Baile del realismo, el pesimismo y la esperanza
(o por qué sigo siendo independentista y socialista)

leo sousa
Independencia y socialismo. Tener poco tiempo para hablar sobre estos temas tiene un mérito: me obliga a ir al grano.
¿Por qué el socialismo?
Cuando se habla de cambios radicales a menudo escuchamos el llamado al realismo. Hay que ser realistas, se nos advierte. Por mi parte estoy de acuerdo: hay que ser realistas. Lo que ocurre es que muchas de las voces que hablan de realismo son muy poco realistas. Son, de hecho, demostrablemente irrealistas. Nada más irrealista, más contrario a la realidad, que pensar que los problemas fundamentales de Puerto Rico pueden atenderse sin romper con las reglas del capitalismo, que pueden atenderse respetando dichas reglas.
Puerto Rico lleva ya casi ciento veinte años experimentando el impacto del libre movimiento de mercancías, capitales, dinero y hasta personas de y hacia la más grande economía capitalista del mundo, la de Estados Unidos. Estas son, según los defensores de este sistema económico, las condiciones más conducentes al desarrollo económico y a la nivelación de las regiones más atrasadas con las más avanzadas.
Pero a lo largo de más de un siglo esas condiciones nunca han logrado crear empleo para buena parte de la fuerza laboral del país, o un desarrollo coherente de la producción para el mercado interno y externo, o una articulación balanceada entre agricultura e industria, para no hablar de combinar la actividad económica con la protección del ambiente. Desde hace medio siglo (desde 1970 más o menos) exhibimos un tercio del ingreso per cápita de Estados Unidos, y la mitad de la cifra del estado más pobre.
Pensar que el capitalismo, que el libre flujo de capital, que las descentralizadas decisiones del mercado, la competencia entre empresas, las acciones de la empresa privada en búsqueda del mayor dividendo van a generar otra cosa, van a generar algo distinto en esta bendita isla es el colmo del irrealismo, es el colmo de la fantasía, es el colmo del wishful thinking. Los problemas que tenemos son el resultado de nuestro experimento capitalista; más capitalismo no los va a solucionar. Los va a empeorar. Puerto Rico necesita una economía planificada democráticamente. En otros escritos he discutido esto con más cuidado y detalle. Como dije, aquí me limito a lo más esencial. (Por ejemplo, en esta columna que publiqué en 80grados.)
Y aquí oigo el llamado al realismo: no es realista pensar que vayamos a superar el capitalismo en el futuro inmediato o cercano o a instalar un socialismo participativo y democrático. Esto puede ser cierto, pero no niega ni refuta lo dicho en el párrafo anterior. Que una enfermedad no tenga remedio no la convierte en salud. Sigue siendo enfermedad. Enfermedad sin remedio, lo cual es una perspectiva bastante pesimista. Lo absurdo sería y es pensar que como no tenemos alternativa inmediata al capitalismo entonces deja de ser un problema. Lo sigue siendo. Un problema sin remedio inmediato. Por eso en otros escritos he hablado de un realismo pesimista: si por ahora no hay alternativa al capitalismo, entonces tenemos que ser pesimistas en cuanto a las posibilidades inmediatas de atender los problemas fundamentales de Puerto Rico. Es la única conclusión realista. Lo otro sería alimentar ilusiones poco realistas sobre el capitalismo.
Pero también este realismo tiene espacio para la esperanza. La solución al problema quizás no es realizable por ahora. Pero existe. La cura no está disponible, pero existe. Lo primero alimenta el pesimismo, lo segundo la esperanza. Como la solución existe, sabemos cuál debe ser nuestro objetivo. Sabemos en qué dirección debemos movernos. Tenemos una dirección, aunque la meta esté lejana. Así podemos trabajar para aminorar los daños del sistema actual, de manera tal que preparemos, a la vez, su abolición en el futuro. Siempre ha sido así: se descubre la necesidad y la capacidad para el cambio fundamental a través de las luchas por objetivos parciales e inmediatos. Para realizar nuestro trabajo necesitamos organizaciones francamente socialistas, pero también tenemos que estar dispuestos a trabajar con las y los que ahora no son ni socialistas ni independentistas. Podemos trabajar con esperanza en esa dirección, sin optimismo ingenuo o fácil.
¿Otro capitalismo?
Alguien podrá decir: hay más de un tipo de capitalismo. Quizás un capitalismo reglamentado, dirigido, más planificado, más endógeno puede garantizar un desarrollo más orgánico y balanceado para Puerto Rico, con menos desigualdad y menos destrucción ambiental. Hemos sufrido un capitalismo colonial, lo cual es indudablemente cierto: necesitamos un capitalismo más independiente, menos subordinado al capital externo.
Vamos a suponer que esto sea cierto. (Que hemos sufrido un capitalismo colonial es indudablemente cierto.) La pregunta que se plantea entonces es: ¿quién va a crear ese capitalismo dirigido, planificado, independiente, nacional, endógeno, autocentrado o como se le quiera llamar? Ciertamente no será la clase empresarial, patronal, poseedora o capitalista puertorriqueña. Esa clase nunca ha tenido proyecto propio. Nunca ha tenido vocación de resistencia al capital externo. Se ha conformado con ser su socio menor. Si usted propone poner impuestos moderados a las empresas externas para recuperar parte de las ganancias que hoy se fugan para invertirlo en la economía del país, esto empresarios del país son los primeros en oponerse. Son los primeros en defender el gran capital externo que los desplaza y acorrala. De reglamentación o regulación o planificación no se hable: han abrazado el decálogo neoliberal hasta la última coma. Así que si otro capitalismo es posible, no será nuestra clase capitalista quien lo construya.
Como único podría aparecer, si somos realistas, sería si el pueblo trabajador pudiese construir un movimiento político que desde el gobierno implante medidas en esa dirección. Repito, sería necesaria la organización activa y militante del pueblo para implantar tal agenda. Pero aquí hay que recordar una advertencia que ya hizo Trotsky hace muchas décadas: no es realista pensar que una clase trabajadora que se organiza y moviliza masiva y activamente, hasta el punto de tomar el gobierno, va a tolerar tranquilamente las injusticias diarias del capitalismo, el pequeño despotismo del patrono en el taller y la fábrica. Tal proceso de enmendar el capitalismo se traducirá en un proceso de abolir el capitalismo. Así que por este rumbo también llegamos al mismo dilema: la única alternativa directa a las miserias del capitalismo colonial es la superación del capitalismo. Si lo segundo no es posible por ahora, entonces no nos hagamos ilusiones sobre lo primero. Es el lado pesimista. Pero está el lado de la esperanza: nada impide que trabajemos desde hoy, organizando al pueblo trabajador para la defensa de sus intereses inmediatos, desde una perspectiva anticapitalista, sin esconder esa perspectiva, aunque no vaya a realizarse mañana o pasado mañana. Ese es el lado de la esperanza.
Internacionalismo
Alguien quizás trate de desinflarme incluso esa esperanza indicando que Puerto Rico nunca podrá impulsar nada, ni capitalista, y menos aún anticapitalista, contra el inmenso poder político, económico y militar de Estados Unidos.
Esto es cierto, pero solo en parte. Es cierto en parte, pues poco podría hacer Perto Rico, aisladamente. Pero Puerto Rico no está condenado al aislamiento. Esto sería cierto si un proyecto de cambio social radical en Puerto Rico tan solo pudiese encontrar enemigos en Estados Unidos. Pero también puede encontrar aliados. Los ha encontrado en el pasado. Menciono nada más el caso del CIO y del congresista Vito Marcantonio del American Labor Party. Los puede encontrar en el presente y en el futuro. La razón material es clara: la gran mayoría trabajadora en Estados Unidos necesita también dar respuesta a los males sociales, económicos y ambientales que padece.
Alguien dirá que esa respuesta no asume en la actualidad la magnitud requerida. Es cierto: es razón para el pesimismo. Pero existe, y hay condiciones para su ampliación y resistencia. Hay esperanza. Repito, hay condiciones para que esto ocurra, no hay garantía de que ocurra. Recomiendo el reciente libro de Kim Moody, On New Terrain (Chicago: Haymarket, 2017) que habla precisamente sobre este tema y las nuevas condiciones creadas por el capitalismo para la lucha y la resistencia (próximamente reseñaré este libro en esta página). Tenemos que trabajar a partir de eso: construyendo las luchas en Puerto Rico y vinculándolas con las luchas en Estados Unidos. Para empezar, por ejemplo, debemos elaborar un programa sencillo, claro, pero abarcador, que podamos solicitar que los movimientos afines en Estados Unidos adopten como parte de sus exigencias. (Ver mi presentación en la conferencia Socialism en Chicago en el verano de 2018, publicada posteriormente en el International Socialist Review.)
¿Por qué independencia?
¿Por qué hablar entonces de independencia, si dependemos, por así decirlo, del avance de la luchas en Estados Unidos? ¿Por qué no apoyar la estadidad por ejemplo? Para mí existe, básicamente, una justificación para la exigencia o el objetivo de la independencia: la situación (geográfica, ecológica, económica, cultural) y, por tanto, las necesidades de Puerto Rico son suficientemente distintas, suficientemente específicas, suficientemente particulares como para justificar que sus habitantes se organicen en un sistema político propio. Como parte de Estados Unidos, siempre estaríamos tratando de que la legislación y las políticas adoptadas tomen en cuenta nuestra muy particular situación. A veces con éxito, a veces sin éxito, siempre con gran esfuerzo. Es más razonable, más sencillo y práctico que podamos adoptar la legislación y políticas que más nos convengan y que coordinemos del modo más estrecho posible con Estados Unidos.
Como tengo poco tiempo, señalo que hay otras formas de defender la independencia, con las que puedo estar más o menos de acuerdo. Destaco una con la que estoy en total desacuerdo: la idea de que tenemos que ser independientes porque en Estados Unidos existe la discriminación, predomina el racismo, se desprecia a los latinos y razones similares. Esto supone que en los Estados Unidos las cosas no cambian ni cambiarán; que en todo el mundo hay luchas de clases y sociales, menos en Estados Unidos; o que allí las luchas están irremediablemente condenadas a la derrota. La lucha por la independencia debe apoyarse en la posibilidad del cambio en Estados Unidos, con el cual debe colaborar, no en su supuesta imposibilidad. Demás está decir que la perspectiva que propongo permite integrar las luchas en isla y en la diáspora.
Dicho sea de paso, esta perspectiva tampoco es nueva. Creo que es la posición que tenían Francisco Marín y Hostos, Rosendo Matienzo Cintrón y Rafael López Landrón, Bernardo Vega y Jesús Colón, para dar algunos ejemplos. Pero esa historia es tema para otro momento.
Se acaba el tiempo, así que terminaré resumiendo mi perspectiva: la perspectiva más general es la independencia y la superación del capitalismo en Puerto Rico y Estados Unidos. La perspectiva más inmediata es la construcción de la resistencia al capitalismo, de las luchas laborales, ambientales, estudiantiles, comunitarias, de la mujer en Puerto Rico y la búsqueda de colaboración con luchas afines en Estados Unidos. Si esto es imposible, tan solo habría espacio para el pesimismo y la desesperanza. Me parece que es difícil, pero no imposible. Es la esperanza que tenemos que trabajar. Es la única perspectiva realista.