World War Z
Hollywood ha sido consecuente en sensibilizarnos a la posibilidad de la diseminación de epidemias desde que comenzó la epidemia de HIV en 1981. Los filmes van desde los verídicos amonestadores, como el brillante filme, basado en hechos reales, de Roger Spottiswoode para HBO “As the Band Played On” (1993), pasando por las ficticias “Outbreak” (1995) de Wolfgang Petersen y la estupenda “Contagion” (2011) de Steven Soderbergh.
Con la guerra Z, Hollywood empuja el tema a un extremo interesante y metafórico con una pandemia que convierte a los contaminados en zombies que muerden a los humanos para hacer de ellos zombies también. La película es excitante y a veces miedosa. Casi toda la acción ocurre de día y no estamos expuestos a esos trucos baratos que causan sobresaltos, comunes en películas malas de horror. La trama es relativamente simple: un exempleado de las Naciones Unidas, Gerry Lane (Brad Pitt, demostrando sus ojeras y arrugas, presumo que causadas por los problemas médicos de Angelina Jolie) es llamado a investigar el origen de la pandemia y a buscar una solución para detenerla. Él ha presenciado un ataque de zombis junto a su esposa Karin (Mirelle Enos) en Filadelfia (donde vive), la ciudad “del amor fraternal”, y ha calculado el tiempo de incubación y transformación de los mordidos (es un tipo brillante), algo que le ha de servir en su búsqueda. Segundos antes de que vaya a caer presa de los zombis el gobierno lo rescata junto a su familia y son llevados a una flota de naves en el océano. Allí están protegidos de los embates de los zombis. En esos barcos reside ahora el personal necesario para ayudar con el problema de la pandemia.
Pronto, Gerry y un equipo parte hacia Korea del Sur donde se escuchó por primera vez que los afectados eran “zombis”. Allí las cosas se complican pero Gerry descubre dónde está el único lugar que hasta ahora ha sido invulnerable a la pandemia. Descubre que la contención se debe a que se ha construido una pared alrededor de Jerusalem que ha impedido que los zombie entren. El resto tienen que verlo si es que les atrae este tipo de ficción.
No hay mucho tiempo en la cinta para que los actores se luzcan más allá de los arrebatos del momento. Pitt es buen actor (casi siempre mejor que sus películas o, a veces, como en “Tree of Life”, excelente) y no está mal. Mirelle Enos, a quien quizá algunos conocen de la estupenda serie de TV “The Killing”, en la que demuestra sus quilates como actriz, no tiene mucho que hacer sino llamar a su marido por móvil, a veces en momentos inapropiados.
Los zombis son un símbolo de las masas que cada vez crecen más y que están a la caza de los que representan la autoridad y el gobierno. Lo que impulsa a los zombis en la película es el control de los espacios; quieren propagarse y “vegetar”. Los atrae el ruido y, en una escena realmente terrorífica y de un poder cinemático impresionante, a pesar de ser una construcción digital, el ruido de la ciudad agrega a los zombis y los estimula a trepar la pared para atacar la ciudad. Si hay un lugar rodeado por más enemigos que los que viven en sus límites, y uno que hace más ruidos con sus invasiones y sus ademanes contra los que los rodean ese es Israel. Tal parece que Hollywood le está enviando un mensaje. Simultáneamente, la rebelión que representan los zombis es como una protesta de los que hoy día se ven en las calles de Nueva York, Madrid, Siria y Brazil, y se encuentran con el poder avasallador de las fuerzas armadas. ¿Son esos los “zombis” sobre los que nos alerta esta película entretenida pero de poco interés artístico? ¿O es que alguien quiere llamarles zombis a los que protestan las desigualdades sociales en el mundo? Contrario al control de las epidemias reales y ficticias, no creo que la “epidemia” que pide que se haga justicia con los pueblos se ha de controlar con una vacuna.