Crímenes domésticos de Vanessa Vilches Norat, en su reedición
Cuando Lissette me preguntó si podía presentar Crímenes domésticos, estuve a punto de decirle que no. Como Vanessa, yo también me sumergí en el tema de la maternidad mientras mi mamá se moría y, como ella, también traté de encontrar consuelo en la lectura y escritura acerca de la madre (Vilches Norat, “Matergrafía” 1). Retornar a este tema era, de muchas maneras, volver al duelo. Para mí no solo fue lidiar con la pérdida, sino entender la relación con mi mamá, una señora ponceña preciosa de gusto impecable a la que cualquier atuendo le quedaba bien y que, a pesar de haberse criado en una familia conservadora, siempre –quizás porque era Piscis– mostró una inmensa capacidad de apertura, alegría, comprensión y generosidad (por supuesto, de esto último me percaté luego…) porque el patriarcado puede –incluso– romper la relación entre las madres y las hijas, como nos iluminó Adrienne Rich. Así que permítanme no solo dedicar esta presentación a Vanessa, claro, sino también a mi madre que le hubiera gustado estar aquí.
Y no pude decir que no por tres razones: primero, porque este libro me gustó mucho por la diversidad de madres que lo habitan; segundo, porque he visto cómo su lectura, acompañada de otros textos de Vanessa, ha inspirado y provocado el pensamiento y la escritura académica y creativa de mis estudiantes. Y tercero, por su impronta en nuestra literatura. Y es que después de su publicación en el 2007, he visto una constelación de narrativas contrahegemónicas en la literatura puertorriqueña[1] –y debo decir, en el cine alternativo también[2]– a partir de lo materno. He notado un profundo cuestionamiento de nociones tradicionales de la madre, una crítica francamente subversiva. En ese sentido creo que estamos ante uno de los libros más radicales de la escena literaria contemporánea.
Hoy celebramos la nueva edición de Crímenes domésticos de Vanessa Vilches Norat, revisada por la autora con prólogo de la escritora Mara Pastor, bajo el sello de Editora Educación Emergente. Es un libro que marca –sin duda– el devenir literario puertorriqueño. De todas las autoras contemporáneas que han tratado el tema de la madre, Vanessa ocupa un sitio especial porque como bien dice ella ha “usado todos los registros que ha tenido a mano (crítica y teoría, ficción, columnas de opinión…) para pensar y problematizar sobre la figura de la madre y el discurso de la maternidad” (Vilches Norat, “Matergrafía” 1). Se lanzó a teorizar acerca de la madre como escucha del texto autobiográfico y en el 2003, la Editorial Cuarto Propio publicó su libro De(s)madres o el rastro materno en las escrituras del Yo (A propósito de Jacques Derrida, Jamaica Kincaid, Esmeralda Santiago y Carmen Boullosa). Rememora Vanessa:
Al principio inicié la ruta con algo de inquietud pues era un gran riesgo escribir un texto académico de crítica y teoría a partir de la figura materna. La madre es, quizás deba decir era, un tema antiacadémico por personal o privado. ¿A quién le interesa relacionar el discurso encumbrado de la crítica, la teoría literaria y la filosofía con una experiencia tan común, material, concreta y doméstica como la maternidad? No me sorprendió que se hubiera escrito poco sobre el tema, aunque había textos de gran importancia desde las feministas ya clásicas…(Vilches Norat, “Matergrafía” 2)
Nuestra autora nos recuerda que es preciso volver al tema de la madre, pensarse y escribirse. No olvido su intervención en la Jornada sobre las maternidades hace unos años en la Iupi (2017):
… cuando los derechos civiles están cada vez más amenazados por el discurso estatal, cuando las políticas sobre las prácticas sexuales, los derechos del cuerpo femenino, la decisión de las mujeres sobre la maternidad y la planificación familiar han visto un retroceso considerable y peligroso en el discurso político internacional y nacional, cuando parece urgente gritar a toda voz junto a las y los estudiantes «saquen sus rosarios de nuestros ovarios», quisiera retomar la matergrafía y el desmadre como efecto estético desestabilizador para imaginar y simbolizar otros presentes posibles. La madre desmadrada puede dar consuelo con su poética perturbadora de la maternidad. (Vilches Norat, “Matergrafía” 6)
Su incursión en la escena periodística desde el semanario Claridad ha sido clave. Valga recordar su columna “De madre a mamisonga: esbozo de un proyecto” en la que retuerce sensibilidades desde su brevísima línea inicial al declarar: “Detesto el día de las madres” … y nos explica:
aceptar esta fiesta implica de algún modo reconciliarse con una imagen sacralizada, simplista e inhumana de la maternidad, Porque díganme la verdad, ¿vamos a seguir creyendo en el invento del instinto maternal? ¿Vamos a perpetuar la imagen de la santa madre abnegada y sacrificada? No hay corsage que merezca la pena, comadres… Les advierto, el disfraz de supermamá se rompe, en el mío no caben mas zurcidos. Hay tantas madres como sujetos con hijos existen. Y en cada una de nosotras conviven diariamente la madre mezquina, angustiada, regañona, controladora, manipuladora… con la madre amable, cariñosa, generosa y adorable… Solo al entender la complejidad de la figura maternal es que se hace humana una de las más pesadas y gozosas encomiendas de la cultura: desear, cuidar y educar a los hijos. (31-32)
En esa misma columna propone que se elimine el día de las madres y que se establezca el día de la Mamisonga, que ya no sería una fiesta ‘sacra’ a la madre nutricia sino a la que “sabe que su cuerpo es el cruce de muchos deseos” (32).
Como otro ejemplo de los matices de su trabajo, está su precioso ensayo “De la brevedad de la escritura”, en el que reflexiona acerca de las trampas de contar los orígenes de su oficio:
Quizás el cuento de por qué escribo deba empezar por el origen, si queremos creer en él, esa primera escena de escritura que explicaría mi obstinación por la letra. De no tenerla, la inventaría, que para mí es lo mismo, y les haría creer que desde la infancia he tenido la urgencia de escribir, de dejar constancia de lo que pienso, siento y vivo. Pues bien, lo intentaré, después de todo, el cuento está a prueba de cualquier verificación. Comenzaré por relatarles de las tardes cuando mi madre, cansada de todas sus tareas diarias, me pedía al llegar de la escuela que le hiciera algún cuento como antesala a su siesta. Las mil y una noches, la metáfora perfecta. Soy una Sherezade de ocho años que no puede resistir la petición materna. … La tentación de tener los oídos maternos era imperiosa para la Sherezade de ocho años. Aunque fuera por los diez minutos que antecedían la siesta. Mi madre siempre se quedaba dormida. (26)
Vanessa/Sherezade… qué bueno que no se resistió a contar cuentos, porque a través de ellos nos convida a pensarnos y a meditar sobre esta figura/idea tropo, base fundante, mater, pero también esa de carne y hueso a la que le pedimos todo y la condenamos fácilmente por lo que hizo, por lo que no hizo; por ser, a fin de cuentas, irremediablemente humana…
Con la apuesta liberadora que ofrece la literatura: Crímenes domésticos nos convoca hoy. Es un libro de madres forajidas, outlaw mothers, para valerme de la frase de Rich. Madres monstruosas, asesinas, moribundas, abnegadas, dementes e hipersexuales, habitan estas páginas envueltas en velos y sudarios de violencias, deseos, depresiones, silenciamentos, encierros, fobias, obsesiones, pérdidas y miedos…
La colección abre con el cuento “Monstruosa sororidad”, y como embocadura, nos sitúa, nos interroga: “¿Qué hubiese hecho usted en mi lugar?”(25). Con esa pregunta la Medea del cuento, Inés, interpela a la periodista, Lorena, que no sabe cómo escribir el reportaje del doble infanticidio, he ahí el enlace entre la protagonista y la madre criminal. El encuentro de Lorena con Inés la lleva recordar la depresión posparto, la posibilidad real de que ella podía haber sido también una madre asesina, pero no fue así, porque su tabla de salvación fue otra mujer, que cuidó de ella al igual que del niño. Es un texto acerca de la escritura, de lo que no se supone que no se nombre: lo materno y lo abyecto.
El cuento que le sigue, “El dulce olor de tus pechos”, es el relato del efluvio sexual del cuerpo materno que se exhibe sin el recato requerido a las gestantes, que rehúsa cumplir con el mandato de “lo respetable y apropiado”:
Decidió no utilizar la horrible indumentaria destinada a la maternidad: batas floreadas que disimulaban cualquier pronunciamiento del cuerpo. Se burlaba de los atuendos: encajes, tabletas, colores pasteles, lazos ¿Por qué el intento de infantilizar a la procreadora?, se preguntaba. Por el contrario, decidió seguir usando su ropa hasta sentirse incómoda en ella. Se deleitaba intentando acomodar su nueva cintura al pantalón, viendo sus senos brotar del sostén. Jamás, pensaba, hubiese imaginado celebrar mi gordura. Pero esta era una gordura diferente, un apoderarse del espacio y de la mirada de los demás. Su nuevo estado le procuraba un ensimismamiento en el cuerpo nunca antes experimentado. Pasaba horas examinándolo. Primero, los senos. Se maravillaba de su endurecimiento. Ahora, grandes y firmes, prometían cualquier tipo de placer. (40)
Hombres y mujeres la ven pasar, nos dice la narradora, la desean y otres sienten repugnancia, no pueden lidiar con “tanta carnalidad” (42). La protagonista rechaza la aureola maternal, los llamados al decoro, la reducción del cuerpo a la espera que debe suponer el embarazo; su cuerpo es pura fruición, goce… ni virgen ni mártir.
De otra parte, “Tortita de manteca”, no trata del juego infantil de nuestra tradición boricua, es la trampa de lo materno. Sara, una niña de doce años va examinando, en breves epístolas a su prima, los procesos por los que pasa su madre ¿acaso sin entender mucho?:
“Yo estaba en el cuarto de hospital con mami cuando llegó la señora de la Liga de la Leche—me da risa ese nombre, parece de equipo de pelota—a enseñarle a mami cómo lactar, ¿no y que era tan natural la cosa? (51)
Esa pregunta de la niña que observa es la que la que se empeña en abordar este libro. Su afán es destapar, desarmar y subvertir la mitología de lo materno.
En el cuento “Otra cena miserable”, leemos –más bien acompañamos–a la madre abnegada en el proceso de prepararse para la reunión familiar: no solo la comida, sino el atuendo, las prendas, todo debe ser orquestado por la madre ante la tiranía de los hijos. Es el eterno retorno a un ritual que no funciona, a la estampa familiar que se descompone y vuelve a componerse bajo nuestros ojos.
Me detengo aquí para notar que las lecturas de Crímenes domésticos proliferan, nos conectan al entramado literario materno, he leído este texto con mis estudiantes en diálogo con “Feliz Cumpleaños” de Clarice Lispector. De igual manera, la narración “De la perfección de sus manos”, que relata la frustración materna, los gritos desesperados de una madre porque la hija no funciona como pide la rutina, “una boca que es toda madre” (68), es la sinécdoque de la transformación de la furia materna. Este texto puede leerse en contrapunto con el brevísimo cuento de Mayra Santos Febres titulado “La madre” –del libro El exilio de los asesinos y otras historias del amor– de factura reciente.
Por otra parte, en “Hermosas garras”, las uñas de Solange son el motor de la narración. La protagonista trabaja en “un insulso supermercado para poder costearse, sin culpa, sin que nadie se lo sacara en cara, su manicura. Nadie entendía lo que significaban para ella.” (71). Una clienta, ‘señora de impecable peinado’, “sin duda de esas doñas bien que consumían sus días entre el gimnasio, la peluquería, los doctores y las compras” la insulta, la llama bestia, porque “qué se puede esperar de una mujer que llevaba tales garras” (73). Pero las uñas a la Ivy Queen, son para nuestra protagonista Solange, poder y sexualidad. Valga recordar, a propósito, el análisis de la académica Petra Rivera Rideau en su libro Remixing Reggaetón: The Cultural Politics of Race in Puerto Rico, acerca las uñas de Ivy Queen, quien nos explica que, más que verlas como la puesta en escena de ‘una estética cafre,’ ofrecen posibilidades para cuestionar la relación entre los discursos de blancura y respetabilidad, base de la concepción de democracia racial en Puerto Rico. Como ven, los cuentos de Vanessa ganan significación, y debo decir que en el aula universitaria, auspician, provocan y suscitan discusiones cruciales e impostergables.
En el cuento que prosigue, “Theobroma Cacao L.”, se narra la obsesión de la dieta y la adicción al chocolate. Entre olores y sabores, caemos con la protagonista en el deseo del chocolate, manjar de las diosas golosas. De las uñas y la obsesión del chocolate, vamos al cuento “Del hilo de su voz”, quizás el más dificil de leer, por la narración minuciosa de la compulsión por la pulcritud y el miedo al contagio que determinan la vida de una madre y su hija.
“Ojo de luz” es el brevísimo y bello texto poético que va concluyendo el libro. Una casa que se construye a partir de una ventana abandonada. Dice la niña: “ Mamá, hay una hermosa mariposa que baila junto a la ventana y dos enanitos que intentan atraparla”(109). La literatura está llena de umbrales…en este caso es la muerte de la madre.
Y finalmente el cuento que cierra el libro, “Álbum de espejos”, en el que una mujer, a su vez madre, organiza las fotos de su mamá a manera de despedida… es ese momento en el que ella no está y comprobamos asombradas que nuestra madre tenía poses, maneras de estar sobre la tierra que no nos incluían, que ella podía ser esa chica chic de la foto, esa mujer fatal, casi una Sylvia Rexach, y que nosotras también somos un poco como ella, que la maternidad no nos hace étereas, ni santas retratadas en cuadros al óleo.
Las que han leído Crímenes domésticos y con suerte se aprestan a su relectura con esta edición, habrán notado que he saltado el séptimo cuento de la colección: “Fe de ratas”. Es el que más me estremece. En él, la escritora protagonista, sin nombre, se abandona a una edición autodestructiva, la tinta roja con la que hiere y cruza su texto, con la que lo vandaliza, se compara con el retablo Unos cuantos piquetitos de Frida Kahlo. Creo poder leerlo como una metáfora de la podredumbre, corrupción e inmoralidad del patriarcado. El relato es una versión del retablo.
“Fe de ratas” es además un cuento acerca de la credibilidad de la voz de una mujer, de una intelectual, de la terrible pérdida de las palabras signadas por mujer, del saqueo de la biblioteca, pero también de una biblioteca consumida y en eventual descomposición. Es también un texto acerca de la búsqueda frenética de otros saberes, saberes otros.
Leo también la genealogía de la voz patriarcal, del pavor que causan esas voces masculinas que creen que no repiten la historia del padre, personajes que siguen cumpliendo el mandato de la masculinidad a pesar de que se piensan aliados. Es la metáfora de la ciudad letrada, de la invisibilización de las voces de las escritoras, del circuito editorial, de la ausencia de obras firmadas por mujeres en los prontuarios de los cursos, en la organización de las antologías, en los allmalepanels… Como escribía en twitter la galardonada poeta puertorriqueña Raquel Salas Rivera hace unas semanas “when white men do it, “it’s experimental.” When anyone else does it, it’s in need of editing” (16 de agosto de 2019).
De hecho, hace unos años, una reconocida intelectual puertorriqueña, al enterarse de que estaba investigando acerca de la mater para ofrecer un curso se acercó a mí y compartió conmigo casi una docena de ensayos autobiográficos, muy logrados, de una genial combinación de humor y crítica, y me indicó que me permitía citarlos siempre y cuando la mantuviera en el anonimato.
Pregúntense ustedes cuántos papeles de escritos brillantes firmados por mujeres yacen tachados, muertos de tantos piquetitos, como en el retablo de Frida Kahlo; mientras otros ocupan los estantes de las librerías y las biliotecas, y se siguen leyendo, reiterándose, fatigándonos con su repetición…
***
Por eso no le dije que no a Lissette cuando me pidió que presentara esta edición del libro de Vanessa. Estoy puesta pa estos libros. Quiero que existan, que se reediten, que se discutan y que detonen reflexiones insospechadas. Apuesto a otro corpus, otra biblioteca. Leamos acerca de la madre y también desde la madre y veamos qué otras interpretaciones de nuestra literatura pueden surgir. Porque cuando leemos desde la madre, van reapareciendo textos olvidados y emergen otras posibilidades que cuestionan lecturas canónicas, se nos devela una inusitada trayectoria. En esos cruces incómodos: la desacralización de la figura materna, el lugar de la maternidad en el discuso feminista y los esencialismos culturales, desarmamos nociones anquilosadas de género.
Mirar/situarse desde la madre es un lugar crucial desde donde cuestionar las nociones de identidad, género, sexualidad, raza y cultura…. Es decir, esa “posibilidad biológica—la capacidad reproductora de las mujeres” que, como afirma Sylvia Tubert, se ha constituído en definición unívoca de lo femenino (7). Estas lecturas exponen la imposibilidad del paradigma tradicional de la madre, porque es inalcanzable, porque está impregnado de arquetipos que no permiten que las mujeres se conciban en la complejidad de quienes son, de su subjetividad, porque a su vez violentan identidades y generan más violencia.
En Nacida de mujer, Adrienne Rich denunciaba que:
Tan pronto como una mujer sabe que lleva un hijo en el vientre, cae dentro de la esfera de poder de las teorías, ideales, arquetipos y descripciones de su nueva existencia, pero casi nada de eso proviene de las otras mujeres…(63)
En la literatura puertorriqueña, con Crímenes domésticos, Vanessa Vilches Norat se une a Ana Lydia Vega, a Rosario Ferré, a Magali García Ramis, Olga Nolla, Irene Vilar, Yolanda Arroyo Pizarro, Mayra Santos Febres y a Alexandra Pagán Vélez, entre otras, para ofrecernos una escritura de saberes insurgentes en torno a la mater. Sentémonos a leer o a releer esta colección de cuentos, en diálogo con estas y otras autoras, pensando y repensando acerca de la escritura de la mater, apostando a otra manera de leer.
¡Enhorabuena por esta reedición! ¡Felicidades a Vanessa, a Lissette y a Beatriz de Editora Educación Emergente por liberar nuestras lecturas! Leído en Casa Norberto: 6 de septiembre de 2019.
Reedición de Editora Educación Emergente, 2019.
___________________
Referencias
Rich, Adrienne. Nacida de mujer. Barcelona: Editorial Noguer, 1978.
Rivera Rideau, Petra. Remixing Reggaetón: The Cultural Politics of Race in Puerto Rico, Durham and London:
Duke University Press, 2015.
Segato, Rita Laura. La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de Sueños, 2016.
Tubert, Sylvia. Ed. Figuras de la madre. Madrid: Ediciones Cátedra, 1996.
Vilches Norat, Vanessa. Crímenes domésticos. Cabo Rojo: Editora Educación Emergente, 2019.
Vilches Norat, Vanessa. “Mategrafía: Madre escritora/escritora de madres”, Jornada sobre las
maternidades, Facultad de Estudios Generales, Universidad de Puerto Rico. 16 de marzo de 2017.
Vilches Norat, Vanessa. “De la brevedad de la escritura”. Section d’études hispaniques: Université de
Montréal Tinkuy 18, 2012.
Vilches Norat, Vanessa. “De madre a mamisonga: esbozo de un proyecto”. Fuera del quicio. Eds.
Cardona, Sofía Irene, Mari Narváez, Mari y Vanessa Vilches Norat. Guaynabo:
Ediciones Santillana, 2007. 31-34.
___________
[1] Maternidad imposible, la memoria de Irene Vilar (2009/2012) y la colección de cuentos las Negras de Yolanda Arroyo Pizarro (2011) son dos libros claves. En fechas recientes, se suman la crónica de Mayra Santos Febres, Jadeante y sudorosa (2016) y de Horror real (2016) de Alexandra Pagán Vélez.
[2] Debo decir que en el cine alternativo reciente se puede apreciar la efervescencia de revisiones, recuentos y deconstrucciones de los arquetipos de la “madre tradicional” o importantes cuestionamientos desde las relaciones de madres e hijas. Cabe mencionar los siguientes trabajos: El cielo de los ratones (2010) y ¿Nos conocemos? (2014) de Carla Cavina, Sábado de Gloria (2012) de Gisela Rosario y Karen Rossi, Paridad (2014) de Vivian Bruckman, Isla Chatarra (2008) de Karen Rossi; Yolanda (2013) de Cristian Carretero, Gabi (2012) de Zoé Salicrup Junco, La aguja de Carmen Oquendo Vilar y José Correa Vigier. Habría que añadir a este corpus el desgarrador performance (filmado) Antropofagia (2008) de la artista Marisol Plard Narváez.