¡Todos con Colombia!
Por la construcción de una paz real y duradera
Acaba de anunciarse: “El Gobierno de la República de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, hemos acordado suscribir el presente Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, cuya ejecución pondrá fin de manera definitiva a un conflicto armado de más de cincuenta años.”Tras muchos intentos y cuatro de años de diálogo, con mediaciones en diversas etapas y seis puntos fundamentales de acuerdos, el pasado miércoles 24 de agosto el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y “Timoleón Jiménez”, el máximo jefe de las FARC, estrecharon sus manos avalando el Acuerdo Final[i], integral y definitivo, a que habían llegado en La Habana los negociadores Humberto de la Calle (por el Gobierno) e “Iván Márquez” (por las FARC). Se comprometieron, nada más y nada menos, que a silenciar las armas para siempre. También ratificaron acuerdos previos y aprobaron el resto de los puntos que quedaban en la agenda de negociación. Firmaron ese histórico acuerdo ante líderes mundiales, veedores y garantes del proceso, políticos de la región y familiares de las víctimas de la atroz violencia que ha sufrido Colombia por tantos años. Un hecho de grandes proporciones para el país y también para toda la región de América y el Caribe.
En Colombia hay muchas ganas y voluntad de celebrar este vital acuerdo, que el 2 de octubre deberá ser refrendado por la población en votación formal. Si bien en varias visitas a Colombia en los últimos meses pude captar que la ilusión con este nuevo amanecer se palpa en las calles, en las comunidades, en los debates públicos y en las publicaciones que circulan, hay fuertes detractores del acuerdo de paz, encabezadas por el ex presidente y hoy senador, Álvaro Uribe. Éste ha acusado al gobierno de Santos de “negociar con el terrorismo el modelo democrático, las libertades económicas y las políticas sociales” y considera que lo pactado en La Habana generará nuevas formas de violencia porque duda que las FARC realmente depongan las armas.
Construir esa ansiada paz, que permitiría que 47 millones de colombianos asediados por múltiples formas de violencia desde hace más de medio siglo puedan recuperar una convivencia armónica, no sólo es un compromiso firmado ahora sino un imperativo ético sin el cual no sería posible pensar un futuro promisorio para el país. Colombia, la cuarta nación en extensión territorial y la tercera en población en América Latina, es de una extraordinaria belleza y diversidad natural, con un potencial de desarrollo como tienen pocos países en la región. Su gente trabajadora, amable, luchadora, ha debido enfrentar por décadas el agobio, el miedo, el odio y el dolor que han azotado a campos y ciudades destrozadas por los enfrentamientos entre el ejército colombiano, grupos paramilitares y las guerrillas. Una guerra de medio siglo, que ha dejado cerca de ocho millones de víctimas, entre asesinados, desaparecidos, heridos y desplazados. Se ha estimado que el 82% de las víctimas son de la población civil.
Disposiciones del Acuerdo Final de Paz
El Acuerdo Final generado por el Diálogo de Paz dispone el cese inmediato de fuego y de hostilidades en forma bilateral y definitivo entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, la más importante de Colombia. Establece mecanismos de transición y de verificación que deberán cumplirse para que ello se haga realidad. Contempla la creación de zonas y campamentos donde los guerrilleros podrán reinsertarse en la vida civil -económica, social y política – y en los espacios político-electoral que se abrirán a éstos. El acuerdo dispone también la puesta en marcha de una Reforma Rural Integral, que contribuya a la transformación estructural del campo, y que pueda crear condiciones de bienestar y buen vivir para la población rural. Ello es imprescindible para integrar las ahora fragmentadas regiones, contribuir a erradicar la pobreza, cerrar la inmensa brecha de desigualdad social que persiste y asegurar el pleno disfrute de los derechos humanos a la población. No podemos olvidar que uno de los resultados del conflicto armado ha sido el despojo de tierras y la liquidación del movimiento campesino, otrora de suma importancia en la historia colombiana.
Evidentemente, para asegurar que la paz sea duradera no basta con firmar y ratificar el Acuerdo Final; hay que poner en marcha cambios profundos en la orientación de las políticas públicas para asegurar que las causas que generaron el conflicto se eliminen. Eso lo sabe muy bien Álvaro Uribe, quien con el apoyo del Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y los ex secretarios de Defensa Donald Rumsfeld y de Estado, Colin Powell, diseñó la estrategia de guerra contra las drogas y la guerrilla de Colombia. Con esa estrategia consiguió cuantiosos recursos financieros de la cooperación estadounidense y la Medalla Presidencial de la Libertad, otorgada por Bush en enero de 2009. Hoy, Uribe despliega toda su capacidad política en tratar de que la población colombiana no ratifique el Acuerdo Final de paz recién firmado en La Habana.
A pesar de que Hillary Clinton hizo expresiones recientes avalando el proceso de paz llevado adelante por el presidente Santos y las FARC, queda por verse cuánto del andamiaje de la Embajada de Estados Unidos en Colombia (que tiene allí unos 3,000 funcionarios) está realmente comprometido con estos acuerdos o siguen apostando a la estrategia de Uribe de aplastar sin concesiones a las guerrillas. Sin duda, la incidencia de Estados Unidos en la política colombiana será decisiva en el logro de una paz definitiva en Colombia.
La paz y las condiciones que generaron el conflicto
Es esperanzador confirmar que las partes negociadoras del Acuerdo coinciden en la necesidad de atender las desigualdades que persisten desde hace mucho tiempo en Colombia. En el país se verifican desigualdades diversas muy profundas y crónicas, por su perduración en el tiempo. Es el segundo país más desigual de América Latina y el Caribe, precedido por muy poco margen por Honduras, a pesar de que, en términos de PIB, los colombianos están 74 puestos por encima de los hondureños.[ii] También tiene la mayor participación del 1% más rico en el ingreso total y la concentración de la riqueza ha crecido consistentemente desde 2004. Hoy, el 1% de la población captura más de una quinta parte de la riqueza total.
Cuando analizamos los datos de concentración en la tierra encontramos que Colombia presenta el peor cuadro de la región y uno de los peores del mundo. Según estimaciones del PNUD, el índice de concentración de la tierra es hoy de 0,91. Ello quiere decir que la inmensa mayoría de la población del campo está sujeta a las decisiones de quienes poseen la tierra. Para revertir esa situación habrá que definir y legislar una reforma agraria, a lo cual parecen estar abocados los líderes de la FARC que se proponen entrar a participar activamente en el terreno de la política electoral.
Para hacer efectivo el acuerdo de paz, los colombianos tendrán que ser capaces de generar un nuevo pacto social para aumentar el nivel de gasto social, dado que el mismo es hoy muy bajo; menos de la cuarta parte de lo que se invierte en promedio en el resto de Latinoamérica. Éste es de apenas 400 dólares por habitante, frente a 1.841 dólares por habitante que es el promedio en toda la región.
Este déficit muestra al menos dos cosas: por un lado prioridades presupuestarias equivocadas a lo largo de muchos años, que han privilegiado el gasto militar sobre el social. Para este año fiscal, 2016, en el presupuesto de Colombia se destinó el 13% de los recursos a la guerra, usando para ello cerca de mil millones de dólares. ¡Cuántas escuelas, centros de salud, actividades educativas, deportivas y culturales se podrían hacer con esos recursos! El cese al fuego y de hostilidades debe permitir comenzar a cambiar esas prioridades de inmediato. Pero será imprescindible que desde la sociedad civil se estimulen procesos que puedan fiscalizar hacia dónde se dirigen los recursos ahora destinados a la guerra, así como contribuir a generar una nueva praxis para el establecimiento de prioridades presupuestarias a fin de dirigirlas a erradicar la pobreza y cerrar la brecha de desigualdad social. Si ello no se logra, no habrá paz duradera.
El bajo nivel de recursos asignados al ámbito social en Colombia es también reflejo de la renuencia a usar la política fiscal para mejorar la distribución del ingreso. Bajo el asesoramiento de Estados Unidos, Colombia ha venido aplicando una tributación del 16% del PIB, mientras que el promedio regional es de 23%, que sigue siendo una tasa baja en comparación con el resto del mundo. Por ejemplo, Europa tiene una tasa promedio de tributación del 46% y Estados Unidos de 42%. Para que triunfe la paz duradera, la política económica y social colombiana tendrá que hacer una mudanza conceptual del neoliberalismo rampante hacia una de desarrollo humano integral y sostenible. Este es un desafío que sólo se logrará con un nuevo pacto social.
La violencia cotidiana que apuntala la guerra
El Acuerdo recién firmado incluye algunos otros puntos que también deseo resaltar brevemente. Como sabemos por los medios informativos, desde hace muchos años en Colombia aparecieron organizaciones criminales, no vinculadas a la guerrilla, que han sido responsables de homicidios, secuestros y masacres. El Ministerio de Defensa de Colombia estima que más de 8,000 personas forman parte de estas estructuras y están presentes en casi medio millar de municipios. En demasiadas ocasiones han asesinado o atentado contra líderes comunitarios, de derechos humanos, contra defensores del medioambiente, o de las luchas estudiantiles. Se sospecha que muchas de esas organizaciones reciben apoyo de fuerzas paramilitares o de organizaciones políticas de derecha, algunas subsidiadas desde afuera o con recursos generados por actividades ilícitas, como el narcotráfico.
Las variadas dinámicas del conflicto armado generan riesgos particulares para las mujeres y no es de sorprender que Colombia tenga un serio problema de violencia sexual de mujeres. Según datos de la Defensoría del Pueblo, en Colombia se reportan sobre 5,000 casos de violencia sexual contra mujeres anualmente, lo que equivale a un promedio de 38 diarios. Además, hay cerca de 40,000 casos anuales registrados de otros tipos de violencia contra las mujeres.
La mera firma de un acuerdo de paz no detendrá las diversas formas de violencia que se evidencian en la sociedad colombiana. Es alentador, sin embargo, que la negociación del Acuerdo contemple medidas concretas para enfrentarlas, fortaleciendo instancias en la Policía Nacional y otros organismos de seguridad, o creando nuevas como el Programa Integral de Seguridad y Protección para las Comunidades y Organizaciones en los Territorios.
Colombia tendrá que hacer también un cambio radical de la estrategia de “seguridad democrática” que se siguió durante las presidencias de Uribe con apoyo de Estados Unidos. Para construir la paz es necesario encontrar una solución definitiva al problema de las drogas ilícitas, incluyendo los cultivos de uso ilícito y la producción y comercialización de drogas. Es imprescindible trabajar y lograr un consenso ciudadano sobre cómo desmontar la criminalización del consumo, cómo desbaratar el negocio del narcotráfico, asegurando un enfoque general de derechos humanos y de salud pública. Sin atender esta cuestión las fuerzas que han sostenido la violencia en Colombia a lo largo de tantos años se mantendrán intactas. Felizmente, el Acuerdo Final sienta las bases para moverse en la dirección de abordar el consumo problemático desde una perspectiva salubrista y trabajar para desbaratar el lucrativo negocio de la droga. No será fácil porque a lo largo de muchos años el negocio de la droga permeó muchos sectores de la sociedad colombiana y su desmantelamiento será fuertemente resistido.
El texto del Acuerdo Final explica que desde el inicio de los diálogos el asunto de resarcimiento de las víctimas estuvo en el centro del debate, por la importancia que ello reviste para cientos de miles de personas que han sido afectadas por la guerra. El Acuerdo Final anuncia la creación del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que busca corregir la impunidad. El mismo tendrá mecanismos judiciales que permitan la investigación y sanción de las violaciones a los derechos humanos y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario, con mecanismos extrajudiciales complementarios que contribuyan al esclarecimiento de la verdad de hechos ocurridos, a la búsqueda de las más de 25,000 personas declaradas desaparecidas y a la reparación del daño causado a individuos, grupos y comunidades enteras.
Las partes negociadoras se han puesto de acuerdo en algo que no es fácil: la implementación de los diversos acuerdos para que se generen las condiciones de una paz duradera. Para ello se ha dispuesto la creación de una Comisión de Implementación, Seguimiento y Verificación del Acuerdo Final de Paz y de Resolución de Diferencias. La misma estará integrada por representantes del Gobierno Nacional y de las FARC-EP con el fin, entre otros, de dar seguimiento permanente a los componentes del Acuerdo y verificar su cumplimiento. Además, la Comisión servirá de instancia para la resolución de diferencias e impulsará la legislación que se considere necesaria para viabilizar el proceso de paz.
Adicionalmente, se crea un mecanismo para que la comunidad internacional acompañe el proceso y pueda contribuir a garantizar la implementación del Acuerdo Final. El componente internacional será particularmente importante en los procesos de verificación, como se demostró en el propio proceso de diálogo que llevó a la firma del Acuerdo Final.
Recapitulando…
El fin del conflicto armado abre una nueva era en la historia de Colombia. Nos conmueve constatar la voluntad de las partes negociadoras para superar la enorme cantidad de escollos que se presentaron en el proceso. Hoy hay una ventana de oportunidad para que desde el Acuerdo, y a través de la participación ciudadana, se pueda redefinir el proyecto de desarrollo económico, político, social y cultural del país. La paz es imprescindible para la transformación de Colombia, pero no llegará en piloto automático, aunque sea refrendada por la gran mayoría de los colombianos. No se logrará meramente porque se haya firmado el Acuerdo; debe construirse día a día por toda la sociedad y requiere de cambios notables en prácticas políticas, estatales, sociales y personales.
Generar paz requiere atender los reclamos que generó la violencia, entre ellos superar las abundantes y profundas desigualdades que persisten en Colombia y generar mejores condiciones de vida para toda la población, especialmente para las más vulnerables. En los pasados 60 años fue poco lo que se avanzó en esa dirección; por ello se generó el conflicto armado. El modelo de capitalismo salvaje y neoliberal, concentrador de la riqueza y las desigualdades, apuntaló la confrontación; fue el eje de la guerra. Por ello, si no se define otro rumbo con políticas claras y coherentes, la historia se repetirá.
La mesa está servida. Las grandes mayorías en Colombia vienen soñando con este momento de oportunidad desde hace décadas. Para que coagule el cambio es imprescindible ligar la construcción de la paz con la construcción de un nuevo paradigma de desarrollo: centrado en derechos, más equitativo, más respetuoso de los recursos naturales, más dirigido a apuntalar las capacidades individuales y colectivas de la población y a generar felicidad y buen vivir para todos y todas. Un desarrollo que permita refundar la política sobre bases incluyentes y realmente democráticas, que asegure que los conflictos sociales se diluciden por las vías institucionales, con plenas garantías para quienes participen en política.
Colombia tiene extraordinarios ríos subterráneos de creatividad, bondad, solidaridad y capacidades en todos los órdenes de la vida que pueden mover la rueda del cambio. Comenzar supone que cada persona asuma el desafío de dialogar, educar y convencer a otros de que este cambio bidireccional es imperioso: paz y nuevo desarrollo. Desde Puerto Rico damos la bienvenida a esta nueva era esperanzadora, para Colombia y para quienes soñamos con una América Latina de paz, equidad, justicia y democracia.
[i] Ver texto completo en: http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/texto-completo-del-acuerdo-final-de-paz-entre-gobierno-y-farc/16682556
[ii] Según confirman todas las mediciones del Banco Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y la CEPAL.