensación de que estamos viendo un análisis clínico de una emoción superficial. Es, francamente, una pena.