2021: ¿Año de la convergencia?

foto por Ricardo Alcaraz
Así, pues, la descolonización no es un jueguito de palabras entre estadidad e independencia. Es un proceso profundo que incluye una crítica radical al país interventor, una comprensión del carácter global de los reclamos, la reparación de agravios, la recuperación del patrimonio nacional y un número prudente de años para recomponer la fibra espiritual y la economía del país sometido, en este caso, nuestra nación.
El Partido Socialista Puertorriqueño solía tener su lema cada año. Se hace comúnmente en las instituciones de cualquier tipo: Semana de la Lengua, Día del Planeta, Mes de la Radio… En el caso del PSP, el lema del año fijaba con fuerza la prioridad máxima de las acciones: “Año de la organización de los trabajadores” o “Año del avance decisivo”. Mediante esa metáfora suprema se corría el velo de profundos análisis de táctica y estrategia para ciertos logros y eventualmente los sagrados objetivos de la liberación. Se pecaba, hoy se sabe, de un voluntarismo que debía parecer ridículo a cualquiera con dos dedos de frente, pero no a los decididos militantes del PSP. Se proclamó, por ejemplo, ¡Independencia ya, Socialismo ahora mismo! cuando más difícil era la consigna.
El marketing y las teorías organizacionales han probado que los lemas, las consignas ayudan a componer un mapa de acciones y a profundizar una subjetividad latente o compartida desde la cual podemos proyectarnos del presente al futuro.
El debate electoral entre las fuerzas que se identifican por la descolonización –independentistas, socialistas y soberanistas– tiene ya lo suficiente recorrido como para que todos podamos tener una idea firme de los asuntos más importantes planteados. Los extremos son claramente distinguibles y nos ayudan a establecer un parámetro: los que han querido ver la muerte del PIP, los que postulan la viabilidad de un cambio inmediato a base de una alianza amplia como la que representa el MVC, los que proponen un PIP completamente renovado y los que se ubican con reservas en estas dos direcciones electorales. Todos, en movimiento, me parece pueden y deben ser convergentes.
Si bien es evidente un declive en el respaldo electoral al PIP desde el 2004, de unos esperanzadores 54 mil votos a 22 mil en el 2016, esa no es razón suficiente para obviar su dedicación y su participación en diversidad de luchas sociales y democráticas. A los legisladores del PIP los hemos visto siempre presentes en las causas por los más necesitados, sea la comunidad sorda o con impedimentos; la mujer trabajadora o la comunidad LGBTQ…, asalariados o empleados públicos. Los hemos visto en defensa de la escuela y contra la corrupción y el nepotismo, por la defensa del ambiente y un desarrollo económico justo. Ninguna otra organización independentista se le equipara ni en número ni en influencia.
Eso no quiere decir que, dada las condiciones de los últimos años y los resultados electorales del pasado, no haya miles de puertorriqueños, quizá decenas de miles con la voluntad de organizar una vía a la descolonización distinta a la del PIP. Lo que explica también que haya emergido hace cinco años una organización como VAMOS, de raíz anticolonial, pero anclada en las luchas locales y objetivos no-electorales como lo son la educación popular y de cuadros, la alianza de comunidades y los proyectos de autogestión. Y en esta lista corta debe nombrarse al Movimiento Socialista de Trabajadores, con nuevos bríos en los últimos años, y al Movimiento Independentista Nacional Hostosiano y al MUS, ambos también con muchos años de trayectoria. Mención aparte merece CLARIDAD-En Rojo, que lleva por más de sesenta años de manera consecuente y generosa el mensaje independentista.
El horizonte político de las izquierdas puertorriqueñas, bien lo sabemos, no se agota en organizaciones “políticas”. Existe una infinidad de agrupaciones contestatarias, emergentes, fluidas que van de reclamos políticos específicos –contra la Junta o Promesa–, al feminismo, la literatura, las artes, la música, el cine, la autogestión, el cooperativismo y los derechos humanos, o bien pasan por la academia y la investigación. La revista 80grados es un magnífico ejemplo de intersección de todas las anteriores.
De aquí parten las siguientes observaciones:
1. Creo que el PIP no tuvo otra opción que ir solos a estas elecciones. No hubo tiempo suficiente de madurar una perspectiva distinta a la que permite el peso de una fuerte tradición que se cree heredera –y en parte lo ha sido– de una responsabilidad histórica que trasciende personas e instituciones. De hecho, proteger la franquicia electoral a toda costa opera como un reflejo involuntario entre gente madura y entre jóvenes pipiolos que se toman muy en serio –a diferencia de lo que se cree– su compromiso patriótico y revolucionario.
2. Veo una energía nueva en puñados de jóvenes que se han movilizado a apoyar la única opción electoral independentista. Me parece constatarlo en distintos planos: un buen número de jóvenes son candidatos, participan de asambleas, y otro buen número realiza tareas consecuentes de divulgación en los medios y en las calles. Ellos no están cansados de escuchar el “llamado patriótico” de cada cuatro años, en parte porque su intercambio con lo político es muy reciente. Tampoco lo están los ‘históricos’, los militantes más maduros, a quienes se suma un buen contingente de independentistas no afiliados de todas las edades y procedencias como quedó demostrado en un reciente manifiesto. Entre unos y otros aparecen de vez en cuando escenas rocambolescas –como quizá diría Andreu Iglesias–, exabruptos, que le permiten a un joven del PIP referirse a compañeros independentistas y socialistas como “escorias”, simplemente porque no votan por el PIP.
3. Estimo que el «resultado electoral», por primera vez para las izquierdas, se va a dilucidar fuera de las elecciones: primero, porque el PIP no tendrá más opción que reconocer a fondo y sin vacilaciones la necesidad de una movilización y una alianza inmediata y urgente para derrotar el colonialismo; y en segundo lugar, porque Victoria Ciudadana demostrará que es insuficiente proclamarse como una «alternativa» a los cuatro vientos; eso, en todo caso, hay que demostrarlo en la práctica. Y la verdad es que no ha tenido tiempo suficiente para hacerlo.
4. El elector independentista, socialista o anticolonial va a dividirse en esas dos direcciones. Si tenemos suerte y algo de determinación, esas dos direcciones deberían coincidir en el 2021 en una gran alianza anticolonial y anticapitalista. Demás esta decir, por otro lado, que las imposiciones de las políticas neoliberales y las urgencias del llamado cambio climático nos conducen, irremediablemente, a una nueva suprema definición que trasciende, sin duda alguna, el tradicional paradigma del status. (“Vamos por la convergencia porque no permitiremos que se nos vaya la vida”, me ha dicho Justo Méndez, y aquí lo consigno).
5. Si hay gente suficiente para que ambos salgan fortalecidos, como se dice ahora en el argot electoral, nadie lo debe saber con exactitud. Estimo que sí, mientras no se active ese síndrome fatal del independentismo y del movimiento estudiantil y obrero que ve derrotas donde hay victorias y ganancias, como ocurrió precisamente en el PIP en 1972-1973, y luego en el PSP en 1976.
6. No hubo condiciones en el 2020 para madurar una estrategia convergente de todas las fuerzas anticoloniales y anticapitalistas. “Esto es lo que hay”, como ha comentado Wilda Rodríguez. La política, como bien se sabe, no es un asunto que se dirime en laboratorios asépticos o en talleres de alta costura.
7. La oportunidad gigante, eso sí, la tenemos en el Plebiscito SI o NO a la estadidad. Una derrota contundente de la estadidad abriría las puertas a la unidad estratégica de todas las fuerzas emancipadoras. La cancha queda abierta entonces para una politización del discurso público sobre el tema del poder y el colonialismo en todas sus vertientes, incluyendo la estadidad, tarea que Victoria Ciudadana por decisión propia se niega a asumir por ahora.
Su ausencia del plebiscito no los descalifica para el futuro. Votemos NO por separado, en forma contundente, y luego sigamos cultivando la unidad en otros planos. El potencial a largo plazo de Victoria Ciudadana, Lúgaro y Natal, estimo, quedará bien plasmado en los resultados electorales con o sin “victoria” numérica. Y si el PIP demuestra su solidez, hablamos entonces de dos fuerzas que pueden alinearse con la que representan los desafiliados y las desafiliadas que constituyen, a mi juicio, una abrumadora mayoría.
En fin, en dos palabras: ojalá que la unidad anticolonial y anticapitalista florezca tras estas elecciones de 2020. El año 2021 debería ser el Año de la Convergencia. Se nos va la vida.
* El texto que suscribo aquí está basado en dos breves comentarios que hice en Facebook en las últimas dos semanas.