Vieques, 1998: Una guerra de la que nadie hablaba
Aunque la foto nos agarró listos, cada uno con su pose favorita, aquella mañana de 1998 la historia nos había dado una sorpresa. Nadie imaginó que perderíamos la lancha de Vieques en la terminal de Fajardo. Parte de nuestro grupo ya había entrado al muelle para montarse en la lancha cuando el capitán informó que la embarcación ya había alcanzado toda su capacidad, por lo que algunos de nosotros tendríamos que irnos en el viaje de la tarde. Decidimos ceder nuestros puestos a una familia de Vieques, pero el capitán se opuso a nuestro arreglo. Y luego, arbitrariamente, ese mismo capitán impidió que nuestros compañeros, que estaban a punto de montarse, abordaran la lancha. Teníamos información de que en el puerto de Vieques se había formado una protesta por la aparición de una embarcación militar. No fue difícil concluir que el capitán de la lancha había obstaculizado nuestro viaje a la Isla Nena para que no llegaramos a tiempo a la protesta iniciada por Pedro y Yabureibo Zenón, dos de nuestros anfitriones. Tuvimos una trifulca verbal con un tal Feliciano, el que controlaba la entrada al muelle, que acabó con una denuncia policiaca contra el camarógrafo por alteración a la paz. El sujeto ante la ley, quien exhibe la citación a corte, aparece como el rastro borroso de otra vida: la posibilidad de ser cineasta se proyectaba en el horizonte. Cuando por fin pudimos tomar la lancha esa tarde, aquella versión de mi pasado tornó su cámara hacia el mar en busca de una imagen de las aguas. Y esas aguas todavía hoy siguen revueltas.Primero de la serie de columnas sobre la lucha de Vieques y en conmemoración de los campamentos de desobediencia civil en el campo de tiro. Los textos son comentarios del autor sobre el paso del tiempo, la memoria y las tareas pendientes en Vieques, a partir de una lectura del performance político de aquella lucha visto desde hoy, luego de la jornada Ricky Renuncia.
Otra sorpresa de la historia que a mí no me pasó por la cabeza es que la huelga de la Telefónica terminaría siendo una decepcionante derrota para el pueblo trabajador. Lo que sí anticipamos es que aquella derrota política consolidaría el programa neoliberal en Puerto Rico. Pasé aquel verano grabando entrevistas para un documental sobre 1998 en Puerto Rico. En respuesta a lo que sucedía en el país, mi película de 1998 se fue transformando en un documental sobre la huelga. Cuando acabó la huelga, algunos amigos míos salieron muy frustrados con aquel proceso. A punto de acabar el verano, no tenía material suficiente para una película sobre el año ‘98 y ya no me interesaba hacer una película sobre el conflicto de la Telefónica.
Entonces Melba Miranda nos convocó a dar un viaje a Vieques para visitar a los líderes de las luchas de este pueblo y escuchar sus historias. En la invitación de Melba coexistían dos posibilidades: por un lado, las luchas de Vieques podrían ayudarnos a redefinir nuestras estrategias políticas; por otra parte, Vieques también se perfilaba como un escenario político latente, una coyuntura que seguía abierta y prometía el desarrollo de nuevos antagonismos. Sin película pero con cámara, me lancé al ruedo de esa nueva historia. Jamás pensé que aquel viaje era el inicio de un proceso intermitente de regresos a Vieques. A lo largo de 21 años, he ido filmando poco a poco la historia de las luchas de este pueblo. Durante todos estos años, las cámaras de video utilizadas en distintos momentos han funcionado como una extensión de mis ojos, pero también han sido una extensión de mis oidos, ya que han ampliado mis posibilidades auditivas, ayudándome así a afinar la travesía de una escucha.
Al llegar a Vieques aquella tarde de 1998, lo más que nos sorprendió fue la verja que controlaba la entrada y la salida de la isla. Era la primera vez que cruzaba esa frontera. Aquella frontera no dividía dos países, más bien dos modos distintos de habitar la colonia. Atrás quedaba la mancha urbana del Puerto Rico desarrollado aceleradamente a golpe de crédito y consumo. Desde el muelle se respiraba un aire de control militar que invadía la zona civil de aquella isla. La amabilidad del piragüero no atenuaba la sensación de que habíamos entrado a un entorno carcelario. Esa tarde conversamos en el muelle con Pedro y Yabureibo, quienes nos explicaron la razón de su protesta: una embarcación de la OTAN navegaba muy cerca del muelle y ellos no tuvieron otro remedio que cuestionar su presencia en aquellas aguas. Luego de varios encontronazos con la policía, lograron que aquella embarcación con tecnología militar se alejara de la costa.
En la tarde subimos a Monte Carmelo. Allí, Carlos Prieto Ventura nos contó la historia de aquella comunidad surgida de un rescate de terrenos llevado a cabo por Carmelo Felix Matta, su esposa María Velázquez y sus hijos. Además, describió lo que significaba vivir asediado día, tarde y noche por los cañonazos. Su relato acontecía desgarradoramente entre explosiones y estelas de humo de aquellos mismos bombardeos. En la noche visitamos a Carlos “Taso” Zenon y él nos habló de los sufrimientos del pueblo viequense ante los abusos de la marina: el desahucio de su familia cuando él apenas tenía 4 años, la muerte de un amigo por causa de un explosivo, el asesinato de Mapepe por defender a una joven. También nos contó la historia de Lino Lanzó, un viejo pescador que, junto con otros pescadores, detuvo el desembarco de las fuerzas de la OTAN el 6 de febrero de 1978. Hasta el rostro encapuchado del subcomandante Marcos se coló en la foto que confirma nuestro encuentro con Taso, aquel presidente de la Asociación de Pescadores de Vieques que hizo historia al enfrentarse a la marina. “Marcos es gay en San Francisco, ¿habrá sido un pescador en la Isla Nena?”.
Mientras escuchábamos aquellos relatos, poco a poco nos fuimos dando cuenta de que entrábamos a Vieques, ese pedazo de Puerto Rico cuyo desarrollo había sido bloqueado premeditadamente por las incidencias de una guerra de la que nadie hablaba en la otra isla.
Aquella noche nos quedamos en casa de Cano en Monte Carmelo. La noche, oscura; pero nadie mencionó a San Juan de la Cruz. No tengo fotos de lo que soñé en la madrugada. Cuando desperté, Monte Carmelo todavía estaba allí.
(La historia continuará…)