Una, tres o cinco cosas a propósito de «Nada es igual: bocetos del país que nos acontece»
1. A poco más de un año de María, la mayoría de los expertos en, y portavoces de, Puerto Rico y su huracán ante el mundo no presenció ni la caída de una hoja, no escuchó el sonido del más mínimo chorrito de agua entrando a la casa. Mas la ausencia no solo no ha sido impedimento para la producción acelerada de conocimiento a propósito del desastre, su contexto y sus consecuencias, sino que —a saber cómo— la posibilita y la legitima. Mientras, todo aquello que sale de la boca o de la pluma de quienes sí estuvieron/están aquí no es más que puro y duro testimonio de lo que pasó, citas citables para papers de académicos visitantes, data cruda en espera del riguroso análisis de los expertos y portavoces de afuera. Así las cosas, Nada es igual: bocetos del país que nos acontece (Editora Educación Emergente, 2018) de Anayra O. Santory Jorge —con su inventario íntimo de hojas caídas y muertos por contar, escrito desde y para el lugar de los hechos, tan testimonio como tratado teórico— se puede leer como un pequeño acto de resistencia. Dicho de otra forma, la que sabe sabe. Todo lo demás es un taking.
2. El enfoque principal del libro son las conexiones: entre Grecia y Puerto Rico; entre el ipad de la autora y las condiciones de trabajo en la fábrica de Apple; entre los impulsos y condiciones de vida del atracador y el privilegio social de la víctima fatal de un carjacking; entre la implementación de un presupuesto participativo en México y lo que podría significar un violín solitario para el futuro político de la isla; entre ella que te escribe y tú que la lees como si se tratara de una carta en tu buzón o apartado, o deslizada bajo tu puerta, o como si se tratara de una taza de café a la que te convidan en casa ajena. Anayra escribe: “El café es parte de nuestra intimidad mañanera. Ofrecerlo es dar un poco de ese yo aún no público, accesible solo a los más cercanos. Entonces volvió a preguntar: ¿qué le pasa a este país? Ambas sabíamos que al país, como a todos, nos pasan cientos de miles de cosas, que algunas nos llevan pasando decenas de años y otras, apenas un puñado de días.”
3. La tarea principal del libro es demarcar los espacios de nuestra responsabilidad para con los demás: el espacio público para el encuentro entre desconocidas y nuestra responsabilidad individual y colectiva de exigir una política pública que proteja y promueva esos espacios, o nuestra responsabilidad individual y colectiva para salir a su rescate, ocupándolos; el espacio para una reconsideración seria de los grandes males sociales del presente y pasado, cuyo análisis trascienda la mera identificación y condena del culpable; el espacio para una asamblea de estudiantes, o para un abrazo fuerte frente a un portón, o para contar nuestros muertos con los muchos dedos de las muchas manos de los muchos vivos que aún quedamos. Anayra escribe: “En este mundo donde no queda espacio para proclamas solemnes, ni para credos infantiles, ni para votos de confianza, la única práctica política que se diferencie de escoger un jabón para la hora del baño, es salir al encuentro con el otro y escuchar lo que le falta. Habrá que ser paciente. Se trata de un mundo en el que se multiplicarán las carencias y nos faltarán las palabras para describirlas. Se trata también de permitir que el deseo ajeno tenga resonancia en el propio, prestando atención a sus diferencias sin dejar de reconocer en ambos la inalienable igualdad de la falta.”
4. Los principales rechazos de este libro son: a quien desvincule la tarea académico-intelectual del activismo político; a quien separe la ética y la moral de la política; a quien privilegie la producción del conocimiento por sobre el principio de la solidaridad. Anayra escribe: “Una de nuestras tareas académicas más urgentes es combinar la teoría social y política con las perspectivas éticas para aprender a mirar más allá de las superficies aparentemente lisas de lo económico y de lo social. Necesitamos aprender para enseñar. Enseñar para actuar. Actuar para corregir. Desarrollar, a través de las interacciones cotidianas, el carácter que nos permita asumir las consecuencias que dicte el cambio.”
5. Un taking es como una ráfaga de viento, como el agua que inunda la casa. Quiero decir, algo que precariza y que destruye. Que se lleva lo de otro a la fuerza; lo cambia de forma; lo torna irreconocible, inservible. Y no hay cómo detenerlo. Dicho de otra forma, en el caso de Puerto Rico y su huracán, después de tanta ráfaga y tanta agua, resulta que ni nos pertenece el lugar, ni nos pertenecen los hechos. Pero, el que sabe sabe qué libros consultar.