Zoetrope y la (des)ilusión escénica
Estrenada en su totalidad en Pregones en enero del 2015, Zoetrope, de Javier Antonio González y el grupo Caborca es una propuesta artística que subraya, por un lado, las conexiones interdisciplinarias entre cine y teatro, y que por otro, aborda el tema de la diáspora puertorriqueña en Nueva York.
La obra está articulada a partir de documentos y cartas de la familia de González. Con una estructura cinematográfica que usa cortes paralelos y flashbacks, la trama cuenta el devenir de la frustrada pareja de Inés (Laura Butler-Rivera), una maestra de inglés en Lares, y Severino (Marcos Toledo), un hombrecito mediocre y traicionero que se muda a Nueva York en los cincuenta buscando bienestar económico. Esta relación central le permite a González traer otros personajes excéntricos como la hermana de Inés, Francisca (Tania Molina), una mujer radical proto-feminista, el cura del pueblo (David Skeits) preocupado por los problemas de género en la lingüística del castellano, los americanos Susan y Russ (Veraalba Santa y Timothy French), la amante y el mejor amigo gay de Severino, o incluso, el icónico escritor René Márquez (Pedro Leopoldo Sánchez Tormes). Recorriendo varias décadas y generaciones, la trama novelera de traiciones amorosas, fracasos de la masculinidad, la política y el cine confesional, es un pretexto, a mi entender, para examinar los múltiples niveles semiológicos del discurso de la inmigración puertorriqueña en y fuera de la Isla.
Dirigida también por González, el montaje utiliza explícitamente la noción épica brechtiana de distanciamiento en la cual se propone una mirada lejana a los eventos para conducir a una reflexión activa en la audiencia, en vez de una identificación emotiva que lleve a la catarsis. Esto se logra en la puesta en escena cuando se observan todos los materiales y procedimientos de la representación. Por ejemplo, en este caso, la escenografía mínima usa la arquitectura vacía del teatro y deja ver los instrumentos de iluminación, los actores cambian de vestuario en escena y más que personajes son actuantes, se rompe la cuarta pared o las fronteras con la audiencia, la música no corresponde al período histórico y se utilizan proyecciones filmadas por los mismos actores con el equipo de cámara totalmente visible. Todas estas elecciones crean capas sobre capas de representación. Lo que el público experimenta más allá de un relato de ficción, es una compañía teatral interesada en mostrar transparentemente su quehacer artístico.
El título Zoetrope es evocativo ya que señala a uno de los primeros inventos que creaban la ilusión óptica de movimiento y que facilitaron el camino para el cinematógrafo. Me interesa resaltar la idea de ilusión de movimiento con relación a la trama ya que, precisamente, la obra propone que en muchos de los casos la inmigración es ilusión de movimiento ascendente. A pesar de sus intenciones, Severino, el emigrante, no logra adaptarse a la urbe, al mundo laboral, al clima o las relaciones amorosas de Nueva York. Pero González no lo deja ahí, él también propone que en Puerto Rico se vive un estancamiento paralelo. Las hermanas nacionalistas simpatizantes de Albizu ven cómo la revolución que traería la independencia a la Isla se disuelve, de igual forma que sus relaciones íntimas. En ambos espacios solo queda el trauma. Esta ideas y paralelos no son nuevos, la literatura y las artes puertorriqueñas, tanto en la Isla como en los Estados Unidos, desde mediados del siglo pasado en adelante, han reiterado la falacia, tanto del sueño americano, como de la emancipación del pueblo puertorriqueño frente al dominio colonial estadounidense. Las aportaciones de la obra provienen en confirmar que aún vivimos en ese régimen político y discursivo y en el análisis meta-textual y teatral que la pieza genera y que, por cierto, señala al cambio que ha sucedido en la inmigración puertorriqueña de las últimas décadas. Me refiero a la cantidad mayor de profesionales educados en el movimiento diaspórico. Precisamente, Zoetrope es una obra creada por un grupo mixto, multidisciplinario y bilingüe, educado y con títulos en Puerto Rico y los Estados Unidos, que, a diferencia de esa primera inmigración proletaria, está, hasta cierto punto, mucho más integrada a la sociedad americana, sin que esto signifique necesariamente asimilada. Es esta condición de “cerebros”, como también se les ha llamado, la que permite que, hecha desde esa ontología, la obra se encargue de comentar sobre los métodos y conflictos de representación de la diáspora. Además de las técnicas de distanciamiento comentadas, la obra propone una conjunción y saturación de lenguajes varios: el español y el inglés hablado y escrito en subtítulos, la escritura de cartas, la didáctica del inglés para estudiantes isleños, la propaganda independentistas así como su reverso reaccionario, la danza, la música en vivo, el canto y por supuesto, el cine en tanto actividad, estructura y proyección en vivo. Aunque en la misma tradición de contenido de obras como La carreta, la colección de cuentos Spiks, o la película La guagua aérea, entre muchos otros productos culturales, con Zoetrope estamos en el terreno auto-referencial mediático del siglo XXI. Ya no se trata del discurso en sí mismo (lo que puede ser problemático a nivel de recepción por su ambigüedad), sino de las maneras en que se articula y se comenta el mismo.
Zoetrope es una propuesta innovadora, híbrida y multilingüe, que desde las rupturas y amalgamas de métodos representativos, sintetiza los relatos siempre vivos de la diáspora. El trabajo intenta traer visibilidad en los Estados Unidos (y ya eso es un gesto muy político) a los sujetos y contenidos de los márgenes culturales y lingüísticos. Igualmente, reclama una mirada y una recepción crítica desde otras posiciones socio-geográficas como espero que pase, con especial interés, en Puerto Rico.
*Una versión más extensa de este texto formó parte de la conferencia “Narrativas de la diáspor”a presentada el 9 de abril de 2015 en la Sala A Jorge Enjuto del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico como parte del IV Encuentro Humanidades es arte y cultura, y el programa Red.
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