Una rebelde victoriosa
Para Ana Irma, amiga y compañera de tantas luchas.
Y es que la Ana Irma tiene escuela. La conocí como la hija de Don Eladio y para mí siempre lo será. Lo digo sin ambagues pues sé que para ella es un orgullo. Don Eladio Rivera fue, hasta donde yo conozca, el único rector negro que ha tenido la UPR, Recinto de Río Piedras. Eso sí, interino, pues en aquellos años la Universidad, quizá por aquello de cómo en nuestro país clase, educación y color de la piel quedan imbricados, quizá porque la educación que imparte se califica de superior y porque la custodian desde las blancas esferas del máximo poder gubernamental, siempre ha sido bastante blanquita. Don Eladio sí que estaría feliz de saber cómo la negritud ha sido reivindicada por su hija. Y le digo Don Eladio, como siempre lo hice, por aquello de que el Don era distintivo de respeto, dignidad, honorabilidad y no de la que protocolariamente signa a algunos poderosos que realmente no son ni poderosos ni honorables. Aquel Don era signo que marcaba distancia. La que se confiere por mérito, por respeto, por admiración y muchas veces, como para mí en este caso, por cariño. De bastantes personas negras tengo gratos recuerdos, pues muchas me han enseñado grandes lecciones en esta vida. (Me niego a usar el eufemismo “de color” pues color tenemos todos y más en el Caribe tan multicolor; tampoco lo de “raza” pues creo que todos somos humanos, por eso uso el calificativo de negro, así, como es y sin prejuicio alguno.) Tres universitarios recuerdo particularmente. A Don Modesto Rivera, mi profesor de Español Básico en la UHS, a Don Pepe Ferrer Canales, de la Facultad de Humanidades y a Don Eladio Rivera, el padre de Ana Irma, extraordinario humanista también. Aprendí con ellos algo del amor al conocimiento, a la Universidad, al estudio, a la pedagogía y lo que es más importante, aprendí de la rectitud, del orgullo propio bien llevado con dulzura y ternura, con respeto para todos, como diría Ana Irma, con inclusividad.
Este asunto del racismo se discute y debate mucho de nuevo hoy día. Recordemos que se trata de un discrimen tan viejo como la nación misma. Con los colonizadores españoles llegaron a esta isla los primeros escalvos negros, discriminados, salvajemente explotados y muy, muy marginados. Santo y seña desde entonces hasta el 22 de marzo de 1873 en que tras largas luchas de negros, blancos y mulatos, de hombres y mujeres, se declaró la ley de la abolición de la esclavitud. Si lograr la abolición fue una lucha larga y compleja, más aún lo ha sido tratar de borrar la lacra del racismo pues esa no se borra con reconocer en palabras un derecho humano y civil. Cambiar conductas, mitos, actitudes centenarias es mucho más complejo que lograr la aprobación de una ley, aún una que como ésta costó tanta lucha y tanto debate. Pero se aprobó y desde la mitad del siglo pasado el PPD trató de convencernos de que ya no éramos racistas. Vano empeño. Ha llegado a ser como también lo es el machismo, una postura que casi todos niegan tener pero que en realidad siguen practicando y reproduciendo. Y vale señalar de paso que no sólo en esto caminan de lado el discrimen por género y por color. Mucho aprendieron y practicaron las mujeres feministas inglesas, estadounidenses, españolas, puertorriqueñas con las luchas abolicionistas. Y hoy día las cosas no han cambiado del todo. No he conversado con una sola mujer en la dirección política de su partido –y he hablado con mujeres líderes de todos los partidos- que no me haya dicho que las mujeres tenemos que luchar como gatas boca arriba para llegar al poder. Sí, ya lo sé, los hombres también, a no ser que se trate de poder heredado, en cuyo caso se tiene que luchar por mantener la herencia, pero en el caso de las mujeres la lucha es más cuesta arriba. Y noten que curioso, que blancas son las cúpulas de poder de los partidos políticos, de todos.
El racismo, como el machismo-sexismo y la homofobia, son ideologías que ejercen desde el poder las élites como mecanismo de control necesario para mantener su poder y reproducirlo, para mantener la cohesión de su grupo. Se margina, se discrimina, se mantiene la separación entre los seres humanos, a pesar de que como humanos y ciudadanos deberíamos reconocer y practicar la igualdad como el principio civilizatorio que es, como derecho civil y humano. Desgraciadamente, todavía ser blanco, ser hombre, insistir en la heterosexualidad como algo natural, es ser superior. Si a esa jerarquización sumamos la del poder económico y político pues tenemos una descripción de la jerarquía de poder dominante. No puede discutirse el tema del racismo sin considerar este aspecto del poder político y económico sobre el cual descansa.
Y para más, la historia muchas veces se escribe con tinta blanca. Ablancuzamos a los pocos líderes negros que tenemos. Por caso piensen en Barbosa, Betances, Albizu. Me pregunto cuántos de nuestros universitarios saben de qué son las siglas de ese edificio denominado ERA por Don Ernesto Ramos Antonini. Cuatro puertorriqueños, de una lista algo más extensa, que por haber sido distinguidos tienen que ser blancos. Ya lo sabemos, el negro si no la hace cuando entra, la hace cuando sale. Es natural, son inferiores y no hay quién les enseñe. ¿Todavía lo dicen las abuelas, no?
Antes de terminar quiero destacar un asunto preocupante. Andamos en tiempos de crisis, política, social, económica, una crisis en el mundo cultural y educativo que casi lo aniquila. Todo parece indicar que todavía tenemos mucho que andar para salir de ella. No se creó ni en cuatro años, como suponen algunos, ni en tres con unos meses como suponen otros. Es producto de un largo y enrevesado proceso. Pero en los tiempos de crisis muchos grupos, muchas personas, tienden a volver a certezas antiguas, a paradigmas algo escondidos en lo más profundo de las conciencias. Toman fuerza las ideologías de derecha siempre homofóbicas, machistas y sexistas, racistas. La historia nos ofrece muchos ejemplos, pero para acortar miremos el presente. La llamada “guerra contra las mujeres” en los Estados Unidos intenta volver a prácticas decimonónicas que muchas pensábamos más que superadas. Nunca había visto en ese país un grupo amplio más blanco que la pasada convención republicana. Hacía mucho tiempo no se vilipendiaba tanto a un presidente como se ha hecho con Obama desde la derecha. Y qué casualidad, este presidente, a quienes muchos demonizan e insisten en suponer keniano e islámico, es el primer presidente negro de los EEUU. Resulta ahora que un negro tiene la culpa de la crisis, el chivo expiatorio de siempre. Y en la derecha puertorriqueña vemos la repetición política de los mismos paradigmas de la derecha estadounidense.
Una honrosa excepción: el Colegio de Abogados. La llamo honrosa porque ni pensar quiero que se trate de una respuesta que muchos puedan creer necesaria ante la crisis que también amenaza su postura como élite. La llamo honrosa porque espero que ofrezca cátedra al resto del país, cátedra de inclusividad, de una real aceptación al principio de la igualdad. Por lo que a Ana Irma Rivera Lassén le toca, no me cabe ni la menor duda que dictará cátedra de la capacidad y la entereza política y humana que siempre ha demostrado y que en estos convulsos tiempos hace tanta falta.