Wakolda (El medico alemán)
Es tanto el parecido físico entre Joseph Mengele y el actor Álex Brendemühl que a uno le da miedo pensar que puede haber reencarnado. Hay, además, algo lujurioso y malsano en el tono de la voz que usa el personaje para comunicarse con la jovencita Lilith (Florencia Bado) en un intento de congraciarse con la niña. Era uno de los métodos que usaba el demonio hecho hombre que se encarnizó en el médico antropólogo alemán, también conocido como el Ángel de la Muerte.
Mengele comenzó su carrera como un verdadero médico científico que estudiaba la genética de los que nacen con labio leporino y barbilla hendida. Algo lo hizo cambiar a convertirse en un criminal que mató a numerosos niños, particularmente gemelos, a los que sometía a crueles experimentos con el intento de probar las teorías de la superioridad aria según las creencias raciales de los nazis.
Ex miembro de la infame SS, se unió a los “médicos” de Auschwitz para perpetrar sus abusos disfrazados de “experimentos” con los prisioneros judíos, y para ser el que decidía quién iba a las cámaras de gas cuando los trenes llegaban al campo de concentración. Junto a Adolf Eichmann representó un papel tiránico y predominante en la maquinaria del Holocausto, y era una especie de zar del Zyklon B, el gas con base de cianuro con el que se mataba a las víctimas de los nazis.
Esta película, basada en una novela escrita por la directora Lucía Puenzo, quien también escribió el guión, presenta una etapa de la vida de Mengele en que se paseó por la Argentina como si nada. Escapado de Alemania con la ayuda de amigos poderosos de la SS, vivió en Buenos Aires bajo el nombre de José Mengele durante el dominio de Juan Domingo Perón. Eventualmente, perseguido por los caza Nazis Simón Wiesenthal y Hermann Langbein, y por el Mosad (la policía secreta de Israel) huyó a Paraguay desde donde iba y venía a Brazil sin aparente dificultad.
En la película, una familia argentina camino a la hostería que adueñan en la Patagonia se encuentra con el médico alemán, a quien no reconocen como Mengele. Él les pide seguirlos en caravana, pero ya ha establecido dos intereses: la chica Lilith, que no ha crecido lo que se espera, y su madre Eva (Natalia Oreiro), porque está en cinta. El hombre se inventa una serie de excusas para convertirse en el primer huésped de la hostería y, cuando encuentra alguna resistencia de parte de Enzo (Diego Peretti), el patriarca de la familia, saca un paquete de dinero y paga seis meses por adelantado.
Comienzan a suscitarse una serie de extrañas peticiones de parte del médico y termina tratando a la chica, administrándole hormonas para ayudarla a crecer, y a la madre, cuando descubre que va a tener gemelos. Eso aumenta las tensiones entre el alemán y Enzo, y crea conflictos entre Enzo y Eva.
Mientras tanto nos hacemos testigos de la influencia alemana en la región de Bariloche, un lugar cuya belleza es inmensa, desolada, y fría. Es evidente que los cómplices del alemán saben quién es y que lo están ayudando a ocultarse de las autoridades. Solo una persona sospecha del alemán y, desafortunadamente, en ese solo hecho es que gira la trama de esta película que sufre de anticlímax y está desprovista de la tensión necesaria para sostener nuestra absoluta atención.
Hay una serie de escenas de sumo interés cinemático que atestiguan algunas de las destrezas de la directora. Una colección de muñecas se convierte en una alegoría de la línea de ensamblaje de la muerte que fue Auschwitz, y los ojos en blanco de las cabezas de las muñecas, a través de los cuales parece brillar una luz maldita, es como la muerte inútil y deshumanizada de todos los niños que perecieron en los crematorios y los campos de concentración. De igual manera, los dibujos mecánicos que diseñan un corazón que late para el juguete no son muy distintos de los croquis que dibuja Mengele para los experimentos que planifica con gemelos y ganado bovino. La muñeca que la niña llama Wakolda es morocha, ha pedido el corazón, y contrasta con las nuevas muñecas rubias de ojos azules que se cierran al acostarlas y son la perfección que busca Mengele. Es una muñeca impura…
Sabemos, o tal vez creemos saber, demasiado sobre Mengele, y la cinta no abunda en cosas que desconocíamos ni en aspectos de su vida que esclarecerían cómo un ser tan torcido y maldito logró escapar de las autoridades hasta que murió. Sospecho que la novela es mucho mejor que la película y que los elementos de suspenso tal vez se lograron en la página escrita.
Hay que mencionar tres factores de interés en el filme. Para mí lo segundo mejor de la película es la música de Andrés Goldstein y Daniel Tarrab que enfatiza que la soledad, la desolación y la belleza natural pueden coexistir de forma amenazante. Además, la partitura acentúa la frialdad de la mirada del médico alemán y el peligro que corren sin saberlo los que le rodean. Luego hay que considerar los simbolismos que se logran con las muñecas que son francamente aterradores.
Por último, y notable, está la actuación certera, siniestra, y tan cercana a cómo debe haber sido el maldito Mengele, de Álex Brendemühl. Él, de por sí, constituye una película de horror.