Un fantasma recorre el campus universitario
es posmoderno, izquierdista y latinoamericano
A ese fantasma los sabios de Fortuño lo van a espantar con un “golpe de timón”. ¿Será como el golpe de timón del ya notorio Capitán Schettino del Costa Concordia? ¿Quédará la UPR (En) Callada? (Perdón, Rafa Acevedo). La lectura del Informe del Comité Asesor del Gobernador Sobre el Futuro de la Educación Superior en Puerto Rico me hace pensar qué podría ser. Veamos.
Este semestre comencé mi curso como lo he hecho hace décadas. Me siento sobre el escritorio y desde mi percha profesoral miro con detenimiento a los jóvenes que han optado por mi curso. Eso, claro, después de los consabidos Hola, Buenos días y demás frases civilizadas de tiempos pasados que aún compartimos en Puerto Rico con mala costumbre latinoamericana. Les miro con cariño, con los ojos de la experiencia. Miro sus ojos, sus caras, sus sonrisas, varones, hembras, gordos, flacos, todos lindos, con la lindura de la juventud y la esperanza. Miro con una óptica algo antroposociológica y pedagógica los ropajes que llevan, los libros que cargan, reparto hojas, me llenan el formulario, comienzo a conocer sus nombres, las disciplinas que estudian; cinematografía, música, teatro, arquitectura, biología, bellas artes, relaciones públicas y publicidad, periodismo; maravillosa interdisciplinariedad, todos interesados en la comunicación. Pienso: cuáles serán las A a fin de semestre, cuáles las bajas, cuáles los cuentos contados en la oficina.
Ellos me miran con curiosidad. ¿Cómo será esta señora con la que tendré un encuentro de hora veinte dos veces por semana? Les insisto desde el primer día que todo universitario, especialmente los de las disciplinas de la comunicación, debe manejar con soltura y propiedad su lengua castellana, le contesto que sí a su pregunta de si la redacción cuenta para su nota final. Lo único propio de la universidad virtual es la petición, en la hoja repartida, de su correo electrónico. Sí, a pesar de mis años manejo un poco eso de la cibernética, es una buena herramienta tecnológica, “a la altura del siglo XXI”, cosa que parece fascinar a los sabios de Fortuño pues como dice Claridad, repiten la frase como una mantra, pero para la enseñanza, la de verdad no la de marca Wikipedia, prefiero el diálogo, en persona, frente a frente. Ese viejo proceso de comunicación que utilizamos los homo sapiens desde que nos sentábamos frente a los fuegos a escuchar las lecciones de los viejos sabios, pasando por las lecciones de viejos hebreos, viejos atenienses, viejos clérigos hasta llegar a los fantasmagóricos posmodernos, izquierdistas y latinoamericanos de hoy día; y dicho sea de paso, mis profesores en los EEUU también tenían esta mala costumbre.
También esta primera semana de clases me reuní en mi oficina con un estudiante del pasado semestre. ¡Uf!, ¿qué pensarán los sabios de Fortuño? Sin duda que no resulta “rentable”, no es un empleo eficiente del tiempo, reunirme con un chico que ya pasó el curso el semestre pasado y no paga “cuota” para volver a conversar con su profesora. Pues sepan los sabios fortuñistas que sí, “pierdo” parte del tiempo por el cual me paga el sueldo el pueblo de Puerto Rico (no señores, no es el gobierno, nuestros sueldos los pagan los trabajadores puertorriqueños que sí pagan los servicios gubernamentales como el agua, la energía eléctirca, el CRIM, las contribuciones sobre el ingreso y todos los demás impuestos que pagamos). Y sí, me reúno con estudiantes de tiempos pasados y con cualquiera que interese hablar conmigo. En este caso nuestra conversación creo que fue muy productiva tanto para el estudiante como para mí que también aprendí algo. Aprendimos en términos académicos universitarios, desgraciadamente no en términos empresariales. Es que, como implica el Informe, los moros viejos somos malos crisitianos, sigo siendo académica y no empresaria “a la altura del siglo XXI”.
Les recomiendo a todos los universitarios –docentes, estudiantes y no docentes– la lectura del susodicho Informe pues va dirigido a darnos un “golpe de timón” y transformar sustantivamente nuestras vidas profesionales y estudiantiles. Duro de leer pues está escrito en algo así como una mescolanza mercantil del inglés, el castellano, múltiples siglas, lenguaje al que no estamos acostumbrados en la academia. No sé quién o quiénes redactaron el documento, pero tal parece que fueron entes cibernéticos alienígenas que no tuvieron la capacidad de buscar un buen editor que revisara el “producto” de su poco intelectual y académico trabajo. Supongo que según afirman en la sección titulada «Marco Filosófico», que debe ser el trabajo académico, trataron de crear un engendro que sea generador de “ideas que resulten en nuevos productos, bienes y servicios que se produzcan en Puerto Rico y se vendan en los mercados globales”. De paso, bajo esa rúbrica no hay nada que se parezca a una filosofía, al menos no con el sentido que la aprendí en las facultad de Humanidades y Ciencias Sociales en la UPR y la Universidad de Columbia –lo admito- hace bastantes años.
Voy a dar sólo unos breves señalamientos sobre algunos elementos del aludido documento que, tras una primera y muy rápida lectura me llamaron la atención.
Lo primero que me llama la atención en este documento es su falta de perspectiva histórica, la falta total de contextualización. Bendito sea, es que también en la Facultad de Humanidades aprendí que los seres humanos tenemos historia y que debe ser un componente indispensable en los análisis que hacemos de nuestra sociedad y sus instituciones para comprender los contextos donde surgen los asuntos que estudiamos. La UPR señores tiene historia, plagada de alzas y bajas pero bien les valdría revisarla. La profesora Aurora Lauzardo, perdonen que cite a una colega de la Facultad de Humanidades, escribió un breve artículo titulado La Universidad de la que no se habla. Léanlo señores, se alegrarán de saber que está en la Red. Probablemente su obsesiva compulsión a dar cara al Siglo 21, estar a la altura del siglo 21, dejar de mirar al pasado y poner su mirada en el futuro, su postura de que lo creado hace cuarenta años no resulta apropiado para los retos del Siglo 21, frases repetidas casi en cada página del Informe, les aleja y resta capacidad para la comprensión de la historia.
Para más, nunca explican a qué se refieren con esto de estar “a la altura del Siglo 21”, con frases como “El crecimiento acelerado del conocimiento humano hará la educación, particularmente la educación técnica y profesional, obsoleta cada 2-3 años”. De nuevo, parecen creer que se trata de su “rentabilidad en un mercado de empleos cambiante”. Vale sí, eso de un mercado de empleos cambiante en parte es cierto, pero también lo es que un profesor, un psicólogo, médico, abogado, arquitecto, artista o teatrero no deben ser sólo máquinas con buena capacidad tecnológica rentable, son y deben ser, seres humanos, educados, conocedores de sus ciencias, sus profesiones y la historia que les sostiene y abona. De un conocimiento amplio, profundo y múltiple, eso que realmente les define como universitarios. ¿Según su perspectiva, qué nos encierra en la obsolescencia? ¿Las disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, las artes, la cultura? ¿La preocupación por nuestro país –preocupación que ellos tildan de nacionalista, el interés por el posmodernismo, ambas plagas que creen son “persuación” particular de los profesores de las facultades de Ciencias Sociales y Humanidades?
En mi experiencia ocurre lo mismo con los estudiantes. Muy buenos estudiantes de comunicación que resultan ser los que llegan de Sociales, Humanidades, Arquitectura, Naturales y sí hasta de Administración de Empresas los he tenido excelentes. Deberían, estos sabios, pensar con calma sobre lo que implica la cita de Clark Kerr que le sirve de epígrafe a uno de sus informes: “The university is so many things to so many different people that it must, of necessity, be partially at war with itself”. Importante ahí eso de «necesariamente». De eso se trata la comunidad universitaria, de un grupo de personas dedicadas al estudio, a la creación de conocimiento, personas que dentro de su unidad de propósito tienen múltiples intereses, ideas diferentes, a veces encontradas y que también se dedican a debatir sus investigaciones, sus hallazgos, sus diferendos pues ese es un proceso indispensable para aguijonear su imaginación, creatividad y conocimiento. Mucho respeto señores a las diferencias.
De paso, un elemento algo autocrítico. ¿Qué nos ha pasado que andamos encerrados en el individualismo, en el retraimiento? Hay causas estructurales, institucionales y personales. El autoritarismo que ha imperado en la UPR y las crisis políticas nacionales de múltiple índole (me perdonan el uso de ese vocablo tan peligroso –nacional) así como la incapacidad de rectores y presidentes pasados y presentes, situaciones que con el correr del tiempo pueden deprimir y desilusionar a muchos, a otros, esos jóvenes tan importantes para el crecimiento y sostenimiento de cualquier universidad, la inseguridad laboral les desalienta a expresar sus sentires, inclusive asuntos tan aparentemente pedestres como el cierre de salas y centros para la reunión de la facultad y los estudiantes para tertuliar y conversar, así como la dejadez, conduce a muchos universitarios por esa senda. ¿Cuántos años hace que la comunidad de profesores del recinto no se reúne como eso, como claustro universitario? Recuerdo cuando, hace ya muchos años, esas reuniones eran un asunto regular y también recuerdo lo mucho que aprendí en ellas cuando empezaba mi carrera como profesora. Escuchar los debates entre Don Jaime Benítez, Doña Margot Arce, Manrique Cabrera, Milton Pabón, Héctor Estades, José Arsenio Torres, Don Julio García Díaz, Pablo García Rodríguez fue muy aleccionador y una lección importante fue reconocer y admirar la capacidad para debatir, duro, fuerte, sobre los diferendos tan grandes entre unos y otros.
Otra falla del Informe es hablar de lo que no se conoce, trampa en la cual ningún universitario debería caer. Su aseveración de que “grandes sectores de las humanidades y de las ciencias sociales han adoptado una filosofía llamada “posmodernismo” que consiste en una corriente intelectual caracterizada por el «rechazo a la metodología científica moderna, a la verdad objetiva y particularmente a la racionalidad de la sociedad moderna occidental, a la que consideran decadente”. Grave problema la falta de lectura. Peor aún desde su perspectiva pues es tanto y tanto lo que puede leerse sobre el tema en la Red. Eso sí, con calma para poder comprenderlo y he ahí parte de su problema. Para alcanzar esa comprensión el mejor camino no es Wikipedia ni Google. Mejor ir a una biblioteca o a una librería. ¡Uf, qué anticuado! Buscar los textos, leerlos, hacerle anotaciones al margen, buscar las referencias a las que aluden los autores, pensar sobre lo leído. Importante para esa comprensión del posmodernismo: volver a los textos, perdón ya sé que algo viejos, de Platón, Aristóteles, Kant, por ejemplo, los pueden leer en un Kindle si prefieren. Pero. . . como afirman algunos analistas de la cibernética, algunos inclusive estadounidenses, la virtualidad que nos arropa nos está robando también la capacidad para leer y comprender lo que leemos: that´s what the Internet is doing to our brains”. (Algunos profesores educados en las ciencias sociales y las humanidades también podemos manejar el inglés.)
Pienso que a nuestros sabios fortuñistas no les vendría mal leer a Manuel Castells, Nicholas Carr, Sherry Turkel o Evgeny Morozov, por ejemplo. ¡Ay! se me olvida y recurro a vetustas costumbres profesorales de esa universidad que tenemos que superar para estar “a la altura del Siglo 21”. Ver la cibernética con pespectiva mesiánica es una absurda simplificación de la realidad y peor aún, una simplificación que encubre la realidad, encapacitando la labor de realmente escudriñarla. Qué curioso resulta constatar que sus fuentes son tan unidimensionales, homogéneas. Citan el Suplemento de Educación Superior del Times de Londres y se olvidan que hay quienes leemos los diarios internacionales, que nos tratamos de mantener al día y leemos fuentes muy diversas. Por ejemplo, Howard Hotson publicó en el London Review of Books (2/6/11) un excelente artículo muy crítico de lo que ocurre con la intervención gubernamental neoliberal en las universidades en Gran Bretaña o el de Anthony Grafton, «Britain: The Disgrace of the Universities» del 10 de marzo del 2010, o el que escribió junto a James Grossman, ambos publicados en el New York Review of Books. Vean los valiosos artículos sobre las universidades en los EEUU y Europa de Stanley Fish, Sam Dillon, Graham Bowley, Jack Schuster, Martin Finkelstein o Sheila Salughter, Gary Rhoades. Y desde la maldecida América Latina mucho también se ha escrito sobre la universidad y su importancia hoy día desde México, Argentina, Chile, Perú, inclusive por el Nobel Vargas Llosa y en nuestro Caribe también. En España filósofos como Fernando Savater también han escrito sobre la situación de las universidades. ¡Qué aislados del mundo globalizado viven estos señores que tanto admiran la globalización!
Parecen creer nuestros sabios que la cibernética sana y salva. Es una obviedad decir que es una herramienta, una tecnología casi indispensable en la docencia hoy día, pero dudo mucho que con una universidad virtual se vaya por ejemplo a resolver el problema al que ellos mismos aluden y que ha quedado de manifiesto en la prensa nacional en estos días de la situación actual de empobrecimiento de la preparación y capacidad académica de los maestros de primaria y secundaria en Puerto Rico. Es una herramienta invaluable para las tareas de investigación pero no hace, de por sí, buenos investigadores, académicos e intelectuales creativos, imaginativos capaces de engendrar nuevos conocimientos, nuevas obras en las artes plásticas, escénicas, en la literatura, en las ciencias. Esa capacidad se logra con el estudio, con la comunicación con los que nos anteceden en los siglos anteriores –sí, mis profesores universitarios me enseñaron a comunicarme con Arquímedes, Harvey, Platón, Cervantes, Rembrant- y con los que nos anteceden en la universidad de hoy día. Eso se logra a través del debate, la discusión con profesores y pares en el salón de clases y en el laboratorio. Eso se aprende con una práctica que no se logra virtualmente.
El análisis hecho es desde una óptica totalmente comercial, mercantil, gerencial. La jerga linguística que parte de esta postura también lo es. Lo correcto, lo que “está a la altura del Siglo 21” parece ser la rentabilidad. La función de la educación universitaria es “el desarrollo de destrezas empresariales en los estudiantes”. Definen el conocimiento relevante para nuestra sociedad como uno que “forme trabajadores del conocimiento, generadores de ideas que resulten en nuevos productos, bienes y servicios que produzcan en Puerto Rico y vendan en los mercados globales”. Hay que producir “bienes y servicios de mayor valor agregado”. No sé, pero cuando leí esto no pensé que se referían a los cuentos de Magali García Ramis, a las novelas de Edgardo Rodríguez Juliá o Rafa Acevedo ni a las pinturas de Elizam Escobar o las composiciones de Aponte Ledeé aunque todos “venden” sus “productos” en los mercados nacionales e internacionales.
Las recomendaciones del Comité merecen un cuidadoso estudio. Se propone una nueva Ley. No puedo resumir aquí todas esas recomendaciones pero cuando las leía a mí me me dio un tufo a búsqueda autoritaria de mayor control sobre la institución y sus miembros. No se trata sólo de rechazar la lucha por los derechos humanos y el militarismo, apreciar las tendencias de la filosofía, ya no tan nuevas aunque ellos no lo crean, como el posmodernismo ni de querer establecer el tan hereje y peligroso co-gobierno a lo Córdova. Se trata inclusive de rechazar la mayor participación en la gobernanza de la institución como pedía el pasado informe de la Middle States. Unas recomendaciones que ni mencionan al sector no docente universitario. Un silencio que me hace pensar que para ellos los no docentes no son universitarios. Pues sí señores, lo son, mucha falta que nos hacen, mucho que nos facilitan nuestras tareas a los estudiantes y docentes y mucho que he aprendido yo de ellos a través de mis décadas universitarias sobre lo que es y cómo funciona una universidad.
Muy poco nos dicen sobre los estudiantes aunque sí catalogan su participación en las pasadas huelgas sólo como promotoras de la anarquía. Es cierto que tanto profesores como estudiantes y no docentes podríamos ser más autocríticos de nuestra actividad universitaria dentro y fuera de salones y oficinas. ¿Pero es más autoritarismo, más imposición desde fuera, más acción partidista política, menos participación desde dentro de la universidad lo que va a resolver nuestros problemas? Esta nueva ley que proponen es parte de lo que llaman el “tercer escenario” su “golpe de timón” necesario aparentemente para “romper el nudo Gordinano que ahorca y asfixia a la UPR”. No le veo buenas perspectivas a este “golpe de timón”. Puede que también haga encallar al barco. Grave peligro que en gran medida es producto de imponer cambios desde fuera de la comunidad universitaria respondiendo como obviamente lo hace este comité, a intereses político partidistas y no universitarios. ¿Pueden coincidir los intereses partidistas y los universitarios? Claro que sí, especialmente debe ser así cuando de una universidad del estado se trata, pero para eso hace falta debate, discusión, consideración y respeto para que puedan fluir los diferendos y nos enriquezcan. No es callando voces que se logra esa coincidencia de intereses.
Hablan estos señores de la “necesidad de promover un cambio de cultura institucional para traer la universidad al siglo 21”. Recomiendan que: “La alta gerencia tendrá la responsabilidad de formular un programa de transformación cultural bien conceptualizado e implementado que se conoce en la gerencia de corporaciones y la academia como un programa de manejo de cambio (“change management”). Esto es parte de su “golpe de timón”.
Finalizo con una cita optimista de Juan Goytisolo y me perdonan los sabios fortuñistas por referirme a un intelectual que además de ese grave pecado también sobrepasa por mucho la veintena de años. Dice Goytisolo: “Sí, sabemos hoy más y más cosas, y cada vez menos importantes. El dios Mercado se arroga el papel de principal educador: ha sustituido al profesorado en su tarea gracias a una publicidad omnímoda que subyuga a niños, adolescentes y jóvenes superconectados con la Red y ha reducido sus vocabularios a una serie de sintagmas abreviados. . . . » Tal parece que ha subyugado también a otros mayores como el Comité fortuñista. Menos mal que el optimismo del escritor español le lleva también a afirmar que: “Son millones las personas que no se resignan a perder la memoria activa de lo creado en el presente y los pasados siglos”. Entre esos millones nos encontramos muchos profesores universitarios y me consta, muchos jóvenes estudiantes también.
Muchas veces he conversado con colegas, profesores y estudiantes y no docentes sobre la erosión que ha sufrido la cultura universitaria hoy día. Producto, en parte, de la cibernética. Estar pegados a esos artilugios microelectrónicos ha convertido a muchos en seres twitter, que como dice Goytisolo balbucean sintagmas abreviados y que sólo leen Wikipedia, que han perdido la capacidad de concentración, de comprensión lógica, del pensar. Sí hace falta discutir y pensar esto de la cultura universitaria. Yo abogo por encontrar las formas adecuadas de enseñar a leer y escribir a nuestros jóvenes (y algunos profesores y profesionales no tan jóvenes), de enseñarles a disfrutar del placer de rebuscar en la biblioteca, en los archivos de papeles viejos, de sentarse en el campus o en la playa a gozar de un nuevo o viejo y querido poemario, colección de cuentos, novela, de llevarse en el alma y el cerebro la universidad al museo de artes, de ciencia, de antropología o historia y disfrutarlos y sí de viajar como universitarios por este mundo tan globalizado aunque sea a través de la Red.