UPR: coordenadas de un proceso
Primero, la reducción prevista de una tercera parte del presupuesto ya golpeado de la UPR, en el marco de una Junta fiscal colonial, crea las condiciones perfectas para una amplia oposición estudiantil que no debe sorprender a nadie. Buscar motivos ideológicos, agendas de figuras políticas o ganas de jolgorio pasa por alto esa realidad sencilla. Claro, uno puede creer cualquier cosa si también cree que el gobierno que promueve recortes demoledores a la UPR “respeta la autonomía universitaria”.
Segundo, la Administración Central de la Universidad, en marcado contraste con la Rectoría del Recinto de Rio Piedras, inexcusablemente tardó seis semanas en iniciar conversaciones con el estudiantado. Solo después de que una asamblea de estudiantes ratificara cuatro a uno el voto de huelga a principios de mayo fue que la Junta de Gobierno decidió escuchar.
Tercero, los tribunales y el aparato legal en conjunto probaron su incapacidad de atender un conflicto de gran interés publico. En la petición de mandamus e injunction que radicaron seis estudiantes para forzar la apertura de los portones del Recinto de Río Piedras, la Juez de Instancia Lauracelis Roques Arroyo emitió una decisión adversa a los demandantes que fue muy correcta en señalar las fallas legales en la demanda – no incluir a partes indispensables, los estudiantes, y no establecer daños irreparables. Sin embargo, en ese momento quizá era menester que la juez se apartara de un análisis más a tono con una acción individual e iniciara un proceso de mediación como el que se estaba desarrollando en el propio Recinto; un proceso que tuviera como Norte el interés público de la controversia y su gran complejidad. Un tal proceso tendría autoridad judicial, y exploraría maneras de traer representantes estudiantiles a la mesa. Si eso suena improbable, considérese la forma absurda en que culminó el proceso en Instancia: tener como remedio último para los demandantes el encarcelamiento de la Rectora, la Presidenta interina y el Presidente de la Junta de Gobierno –remedio que obviamente podía evitarse mediante la renuncia– y que dejaría a la Universidad acéfala. Aquí de nuevo, los adultos fallaron. Los expertos en procesos judiciales y en mediación podrán ayudarnos a pensar estas cosas mejor para una próxima ocasión.
Cuarto, los estudiantes también tienen algunos temas a ponderar. El asalto a Administración Central y la irrupción a la sala donde se reunía la Junta de Gobierno con la Presidenta interina Nivia Fernández, captada por cámaras de televisión y transmitida en vivo desde varios celulares, puede haberle parecido una gran victoria a algunos de los participantes. Sin embargo, la acción se le salió de las manos a sus organizadores, y pudo haber tenido consecuencias peores más allá de las peligrosas acusaciones. Los talleres de desobediencia civil insisten en un principio que es aplicable a toda manifestación: una acción de protesta no es un ventetú. Los estudiantes en huelga generalmente han estado muy conscientes de esto, pero no pueden bajar la guardia en las acciones de protesta ante la posibilidad de giros súbitos y actores inesperados.
Quinto, la inmensa marcha del Primero de Mayo perdió algo del impacto que tanto le costó labrar tras semanas de huelga universitaria; pero no sólo porque hubo pedradas, cristales rotos, gas lacrimógeno. Dos grandes sindicatos más o menos a la cabeza de sendos bloques de organizaciones no pudieron ponerse de acuerdo para montar una sola tarima en la actividad (un déja vu de Vieques). Sobre todo, no coordinaron un comité común de disciplina que asegurara el perímetro de la manifestación. No sólo durante la misma, sino –como debieron suponer– al final, cuando podían esperarse incidentes violentos. Las cosas se dejaron al garete y en manos de la Policía. Qué sorpresa, el garete imperó en la cobertura de la prensa comercial. Llámelo comité de disciplina o como quiera, aquel viejo workhorse de las marchas pesepeístas tenía su razón de ser.
Sexto, tras la demora de casi dos meses, luego de una semana de negociaciones y en medio del último tramo del mandamus, la Junta de Gobierno finalmente hizo una oferta sustantiva en un proceso que a honra suya promovió la Hermandad de Empleados No Docentes (HEEND). La demora puso al estudiantado en la difícil posición de tener que generar una respuesta rápida que a la vez armonizara las respuestas de nueve recintos en huelga. Mucho hicieron, y por cierto lo que produjeron estuvo bien pensado y redactado. Bajo la presión de tiempo, la oferta de la Junta de Gobierno era en efecto un “take it or leave it”. En la conferencia de prensa celebrada para anunciar los preacuerdos –la cual quizá debió obviarse– se dijo claramente que tenían que someterse a plenos y/o asambleas en los recintos. Pero también se creó la impresión, sobre todo por los medios noticiosos y en las volátiles redes sociales, de que los preacuerdos eran finales. La reacción no tardó en tronar desde los recintos, algunos de los cuales se precipitaron a expresarse individualmente. Gente, no estamos bregando con veteranos avezados en la negociación, son jóvenes de 19 y 23 años.
Así circuló un “breaking news” inexacto: “rechazo total a los acuerdos en siete recintos”. La realidad era bastante más compleja, y las respuestas de los recintos, que avanzaron todo lo posible, fueron mayormente de clarificación. Los medios también, en el tema de los preacuerdos como en el de la cobertura del Primero de Mayo, tienen mucho que ponderar. Habrá muchos que no lo crean, pero los hechos (no la cháchara radial) sugiere que con un poco más de tiempo era posible un acuerdo.
Hay mucho más que hay que decir sobre la huelga –de la vida cotidiana dentro del Recinto durante la huelga, de los plenos que asistí y que quedarán grabados en mi mente para siempre, de estudiantes transformados por la huelga hablando de tú a tú en comités con profesores, de la colmena de actividad que siempre había en el Centro de Estudiantes, de una impresionante organización para el servicio de comida, de los baños impecables en el Centro, LPM o CRA, hasta de las máquinas de jugos y refrescos que todavía ayer tenían para vender. Espero que haya estudiantes que con texto y fotos estén documentando con esmero esta experiencia que es única y a la vez que parte de una trayectoria histórica.
¿Y qué dice este profe del rol de los profes, los “supporting actors” de este drama? Sabía que preguntarían… Pues hay tema ahí para otro artículo, quizá escrito más como crónica personal. Sólo diré que no fuimos muchos los que nos involucramos en el proceso de la huelga. Los que reclamaron portones abiertos al menos fijaron su posición públicamente y la defendieron. Varios de ellos se mantuvieron activos de distintas formas durante la huelga. A ellos mi respeto. Algunos lo hicieron de forma protagónica, despotricando por los medios. Esos pueden haber hecho más daño que bien.
Los profesores que apoyamos los reclamos estudiantiles no estuvimos de vacaciones… aunque si insisto en esto, es probable que muchos de nuestros sabios legisladores dirán que con más razón deben retenerse nuestros salarios. Nos pasamos haciendo turnos en los portones, diseñando y circulando hojas sueltas, participando en marchas y piquetes para asegurar la no violencia, impulsando la organización de los docentes sin plaza, escribiendo columnas, reuniéndonos en comités diversos, difundiendo noticias, asistiendo a plenos, organizando conversatorios, compareciendo a entrevistas, haciendo investigación… ¡y atendiendo a la cantidad de mensajes que llegan por WhatsApp! Muchos (si no la mayoría) de los profes que participamos activamente en el proceso huelgario somos miembros de la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU). Nuestras camisetas color rojo vino se ven a menudo frente a los portones y dentro del Recinto. Profesores de la APPU participaron tanto en el proceso de mediación que promovió la Rectoría como en el de la Junta de Gobierno. La huelga generó una nueva organización de profesores, PAReS, que ha hecho aportaciones importantes en el proceso (y hay no pocos APPU que también son PAReS). Experiencias paralelas se dieron en otros recintos. Todo esto lo hicimos, señores legisladores, para defender la Universidad.
Ahora (o pronto…) con una nueva Junta de Gobierno y un nuevo régimen universitario en gestación, la huelga tendrá los resultados que los próximos días configuren. El Movimiento Estudiantil tendrá que usar sus máximos talentos para arrancar del panorama sombrío del 23 de mayo un desenlace sin Policía ni violencia, y que salve la dignidad y alcance del proceso que han vivido. Confío en que lo lograrán.
De momento sólo podemos trazar aquí unas coordenadas del ciclo de recortes y resistencia que se inicia, y donde la huelga universitaria de 2017 se recordará como punto de partida de muchas vertientes. En tiempos de PROMESA, y con aciertos y desaciertos, la Universidad se creció, los que participamos de algún modo en el proceso nos crecimos, y eso no tiene marcha atrás.