Un casito de jaibería para la historia
¿Cómo puede la isla mantenerse en estas condiciones? Y ustedes tan tranquilos. A veces se nos quedan mirando para ver si les hemos dicho la verdad o si estamos bromeando. Están locos, es lo que probablemente piensan, pero lo disimulan. No quieren hacernos sentir mal porque la deuda es de las más grandes, sino la más grande, de las que tienen noticia y si fueran ellos no se sentirían tan despreocupados como nos vemos nosotros.
¿Y ustedes todavía tan laissez faire, relajados y hasta contentos? Cuando se expresan de esta forma ya son presa de la condescendencia. Se podría pensar que al tratarnos así nos insultan, pero sabemos que no lo hacen de mala fe. Es el Caribe, nos sueltan. Y si nos escuchan decir que no hay estados auditados y no les ponemos un poco de cara seria al decírselos, comienzan a tratarnos como si fuéramos espectáculo circense. Ustedes son algo muy especial, tarde o temprano añaden entre risas, más o menos compadeciéndonos.
Si son europeos nos mencionan a Irlanda y desde luego a Grecia, la primera para que veamos que es posible la recuperación; la segunda para que no nos hagamos de ilusiones y vayamos entendiendo, pues nos conviene, que en ciertas ocasiones la recuperación es imposible. Si son latinoamericanos, nos comprenden un poquito mejor. Traen a colación el “periodo especial” cubano o nos mencionan a la Argentina, la pobre, en la que todavía hay tanto jubilado guiando taxis cuando ya debían haberse ido para sus casas a descansar, ¿pero a descansar con qué plata? Y Venezuela, repleta de petróleo, mire usted ya ve. Tienen más petróleo que ustedes granitos de arena en sus playas y todavía con tantos problemas. Además hay países que nunca han salido de sus “periodos especiales”, comentan en voz baja como para consolarnos.
Quienes no nos entienden y cambian eventualmente el tema de la conversación son los americanos de Estados Unidos, quienes no saben dónde queda Puerto Rico hasta que se montan en el avión que los trae hasta aquí y se enteran por el mapita de la línea aérea que señala las rutas de vuelo. Lo de si tenemos algún vínculo especial con el país de ellos no les interesa, pero suponen que no. Si se les dice que tenemos pasaportes como los suyos, fruto de la común ciudadanía, se sorprenden. O sea, nos dicen en inglés, que ustedes son americanos también. “Nou nou nou”, imposible. Si insistimos en que además tenemos común defensa y común moneda, alzan la cabeza y mueven el cuello como buscando en el horizonte los portaaviones que nosotros aportamos a su flota. Entonces para enriquecer el análisis de nuestra supuesta crisis, nos traen a colación a Washington DC y a Detroit como imprescindibles referencias históricas, algo escasos de familiaridad con verdaderos desastres económico-históricos como la República de Weimar o su propia depresión de finales de los años veinte del siglo pasado. ¿Y qué van a hacer?, añaden entonces haciendo gala de algún tipo de solidaridad que nosotros no entendemos. Luego nos preguntan por dónde se llega más rápido a Luquillo.
Nadie entiende nuestra insistencia en continuar alegando que nosotros no nos pudimos haber metido en el problema este de una deuda que deja a todos aquellos no boricuas a quienes se los contamos con la boca abierta. Es que quizás no lo vemos como problema. Por eso no podemos coger en serio intentar salir de él. ¿Qué problema? Como si se fuera a acabar el mundo.
Problemas son si yo, yo solito, dejo de pagar la casa, si yo, solo yo, dejo de pagar el carro, si me sobregiro yo por mi cuenta, pero los chavos que el país le debe a los llamados bonistas y a bancos internacionales eso es asunto de otros, de los Alejandro y los Fortuño, de Aníbal, Sila y de Rosselló, y por ahí pa’bajo. El problema lo tiene el Gobierno, nosotros no tenemos ningún problema na’, pues nosotros no somos quienes los cogimos prestado. Los gobernadores ni nos lo informaron. Así que fueron ellos, los gobernadores, los políticos en general, y el Gobierno con G mayúscula los que se metieron en el lío, no nosotros, por lo menos yo no. El Gobierno, los políticos y para que no se nos olvide, también los americanos, como aquel que iba para Luquillo y probablemente después para las Croabas.
No es que pretenda eximir a los políticos boricuas, pues inocentes no son, pero la verdad es que los americanos son los más responsables de todos porque debieron haber sido honestos desde un principio y no lo fueron, perdiendo de vista aquello de la común moneda. ¿Compartimos o no compartimos de verdad lo que se afirmó que tendríamos en común? Si nunca estuvo en sus mentes compartir la moneda, uno de los elementos fundamentales que tenemos en común, nos los hubieran dicho antes y nosotros le hubiéramos puesto fin a la relación, que bastante cara que nos está saliendo, ¿no es cierto?
Pensándolo bien otra vez, son los americanos los más responsables, los mismísimos que predican la moral en paños menores pues ellos, según se puede constatar fácilmente en Time Square, tienen una deuda muchísimo mayor que la nuestra y que crece cada segundo. Y a ver si se la sacamos en cara. No, porque nosotros no somos así. En nuestra relación de común moneda, común defensa y común ciudadanía nosotros nunca les sacamos en cara tales desvaríos. Y así como van las cosas, con la deuda que tienen somos nosotros quienes vamos a tener que ayudarlos cuando ya no puedan pagarla, pues dicen que ya anda por los miles de trillones. ¿De dónde van a sacar tantos chavos? La nuestra no es ni un por ciento de la de ellos y si colaboran hoy con nosotros, mañana nosotros podríamos colaborar con ellos.
No es que en el fondo de nuestro corazón, según nos acusarán, nosotros estemos convencidos de que los americanos de allá arriba son unos bobos y que no tienen la calle que nosotros tenemos, o que nos sintamos mejores que ellos. Por el contrario, uno tiene que espabilarse ante el americano, que parece ser el mismo donde quiera que se pare. No se pueden coger a la ligera. De hecho, al principio creíamos, incluyendo a Hostos, que eran una cosa extraordinaria, pero poco a poco fuimos averiguando que eran unos pobres diablos que tendían a coger en serio asuntos que para nosotros eran triviales, gente floja a final de cuentas. Algunos los han considerado generosos, pero otros no han visto en ellos más que la peor escoria, mezquinos y abusadores. Aunque estos son los menos. Los más saben que ellos se la pasan pensando en nosotros y por eso no pueden ser tan malos.
Como van las cosas con su deuda externa, nosotros no debemos ni imaginarnos abandonarlos. Después de todo no son tan malas personas como algunos alegan. En realidad son como casi todo el mundo, gente interesada en adelantar su propia agenda, igual que nosotros. Quizás antes vestían, comían y vivían de forma distinta a nosotros, pero ya no. Ahora en los dos países se usan pantalones y camisas hechas en el Oriente, se come en McDonald’s y se canta y se baila al ritmo de Madonna y de Ricky, el que baila, no el otro, que quién sabe si pronto, camino a noviembre, también lo veremos bailando. Nos parecemos cada vez más, como se parecen cada vez más los rusos y los tailandeses, y los salvadoreños y los egipcios, cierto es, aunque en el caso de nosotros, que somos tan especiales, no nos llegamos a confundir del todo, como pasa en el caso de los anteriores. Nosotros nos mantenemos distintos porque sabemos que somos distintos. Lo chévere es que los dos países se comprenden y tarde o temprano nos ayudarán, como nosotros los ayudaríamos si confrontaran una situación similar. Les conviene porque cualquier día de estos se vira la tortilla y somos nosotros los llamados a salvarlos a ellos.