Dos jueces, un solo golpe
Ya es de todos conocido que la Rama Ejecutiva, la Legislativa y la Nueva Mayoría del Tribual Supremo se pusieron de acuerdo para aumentar el número de jueces en ese cuerpo. Con eso se añadirán dos más a los cuatro Jueces Asociados nombrados por el actual gobernador en menos de dos años. No hay duda sobre las motivaciones detrás de esta movida.
Se alega que un aumento en jueces promueve mayor eficiencia en la tramitación de casos. Eso es falso.El ex Presidente del Colegio de Abogados, Julio Fontanet, examinó datos empíricos demostrando lo innecesario de este aumento, al menos desde el punto de vista de productividad.De hecho,según demuestra un estudio realizado por una firma privada, entre el 2005 y el 2009, el Tribunal resolvió más casos con hasta tres jueces menos de los que tiene ahora. Además, el número de casos sometidos al Tribunal (los que requieren que escriban Opiniones) no pasa de 30 por cada Juez, según las estadísticas más recientes. Como ex Oficial Jurídico en ese Tribunal, me consta que eso no es mucho trabajo. Claro, puede que existan razones legítimas para ampliar la composición, como por ejemplo diversificar el Pleno y abrirle a diversas perspectivas. Y, por supuesto, la productividad no es, ni puede ser, el único criterio; puede que un cambio estructural fomente mayor deliberación en ese foro.
Pero a nadie la cabe duda que el aumento responde al simple intento por controlar aún más la Rama Judicial. Y no existe persona en este mundo que alegue, con seriedad, que existen criterios legítimos para este golpe. Todo es peor cuando la solicitud de CourtPacking viene, no consensualmente, sino por jueces que se conciben a sí mismos como miembros de un bando. En un país tan polarizado como el nuestro, preocupa que las figuras llamadas a mediar en los conflictos sociales sean inevitablemente percibidas como pertenecientes a un grupo u otro. A todo esto se le suman todas las instancias señaladas por profesores de la Escuela de Derecho, indicando la falta de seriedad con que la Nueva Mayoría asume a la institución judicial.
Es tan lamentable como incuestionable. La Rama Judicial se gradúa como una rama política, como todas las demás, y pierde irreparablemente la confianza pública necesaria para fungir como el garante de derechos y árbitro imparcial de controversias sociales y políticas. Claro, no podemos ingenuamente pensar que hay una separación tajante y absoluta entre lo político y lo jurídico. Su frontera siempre está sujeta a discusión saludable. Pero el ejercicio burdo del poder, sin razones, sin explicaciones, y peor, la adquisición y el agrandamiento por cuenta propia del poder como fin en sí mismo, no está en el terreno de lo jurídico, sino en el de lo político.
Cuando los funcionarios del Tribunal Supremo se piensan como emisarios de un partido, de una ideología, o de una filosofía, dejan de ser jueces. El tiempo dirá si son políticos o jueces. Pero, las señales que nos dan son cristalinas. Que los jueces sean nombrados y confirmados sin deliberación alguna, ni discusión pública, en fastracks de un par de días, mina nuestra confianza en esa institución y en ellos personalmente. Eso, podríamos decir, es culpa de políticos que no entienden la importancia de esa deliberación y, al menos a esa gente, la población puede remover a través del proceso político (concebido ampliamente). Pero cuando la judicatura misma promueve un aumento inusitado e innecesario con el propósito exclusivo de consolidar poder por varias generaciones, es evidente que ya no podemos echar culpa a los políticos en la Legislatura y en Fortaleza. Ahí son los jueces mismos los que entran al terreno de lo político; y políticamente, entonces, tendremos que abordarles. Y, en ese momento, cuando la población puertorriqueña desconfíe de su autoridad y legitimidad, y cuando les miren con suspicacia y no les crean ni una sola palabra de lo que escriban en enjundiosas Opiniones… en ese momento los de la Nueva Mayoría recordarán que quien manchó la imagen y reputación de esa rama, la única hasta ahora respetada de las que nos queda, no fueron sus críticos y detractores, sino ellos mismos. Se han disparado en el pie.