Visita obligada
Hasta el 9 de julio se presenta en el Museo de Arte de Ponce una exposición ineludible. Los curadores, Cheryl Hartup y Pablo Pérez d’Ors, han elegido para el título los nombres de dos de los grandes maestros de la pintura española y el subtítulo viene avalado por una de las pinacotecas más importantes del mundo. Greco, Goya y Museo del Prado: trío de ases. El subtítulo nos promete nada menos que “obras maestras”, así que el éxito está asegurado de antemano.
Puede resultar para algunos una exposición previsible, incluso aburrida, una apuesta cómoda y segura, sin riesgos, que no pone en cuestión nada porque elige nombres incuestionables. Para ellos, propongo visitar, también, la exposición porque puede ser un buen motivo de reflexión sobre arte, cultura e ideologías. Puede ser un buen motivo para pensar en la política cultural del país, en el papel que juega el estado en la cultura, en el que debe jugar, en las subvenciones, en las instituciones. En fin, reflexionar sin malas palabras, sin sentimentalismos, sin subterfugios partidistas y sin trampas.
Además, en la exposición hay obras estupendas, así que vamos allá:
La propuesta curatorial se articula en torno a tres grandes temas: Pinturas Religiosas, Retratos, y Bodegones.
Desde luego no son “las mejores” obras de los artistas elegidos, como se nos promete en el catálogo, pero sí son una magnífica oportunidad para acercarnos a su mirada y entender de paso las bases ideológicas y estéticas de los monarcas españoles, cuyas colecciones son el origen y la esencia del Museo del Prado. Carlos V y Felipe II prefirieron a Tiziano, Felipe IV nombró a Velázquez su pintor de cámara, Carlos IV eligió a Goya, fueron vínculos que definieron a lo largo de los siglos la historia de la pintura española.
La muestra del Museo de Arte de Ponce se abre con dos obras del Greco, un San Juan Evangelista y un San Sebastián, que creo que son lo mejor de la exposición en el apartado de pinturas religiosas. El caso del Greco es particular ya que no estuvo vinculado a ningún monarca, pero sí lo estuvo, y de manera definitiva, a una ideología religiosa: el catolicismo contrarreformista. Aunque llegó a España en 1576 buscando trabajar para el rey Felipe II, el pintor se quedó toda su vida en Toledo, viviendo de los encargos que recibió en la ciudad-convento, que había dejado de ser corte para convertirse en centro religioso de capital importancia. Conventos, iglesias y monasterios proliferaron en Toledo en torno a la catedral primada y al Greco no le faltó trabajo. Nunca obtuvo el apoyo real.La Salomé de Tiziano y “El Primo” de Velázquez destacan entre los retratos, y el magnífico bodegón Cesta y caja con dulces de van der Hamen nos recuerda la importancia simbólica del género y nos remite a Sánchez Cotán.
Las 24 obras se complementan con la colección española del MAP, entre las que destacan el San Pablo y el San Jerónimo de Ribera, la Susana y los viejos de Claudio Coello, el Retrato de Martín Zapater, de Goya así como el extraordinario Desnudo de Joaquín Sorolla.
De igual manera que el Museo del Prado es un reflejo de los gustos estéticos de los monarcas españoles, la colección del MAP refleja los de su fundador Luis A. Ferré, otro motivo de reflexión estética e ideológica.