¿A qué imperio pertenece Puerto Rico?
El otro día, en uno de mis cursos, les hablaba a mis estudiantes sobre la historia del imperialismo estadounidense, trazando las diversas formas que ha tomado a lo largo del tiempo. Para ello importé la tipología de imperios del sociólogo estadounidense Michael Mann (2008), una muy útil para aquella tarea pedagógica.
Mann distingue entre cuatro formas de imperios: directo, indirecto, informal y hegemónico. El imperio directo envuelve la conquista de territorios y su incorporación política al centro o metrópolis imperial. La soberanía del territorio colonizado pertenece a la metrópolis. El imperio indirecto también envuelve la conquista de territorios y el centro imperial también mantiene soberanía sobre las colonias. Pero, los gobernantes y las élites de la población local mantienen cierta autonomía que les permite negociar las “reglas del juego” con las autoridades imperiales, siempre en un contexto desigual.
El imperio informal, contrario a los imperios directos e indirectos, no envuelve la conquista o incorporación de territorios. Los gobernantes de la periferia mantienen la soberanía pero esta es relativa, restringida mediante varios medios por el poder imperial, incluyendo presiones económicas, la diplomacia y la coerción militar. Existen varios sub-tipos de imperios informales, dependientes de la forma en que se ejerce presión sobre el satélite en cuestión. Algunos son coaccionados a la diplomacia mediante naves acorazadas, una forma de intimidación militar directa. Otros son controlados mediante apoderados o intermediarios subcontratados (dictadores, déspotas, y oligarcas), producto de alianzas entre las fuerzas imperiales y los gobernantes locales. Otros son presionados mediante los llamados programas de ajuste estructural, equivalentes a una forma de coerción económica ejercida mediante las instituciones bancarias internacionales.
El último tipo de imperio, el imperio hegemónico, está fundamentado en el dominio por consentimiento, aunque el uso de la fuerza siempre este latente. El poder o centro imperial domina a los estados periféricos pero su dominio es aprobado como legítimo y normal, pocas veces retado. Mientras discutía aquella tipología, una de mis estudiantes, muy atenta e interesada en el tema, me preguntó si Puerto Rico era entonces una colonia del imperio indirecto estadounidense. Le respondí que de acuerdo a la tipología de Mann, Puerto Rico sí era parte del imperio indirecto estadounidense.
Pero mi respuesta requiere elaboración. Cuando no es negado, el imperialismo estadounidense o es descrito como uno excepcional o como un imperio informal. Clasificar a Puerto Rico como parte de un imperio indirecto es complicar la alegada informalidad del imperialismo estadounidense, la tendencia dominante en la literatura sobre el tema. Además, la tipología de Mann complica el asunto pues plantea que Estados Unidos no posee uno sino varios tipos de imperios. Todo esto hace difícil la clasificación de Puerto Rico como una colonia parte del imperio indirecto estadounidense. Es hoy incuestionable que desde finales del siglo 19, y distinto a otros centros imperiales, Estados Unidos dirigió la mayoría de sus esfuerzos expansionistas a la creación de un imperio informal.
Son varios los estudios que confirman que, a partir de la segunda mitad del siglo 19, las condiciones históricas, sociales y económicas favorecieron que el capital estadounidense dirigiera sus esfuerzos a la formación de un imperio informal y no a la formación de un imperio formal (Panitch&Gindin 2003). Los historiadores ingleses Gallagher y Robinson y el historiador estadounidense Williams ya habían destacado esa tendencia, confirmada por Roberts (1980) en su estudio acerca de la actividad naval estadounidense entre 1869 y 1897: The U.S. Navy data is thus generally consistent with the concept of informal empire . . . The concentration of activity at political and economic focal points, where U.S. diplomatic agents were also present, was the appropriate way for the navy to help ensure law and order and secure economic access through the existing local power structure, while preventing European powers (whose ships were also present at the same foci) from obtaining privileges that would exclude Americans. The nature of U.S. naval activity indicates that its objectives were at least in part political. The navy demonstrated an ability to respond to crises and intervene directly to protect life and property when local authority broke down, though it kept such interventions to a minimum. The Open Door notes of 1900 could not have been much of a surprise for the navy — it had already been following a similar policy for at least thirty years.
Como se desprende del estudio de Roberts la tendencia a la formación de un imperio informal comenzó mucho antes de la Guerra Hispanoamericana. Es por ello que para Stedman Jones (citado en Panitch y Gindin 2003) la conquista de colonias—Puerto Rico y Filipinas—y la anexión de Hawái fue una desviación de las formas de dominación económicas, políticas e ideológicas distintivas del imperialismo estadounidense. Por supuesto, la condición especial de Puerto Rico ha sido también subrayada por los estudiosos del patio. Puerto Rico, una colonia estadounidense, es vista, según señalan César Ayala y Rafael Bernabé, como una “excepción a la regla,” ni parte de los Estados ni parte de su imperio informal. Y para Juan Flores Puerto Rico es una colonia “insólita” y “excepcional.” En fin, Puerto Rico no es una colonia clásica pero tampoco neocolonial o poscolonial.
Los esfuerzos para especificar las particularidades de la extraña colonia han sido varios, entre ellos los de Juan Flores y los de Ramón Grosfoguel. Este último valiéndose del concepto de Pierre Charles describe a Puerto Rico como una “colonia moderna” (Grosfoguel 1998). Estas colonias se originaron después de la Segunda Guerra Mundial. En estas los sujetos coloniales poseen la ciudadanía de la metrópolis, disfrutan de derechos civiles y del sufragio universal. Además, las colonias modernas se benefician de los programas metropolitanos de ayuda social. En adición, los sujetos coloniales modernos se concentran en la manufactura y los servicios, dejando atrás su participación en el sector agrícola de la economía colonial.
También disfrutan de buenos salarios y participan del consumo masivo. Finalmente, muchos de ellos migran a la metrópolis o se mueven constantemente entre la metrópolis y la colonia. Para Grosfoguel las colonias modernas son neocolonias sin independencia absoluta; no son colonias clásicas ni estados independientes. Recientemente, y en su análisis de las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos después del fin de la Guerra Fría Grosfoguel (2003) propone que estamos ante la “recolonización neocolonial” de la Isla por parte de los Estados Unidos, la que pretende abaratar el costo de la mano de obra local, eliminar las regulaciones ambientales, y limitar los derechos civiles y sociales de los sectores populares.
Esencialmente, dicha re-colonización pretende disminuir los costos de producción para el capital transnacional así como los gastos que Puerto Rico representa para las arcas del gobierno Federal, a su vez redefiniendo los usos militares de la Isla en el contexto del pos Guerra Fría. Para Juan Flores (1999) la excepcionalidad colonial de Puerto Rico requiere un nuevo lenguaje, por lo que propone que conceptualicemos la isla como una “colonia lite,” que evocando el concepto utilizado en el mercadeo de productos dietéticos bajos en calorías y azúcar, denota una versión más simple, suavizada y moderada del colonialismo clásico. Evocando el universalismo discursivo de algunas de las posturas teóricas poscoloniales Flores afirma que se trata de un colonialismo “eminentemente discursivo,” una forma simbólica de dominación transnacional que pone énfasis y hasta mercadea, según convenga, o una identidad puertorriqueña homogénea y uniforme o una identidad puertorriqueña heterogénea, incluyendo la de la diáspora puertorriqueña. Las revisiones y redefiniciones de la condición colonial puertorriqueña por Grosfoguel y Flores , así como la de otros, se concentran en la condición puertorriqueña posterior a la Segunda Guerra Mundial, después del establecimiento del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, un estado colonial con una “autonomía restringida” para Pantojas-García (1990) y una “autonomía relativa” para Pedro Cabán (2002).
Otro elemento interesante de las propuestas de Grosfoguel y Flores es que enfatizan lo que Grosfoguel llama las “relaciones internas de poder,” esto porque se trata de crítica abiertas al nacionalismo puertorriqueño. Por supuesto, una contribución importante de ambos es que registran la heterogeneidad del colonialismo; reconocen, aunque no la detallan, la presencia de diversos colonialismos, de las varias progresiones y conmutaciones de ese fenómeno. Claro que el reconocimiento de la pluralidad del colonialismo sugiere que Puerto Rico aunque relativamente raro en el contexto de la historia imperial estadounidense es menos excepcional de lo que pensamos. Pero a esto quiero añadir que el colonialismo no solo es diverso sino además dinámico y cambiante; se adapta y transforma a distintas condiciones continuamente.
Entender este carácter dinámico y complejo del colonialismo requiere también conectarlo al imperialismo, un fenómeno igualmente plural, dinámico y complejo. En el caso específico de Puerto Rico es necesario tomar en cuenta los cambios que ha experimentado el colonialismo así como los cambios del imperialismo estadounidense. Aplicando la tipología de imperios mencionada antes Mann (2008) demuestra que el imperio estadounidense ha tomado las cuatro formas y ha pasado por tres fases. Durante la fase continental del imperialismo estadounidense (1783-1883) predominó el imperio directo. A lo largo de su fase hemisférica (1898-1941) el imperialismo estadounidense tomó varias formas en distintas ocasiones: directa, indirecta e informal. Fue en esa fase que Puerto Rico se convirtió en un “territorio no incorporado” de los Estados Unidos. Pero, la tendencia principal del expansionismo estadounidense siempre fue a la formación de un imperio informal. La fase global del imperialismo estadounidense, que comenzó en 1945, también ha estado caracterizada por la preeminencia del imperio informal, aunque ya muestra una tendencia marcada a la creación de un imperio hegemónico.
La forma que tomó la relación colonial entre Puerto Rico y Estados Unidos se constituyó durante la fase hemisférica del imperialismo estadounidense, siendo primero parte del imperio directo y luego del imperio indirecto. Hoy, a pesar de que el estado colonial posee lo que Cabán (2002) describe como una autonomía sustancial Puerto Rico permanece como una colonia perteneciente al imperio indirecto estadounidense. Se trata de un territorio no-incorporado de los Estados Unidos, un territorio sobre el cual la metrópolis mantiene soberanía. Sin embargo, Puerto Rico posee autonomía, la que permite a los gobernantes locales negociar, nunca en condiciones de igualdad y con gran dificultad, diversos asuntos económicos y políticos de la colonia.
Referencias:
Ayala, C. J., &Bernabe, R. (2007). Puerto Rico in the American Century. Chapel Hill: The University of North Carolina Press.
Cabán, P. (2002). Puerto Rico. CaribbeanStudies, 30(2), 170-215.
Flores, J. (1999). El Colonialismo «Lite». Revista de Ciencias Sociales(7), 1-32.
Grosfoguel, R. (1998). Caribbean Colonial Inmigrants in the Metropoles. In A. Darder, & R. Torres (Eds.), The Latino Studies Reader (pp. 281-293). Oxford: Blacwell Publishers.
Grosfoguel, R. (2003). Colonial Subjects. Los Angeles: University of California Press. Mann, M. (2008). American Empires. Cannadian Review of Sociology, 45(1), 7-50.
Panitch, L., & Gindin, S. (2003). Global Capitalism and American Empire. In L. Panitch, & C. Leys (Eds.), Socialist Register 2004: The New Imperial Challenge (pp. 1-42). London: The Merlin Press.
Pantojas-García, E. (1990). Development Strategies as Ideology. Boulder: Lynne Rienner. Roberts, S. S. (1980). An Indicator of Informal Empire. Virginia: Center for Naval Analysis.