The Plot Against America: ¡profecía y pesadilla!
Los nueve capítulos del libro han sido convertidos en 6 episodios de una hora (el último es un poco más largo), y el guion sigue bastante de cerca la novela (la releí hace un par de años para escribir un ensayo titulado “Contando en forma: ¿Historia o ficción?”, publicado en revistacruce.com y en academia.edu que les invito a considerar). A veces, los asuntos de las tramas laterales se prolongan un poco, pero el impacto de las ideas queda siempre al descubierto. La central es el antisemitismo y el racismo que se había acumulado en el mundo con la llegada del Hitler al poder en Alemania en 1933 y que estaba a flor de piel en los Estados Unidos.
En 1939 más de 25,000 personas abarrotaron el Madison Square Garden de Nueva York para mostrar su solidaridad con los Nazis. Las esvásticas desfilaron junto a las banderas de 48 estrellas y un enorme retrato de George Washington, y los uniformados a la usanza nazi daban el saludo hitleriano que todos conocían de los noticiarios del cine. El “Frente cristiano”, respaldaba las ideas antisemíticas de los organizadores del mitin, el German American Bund, que poco les faltaba para llevar retratos de Führer estampados en la frente. El eslogan más grande era “America First”, nada que no hayamos escuchado desde la campaña presidencial de 2016. Vemos imágenes de esa conglomeración en el Garden según los títulos y los créditos van pasando y, la diferencia entre ellas y las de Hitler solo estriban en que los que estaban en esas hablaban alemán. En la realidad, la repulsión del Bund por parte de una mayoría de americanos fue enorme. Combinado con la ridiculización de los nazis en América hecha por el filme de Warner Brothers, Confessions of a Nazi Spy ese mismo año, el Bund entró en decadencia. Sin embargo, bien sabemos por la marcha en Charlottesville que esos sentimientos racistas y antisemitas solo han estado escondidos detrás de una cortina de gasa desde entonces. En mi reseña de 18 de agosto de 2017 en estas páginas, llamada “El cine y el racismo” dije:
“No cupo duda en las marchas con hachas en Charlottesville que los neonazis y los ultraderechistas se sienten estimulados por la presencia de Trump para dar rienda suelta a sus odios y prejuicios. No solo marcharon por tratar de preservar la estatua del general Robert E. Lee, ícono del esclavismo y de la secesión, sino para cantar eslóganes nazis y antisemitas. Blood and soil, la variante en inglés de la muy alemana «Blut und Boden», es un canto nazi que remite a la idea que solo el que tiene sangre aria y ha trabajado su tierra tienen derechos. Es un eslogan de odio y racismo que no tiene lugar en una nación que se vanagloria de ser democrática. Fueron más directos y cantaron: “You will not replace us” pero dándole a la primera palabra la entonación de “Jew” o judío. Por si acaso a alguien se le escapaba el obvio antisemitismo y neonazismo, enarbolaron banderas con esvásticas.”
Roth usa a Charles Lindbergh (Ben Cole), un conocido antisemita, pero héroe nacional para muchos en aquel entonces por su famoso vuelo solo a través del Atlántico en el avión llamado el “Espíritu de san Luis”. Por su atractivo publicitario, se postula para presidente contra Franklin D. Roosevelt en las elecciones del 1940 con un lema que apela a las masas: “Vote por Lindbergh o Vote por la guerra”. La idea era que EE. UU. no entrara en la guerra, que Hitler no era tan malo como decían. En la vida real, también era, pronazi y aislacionista; asimismo su mujer. Rodeados por otros poderosos antisemitas, particularmente, Henry Ford (Ed Moran), los admiradores de Hitler impulsan la campaña del héroe de la aviación que tiene arraigo entre los que simpatizan con los nazis, odian a los negros, los judíos y los católicos; el aviador gana las elecciones. No tiene ningún bagaje para ser presidente que no sea su cartera de odios. Recibe el respaldo del rabino Lionel Bengelsdorf (John Turturo) quien comienza a vender unas ideas que concuerdan con las de Goebbels y Himmler: van a mudar las familias judías que viven en el noreste a las fincas y campos del mediano oeste y el sur para que “mejor se integren a la vida americana”. El rabino se convierte en asesor del presidente y amigo de la muy real Anne Morrow Lindbergh (Caroline Kapaln, la primera dama, quien, como dije, era tan antisemita como su marido en la vida real. Eriza el cabello la coincidencia entre el rabino de Roth y el patético Stephen Miller, el judío que parece odiarse por serlo, y asesora a Trump en Casa Blanca contra los emigrantes y pertenece a la derecha extrema.
En el centro de la historia –su fulcro– está la familia Levin: Herman (Morgan Spector), su esposa Bess (Zoe Kazan), y sus hijos Sandy (Caleb Malis) y Phillip (Azhy Robertson). Su familia extendida incluye el sobrino de Herman, Alvin (Anthony Boyle) y la hermana de Bess, Evelyn Finkel (Wynona Ryder). Está última conoce al rabino y comienza un affaire con él. Herman se da cuenta inmediata de los motivos del nuevo presidente y sus allegados, y repudia las ideas del rabino y su cuñada de que la movilización de los judíos a otros lugares del país es beneficiosa. Por su servilismo, el nuevo presidente pone a cargo del rabino y, eventualmente a Evelyn, del programa que suena a pogromo. Las tensiones en la familia y la amenaza que ahora se cierne sobre ellos pone a riesgo a todos los judíos del vecindario y de América. El colmo es cuando el nuevo presidente invita a Casa Blanca a Joachim von Ribbentrop, el ministro de asuntos extranjeros del Tercer Reich y éste baila con Evelyn. En la vida real, en 1938 Lindbergh recibió, por orden del Führer y de manos de Herman Göring, el ministro de aviación nazi, la Cruz del Águila de servicio, en una comida en la embajada americana en Berlín. La cruz estaba rodeada de esvásticas.
La serie tiene la suerte de que es entretenida, a pesar de las muchas escenas de confrontación entre los miembros de la familia que repiten los mismos argumentos, algo que se disipa en el libro porque nos cuenta los que está sucediendo políticamente en ese “nuevo país poblado por simpatizantes de Alemania en la segunda guerra” y en el mundo. De vez en cuando, hay alguna acción y se presenta, en un momento dado lo que ocurre (inventado) en un mitin de Walter Winchell (Billy Carter) quien reta a Lindbergh para la presidencia en 1944 (inventado). Winchell, judío, era un famoso periodista que también tenía un programa de radio y era temido por su capacidad de descubrir y capitalizar en los chismes de los ricos y poderosos y los personajes de la vida del entretenimiento. En ese momento de su carrera tenía 50 millones de seguidores, por eso Roth lo escoge; su posible candidatura no le parece al lector imposible. Después de todo el moderador de un programa de TV malo lo ha hecho.
Pero lo mejor, y por lo que la recomiendo, es la presencia en el elenco de los jóvenes actores que representan los hijos de Alvin. El mayor, Caleb Malis, es el típico adolescente que se rebela contra su padre para luego arrepentirse. Su presencia va creciendo según pasa el tiempo y, como debería ser, ya que pasan cinco años (figurativos) desde que comienza la historia hasta que termina. Pero la revelación es Azhy Robertson, el hijo menor, quien tiene 10 años; además de ser un querendón ya, a su edad, es un gran actor. Sus escenas siempre están llenas de sorpresas emocionales y, su ternura, nunca raya en un sentimentalismo barato que quiere estrujarnos para sacarnos lágrimas o conmovernos con lo obvio.
No debe de sorprender que John Turturo tenga una participación destacada en la serie. Su rabino es una contradicción de buenos modales y malas dediciones basadas en la idolatría de un dios de barro. Pero ese Golem, resulta ser maldito. Cuando se da cuenta de lo que ha hecho, es muy tarde y la tragedia ha entrado a su vida para no partir. Los guionistas del programa (David Simon y Ed Burns) no son parcos con los proféticos paralelismos del libro con lo que se vive hoy día con el presente ocupante de Casa Blanca. No lo hacen obvio porque es innecesario. El que no lo vea, está ciego o no entiende. Los interesados pueden leer el maravilloso libro de Roth. ¡Quédense en casa y lean!