Uruguay elecciones 2014
En una campaña electoral moderna los electores suelen estar inundados de mensajes que provienen de los partidos, de empresas encuestadoras, de amigos y familiares, de grupos religiosos y de afinidad, así como de medios masivos muy diversos, como lo son la radio y la TV, la prensa escrita, y cada vez más, las redes sociales. Todo ello genera un entramado inmenso de información que debe ser procesada, contrastada, evaluada e internalizada por los votantes. Tarea que cada vez parece más desafiante. Lejos estamos, felizmente, de los tiempos en que la adhesión político-partidista se definía a través de la familia y se pasaba de generación en generación. Hoy, entre esa amalgama de actores informativos, los medios parecen estar creciendo en importancia en cuanto ascendencia sobre los electores. La construcción de la opinión de una persona, y de toda una sociedad, está cada vez más ligada a los intereses que defiendan esos medios (abierta o subrepticiamente), al comportamiento ético que desplieguen y al alcance de su mensaje. La reciente jornada electoral uruguaya parece ser un buen ejemplo de ello.
En un escrito anterior en 80grados, había planteado que algo no me cuadraba de las cifras que manejaban las encuestadoras más importantes del Uruguay previo a las elecciones del domingo 26 de octubre. ¿Cómo era posible que el Frente Amplio apareciera en las encuestas con sólo un 43-44% de intención de voto, cuando otros sondeos habían marcado que Tabaré Vázquez había dejado su presidencia en 2010 con un 65-70% de apoyo y José Mujica, actual presidente, anda por el 60% en la actualidad? Hasta las últimas encuestas del jueves antes de las elecciones, las cuatro encuestadoras más reconocidas del país seguían con datos muy similares, avivando las expectativas del Partido Nacional de que podría ganar la primera vuelta, porque se verificaba un “empate técnico”. Los medios de derecha, nacionales e internacionales, se dieron un verdadero banquete argumentando que había llegado el fin del Frente Amplio y que seguramente habría un cambio de gobierno.
Desde meses antes, dos ejes problemáticos de casi todas las sociedades hoy –educación y seguridad– fueron tomados por los partidos de oposición y por los medios como el caballo de batalla electoral. Ciertamente estas cuestiones no son más problemáticas en Uruguay que en el resto de la región, incluido, por supuesto, Puerto Rico. Pero sí fueron progresivamente sobredimensionándose en los medios. Las encuestas también preguntaron por ello y abonaron a la generación de una percepción colectiva de inseguridad y de orfandad en materia educativa. Tanto así que el propio Tabaré Vázquez del Frente Amplio cayó en la trampa y a última hora y sin consulta a los organismos partidistas, hizo una propuesta para dar vouchers educativos, seguramente buscando calmar los supuestos reclamos ciudadanos. Mucha gente, incluidos frenteamplistas, llegaron a pensar que había riesgo de perder la elección. Pero la estrategia de la oposición fue fallida porque ello sirvió para movilizar a los militantes que estaban descansando en la idea de los logros en materia de gestión gubernamental y de progreso del país hablaban por sí solos. La senadora Topolanski, lo resumió magistralmente: “nada mejor que un susto para despertar a un mamado (a un borracho)”.
Me parece que el temor de que el FA perdiera también llevó a que muchas personas, sintiéndose vulnerables ante un posible cambio de gobierno, prefirieran reservarse su verdadera intención de voto cuando los encuestadores llamaron a su puerta. Por ello, aparecieron tantos indecisos y una menor proporción de frenteamplistas. Esto no se ha confirmado, pero es lógico pensarlo porque con dos modelos antagónicos de gobierno, un cambio hubiera supuesto para miles de personas la pérdida de puestos de trabajo, cambios en los programas sociales del Estado y pérdida en la posibilidad de seguir profundizando una nueva ruta al desarrollo. La población que simpatiza con el Frente ya conoce muy bien las ejecutorias de los dos partidos de oposición y ya vivieron un largo período de restricciones y violaciones de los derechos civiles en el país. El voto “tapaíto” en las encuestas, en el argot puertorriqueño, se desplegó el día de las elecciones, confirmando el aval de la población a las políticas que afirman derechos, que abren oportunidades para todas las personas y que apuestan al bien común por encima del mercado.
Los resultados finales según la Corte Electoral muestran que el Frente Amplio ganó esta primera vuelta con 17% sobre el primer opositor, el Partido Nacional. Una diferencia nada despreciable y muy lejana de la proyección construida por los medios y las encuestadoras. El tercer contendor bajó significativamente sus votos en relación a la elección anterior y ambos juntos no son suficientes para vencer a Tabaré Vázquez en la segunda vuelta del 30 de noviembre. Ya se confirmó que el Frente tendrá mayoría propia en ambas cámaras legislativas; ganó en 14 de los 19 Departamentos en que está dividido Uruguay y en algunos de éstos tuvo incrementos de votación sumamente importantes en relación a las elecciones pasadas. Además, la campaña que asumieron los jóvenes frentistas impidió que triunfara el referéndum sobre bajar la edad de imputabilidad, que había sido bandera de batalla de los dos partidos de oposición.
Aunque estaremos analizando más adelante la composición del nuevo congreso, es interesante señalar que la representación legislativa del Frente será más diversa y que integra voces potentes, lo que perfila como un congreso aún con más fuerza que en los quinquenios anteriores. El actual presidente Mujica ha sido el más votado y seguramente desplegará su liderazgo desde el Senado, aunque no será quien lo presida. En el sistema electoral de Uruguay es el Vicepresidente electo quien tiene esa función. Continuará en el Senado la profesora universitaria y reconocida politóloga Constaza Moreira, quien ha tenido un papel muy importante en atraer cuadros jóvenes al Frente y se integrarán en la Cámara de Diputados jóvenes luchadores por los derechos humanos. Al Senado han entrado también Marcos Carámbula, quien hizo una excelente gestión como intendente del segundo Departamento del país, Canelones; Mónica Xabier, presidenta actual del Frente Amplio; y un importante líder del Partido Socialista, Daniel Martínez, que seguramente aspirará el año próximo a ser intendente de Montevideo. Todo ello augura que la legislatura de Uruguay seguirá ejerciendo su función con el alto sentido de responsabilidad que se consigna con una tasa de asistencia de sobre el 85%.
La segunda vuelta en Uruguay: un oneroso sistema
En los países que funcionan con democracias presidenciales, los jefes de gobierno se eligen mediante sistemas de mayoría relativa, como es el caso de Puerto Rico, o de mayoría absoluta, determinada en una segunda vuelta. Pero hay diferentes mecanismos para hacer una segunda vuelta y el de Uruguay es el más severo de todos. Fue establecido en 1999, justamente cuando el Frente Amplio se había convertido en una amenaza para los históricos partidos que habían gobernado al país desde la constitución de la república. Se determinó requerir 50% sin atenuantes para definir si era necesaria una segunda vuelta. En el caso de Costa Rica gana en primera vuelta quien saque más del 40% y desde 1936 sólo en una elección presidencial (2002) una segunda vuelta fue necesaria. En Argentina, gana en primera vuelta el candidato que consigue más del 45% de los votos, o más del 40% y una diferencia de más de 10 puntos con el segundo candidato. Si ninguno logra superar estos requisitos, se va a una segunda vuelta. En Ecuador y Nicaragua también se exige 40% y una diferencia de 10% entre el primero y segundo candidato. Con la segunda vuelta se busca maximizar la legitimidad del sistema politico-electoral y asegurar mayor gobernabilidad a la nación, pero en el caso de Uruguay el sistema actual es sumamente exigente, oneroso e innecesario.