Un año más de peregrinaje a la ONU
Recientemente concluyó un año más de peregrinaje al comité de descolonización de la Organización de las Naciones Unidas. Fuimos muchos lo que comparecimos para denunciar el caso de Puerto Rico, la colonia más antigua bajo el imperio estadounidense. Hace 41 años, dicho comité aprobó la primera resolución reconociendo el derecho de Puerto Rico a la autodeterminación e independencia. Cabe preguntarse, ¿por qué un comité de naciones tiene que reconocer algo que parecería natural y obvio? Pues, porque, lamentablemente, somos territorio de la nación más poderosa del planeta, que en su histórica contradicción, va por el mundo “a Dios rogando y con el mazo dando”.
La historia oficial insiste en obviar que los norteamericanos nos invadieron militarmente, en momentos en que asomaba en nuestra vida como pueblo, la esperanza de la autonomía del gobierno español. Con la invasión se nos vendió el sueño de una vida de bonanza y democracia. Poco duró la ilusión. Se nos impuso el idioma inglés, se suplantaron nuestras instituciones judiciales y legislativas. Se impuso la ciudadanía americana y el servicio militar obligatorio. 16,000 soldados puertorriqueños murieron en las guerras de Corea y Vietnam. Paulatinamente, se destruyó nuestra economía agrícola, suplantándola con el establecimiento de industrias de capital estadounidense, lo que tuvo como consecuencia la emigración masiva de obreros no diestros al noreste de los Estados Unidos, donde hoy se encuentra la mitad de nuestra nación. Se esterilizaron mujeres de forma engañosa y se experimentó el uso de la píldora anticonceptiva en otras, ocasionándoles múltiples problemas de salud. Ocuparon gran parte del territorio de Culebra y Vieques para prácticas militares, dejando a su paso enorme contaminación, abandono enfermedad y muerte. Hoy, la marina rehúsa limpiar toda la basura tóxica depositada en los mares y terrenos de la Isla Nena, mientras Vieques mantiene el índice de cáncer más alto en todo el país.
La brutal represión contra las fuerzas patrióticas que enfrentaron el abuso de las agencias de seguridad del gobierno norteamericano, dejó decenas de independentistas apresados, perseguidos y asesinados. El asesinato de Filiberto Ojeda Ríos, ejecutado por el FBI, sigue impune. Con nuestros presos políticos se experimentó con radiación, siendo una de sus víctimas, uno de nuestros más ilustres patriotas, el Dr. Pedro Albizu Campos. Como trofeo de esta cruenta ola represiva, aun mantienen en sus cárceles, luego de 32 años de cruel encierro, al preso político más antiguo del mundo y héroe de nuestra lucha libertaria, Oscar López Rivera, cuya excarcelación hoy reclama todo el país.
El Estado Libre Asociado de Puerto Rico fue el disfraz de la colonia con la que se aprobó una Constitución, sujeta a la jurisdicción del gobierno federal. Proyectando que con ello Puerto Rico había logrado un nivel de gobierno propio, E.U. logró que se nos excluyera de la lista de territorios coloniales, con lo que se les eximió de someter los informes requeridos bajo el artículo 73(e) de la carta de la ONU. Resulta patente el engaño fraguado por los E.U. con el contubernio del gobierno local de entonces, encabezado por Luis Muñoz Marín.
Luego de 115 años como colonia de los E.U. y a 61 años de inaugurado el ELA, ese país controla el comercio, la inmigración, el correo, las aduanas, nuestro espacio aéreo y costas, las comunicaciones, la seguridad, nuestra entrada y salida del país. Nos imponen la aplicación absoluta de las leyes de cabotaje, impidiéndonos utilizar embarcaciones internacionales para el transporte de carga marítima, que resultan más eficientes y económicas. En fin, todos los órdenes de nuestra vida están controlados por leyes federales. Seguimos siendo una colonia clásica.
Nuestro reclamo de soberanía tiene que ocupar todos los espacios posibles y requiere la solidaridad de los pueblos libres del mundo, para desenmascarar a la nación que se proclama defensora de los derechos humanos y que, flagrantemente, viola los nuestros. Decía el patriota ya fallecido, Juan Mari Brás, que “el coloniaje es la esclavitud llevada al plano de las naciones”. Puerto Rico, como nación latinoamericana y caribeña, merece liberarse del coloniaje, en momentos en que la crisis que padecemos se hace más evidente y cruel.
Recientemente, el escritor puertorriqueño y profesor de Humanidades y Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Ricio, Eduardo Lalo, ganó la edición XVIII del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por su obra «Simone”. Al conocer de la premiación, Lalo indicó que el premio tiene más valor si se tiene en cuenta que le ha sido concedido a un autor de lo que denominó como «un país invisible», que se encuentra fuera de los focos de la atención internacional y aislado en el Caribe. Resulta por demás, trágico reconocer, que ante los ojos del mundo, Puerto Rico sigue siendo un país invisible, como consecuencia de la relación colonial en la que E. U. le ha mantenido por 115 años. Es hora de arreciar la lucha a todos los niveles, reclamando que se le haga justicia a un pueblo valeroso que ha resistido al embate de un gobierno abusador que lo ha explotado y empobrecido económica y espiritualmente.