Chinos en Puerto Rico
China es una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Aunque no existen registros históricos que demuestren la existencia real de sus primeros tres grandes emperadores, la transmisión oral ubica a la civilización desde hace unos 5,000 ó 6,000 años atrás. La presencia de documentos escritos hace cerca de 3,500 años ha permitido el desarrollo en China de una tradición historiográfica muy precisa, que ofrece una narración continua desde las primeras dinastías hasta la edad contemporánea. Los antiguos chinos fueron una de las civilizaciones más avanzadas científicamente. Sus logros incluyen la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta, exaltados por muchos como los “cuatro grandes inventos de la antigua China”. Cuando Cristóbal Colón tiene contacto con América, ya China tenía una larga y precisa historia.
Tanta fue su supremacía que se llamaron a sí mismos “El Celeste Imperio” y a sus habitantes “Los hijos del Celeste Imperio”. Sin embargo, para el siglo XIX una serie de guerras y circunstancias llevaron al declive al gigante asiático.1Regiones europeas como Gran Bretaña tomaron el control de gran parte de su territorio e indirectamente de su gran y pobre población. Población que crecía descontroladamente y que no tuvo más alternativas que buscar trabajo en otras regiones del mundo, como Europa y América. Miles de chinos, engañados, emigraron a distintas partes, bajo condiciones no muy claras. Muchos optaron por la supuesta prosperidad que les ofrecía América.
De esa manera muchos chinos emigraron y se convirtieron en trabajadores contractuales. Un sistema en donde el trabajador emigraba “temporalmente” a otro país a través de la firma de un contrato. En el contrato se estipulaban las condiciones del trabajo, tales como: el tiempo, la paga y los beneficios que recibiría. De esta manera comenzó indirectamente la trata amarilla, bajo el disfraz de ser un sistema voluntario, temporero y remunerado. De estos trabajadores chinos se ha registrado que llegaron más de 500,000 a América, tan sólo en el periodo de 1847 a 1873, pero seguramente fueron más. Entre los países que más fomentaron su uso y contratación cabe señalar a Estados Unidos, Cuba, Perú y Jamaica, entre otros.
“Casualmente” todo esto coincidió con la abolición del tráfico de esclavos en Europa. De esta manera tenemos que reconocer a los trabajadores contractuales chinos como un elemento social construido para continuar con los planes abolicionistas. Esta nueva entidad social no era muy distinta a la esclavitud, sino incluso peor. Sin embargo, su construcción se hizo disfrazando los verdaderos matices bajo la alegación de ser voluntaria, temporal y remunerada. Pocos han reconocido la aportación de los trabajadores chinos como facilitadores del proceso abolicionista de la esclavitud. La construcción idealista de este movimiento de trabajadores tranquilizó la demanda de mano de obra. No obstante, no se ha estudiado la epistemología del concepto como una esclavitud disfrazada y engañosa; por el contrario se sigue presentando como una población voluntaria y remunerada por su trabajo. No se puede simplificar todo basado en la teoría del “push-pull”, sino en la intención de apaciguar una alarmante realidad de escasez de trabajadores, particularmente de índole agrícola. Por otro lado, tampoco se ha analizado el concepto de trabajadores contractuales como un elemento de importancia para continuar con el colonialismo y el expansionismo de América y prácticamente del resto del mundo.
Y Puerto Rico, ¿qué posición adoptó sobre los trabajadores contractuales chinos? En uno de los periodos de mayor apogeo de la industria azucarera y ante la necesidad de mano de obra, ¿qué inclinación hubo en nuestra Isla sobre los trabajadores chinos? Si Cuba y Puerto Rico eran tan parecidos y de un pájaro las dos alas, qué impacto, si alguno, tuvo el concepto de trabajadores contractuales chinos en nuestra Isla. Aunque la historiografía no lo reconoce, en Puerto Rico hubo un movimiento para traer trabajadores chinos. Empresarios (mayormente del sur y oeste) de la Isla estuvieron muy motivados. No obstante, su interés y necesidad suscitó todo un debate social, económico, demográfico y racial.
Uno de los mayores obstáculos para aquellos que interesaron contratar trabajadores chinos fueron las prevenciones establecidas por el gobierno de España en Puerto Rico. En la Isla las condiciones y leyes impuestas por la Corona Española para introducir trabajadores chinos, fueron más severas que las establecidas en otros países como Cuba. La complejidad del proceso y del trato que debían recibir los trabajadores, de cierto modo intimidó a las compañías interesadas, desistiendo algunas de ellas de la idea de solicitar su introducción. A todo esto tenemos que enmarcar el periodo de despotismo que experimentaba la Isla. Aunque algunas otras compañías continuaron con la idea de introducir dicha mano de obra, el gobierno de Gran Bretaña no favoreció del todo el proyecto. No por conflictos políticos, sino más bien por conflictos económicos. Cuba era la isla que más azúcar producía y el que Puerto Rico compitiera con ella podía afectar a poderosos comerciantes y hacendados cubanos y extranjeros radicados en aquella isla.
Además, los comerciantes en Puerto Rico no contaban con tanto capital para introducir cargamentos de chinos como los comerciantes en Cuba. Esto lo demuestran, José Julián de Acosta, el periódico El Ponceño y posteriormente la Sociedad Económica de Agricultura. En Puerto Rico los hacendados no contaban siquiera con capital para comprar esclavos negros como en Cuba, mucho menos tenían para invertir en un proyecto lucrativo pero costoso. Incluso, una práctica común en nuestra Isla era vender los esclavos africanos a Cuba para así obtener capital líquido. No obstante, a Puerto Rico llegaron cargamentos de trabajadores chinos. Por ejemplo, la fragata inglesa Carpenteria llegó a Puerto Rico el 13 de mayo de 1855, con un cargamento de 700 chinos. Esta fragata vino de Amoy, China y tres días después se marchó con la misma carga.2En este sentido llegaron, pero nunca hubo un verdadero deseo de emplearlos, no hubo el dinero ni la disposición de los hacendados de poner en marcha este proyecto.
Además, el factor demográfico y el discrimen racial fueron determinantes al momento de considerar la entrada de este grupo de trabajadores. Como ejemplo está la noticia publicada el 16 de agosto de 1856 en El Fénix.
“Ignoramos completamente el carácter dominante o nacional de los trabajadores chinos, no sabemos hasta que punto están arraigadas en ellos supersticiones de su religión, ni si sus leyes hacen de ellos hombres bárbaros o crueles, ni si en fin son aplicables al trabajo, y si obedecen con humildad las órdenes del superior, ni si reciben el castigo a que se hagan acreedores con resignación convictos de culpa. Tampoco sabemos prácticamente como obra nuestro clima sobre hombres de tan remoto país. Demos por sentado que se nos pueda responder satisfactoriamente, que los coolies llenan nuestros deseos. ¿Cuál es el gasto que ocasiona cada uno?”3
El proceso de no introducir trabajadores chinos en Puerto Rico y hasta cierto punto el dilema que esto generó en la Isla, muy bien se puede contrastar ambivalentemente con algunos conceptos modernos del periodo. Por un lado, la no introducción de trabajadores chinos era una respuesta al régimen de España, al despotismo gubernamental, al abuso de los trabajadores y el no permitir una mano de obra similar a la del esclavo. Esto fue favorecido por aquellos que querían cambios, que deseaban acabar con la esclavitud. El legado del proyecto para introducir trabajadores chinos demostró lo adelantado que se encontraba nuestra Isla en términos humanos en contra de la trata esclavista. En este sentido, Puerto Rico presenta unos elementos sociales que no se presentaron en Cuba y que lograron opacar los grandes hacendados de aquella isla.
Por otro lado, la no introducción de trabajadores contractuales chinos se puede ver como un atentado en contra del progreso económico de Puerto Rico. De igual manera, se puede percibir como una estrategia de sectores por mantener el control demográfico y racial en la Isla. ¿El hecho de que Puerto Rico no se adentrara en los cambios industriales y de mano de obra, como los trabajadores chinos, implicó un rechazo a la modernidad durante la segunda mitad del siglo XIX?
Aunque en Puerto Rico no se llegó a introducir el proyecto, en la historiografía puertorriqueña constantemente se hace referencia a los confinados chinos que trabajaron en la Carretera Central; hasta parece un dato común y muy generalizado en nuestra historia. El problema es que el dato ha quedado allí, sin más, ni menos información. Aunque el apunte está presente, nadie abundaba sobre el particular.4Los confinados chinos que laboraron en la Carretera Central es uno de esos datos enigmáticos de nuestra historia, que todos parecen saber, pero que en realidad nadie conoce.
¿Por qué llegaron chinos confinados a Puerto Rico y de dónde? Estos confinados chinos llegaron de Cuba. Los contratos que estas personas habían firmado voluntariamente quedaron en papel y teoría, muy pocos hacendados tenían la voluntad de cumplirlos. En muchos casos la convivencia entre trabajadores contractuales chinos y esclavos africanos produjo rencillas y serios conflictos. Su trato no fue bueno, particularmente en Cuba; como se les pagaba, fueron tratados peor que a los esclavos negros. Esto hizo que muchos no aguantaran la vida de violencia y maltrato que llevaban. Muchos reclamaron sus derechos, denunciaron el maltrato, pero no fueron escuchados. Al no existir justicia para ellos, al no tener dónde acudir para reclamar los acuerdos, muchos tomaron la ley y venganza en sus manos. Cometieron actos de homicidios contra el abuso de poder, asesinaron a sus mayorales, contramayorales, hacendados y negros. Fue tan negativo el ambiente imperante dentro del sistema de trabajadores contractuales chinos que la venganza y violencia se convirtió en la única forma de sobrevivencia.
El confinamiento fue la consecuencia inmediata del levantamiento y sublevación de los trabajadores chinos ante su maltrato en Cuba. Muchos de éstos fueron condenados por homicidio a 10 años de presidio ultramarino, o sea fuera de Cuba, con varios años de retención adicional y con la cláusula de que no podrían regresar a ese país. Quién imaginaría que, de 1865 a 1880 a Puerto Rico llegarían sobre 340 chinos de Cuba, no como trabajadores contractuales, sino como confinados, todos por el delito de homicidio. ¿Qué hicieron en la Isla? Más de una tercera parte murió aquí siendo aún confinados, mientras que otra tercera parte logró su libertad y se quedaron a vivir en Puerto Rico.
El 1 de agosto de 1865 llegó a Puerto Rico el primer grupo de confinados chinos. Ya no eran los mismos trabajadores que habían firmado contrato en China. En Cuba se les había cambiado el nombre. Por ejemplo, Hachin quien era natural de Cantón y firmó su contrato en 1860, en Cuba fue llamado Alejandro.5De esa manera los confinados chinos que llegaron a Puerto Rico tuvieron nombres tan comunes como José, Juan, Antonio y Pedro, entre otros. Algunos nombres fueron acompañados por una clasificación de apellido, Primero, Segundo o Tercero, dependiendo de cuantos había con el mismo nombre en la hacienda que los contrató. De tal forma que, se encuentran como nombres comunes los José Primero, José Segundo y José Tercero; los Alejandro Primero, Alejandro Segundo, y así sucesivamente. Así mismo, si al llegar al presidio de Puerto Rico, existía un confinado chino con el mismo nombre, entonces se le añadía la clasificación numeral según el caso, para distinguirlo del que ya se encontraba.
Además del nombre, su identidad física también se había transformado. Las marcas y cicatrices traídas por los confinados chinos nos evidencian que en Cuba fueron tratados igual o peor que al esclavo africano. Por ejemplo, Amado Primero al llegar al presidio de Puerto Rico tenía una cicatriz en el lado izquierdo de la frente. Juan Tercero, del Ingenio Vista Hermosa en Cuba, fue señalado con dos grandes cicatrices sobre el mollero del brazo derecho y otras dos en la parte de atrás del cráneo. Alejo Quinto llegó con una cicatriz en el lado izquierdo de la frente y varias en la espalda. Gerónimo fue descrito con una cicatriz en la frente y otra inmediatamente en el ojo derecho. Juan, tenía contraído el ojo derecho y una cicatriz en el párpado izquierdo con una contusión en el cráneo. Polanio, del Ingenio Dolores en Cuba, fue descrito con dos cicatrices de heridas en la paletilla derecha, otras dos grandes en la parte de atrás del cráneo y varias chiquitas sobre el revés de la mano izquierda. Justiano, del Ingenio San Rafael es descrito con tres cicatrices de heridas en el cráneo, mientras que Feliciano llegó con las dos orejas cortadas.6Estos trabajadores chinos, ahora confinados, venían marcados por la violencia y el maltrato al que fueron expuestos en Cuba. Sus cuerpos fueron la evidencia, más clara, de los abusos al que fueron sometidos.
Entre la aportación de los confinados chinos en Puerto Rico, se suele destacar sus labores en la Carretera Central. Ciertamente llegó a existir una brigada completa de chinos que laboraron en las obras de la Carretera Central. Por ejemplo se puede constatar, el caso de Jacinto Segundo quien el 23 de septiembre de 1862 fue sentenciado en Cuba por matar al mayoral Manuel del ingenio Santa Teresa; acto que cometió junto a otros 21 trabajadores chinos. Jacinto Segundo llegó al presidio de Puerto Rico el 1 de julio de 1865 y trabajó en la obras de Carretera Central hasta 1879 cuando fue declarado inútil; aportando 14 de años de trabajo. Finalmente logró su libertad el 26 de enero de 1880, estableciendo su residencia en la capital.7Como éstos, fueron muchos los confinados chinos que llegaron a trabajar más de 10 años en estas labores.
Sin embargo, hay que señalar y reconocer que también realizaron otras labores. Algunos trabajaron en la obra del Faro de Culebrita, en el tendal de Ladrillos en Ponce; así como, en obras de mejoras en los pueblos de Arecibo, Cataño y Río Piedras, entre otros. Otros confinados chinos se caracterizaron por realizar trabajos de jardinería en los alrededores de la capital.
Muchos de los confinados chinos en Puerto Rico, al lograr su libertad establecieron fondas de comida. ¿Será casualidad que hoy día tengamos restaurantes chinos en cada esquina, si desde finales del siglo XIX ya éstos habían establecido fondas? En la prensa del período se puede evidenciar hasta la ubicación de las fondas; como la de la calle Tanca número 11, donde unos chinos vendían comida y constantemente se reportaban escándalos.8Igualmente en febrero de 1891 el individuo José Martínez, alias el Indio, fue encarcelado por haber pedido dos platos de comida en la Fonda del Chino y después de haberlos consumido se dio a la fuga sin pagar.9
Al obtener su libertad muchos de los confinados chinos lograron establecer vínculos familiares. En el censo de 1910 el joven Antonio Segundo se identificó de 18 años, residente de la calle Rafael Cordero en la Catedral de San Juan, hijo de Julia Rodríguez Nieves, jefa de familia, de 38 años y cocinera. De los cinco hijos de Doña Julia, Antonio Segundo era el único de padre chino. Otro legado familiar visible de los confinados chinos es Petrona Primero Calderón de Pagán, quien se describe como mulata. En el censo de 1910 aparece con 28 años, viviendo en Santurce y casada con Juan Pagán Ribera. Petrona era ama de casa y se identifica de padre chino y con el apellido Primero. Sus hijos eran Juan Pagán Primero, Rafael Pagán Primero y María Pagán Primero.
La mayoría de los estudios caribeños, estadounidenses e internacionales no presentan el confinamiento como elemento alrededor de la figura de los trabajadores contractuales chinos. En Puerto Rico la posible introducción de trabajadores chinos suscitó todo un dilema, apelando a razones sociales, económicas, demográficas y raciales. Con muestras de posturas a favor y en contra, hasta ahora la historiografía ha sido parca a la hora de hablar sobre el particular. Ubicar teóricamente el estudio de los chinos en Puerto Rico durante el siglo XIX es sumamente complejo. Éstos no llegaron directamente a la Isla en busca de trabajo, no llegaron como extranjeros, sino como confinados. Esta complejidad que ha caracterizado la presencia de los chinos en Puerto Rico, dificulta encapsularlos en un marco teórico específico. Incluso, el estudio sobre los inmigrantes a Puerto Rico durante el siglo XIX requiere de más atención.
Desde los trabajos de Cifre de Loubriel, en la década del 60 y 70, los estudios sobre la formación de nuestra identidad, han estado encajonados a los europeos, corsos, caribeños y estadounidenses.10A Puerto Rico llegaron sobre 340 chinos, más de 114 se quedaron en la Isla, algunos se casaron, tuvieron hijos y están presentes en los censos de 1910 y 1920. No es casualidad que en cada barrio de nuestra Isla tengamos a alguien al que apoden chino o incluso que tengamos barrios o sectores con este nombre. ¿Se podrá atribuir el apodo de “chino” a una ascendencia de estos confinados que luego se quedaron; o será simple casualidad la presencia de ojos rasgados entre algunos puertorriqueños?
La historia de los trabajadores contractuales chinos no sólo nos sirve para conocer nuestro pasado, identidad y otros detalles. El caso de los trabajadores chinos es parte de un proceso aún más amplio. Al fin de cuentas y de los cuentos, estas personas fueron utilizadas durante el siglo XIX para conectar Oriente con Occidente y convertir a China en lo que es hoy día.11
- La Guerra del Opio fue el conflicto que mantuvieron China y Gran Bretaña entre los años 1839 y 1842 e inició la decadencia del gigante asiático. El propulsor del mismo fue la introducción en China de opio cultivado en la India y comercializado por compañías británicas. Esta sustancia, una droga estupefaciente, constituía una importante fuente de ingresos para los británicos, pero a la vez era dañina en la población china. El comercio del opio fue rechazado y prohibido por el gobierno chino. Los comerciantes británicos molestos por el daño económico que la prohibición les causaba enviaron una flota de guerra, que finalmente derrotó al ejército chino. Como consecuencia de esta derrota y humillación el emperador tuvo que firmar el Tratado de Nanking, por el que se obligaba a China al libre comercio –incluyendo el opio- con Gran Bretaña, a través de cinco puertos (el más importante de ellos Cantón) así como la concesión de la isla de Hong Kong durante 150 años. Este conflicto y su resolución a favor de la potencia imperialista británica facilitó la irrupción en el escenario de otras potencias como Estados Unidos, Francia y Rusia que forzaron a China a firmar diversos convenios que han recibido la denominación de “Tratados Desiguales”. Como consecuencia de ellos, en 1860 China se vio obligada a abrir otros once puertos al comercio exterior con el correspondiente quebranto de su soberanía. [↩]
- La Gaceta de Puerto Rico, 19 de mayo de 1855, p. 4. [↩]
- El Fénix, 16 de agosto de 1856, p. 2. [↩]
- Son varios los libros consultados que hacen referencia a los confinados chinos que trabajaron en la Carretera Central, por ejemplo, María de los Ángeles Castro, La Construcción de la Carretera Central en Puerto Rico. Tesis de Maestría, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, Departamento de Historia, 1996. De Fernando Picó véase El día menos pensado, historia de los presidiarios en Puerto Rico 1793- 1993. Río Piedras: Editorial Inc., 1994. Además, son varios los libros sobre la historia de los pueblos de la Isla que hacen referencia a los confinados chinos y sus labores en la Carretera Central. [↩]
- Hoja histórica-penal de confinados chinos. En Archivo General de Puerto Rico, Serie Justicia, Fondo Confinados. [↩]
- Hoja histórica-penal de confinados chinos. En Archivo General de Puerto Rico, Serie Justicia, Fondo Confinados. [↩]
- Hoja histórica-penal de confinados chinos. En Archivo General de Puerto Rico, Serie Justicia, Fondo Confinados. [↩]
- La Correspondencia de Puerto Rico, 18 de febrero de 1891, p. 2. [↩]
- La Democracia, 16 de mayo de 1895, p. 3. [↩]
- Nos referimos a las obra de Estela Cifre de Loubriel, Catálogo de extranjeros residentes en Puerto Rico en el siglo XIX. Río Piedras, P.R.: Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1962; La inmigración a Puerto Rico durante el siglo XIX. San Juan, P.R.: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1964; La formación del pueblo puertorriqueño. La contribución de los catalanes, baleáricos y valencianos. San Juan, P.R.: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1975. También véase José Luís González, El país de los cuatro pisos y otros ensayos. Río Piedras, P. R.: Ediciones Huracán, Inc., 1989. [↩]
- Este trabajo es un extracto de la disertación doctoral, Los Chinos en Puerto Rico: siglo XIX y principios del XX, defendida en mayo del 2012 en el Programa Graduado de Historia, de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Un trabajo que requirió años de investigación, pero que jamás se hubiese completado sin la ayuda y respaldo de varias personas. Quiero agradecer el apoyo incondicional de mi director Fernando Picó, del Departamento de Historia en la Universidad de Puerto Rico y su director Prof. Luis Agrait. Mi agradecimiento igualmente a la directora del Centro de Investigaciones Históricas, María Dolores Luque, a las profesoras Mayra Rosario Urrutia y María del Carmen Baerga por su ayuda y respaldo. A todos mi profunda gratitud. [↩]