Canito «Tartak»
En la cárcel es uso y costumbre que el preso cargue con el nombre de su víctima. Por eso desde 1987 Raúl Hernández Mercado, recién cumplidos los 16 años y residente de la barriada Vietnam en Cataño, carga con el nombre de Natalio Bayonet Tartak.
Un Viernes Santo por la tarde, Raúl llega desesperado y armado al Blockbuster de Levittown con la idea de asaltar a alguien y conseguir el dinero necesario para su cura diaria. Llevaba dos años de adicto y ya estaba muy amarrado a la droga. Ve salir a una señora envejeciente y se dice que sería un asalto fácil y sin riesgos. Al encañonarla cerca del auto, Raúl no se da cuenta de que ella no anda sola. Su nieto, Natalio, interviene con Raúl. Defiende a su abuela. En el forcejeo se oye un disparo y Natalio cae muerto.
Canito Tartak Raúl fue sentenciado a 137 años en prisión por el asesinato de Natalio.
¿Cómo y por qué sucedió la triste y lamentable muerte de Natalio? ¿Cómo y por qué sucedió la triste y lamentable muerte en vida de Raúl? ¿Qué nos enseña a todos y todas?
El caso de Raúl “Canito Tartak” Hernández Mercado ejemplifica la complejidad de la violencia en nuestra isla. El caso de Canito muestra “los intentos arbitrarios del estado por reclamar o extender sus prerrogativas”, como señala Fernando Picó en su conferencia magistral Raíces históricas de la violencia en Puerto Rico.
Siguiendo los apuntes certeros de Picó, es muy pertinente preguntarnos de qué manera influye en el carácter y formación de un joven de 16 años nacer y criarse en una comunidad cuyo nombre es Vietnam; qué políticas estatales y empresariales crearon ese espacio urbano llamado Vietnam; qué gentes llegaron a vivir allí, cómo vivían y aún viven, cómo son sus escuelas y sus estudiantes; cómo fue Canito de estudiante y cómo fueron sus maestros; cómo llegaron las drogas y cómo Raúl se hizo adicto; cómo la “cultura de ilegalidad [de la barriada Vietnam] estaba [y está] erizada de signos ambiguos…” “…y mantenía [y mantiene] a raya las instrumentalidades del estado en asuntos de violencia doméstica, explotación sexual de menores, y negligencias y abusos contra los más débiles.” (Picó)
Ante la inmerecida muerte de Natalio y el comienzo de la inacabable y lamentable agonía de la familia Bayonet Tartak, interviene el estado.
A Raúl se le juzga como adulto teniendo sólo 16 años y a pesar de ser su primera ofensa violenta. Había tenido antes unos casos por robo a una farmacia y por los cuales el tribunal lo había puesto bajo supervisión de sus padres. Se le impone la mayor penalidad con una sentencia de 137 años.
Ha perdido todas sus apelaciones de sentencia, inclusive una ante el Tribunal Supremo. Por muchos años se le negó la libertad bajo palabra. Actualmente está en un “half way home” después de 26 años preso.
De igual manera que el “estado ineficiente, incapaz y anodino de las últimas décadas del gobierno español en Puerto Rico cuando no pudo hacerse valer, teatralizó sus poderes para amedrentar” (Picó), el actual estado teatraliza su incapacidad de bregar con la violencia imponiéndole penas extraordinarias a niños y llegando hasta a imponer sentencias de 700 y 800 años a otros infractores.
Después de más de 26 años en prisión, Raúl ha crecido física y espiritualmente, es indudable. Pero, no es debido al sistema de corrección. “En Puerto Rico la negligencia y la incomprensión se han dado de la mano para crear y perpetuar un sistema penal que es caro, ineficiente y sádico, del cual todos [y todas] somos cómplices,…” (Picó).
Raúl durante esos años de prisión se ha enfurecido, ha llorado, se ha arrepentido mil veces de aquel Viernes Santo, ha tomado cursos universitarios con Fernando Picó, ha dibujado para sí mismo y para otros. Se ha deprimido y se ha ilusionado. Como cuando ilustró la portada de uno de los libros de Picó y en los talleres con Antonio Martorell. Ha seguido dibujando y pintando en papel y en lienzos. En una ocasión varias de sus obras fueron premiadas en Bélgica.
Hay cientos de Canitos en Puerto Rico. Unos más violentos que otros, unos más responsables que otros, unos más peligrosos que otros.
Cómo entender esa violencia que mató tanto a Natalio como a Raúl. Ni uno ni otro pudieron tener novia, casarse y tener hijos, ni graduarse de universidad.
Cómo entender que mientras uno permanece encerrado en su ataúd el otro permanece encerrado en su celda. Entender cómo Natalio no siente su ausencia del mundo aunque sí la sienten sus familiares y amigos. Entender cómo Raúl sí siente su ausencia del mundo y comparte su tristeza con sus familiares y amigos.
¡Qué mucho dolor para todos y todas!
El otro día Picó me dijo que Canito estaba afuera. En el “half way home”. Ya es un hombre de 42 años. Que no sabe cómo bregar en la calle. Que siente miedo. Que no se acostumbra. Le pedí la dirección para irlo a ver. Todavía no he ido. Se me acumulan cosas por hacer, el tiempo es muy corto y no da. Miles de excusas.
Iré el próximo domingo.