Banana Wars
Pero un nombre en particular me llamó la atención: Rafael Toro. O, más que su nombre, me llamó la atención la guerra en la que perdió su vida: Banana Wars. Suena como el nombre de una vieja comedia de Woody Allen. Por un momento pensé que era un chiste de mal gusto. Pero no, allí está inscrito en la piedra: los puertorriqueños muertos en la Primera Guerra Mundial, en la Segunda Guerra Mundial, en las guerras de Corea y Vietnam, en los conflictos de Irak y Afganistán, en acciones en Libia… y en las Banana Wars. Las guerras bananeras. Mi primera reacción fue preguntarme: ¿No se pudo buscar un nombre más digno para honrar la muerte del infortunado Rafael Toro?
Las Banana Wars de la inscripción se refieren, amigo lector o lectora, a las intervenciones militares de Estados Unidos en Centro América y el Caribe entre 1900 y 1935. Estas acciones incluyeron incursiones y, en algunos casos, ocupaciones prolongadas en Cuba, Nicaragua, República Dominicana, Haití, Honduras y México, entre otros países. Contra estas intervenciones lucharon figuras como Sandino en Nicaragua, Charlemagne Peralte en Haití y los «gavilleros» en República Dominicana. Consecuencia directa o indirecta de estas intervenciones fue la instalación de las dictaduras de Somoza y Trujillo en Nicaragua y República Dominicana, respectivamente. En fin, hay mucha tragedia implícita en ese nombre frívolo de Banana Wars.
Peor que frívolo: el nombre además de alimentarse de la ignorancia viene del desprecio de algunos en Estados Unidos a las repúblicas del sur. Pequeñas. Ridículas. Caricaturescas. Reducibles a la palabra que designa una de sus exportaciones y que, en inglés al menos, denota sus locuras que tampoco hay que tomarse muy en serio: bananas. A las repúblicas bananeras corresponden guerras bananeras también. A la intervención militar y la reducción de sus economías a un producto se añade la burla por ser débiles política y económicamente.
Pero en segunda reflexión quizá hay que agradecer la honestidad de los que diseñaron la inscripción del monumento. La vulgaridad del título Banana Wars quizá corresponde a la sórdida realidad de aquellas guerras, no solo marcadas por el desprecio hacia un conjunto de países sino vinculadas a la defensa de las ganancias de bancos y empresas, en muchos casos conectadas a la producción y exportación del guineo. Baste recordar la conocida explicación del general norteamericano Smedley Butler, que tuvo el mérito de repudiar lo que llegó a entender había sido su rol en las consabidas Banana Wars: «I helped make Mexico, especially Tampico, safe for American oil interests in 1914. 1 helped make Haiti and Cuba a decent place for the National City Bank boys to collect revenues in. I helped in the raping of half a dozen Central American republics for the benefits of Wall Street. The record of racketeering is long. I helped purify Nicaragua for the international banking house of Brown Brothers in 1909-1912. I brought light to the Dominican Republic for American sugar interests in 1916.»
Como indiqué, en el mismo monumento que se mencionan las Banana Wars, se consigna también los nombres de los puertorriqueños muertos en los «conflictos» en Irak y Afganistán. Esto de «conflicto» suena mucho a eufemismo para salir del paso. No hay que pedir entonces que se cambie la designación de Banana Wars para las intervenciones en que Rafael Toro perdió la vida, sino que se aplique la misma despiadada honestidad al hablar de estos conflictos, sobre todo el de Irak. Si se puede poner Banana Wars en el monumento para referirnos a las intervenciones en Centroamérica, ¿qué nombre podemos dar a la intervención en Irak, por ejemplo, sino Oil Wars? De las Banana Wars a las Guerras petroleras: llamarlas por su nombre no solo sería una descripción exacta. Sería también una denuncia y un llamado a terminar estas guerras con todas sus muertes innecesarias.