“Unbelievable Slums”: los comunistas estadounidenses y los arrabales puertorriqueños
“Because it is the most profitable address for U.S. corporations it is the address for indescribable squalor, hunger, indignities and oppression.”
“The slums of Puerto Rico are a show case of imperialist oppression.”
Gus Hall
El 22 enero de 1971 una delegación del Communist Party USA (CPUSA), que incluía a su Presidente, el célebre Gus Hall y a Pat Toohey, se reunió en San Juan con varios representantes del Partido Comunista Puertorriqueño (PCP) y varios líderes independentistas y socialistas, entre ellos Juan Mari Brás, Félix Ojeda, Julio Vives Vázquez, Pedro Baigés Chapel, Jenaro Rentas, Manuel de J. Gonzáles, Gertrudis Meléndez de Pérez, y Ángel M. Agosto.
De acuerdo con una investigación senatorial de 1975 la reunión produjo un acuerdo entre las partes que incluía: lograr la salida de la fuerzas militares estadounidenses de la Isla; detener el bombardeo de Culebras; intensificar la lucha para la liberación de la activista Ángela Davis; rechazar la negativa del gobierno estadounidense de incluir a Puerto Rico en el Tlatelolco Treaty for Nuclear Free Zone in Latin America y; proveer asistencia y apoyo a aquellos jóvenes arrestados por oponerse al servicio militar obligatorio1.
Después de su regreso a los Estados Unidos, en 1972 exactamente, Gus Hall escribió para la revista Political Affairs un ensayo titulado The Colonial Plunder of Puerto Rico: “Why Puerto Rico is the Most Profitable Address in the USA”. Ese mismo año el artículo sería incluido como uno de los capítulos de su libro Imperialism Today: An Evaluation of Major Issues and Events of Our Time. Fue publicado también en 1972 como un panfleto publicado por New Outlook Publishers y que incluía una introducción exclusiva para el mismo titulada “The Wall of Puerto Rican Imprisonment is Crumblimg.”
En ese ensayo Hall, como William Z. Foster, su predecesor en CPUSA, hizo referencia a El Fanguito y otros arrabales puertorriqueños. Para los comunistas de los setenta, como para los de los cuarenta, los arrabales continuaban siendo un signo de gran pobreza y la consecuencia funesta del imperialismo estadounidense. Más de veinte años después que Foster escribiera The Crime of El Fanguito aquel arrabal continuaba siendo un recurso simbólico de la ideología comunista estadounidense, un signo y evidencia de la explotación, opresión y pobreza extrema producida por el imperialismo estadunidense: “Puerto Rico, an island of four million people, of whom over a million have been forced to emigrate, stands as irrefutable proof of the brutal, ravaging, plundering oppression that is U.S. imperialism.”
Para describir los “unbelievable slums” que visitó en la Isla, Hall releyó The Crime of El Fanguito, recurriendo a la intertextualidad para concluir que si en los cuarenta la situación de los arrabales era para Foster inenarrable esta era aún más difícil de describir en los setenta: “If anything, the slums have become even more indescribable. Only now there are more of the big tourist hotels that pour their raw sewage into the lagoons on which the slums are perched. Foster described a slum called El Fanguito. It has been replaced by others.”
También recurrió al libro The Stricken Land de Rexford Guy Tugwell. Refiriéndose a lo relatado por aquel gobernador sobre las olas acumulando y re depositando basura en el arrabal dos veces al día Hall agregó: “Now, 25-35 years later, the same ocean tide twice daily still accumulates and redeposit the garbage amongst the slum shacks that have no real floors, doors, windows, toilets or light. The 3- or 4-foot layer of floating garbage is the front and the back yard. It is the children’s playground. It is the 24-hour world for the women and children.”
Hall repitió y renovó una de las imágenes de El Fanguito usadas por Foster, la del arrabal como transgresión delictiva, con la que se refirió a los arrabales de la Isla. Los arrabales eran, según Hall, un crimen atroz que aunque inenarrable era posible registrar apuntando a varios indicadores:
The crimes of U.S. imperialism are not only measured by the statistics of its robberies of the natural wealth and exploitation of the people, as serious as they are. On the scale must be added the crime that appears in the atmosphere of frustration and hopelessness, the indignities practiced against each individual, against the family and the nation. The crime is measured in the high rate of deaths per thousand, the thousands of innocent men and women in prisons and jails. The crime is in the imprisonment of a nation, the enslavement of a people, the crushing of a national pride, the crushing of a culture.
Hall describió los arrabales como transgresiones indescriptibles comparables solo a unos pocos crímenes abominables contra la humanidad:
There are only a few experiences that one can say are beyond description. Visiting a Nazi concentration camp with its crematoria where millions of human beings perished is such an experience. A stay in a prison cell block where all of the prisoners are “lifters,” ghosts of men, most already having served their greater part of their lives, is such an experience. A visit to the slums of Puerto Rico is another of these experiences beyond description. The heinous crimes human beings commit against their fellow human beings are beyond description. What U.S. imperialism does to the oppressed peoples of Puerto Rico and other colonial lands is beyond description.
Además de subrayar lo inefable de la desalmada opresión que marcaba a los arrabales, énfasis dirigido a impresionar enormemente a sus lectores, Hall, como Foster, relacionó las circunstancias adversas de los arrabales con la inaceptable condición colonial de Puerto Rico, un estado que Hall describió en términos paradójicos: una situación marcada a la par por la continuidad y la discontinuidad: “The slums are the same, but much has changed in the past 25 years. There are changes but the colonial oppression is the same. Puerto Rico has shifted from a country with a backward agriculture to an oppressed industrial-agricultural country.” La concretización del Estado Libre Asociado no negaba para Hall la condición colonial de Puerto Rico; se trataba todavía de una colonia en la que el gobierno estadounidense dominaba casi todas las actividades de los puertorriqueños:
The U.S. government agencies control all political, economic and social activities. The U.S. Congress exercises exclusive jurisdiction over foreign relations, citizenship, travel, armed forces, military recruitment, foreign commerce, customs, transportation, exchange notes, post offices, radio, TV, bankruptcy proceedings, patents, quarantine laws and the administration of courts. Congress decides how many acres of sugar the Puerto Ricans can plant and how much of it they can refine and what they can export. The U.S.-appointed agencies can prohibit the entry of any product into Puerto Rico. This includes books, newspapers, and magazines. They regulate sea and air transportation. They control freight rates. All sea traffic must be in United States-owned ships.
Refiriéndose a la industrialización de la Isla Hall planteó que las corporaciones estadounidenses y las fuerzas militares de ese país habían destruido la base agrícola de la economía local, provocando el desplazamiento de los pobres y los desempleados a los insólitos arrabales. Señalaba además las debilidades de aquella industrialización: una industria que controlada por empresas foráneas orientada a la exportación pagaban a los trabajadores salarios bajísimos, usados por estos para comprar bienes a precios inflacionarios. De esta manera los puertorriqueños eran para el líder comunista víctimas no solo de una producción imperialista sino asimismo de un comercio imperialista. Para él, Puerto Rico enfrentaba una economía en “crisis permanente.” Los 75 años de opresión y explotación colonial habían sido según Hall devastadores para los puertorriqueños. Pero, afirmaba Hall, solo para los puertorriqueños. Mientras estos enfrentaban aquella crisis indeleble las empresas estadounidenses gozaban de la creciente acumulación de capital, producto, por supuesto, de la opresión y explotación imperialista y colonialista de los trabajadores puertorriqueños dentro y fuera de la Isla. Hall ofreció números. Mientras que en 1925 las corporaciones estadounidenses en la Isla habían obtenido $25 millones en dividendos, en los setenta ya habían alcanzado los $300 millones anuales en ganancias. Es por ello que Hall, sarcástico, repitió la retórica desarrollista que significaba a Puerto Rico como la dirección más lucrativa de los Estados Unidos.
Hall se refería a un folleto titulado: “Why Puerto Rico is the Most Profitable Address in the U.S.A”, lema que usó como subtítulo de su ensayo sobre Puerto Rico. El folleto tenía como objetivo atraer inversionistas estadounidenses; se trataba de un señuelo seductor, de una invitación tentadora a la inversión de capital. El folleto hacía una lista de las ventajas de hacer negocios en Puerto Rico, entre ellas, no tener que pagar impuestos federales; gozar de jugosas exenciones contributivas en Puerto Rico; acceso a mano de obra complaciente y diestra, educada y eficiente, y mejor aún, barata; acceso a excelentes facilidades educativas dirigidas a entrenar bien a los trabajadores, actuales o futuros; acceso a zonas libres de impuestos y; poder hacer transacciones con el dólar como divisa estándar. Aparte del folleto seductivo Hall citó un comentario publicado en el boletín empresarial News Front en el que se afirmaba que a pesar de los arrabales “inimaginablemente deprimentes,” la pobreza extrema, las drogas, la prostitución, y el resentimiento de clases todavía se podía vivir, respirar y moverse en Puerto Rico. A esto Hall respondió que en la Isla solo se podía vivir, respirar y moverse si uno representaba a las corporaciones foráneas, pues “la gente de los arrabales solo podían moverse con la marea baja de la basura.” Hall insistió, movilizando un concepto marxiano, que esa gente de los arrabales isleños, empobrecidos y abatidos por el colonialismo y el capitalismo, eran además una reserva de mano de obra barata acogida, sin reservas, por el capital. Pero se trataba de un colonialismo que no se limitaba a las fronteras de la Isla y que integraba a los inmigrantes puertorriqueños en Estados Unidos a una reserva de mano de obra barata que incluía a los negros y a los Chicanos.
Hall, como muchos comunistas entonces, incluyendo a socialistas y comunistas puertorriqueños, lamentó y condenó la llegada y asentamiento de cubanos refugiados en la Isla tras la Revolución Cubana, los que consideró aliados del gobierno estadounidense y una nueva base de ayuda para el FBI y la CIA. Los señaló como reaccionarios y viejos aliados del “fascista” y “gangster” Batista. Lamentó además que estos dominaran los negocios de la Isla. Y los llamó despectivamente “gusanos,” un apelativo y estereotipo despreciativo muy usado por la izquierda. Hall condenó asimismo las alianzas—“sweetheart agreements”—entre las uniones estadounidenses y los capitalistas operando en la Isla, reprochando particularmente a la International Longshoremen’s Association (ILA), asociada a los Hoteles Hilton, y a la American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations (AFLO-CIO), que operaban según Hall en contra de los mejores intereses de los trabajadores puertorriqueños.
Finalmente, Hall apoyó la lucha puertorriqueña por la independencia, la que describía con optimismo, como un volcán que pronto haría erupción y que era según explicaba en su artículo reflejo del intenso deseo de independencia del pueblo puertorriqueño. Su optimismo se debía entre otras cosas a lo que describió como la elevación de la lucha independentista a un nuevo nivel. Y en efecto se trataba de la época de un independentismo radicalizado y militante, de un nuevo movimiento independentista. Además los estadoístas de Luis A. Ferré y el Partido Nuevo Progresista fueron derrotados en 1972, elecciones en las que el Partido Popular Democrático volvió a ganar. Hall interpretó aquellos resultados como síntomas de un creciente apoyo al independentismo. Para el líder comunista nuevas grietas, además de las mencionadas, prometían derrumbar lo que describió como la prisión colonial, entre ellas el apoyo de las Naciones Unidas al derecho inalienable de los puertorriqueños a su autodeterminación e independencia y algunas derrotas del imperialismo en el escenario global. Además una recesión económica comenzaba a hacerse sentir. Pero, el éxito de la lucha independentista dependía según Hall de la unidad entre las fuerzas independentistas puertorriqueñas así como del apoyo de los estadounidenses, particularmente de los trabajadores, de los negros, de los Chicanos, de las feministas y del movimiento pacifista, a la lucha independentista. Claro, y puesto que su audiencia eran los trabajadores estadounidenses, Hall rápidamente aclaró que el independentismo no se trataba de una lucha contra el pueblo estadounidense sino contra las mismas corporaciones que explotaban a los trabajadores estadounidenses. Los exhortó a la unión y la amistad: “The friendship between our two peoples can flower—if we destroy the imperialist monster that oppresses us both. We the people of the United States must accept our responsibility in this struggle.”
Y añadiría, interpelando a los estadounidenses:
Call it the “Commonwealth,” “protectorate,” “statehood,” “the emerald of the Caribbean,” call it by any other name, but Puerto Rico is a colony of U.S. imperialism. It is oppressed, enslaved and exploited by the monopoly corporations of the United States. The struggle for Puerto Rican independence is a just struggle. The freedom of Puerto Rico is a precondition for our own freedom. We the people of the United States must become active partisans and participants in this struggle.
Fue con esa exhortación a la acción que el candidato comunista a la presidencia de Estados Unidos terminó su ensayo sobre Puerto Rico, el que comenzó refiriéndose no al domicilio más lucrativo de los Estados Unidos sino a la dirección que representó, esto a pesar de su inefabilidad, como arrabales escuálidos habitados por ciudadanos explotados, necesitados, indignados y oprimidos por las fuerzas imperialistas y colonialistas estadounidenses, los perpetradores de crimines incontables. En los setenta los arrabales puertorriqueños, esta vez crímenes más allá de la representación verbal, permanecían siendo en los discursos de ideólogos comunistas un utensilio simbólico, signo de la condición colonial puertorriqueña. Eran el microcosmos del macrocosmo colonial, muestras que ilustraban, con imperfecta inteligibilidad, un crimen horrendo: la opresión y explotación colonialista-capitalista de sujetos coloniales. Permitía además una oportunidad adicional para convocar a la acción a la izquierda estadounidense, esta vez en apoyo a la lucha independentista puertorriqueña.
- Véase Terrorist Activity: The Cuban Connection in Puerto Rico del Subcommittee to Investigate the Administration of the Internal Security Act and other Internal Security Laws of the Committee on the Judiciary del Senado de Estados Unidos [↩]