Bandera verde: crónica de la esperanza
Existe una hermosa complicidad entre la paz y el aprecio y la defensa del ambiente. No son palabras huecas. En estos tiempos abrumadores y fascinantes son normas de vida para quienes siguen creando.
Existe una hermosa complicidad entre las artes y la vida. De esa certeza y de una energía contagiosa partió la maestra de Ciencias María Victoria Aquino Piñero. Gracias a su iniciativa y al fervor de todo un grupo de trabajo, la Escuela Especializada de Bellas Artes Pablo Casals, en Bayamón –intermedia y superior con 486 estudiantes y más de 50 maestros– es una eco-escuela con bandera verde. El galardón es un reconocimiento de la Organización Pro Ambiente Sustentable (OPAS).
Aquino Piñero entiende que los maestros “tenemos que buscar que se nos escuche, que se nos oiga. Que no se esté hablando solamente de la violencia, de que nuestros jóvenes se están matando. Entiendo que son muy pocos los que están perdidos. Nuestro propósito es disminuir la huella del daño ecológico y hacer un ambiente reconfortante para que el estudiante piense: ‘Voy a un centro donde me siento pleno, donde puedo estudiar, donde hay un ambiente ideal’. Tenemos una misión muy importante. Desde el salón de clases, con un acto pequeño se pueden hacer cambios. No es fácil, pero es posible cambiar la visión de una escuela.”
La Casals es una escuela con huerto. Los estudiantes han hecho composta con el material vegetativo de las hojas de los árboles (que por suerte son abundantes), tierra, viruta de madera y carbón. Cultivan su huerto de ajíes dulces y calabazas y tienen planes de sembrar habichuelas, recao y cilantrillo para el comedor escolar.
El trabajo práctico está integrado con el currículo de Historia, Ciencia, Arte, Danza y Teatro. Para la clase de Biología el huerto es un laboratorio de observación: se miden las plantas, se comparan, se observa el proceso de germinación y la división celular. En los cursos de Ciencias Terrestres se habla del humus, de la composta, de los recursos de la tierra y de cómo cultivarla de manera sustentable. Comenta la profesora Aquino: “Así vamos integrando el trabajo del huerto con el currículo. También estamos estudiando los alimentos transgénicos y la importancia de la alimentación con comidas orgánicas”.
Colaboran con el comité ambiental la profesora de Salud Jennifer Navarro, la profesora Angélica Martínez, el profesor de Historia Frederick Rodríguez y la señora Myrna Ortiz. Ortiz fue presidenta del Consejo de Padres de la escuela.
Angélica Martínez dice que la iniciativa de eco-escuela ha ganado fuerza por el apoyo que ha tenido de toda la facultad. En sus clases (Cooperativismo, Investigación Social, Historia de Estados Unidos, e Historia de Puerto Rico en los grados 10 y 11), los estudiantes realizaron mejoras al salón y al equipo e incluso hicieron cortinas con papel reciclado. Ahora piensan distribuir el producto del huerto casero mediante una cooperativa de producción y consumo.
Frederick Rodríguez es maestro de Historia en los grados 9 y 12. “Aprovecho los capítulos sobre Geografía”–dice– “para integrar temas relacionados con el medio ambiente. En el grado 12 estudiamos cómo incide la violencia en la educación, la escuela y la sociedad. Ayudamos a Fondos Unidos a recaudar fondos.” Los estudiantes organizan actividades para los deambulantes, y limpian playas y áreas verdes, bajo el programa Bandera Azul, otra iniciativa de la OPAS.
Una pregunta obligatoria es qué recepción ha tenido el proyecto eco-escuela entre los estudiantes. “En mi caso” – comenta el profesor Rodríguez- “un estudiante propuso que no era necesario tener las luces del salón prendidas siempre. Eso para mí es evidencia de que están cobrando conciencia. Desde ese momento no utilizo la luz de mi salón, como ejemplo de conservación. Ahora estoy preparando unas guías prácticas para ahorrar energía en los salones, el comedor, la biblioteca, el salón de computadoras y las oficinas”.
Según Rodríguez, “ya son más de 40 o 50 los países que están participando en el proyecto, que va desde un proceso de inscripción hasta una propuesta específica y detallada. Tenemos que integrar el currículo al medio ambiente, centrar la temática de nuestras clases en temas ambientales. En mi caso la Geografía, la importancia del agua, las energías renovables, y el trato entre los seres humanos. Educarnos a través del medio ambiente es hacernos más sensibles al trato humano. Veo que eso es lo que está cambiando entre los estudiantes. Veo un estudiantado hoy día que es muy cooperador, muy consciente. Opinan, y están llevando sus ideas a sus casas”.
La profesora Aquino añade: “Ganarnos la bandera no es nada más ganarnos la bandera. Es cumplir con los códigos ambientales, que son diez. Dos de ellos son el respeto a los demás, o las relaciones interpersonales, y el respeto a los animales. Esta es una escuela de Bellas Artes y los jóvenes son muy sensibles. Son receptivos y capaces de expresarse a favor de la protección del medio ambiente y de llevar esa capacidad a la acción comunitaria”.
Ser eco-escuela no es el único motivo de orgullo para la Pablo Casals, que cuenta con una orquesta de estudiantes, una banda de rock que integra al cuatro puertorriqueño y una rondalla de cuerdas, además de grupos de danza y teatro.
“La escuela, como escuela especializada, se abrió a toda la región educativa de Bayamón”, explica la señora Ortiz. “Tenemos estudiantes de Toa Baja, de Dorado, de Naranjito. Todos los estudiantes que se graduaron en la primera clase están en la universidad, ahí incluyo a mis dos hijas. Este año se graduará la tercera clase. En esta escuela hay especialistas en planificación escolar. Tanto es así, que se utiliza como modelo cuando otra escuela quiere convertirse en escuela especializada.”
Dice Ortiz que la Casals es una escuela ideal por el talento de sus estudiantes y por la calidad de su facultad. Se distingue, además por la visión extraordinaria de su directora, la profesora Carmen Sol Cruz Román. “Fue ella quien coordinó el autoestudio, a partir de una filosofía educativa que realmente transformó la escuela.”
Y la lista de proyectos no termina. Hay planes de establecer un vivero de plantas y un prototipo de calentador solar hecho con botellas, además de convertir los aleros de la escuela en “techos verdes” para cultivar hortalizas y refrescar el ambiente. La profesora Aquino da clase al aire libre y usa su salón como taller, porque a los jóvenes les gusta más estar en contacto con la naturaleza, sin paredes.
En la escuela se recicla. La escenografía del teatro de sombras, que se llevará a otras escuelas, está hecha con materiales reusados. “Aquí no botamos nada”, dice una profesora. “No tenemos muchos recursos ni ayudas, así que tenemos que ideárnoslas a como dé lugar. Hemos aprendido que hasta una chapita hay que guardarla, que nos sirve en algún momento para algo”.
Parece imposible que broten tantas ideas entre un grupo de profesores y padres y estudiantes, que a veces trabajan hasta entrada la noche, en un país que alguien tildó de “ingobernable”. Y que se comuniquen incluso en los veranos, usando emails, cuando se necesitan estudiantes voluntarios para limpiar playas. Y es admirable que prosigan sin rendirse, contra viento y marea. Con 128 estudiantes por cada maestro. Y que dé frutos una comunidad de personas creativas. “Muchos de los estudiantes”–comenta la maestra Aquino– “son líderes, son inteligentes y analíticos. A mí me gusta el estudiante que me rete y que tenga una inteligencia crítica. Ustedes tienen ese derecho, les digo, y los invito a expresar y sustentar sus posiciones con evidencia. Aquí se relacionan las bellas artes para estimular el pensamiento crítico y la conciencia ambiental y comunitaria.”
“La bandera es un privilegio”, dice una de las estudiantes. “Y mucho que trabajamos para lograrla.” “Y sin parar”, añade Myrna Ortiz. “En el camino nos hemos encontrado muchas piedras, pero las hemos echado a un lado. Si nos hubiéramos detenido en la piedra, en el escollo, en la rama que nos tiraron, que caen de donde quiera y a veces de quien menos lo esperas… Nuestro enfoque es que el estudiante tiene que ser primero. De ahí los logros.”
Es como si honraran la amable máxima de Pablo Casals, que es el lema de la escuela: “Debemos trabajar para que el mundo sea digno de sus niños”.
[Esta nota se publica gracias a la alianza entre 80grados y Prensa Comunitaria]