Una pandilla rescata Santurce
Un amigo les comentó sobre el concurso Your Art Here, patrocinado por la marca de ropa H&M, y Juan y Alexis sometieron su trabajo como quien no quiere la cosa. En estos días su mural The Zoo es uno de los diez trabajos finalistas de la competencia. De ser seleccionados, estos jóvenes puertorriqueños tendrán la oportunidad de crear un mural para la vitrina de la tienda que la marca de ropa tiene en la 5ta Avenida de Nueva York. Pero antes de pensar en pintar una pared en la que tal vez es una de las calles más transitadas del mundo, Alexis Díaz y Juan Fernández comenzaron por pintar la calle…detrás de su casa!
Fue la avenida Fernández Juncos la que primero se vistió de los trazos en tinta china de estos dos jóvenes egresados de la Escuela Central de Artes Visuales. Comenzaron a hacer murales en la calle como diversión. “Teníamos una pared abandonada en la parte de abajo [de la casa]…estábamos aburridos y dijimos -‘vamos a pintar algo’-”, explica Alexis. Esa primera vez dibujaron un pez de cola larga y con ojos, sobre un fondo fucsia en la esquina de la avenida con la calle del Parque. Lo firmaron como La Pandilla y no esperaron reacciones. Pero, las tuvieron.
Cuentan que para mucha gente la aparición de sus murales fue como si reaparecieran casas, edificios, esquinas que habían sido olvidadas, descartadas. Los transeúntes preguntaban que de quién era el trabajo y los vecinos, que son sus vecinos, se agradaron con la idea de tener viva la calle. Dicen que hay una vecina, doñita ella, que vela cuando los trabajos están en proceso. Cuando ve que a algún mural le pegan encima un cartel publicitario, baja de su casa y lo quita. La dimensión real de esta experiencia comunitaria la explica Juan. “El arte da felicidad”, afirma.
Juan y Alexis prosiguieron con el muralismo al crear una serie, de por lo menos cuatro trabajos, que ya se desparraman hasta llegar a las avenidas Juan Ponce de León y José de Diego.
¿Cómo lo hacen? Es un esfuerzo diario de sol a sol que a veces puede tardar en completarse tanto como tres meses, dependiendo de otros guisos con los que tengan que cumplir. El orden de cosas va más o menos así: escogen la pared que desean transformar; raspan capas de pintura y remueven pasquines, carteles y hasta gusanos; pintan el muro de blanco y mojan el pincel en la tinta para comenzar el trabajo. ¿Y el boceto? No hay, lo que hacen se llama on site: cuando tienen la pared como canvas idóneo, buscan es sus celulares alguna referencia –actualmente trabajan animales porque ofrecen figuras fáciles de reproducir, pero con infinito potencial de transformación-, y a jugar con los trazos se ha dicho. Juan tiene un trazo curvo que se complementa con el trazo lineal de Alexis.
Hasta el momento la textura que crean con cada pincelada es el tema de sus creaciones. Para Alexis no tener otro tema que la textura es una ventaja, porque al estar en la calle, “cada cual [que pase y vea el mural] crea su leyenda”.
A La Pandilla le gusta más pintar en la calle que en ningún otro lugar, no sólo porque dicen que el papel se les queda corto, sino porque pintar en la calle los llena de historias nuevas todos los días. Hay de todo, y todo les pompea. Desde Tego Calderón haciéndoles vítores, hasta escépticos que les preguntan por qué pierden el tiempo haciendo pinturitas en los muros, pasando por chóferes de guagua gritando ¡acángana!, mientras el mismísimo Carlitos Colón les firma un mural que Juan y Alexis hicieron de él. Según el famoso luchador, éste es el único tributo que le han rendido.
Los jóvenes, que también trabajan su arte desarrollando líneas de ropa independiente –Taste es el nombre de la línea de Díaz, Sunflower Bullet es la de Fernández-, no sólo mataron el aburrimiento con su arte urbano, sino también saciaron una necesidad particular, y personal. Alexis piensa que es importante que los artistas hagan su labor en otros espacios que no sean los tradicionalmente dispuestos para exposiciones artísticas. Señala que el creador debe tener “la motivación de no encerrarse en una galería o un espacio [a] donde la gente tenga que llegar, sino llegarle a la gente”. Para Juan el trabajo que realiza en la calle es “algo personal…ya no se estaban haciendo cosas así por Santurce”, dice, y comenta que entre construcciones y paredes con excesos de pasquines, las calles santurcinas se veían abandonadas y francamente feas. Lo peor de todo es que sentía que la gente se acostumbraba a esa fealdad. Cuando estos chamacos pintan, mucha gente se les acerca para preguntarles si la pared que pintan es una pared nueva. Ellos hacen lo que hacen para “darle algo a Santurce”.
Respecto a las represalias –multas y detenciones- que el Gobierno, en especial la administración de la Capital, ha tomado en contra de varios grupos y artistas urbanos, La Pandilla opina que sucede porque los funcionarios gubernamentales “no están educados”. Denuncian que cuando hace un año les dio por hacer murales, trabajaron una propuesta, Santurce Vive, para enmarcar su fascinación en un proyecto que revitalizase al pueblo cangrejero, pero el proceso de permisología fue eterno. La burocracia les mató el hambre de institucionalizarse.
El proyecto no ha muerto, en los próximos meses procuran apoderarse de paredes que rodean a la Escuela Central para, en compañía de otros ex alumnos, crear un mural, tal vez varios murales, que no sólo resalten el vecindario, sino que les demuestre a los actuales estudiantes de su Alma Máter, que se puede vivir de lo que se estudia.
La Pandilla. Santurce, marzo 2010. video: Noelia González.
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Esta nota es la primera de varios trabajos que dedicaremos a proyectos que persiguen el rescate, la resignificación de los espacios urbanos.