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Inicio » 80grados Puerto Rico Vieques

Vieques: entre la esperanza y el desencanto

Gazir SuedGazir Sued Publicado: 3 de mayo de 2013



Al margen de la victoria moral que representa la retirada de la marina de guerra estadounidense de la isla de Vieques, todavía quedan remanentes de la porqueriza militar y sus regueros bélicos. La antigua zona restringida permanece restringida, y aunque ya no queda rastro del inmenso cementerio de tanques y aviones, quedan montones apiñados de municiones, bombas y escombros que pronto desaparecerán. A simple vista parece que el recogido de basura y “limpieza” general, aunque lentamente, será un hecho. Sin embargo, los daños ecológicos no van a repararse de la noche a la mañana y los efectos contaminantes continuarán afectando dramáticamente por tiempo indeterminado. Gran parte del terreno natural permanece inhóspito, árido, desértico; la vegetación predominante sigue siendo igualmente hostil a los amagos de vida que se asoman por el área; y los escasos estanques de agua no son reservas naturales sino empozados de venenos mortales…

Superadas las ilusiones isleñas de celebrar el aparente triunfo, las tierras desocupadas por la marina de guerra pasaron a manos de otra agencia federal, la U.S. Fish and Wildlife Services (FWS), no al gobierno de Puerto Rico. El antiguo perímetro militar sigue controlado por un cuerpo fuertemente armado, y el acceso a la zona, si no viciosamente prohibido, absurdamente regulado. Han puesto letreros que anuncian el nuevo nombre de sus dominios: Reserva Natural. Es la fachada habitual de las posesiones territoriales que en lo inmediato no interesan usar para las cosas de guerra, pero el Congreso estadounidense conserva la potestad jurídico-legal de hacerlo cuando le parezca. Así lo hicieron con la isla de Desecheo, que fue designada refugio de vida silvestre y de especies animales y vegetales endémicas, para convertirse en blanco de bombardeos hasta la segunda guerra mundial. Inservible para el negocio militar de la posguerra, fue entregada a los intereses corporativos del complejo biomédico-experimental con primates no/humanos, hasta que ya no les resultaba rentable el negocio. Tras décadas de abandono, la FWS la reposeyó, exterminó a los primates nativos “invasores” y restringió el acceso por las mismas razones que lo hace ahora en Vieques: la “seguridad humana” y la “conservación” de la “reserva natural”. Ahora tumbar un coco es objeto de cuantiosas multas y un matojo recibe más consideración que las personas…

La experiencia y la conciencia histórica nos hacen cultivar la desconfianza, y sabemos que las omisiones voluntarias en los informes oficiales y en los contratos legales también son formas de engañar. A pesar de las razones impuestas para justificar el control y restricción de acceso, las playas de la región son paradisiacas y, de igual modo que en los tiempos en que la autoridad militar las administraba, hoy algunos privilegiados por las autoridades federales tienen acceso irrestricto, atracan en sus yates lujosos y disfrutan a sus anchas sin peros ni molestias. Y es que una parte de los temores promocionados por la agencia federal para justificar la prohibición del paso, regulaciones arbitrarias y restricción a la libertad de uso civil, son retóricas sin evidencia o fundamentos, meras exageraciones para ahuyentar a los nativos insulares. Hoy sacan de proporción las alegadas amenazas de peligro. Es su forma sutil de manipular la realidad y desanimarnos de celar y reclamar como nuestras estas tierras…

Iniciado el mes de marzo entramos a la zona restringida por las mismas rutas-laberintos que hace más de diez años entrábamos a detener los bombardeos. Cabalgamos y andaregueamos la zona como antes lo hicimos; verificamos el estado de los trabajos de “limpieza”; apreciamos la belleza natural y nos dimos rienda suelta a imaginar bien pensada su genuina libertad y su potencia ecológica, económica, académica y recreativa. Subimos al tope del antiguo edificio militar desde donde monitoreaban las prácticas y bombardeos, allí donde murió David Sanes por un fatídico error de cálculo. Y como hicimos antes, y por lo que resta por hacer, otra vez izamos sola nuestra bandera…

Alumbrados por la luna y con el favor de los vientos pernoctamos “ilegalmente” en alguna playa de la zona “prohibida”, donde hace doce años habitamos en desobediencia civil; en resistencia; contra la ley injusta por hacer valer nuestros derechos. Las consignas que alguna vez nos animaron siguen siendo tan pertinentes como antes, y para bien sea desempolvarlas: esta tierra es nuestra, y no pedimos permiso para disfrutarla. ¡Estas tierras son de todos, para todos! ¡Entramos y salimos cuando queramos!

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Marina de Guerra de Estados UnidosUS Fish and Wildlifevieques


Gazir Sued
Autores

Gazir Sued

Profesor e investigador, conferenciante y escritor. Obtuvo su doctorado en Filosofía en la Universidad Cumplutense de Madrid. Actualmente es profesor de Sociología en el Departamento de Sociología y Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales, Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico.

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