Un arco y una flecha nacional a la metrópolis
Acaban de dar la triste noticia del cierre de la librería La Tertulia ubicada en el corazón de la ciudad universitaria de Río Piedras. Sus dueños, los hermanos Torres, resistieron como ausubos, pero se impuso esta crisis que lo tritura todo. Se acabó una época de cierto ascenso y toca fondo una nueva etapa de abandono imperial. Tenemos que comprender los cambios para timonear y transformar para bien ético la nueva realidad de nuestra patria.
Desde las primeras décadas del siglo 20, luego de la Revolución Rusa de los pobres en octubre de 1917 (que pronto cumple su 100 Aniversario) hasta el 1980, hubo una época de valorización del trabajo mediante una reducción menguada del capital, desarrollo del estado benefactor y un ascenso de la visión solidaria global. Esta época impactó a un movimiento religioso solidario, movimientos obreros, cooperativos y sociales, alianzas de países no alineados y una contestataria Naciones Unidas hacia las aberraciones morales e injustas como el apartheid y el colonialismo.
Con la inmoralidad estalinista, estatista, de capitalismo de Estado y surgimiento de una nueva clase burocrática desviada, fue deteriorándose hasta colapsar el socialismo real con la desaparición del bloque socialista en 1989. Mientras tanto, desde los años 80, comenzó una ofensiva del capital, feroz, egoísta, neoliberal, para acaparar el mundo, triturar todo lo que signifique valorización del trabajo y la solidaridad social. Hasta China y Rusia se desviaron al capitalismo. Hoy el capital es más rico y poderoso y los trabajadores y pobres, más pobres. Hoy en día se disputa qué estado o bloques capitalistas regentearán el mundo.
La izquierda perdió su brújula en esa crisis de las ideas. Y hoy ensaya proyectos más de tendencias socialdemócratas, unas más radicales que otras, con sistemas pluriclasistas, de economía mixta y distribución de las riquezas con amplios programas de beneficiencia social: en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Brasil, y hacia esa dirección transita Cuba desde el periodo especial y el establecimiento de la empresa mixta y el cuenta propismo.
Esa disputa se refleja en los senos de las potencias de Estados Unidos e Inglaterra con la polarización de proyectos socialdemócratas, ejemplo el Sanderismo, frente al descaro egoísta supremacista del Trumpismo.
En nuestra tierra se han reflejado esas corrientes globales egoístas, coloniales, con el abandono de la colonia por la metrópolis, la terminación del mercado exclusivo con la firma de tratados de libre comercio, eliminación de las 936, no ofrecer alternativas a una colonia que no tiene poderes de soberanía para crear y proteger riqueza ni imponer tributos al capital foráneo. El resultado ha sido desde el 2000 el crecimiento exponencial de la deuda pública impagable (de $24 billones a $122 billones, incluidos los sistemas de retiro) causada por el control y abandono de la metrópolis, depresión de más de una década, pérdida de centenares de miles de empleos, desvalorización y pérdida de las riquezas de los boricuas, éxodo masivo, pobreza y quiebra de las mayorías.
Recuerdo los años 1960 y 70. La ciudad universitaria era el centro, florecía el comercio en la calle de Diego. La educación universitaria era la esperanza del ascenso social y superación de grandes sectores. La ciudad de la luz se enfrentó a las fuerzas de derecha pero al fin y al cabo se sobreponía. En el campo se vio un mejoramiento en las viviendas e infraestructuras de carreteras, agua, luz y comunicaciones. Ya mis amigos de la niñez del campo no andaban descalzos, y pronto los vi educados, progresando, con negocios y trabajos remunerados. Esa época de bonanza se acabó. Nuestros campos y ciudades vuelven a los pies descalzos, pérdidas de hogares y escuelas, terrenos baldíos, decrecimiento poblacional con el éxodo, desaparición del asfalto y renacimiento de hoyos de barro, caminantes de a pie, flagelos de las drogas y corrupción, destrucción de la misión universitaria y educativa como servicios esenciales, deterioro en los sistemas de salud. Es decir, espiral abajo hacia un hoyo negro.
Mientras desaparecen los pequeños comercios como La Tertulia, todo se concentra en los grandes centros comerciales, y allá tienen que mudarse las nuevas librerías. Veremos cuánto tiempo se sostienen Plaza Las Américas y el Mall of San Juan. Porque cada día los pequeños comerciantes cierran en esas plazas, resisten las cadenas foráneas, pero ya veremos hasta cuándo, porque necesitan un pueblo con dinero que vaya a gastar en compras, dinero que cada vez es menor y pronto no dará ni para la subsistencia. Así que la trituradora afecta y afectará a todos. Y en esa nueva coyuntura de la escasez, tendrá que desarrollarse una nueva visión solidaria, un nuevo bloque histórico que voltee patas arriba esta colonia.
Mientras tanto, no le va bien a la estadidad en el Congreso. Los congresistas no le hacen caso al gobernador con el resultado del plebiscito mongo, inservible e inmoral. Estoy deseoso de que lleguen los 7 delegados a las escalinatas del Capitolio y que reciban las reacciones de sus «ídolos». Todo es cuestión de tiempo. Habrá algunos sin remedio a quienes les gustarán las bofetadas del maltratante. Habrá muchos que decepcionados desvanecerán quimeras y comprenderán educados que la independencia no es ni el infierno ni el limbo, sino el sitial digno para nuestra nación.
Hay que diseñar un arco, lo llamo un Congreso de pueblo para la descolonización, que convoque a elecciones para una Asamblea Constitucional inclusiva de todos los sectores, solvente y permanente. Hay que construir una flecha, que es el pueblo organizado para el rescate de su soberanía, mediante la asamblea constitucional de delegados, paralela desde la sociedad civil, desde la isla y la diáspora, ante el boicot del bipartidismo-para enfrentar la metrópolis, negociar con ella, exigir la reparación de agravios por el coloniaje, asunción de la deuda pública que es de su exclusiva responsabilidad, establecer un plan de transición y decretar la independencia nacional. Construir una economía mixta, en una alianza pluriclasista, donde el capital foráneo y la economía informal paguen impuestos razonables por eventos locales que hoy no tributan, para tener actividad económica, recaudos justos suficientes para planes universales de beneficencia, salarios y pensiones dignas para toda la población. Eso es posible. Se está haciendo en Latinoamérica: son economías mixtas con capitalismo, cooperativas y proyectos estatales. Eso no debería presentar contradicciones con un futuro gobierno tipo Bernie Sanders en la metrópolis, ni presentar objeciones a los empresarios medianos como Mueblerías Berrios, grandes como la Holsum y Pueblo, o pequeños como los de La Tertulia y los trabajadores puertorriqueños. Caminemos sin miedo hacia adelante.