Colonialismo y decolonialidad: literatura y debates disciplinarios
El curso comenzó con lo que se consideran definiciones claves del colonialismo, el postcolonialismo y la decolonialidad en textos de Jürgen Osterhammel, Edward Said, Ania Loomba, Aníbal Quijano y Nelson Maldonado Torres, entre otros. Luego emprendimos un largo viaje temporal, espacial y discursivo. Empezamos con la “Carta a Luis de Santángel” de Cristóbal Colón (1493), relaciones de viaje de Fray Ramón Pané (1498), Hernán Cortés (1520), Samuel Champlain (1599-1602), y el que se considera el primer texto novelesco en América Latina, los Infortunios de Alonso Ramírez (1690) de Carlos de Sigüenza y Góngora. Estos primeros discursos imperiales los leímos a contrapunto con textos de Guamán Poma de Ayala y del Inca Garcilaso de la Vega, del siglo 17, y con textos de José Rizal sobre las Filipinas y de José Martí sobre el caso cubano bajo el colonialismo español de fines del siglo 19. En el caso del Caribe, nos detuvimos en tres textos postcoloniales/decoloniales: Discurso sobre el colonialismo (1950) de Aimé Césaire, Land of Love and Drowning (2014), la primera novela de Tiphanie Yanique, sobre la transferencia de las Islas Vírgenes a Estados Unidos en 1917, y la meditación de Junot Díaz sobre el “Fukú Americanus” en The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (2007).
Fuera de estas coordenadas familiares, el resto de los casos estudiados eran completamente nuevos para mí. Estos incluyeron Things Fall Apart (1958) de Chinua Achebe, sobre la experiencia colonial en Nigeria; This Earth of Mankind (1980), representación del período colonial en Indonesia y primera novela de El cuarteto de Buru de Pramoedya Ananta Toer; Nervous Conditions (1988), primera novela de una trilogía de Tsitsi Dangarembga sobre Zimbabwe (Rhodesia), y dos novelas sobre Guinea Ecuatorial, Las tinieblas de tu memoria negra (1987) de Donato Ndongo y Arde el monte de noche (2008) de Juan Tomás Ávila Laurel. Este viaje a otras zonas del mundo colonial fue posible gracias a la colaboración de mis colegas Janet A. Walker, Ousseina Alidou, Yomaira Figueroa, y Enmanuel Martínez, así como a la paciencia y el deseo de mis estudiantes de aprender sobre contextos diferentes y nuevos.
Mi interés aquí no es aludir específicamente a los contextos particulares de cada uno de estos casos de colonialismo que tienen lugar entre el siglo 15 y el siglo 20. Me interesa más bien reflexionar sobre los paralelos que encontramos en narrativas de lugares y épocas muy diversas. Como sabemos muy bien, el colonialismo tiene sus lugares comunes… y el contexto decolonial que se explora en muchos de estos textos—ficticios o no—comparte también una serie de preguntas y motivos afines… Y es precisamente el reconocimiento de esos paralelos el que quisiera discutir brevemente aquí para pensar en los modos en que ciertos campos y debates que han estado estudiando experiencias similares podrían beneficiarse de una colaboración más estrecha. Al concluir esta reflexión, me gustaría hacerlo pensando en los modos en que estudiar, entender, y tomar en cuenta el colonialismo sigue siendo una manera de entender muchos procesos históricos y culturales en el presente. A diferencia de quienes piensan que el colonialismo es cosa del pasado y que hay que encontrar otras categorías para pensar y entender las experiencias contemporáneas, sigo convencida de que el colonialismo sigue siendo muy relevante cuando intentamos explicar el presente de muchas regiones supuestamente postcoloniales o decoloniales en el mundo.
Colonialismo
Un detalle que surgió una y otra vez en los textos que discutimos en clase fue la repercusión que el contexto político colonial tiene en la constitución de una realidad y un sujeto en Latinoamérica, África, el Caribe y Asia. Este no es un mundo maniqueo (Memmi, Fanon), sino un mundo ambivalente (Bhabha). La ambivalencia del sujeto colonial surge de la interacción social, política, intelectual, e ideológica con un sistema que niega la humanidad (la racionalidad o la civilización) del sujeto colonial. Los textos producidos desde perspectivas “imperiales” (Colón, Pané, Cortés, Champlain) también revelan esta profunda ambivalencia en el modo en que representan y niegan la humanidad de los nativos americanos. Esta ambivalencia también es producto de una perspectiva que intenta reconstruir un nuevo orden tras el derrumbe que implicó la experiencia colonial. Esta es, por ejemplo, la experiencia plasmada por Guamán Poma, quien intenta rescatar el mundo indígena que se ha volcado literalmente “al revés” (Tomo 2, 446), al mismo tiempo que se opone al mestizaje y asimila y adapta principios de pureza de sangre para vindicar su panaca (linaje). El Inca Garcilaso, del mismo modo, se llama mestizo “a boca llena” (Libro IX, Cap. XXXI, 266), pero alega que su monumental historia aspira a servir apenas de “comento y glosa” a las historias sobre la colonización escritas por los españoles y acepta la imposición imperial del quechua del Cuzco como el idioma nativo de todas las comunidades del Perú. La experiencia en Things Fall Apart es similar; en este relato el narrador nos presenta a Okonkwo confrontando la pérdida de su comunidad y sus tradiciones con la llegada de los misioneros blancos a Nigeria, al mismo tiempo que interroga las tradiciones su mismo clan como cruciales en la decisión del hijo de Okonkwo de convertirse a la religión del hombre blanco. Por otra parte, en Nervous conditions, Tambudzai se debate entre la educación de la misión, que le brinda movilidad y autonomía como mujer, y la preservación de costumbres y tradiciones patriarcales que limitan sus posibilidades futuras como mujer.
No quiero sugerir con estos ejemplos que los textos presenten la realidad como oposiciones binarias, sino todo lo contrario: modernidad y tradición son simultáneamente deseables y complicadas, y los personajes se debaten entre varias posibilidades que entrañan todas ganancias y pérdidas. Hay pues, rasgos decoloniales que emergen desde el período colonial, al mismo tiempo que en todos los textos encontramos una contradicción fundacional: los narradores “nativos” que quieren rescatar las costumbres, tradiciones y prácticas de sus comunidades de origen, se debaten entre la resistencia y la asimilación hacia un orden eurocéntrico que paradójicamente margina partes de su ser y ofrece modos de reivindicación por medio de la asimilación al episteme occidental.
Una gran preocupación en muchos de estos textos es el rescate de una historia que ha sido negada o excluida del archivo imperial. La literatura desempeña el rol de darles voz a los silencios y lagunas del archivo histórico oficial. Sin embargo, al mismo tiempo, la literatura como institución surge y es parte de una tradición moderna que mediante la escritura se vincula muy de cerca con las estructuras de marginación y opresión de los sujetos coloniales. Esta lucha por la entrada a la escritura (y al género de la novela, simultáneamente) se representa en estos relatos en múltiples niveles. El primero de estos niveles de representación es el idioma. Muchos de los textos incluyen debates sobre la escritura en lenguas locales o imperiales. Guamán Poma elige el multilingüismo, mientras que el Inca Garcilaso se vale de la filología y la hermenéutica para validar su conocimiento cabal del quechua del Cuzco y del mundo andino y americano que representa en sus Comentarios reales (1609). Minke, el protagonista de This Earth of Mankind se debate entre escribir en malayo o en holandés para alcanzar una audiencia más amplia cuando escribe en la prensa sobre el caso de desposesión de Nyai, la amante javanesa de un colono holandés, a quien la la ley holandesa no le reconoce derechos de familia ni de propiedad privada. En ocasiones, la única lengua disponible para consignar la historia colonial es una lengua imperial. Este es el caso en los escritos de José Martí, José Rizal, Donato Ndongo, Chinua Achebe, Juan Tomás Ávila Laurel, Junot Díaz y Tiphanie Yanique. En estos textos escritos en español o inglés, las lenguas locales se registran como sustratos léxicos y sintácticos en la lengua colonizadora y funcionan como uno de los modos de rememorar la colonización e imaginar una identidad postcolonial. Sin embargo, más allá del idioma que se utiliza en los relatos, estas novelas hacen evidente que ciertas lenguas pueden aspirar a la globalidad, mientras que otras están relegadas a géneros menores o secundarios… o simplemente se consideran parte de culturas y tradiciones orales a las que no se les reconoce la autoridad de las tradiciones escritas. El rol de la literatura es, entonces, autorizar estas tradiciones orales y lingüísticas al mismo tiempo que se provincializan conceptos como globalización, universalismo y occidentalismo.
Esta lucha y deslegitimación constante de las lenguas nativas se vincula también con el tema del sistema de educación colonial como aparato institucional que niega los saberes y sujetos locales. Es interesante que en muchas de estas novelas los protagonistas son jóvenes que se encuentran en un proceso de aprendizaje, tanto a través del sistema educativo colonial como por medio de los rituales y prácticas de sus comunidades. El conflicto entre los diversos sistemas de conocimiento se plantea como una fuente de tensión para los protagonistas, que sienten que sus saberes son cuestionados. Esta negación del saber del otro es el eje central en las novelas de Yanique, Achebe, Toer y Ávila Laurel, y los textos literarios intentan legitimar modos de pensar y de conocer que se encuentran muy cercanos a prácticas comunitarias en lenguas vernáculas. Pero estas mismas prácticas comunitarias se presentan a su vez como un espacio donde el sujeto experimenta contradicciones que trata de resolver armoniosamente, aunque a menudo esto resulta imposible. En estos relatos, los saberes locales se incluyen completamente traducidos, a veces con glosarios, y otras veces sin traducción alguna, pero en todos los casos el universo narrativo suspende la noción de que el saber europeo es superior o mejor que los saberes locales. Este es el caso del protagonista de Las tinieblas de tu memoria negra, quien vive literalmente suspendido entre su comunidad y los padres católicos, entre su Tío Abeso y el Padre Ortiz; también el del niño que protagoniza la novela de Ávila Laurel, quien no logra entender por qué ni la comunidad ni el padre logran detener el asesinato público de una mujer en su comunidad. Oscar Wao, por otra parte, encuentra las peores consecuencias del Fukú Americanus en los legados deshumanizantes que se imponen en su país de origen. La ambivalencia de estas novelas reside precisamente en tratar de encontrar un modo de preservar las tradiciones en medio de un proceso de amplias transformaciones. De esta manera estos relatos provincializan los saberes occidentales, al mismo tiempo que exploran los límites de los saberes localizados.
Por último, una dimensión importante de la ambivalencia colonial se elabora a través de consideraciones de género sexual. Es evidente que la raza (o la racialización más bien) es un punto de partida central en estos relatos sobre la colonización del tercer mundo. Pero lo que resulta interesante es cómo la experiencia colonial les abre o les cierra puertas a varios personajes a causa de su posición genérico sexual. A Nyai, la concubina javanesa en This Earth of Mankind, el sistema colonial holandés no le reconoce derecho a poseer o heredar los bienes que con tanto trabajo ha logrado acumular por medio de su trabajo con los negocios de su amante Herman Mellema, el colono holandés que la compró a su familia y con quien nunca se casó legalmente. Para Tambu, la protagonista y narradora de Nervous Conditions, su condición de mujer educada que observa las costumbres de su comunidad le ofrece modos de movilidad social impensables dentro del espacio precolonial. Por fin, en Land of Love and Drowning, las mujeres funcionan como el centro de una trama familiar de la que los hombres terminan casi completamente marginados. Eeona, Anette y Eve Youme representan el origen y el futuro creolizado y decolonial de las Islas Vírgenes, mientras que la mayoría de los hombres son personajes secundarios, sin la fortaleza ni la capacidad de adaptación que caracteriza a las mujeres.
La ambivalencia del contexto y el sujeto coloniales complica constantemente estas tramas y estos personajes. Una de las tareas a las que estos relatos se dedican es la de transportar al lector a la experiencia colonial. En mi caso, sin embargo, lo que estos textos lograron de manera muy efectiva fue reactivar en mi memoria muchas experiencias cotidianas que refieren a ese pasado colonial que sigue muy activo en el sistema educativo y en los modos de pensar de nuestro presente. La otra tarea importante que estos relatos emprenden es la de imaginar la colonia después de la independencia, o lo que se ha denominado como una literatura postcolonial.
Postcolonialismo y colonialidad
Algunos de los textos que comento aquí se escribieron durante el período colonial. Así los de Colón, Cortés, Champlain, Guamán Poma, el Inca Garcilaso, Sigüenza y Góngora, y el de Achebe. Los otros textos que abordo se escribieron después del proceso de descolonización e independencia de la mayoría de los países en cuestión, a excepción de las Islas Vírgenes, que al igual que Puerto Rico, todavía son un territorio no incorporado de los Estados Unidos. Es interesante también que muchas de las tramas de estos textos postcoloniales se desarrollan en un momento histórico colonial anterior, de manera que la autora o autor logra recrear la experiencia colonial. Esta reimaginación de la colonia con frecuencia ocupa el lugar de la memoria colonial desconocida u olvidada por amplios sectores de la comunidad, al mismo tiempo que se propone como una trama ficcional que intenta descolonizar el imaginario de los lectores. Este corpus de la literatura postcolonial imagina la nación después de la independencia por medio del regreso al tiempo colonial. Se trata de un gesto histórico que visibiliza los muchos legados del colonialismo, o lo que Quijano ha denominado como la “colonialidad del poder”. En gran medida la relevancia de estos relatos del pasado colonial radica en la oportunidad de meditar con los lectores sobre las diversas estructuras, instituciones, conceptualizaciones, y procesos de racialización y deshumanización que siguen informando estructuras políticas y sociales contemporáneas.
Otro aspecto que llama la atención es la recepción masiva que han tenido novelas como Things Fall Apart o This Earth of Mankind (traducida al español como Tierra humana). Esta última novela se hace famosa primero en una versión oral que el autor compuso mientras era un preso político y se le había prohibido el acceso a sus libros o a escribir. The Brief Wondrous Life of Oscar Wao y The Land of Love and Drowning desplazan el imperio de África y Asia a las Américas, y Estados Unidos funciona como el telón de fondo para los eventos narrados. Me parece que en parte, lo que hace a estas novelas tan legibles, urgentes y necesarias es que en ellas se muestran las tensiones del mundo colonial y postcolonial mientras se hace evidente al mismo tiempo que no es posible regresar a una cultura, comunidad o identidad que no haya sido transformada completamente por esta experiencia.
El caso de la novela de Junot Díaz es también interesante, porque por medio del Fukú Americanus el narrador reflexiona sobre las estructuras neocoloniales que siguen configurando la relación política y comercial de los Estados Unidos no tan solo con la República Dominicana, sino con muchos otros países del Caribe y Latinoamérica. Uno de los atractivos de la novela es precisamente el modo en que el texto invoca y dramatiza el lugar marginal que ocupan las historias coloniales en el contexto de las historias imperiales y globales. La República Dominicana funciona como un prisma inesperado pero muy apropiado para pensar el rol imperial de los Estados Unidos en el Caribe. En este sentido Díaz dramatiza lo que Glissant describe como “ilusiones cronológicas” (13), o el proceso mediante el cual la historia imperial desposee al sujeto colonial al excluirlo de la cronología de la historia occidental. Ávila Laurel, en su novela Arde el monte de noche, traduce este imperativo temporal a concepciones espaciales, sobre todo cuando recalca constantemente en su novela que los eventos narrados tienen lugar en Anobón, una isla diminuta que pertenece a Guinea Ecuatorial, y que representa el margen de la colonia continental, o el margen del margen.
Si leemos estos textos desde la óptica de la colonialidad, los relatos se transforman en meditaciones sobre los legados del colonialismo sedimentados en el idioma, la educación, las nociones de tradición y modernidad, y las concepciones raciales y genérico sexuales que informan el devenir cotidiano de los sujetos postcoloniales. La mayoría de los textos escritos después de la independencia de los países en cuestión ubica su trama en el pasado colonial. Lo interesante es que muchos de los narradores son jóvenes o niños que se encuentran tratando de entender el mundo que les rodea, intentando compaginar saberes locales con agendas imperiales, y de ese modo guiando al lector en el proceso de comprender las contradicciones inherentes de sus mundos. En el mundo de estas novelas el espacio colonial es parte de la tradición occidental, pero solo como un espacio dependiente y subalterno. Sin embargo, para los protagonistas no existe una oposición fácil entre el occidente y su exterior, porque el sistema colonial ha impuesto instituciones y formaciones sociales en las que se hibridizan prácticas locales y extranjeras.
Un elemento fundamental de estos textos es la vacilación de los protagonistas, quienes en ocasiones aceptan las percepciones racializadas de su humanidad para luego percatarse de su error. Este es el caso de Minke en This Earth of Mankind, quien adopta el nombre despectivo que le impone un maestro en la escuela (comparándolo con un mono), pero al final de la novela reconoce su derecho a cuestionar el sistema legal holandés. En Nervous Conditions, Tambu se acostumbra a la casa moderna de su tío en la misión e interpreta la vida familiar como primitiva y antihigiénica, pero al final de la novela sabe que su transformación por medio de la educación no la va a llevar a abandonar del todo su alianza con su familia y su historia: “Quietly, unobstrusively and extremely fitfully, something in my mind began to assert itself, to question things and refuse to be brainwashed, bringing me to this time when I can set down this story” (208). Este momento en el que los personajes toman conciencia de que hay que romper con un orden que niega la historia local y la humanidad del sujeto colonial es el momento decolonial.
Decolonialidad
El momento decolonial ocurre precisamente cuando se interrogan los saberes y estructuras coloniales para reinterpretar el contexto histórico en estos relatos. El punto de partida de estas narrativas es precisamente el momento en que se identifica una institución o práctica colonial. Cuando los narradores de estos textos se percatan de su condición colonial, meditan sobre el lugar de sus saberes, sus experiencias y sus comunidades en el contexto de una historia occidental que los incluye en un espacio subordinado. El resultado de esta meditación es la conciencia de un desfase entre las narrativas universalistas y las experiencias inmediatas o locales. El Inca Garcilaso escribe desde su óptica de indio mestizo, combinando las historias orales de su infancia con los recuentos de la historia imperial española. Las tinieblas de tu memoria negra empieza el día en que el protagonista, quien ya es un hombre adulto, decide abandonar el seminario y sus planes de ordenarse como sacerdote católico. Nervous Conditions comienza el día en que cambia completamente el futuro de Tambudzai porque la muerte del hermano le permite a la niña acceder a la educación formal. El día que las Islas Vírgenes pasan al control estadounidense es el punto de partida de Land of Love and Drowning. La partida de Annelies Mellema para irse a vivir con su hermano en Europa porque las cortes holandesas no reconocen a la familia de Nyai en Indonesia desata el relato de This Earth of Mankind; esta separación es el pretexto de Minke para contar la historia de la familia de su esposa que no es reconocida por las cortes holandesas. Y Things Fall Apart traza la pérdida del honor de Okonkwo, tras haber superado la falta de industriosidad y visión de su padre. En todos estos casos el lector acompaña al narrador y se adentra en el mundo de la comunidad que coexiste con el avance del proyecto imperial. El proceso de descifrar el espejismo sobre el que se construye la identidad colonial, para encontrar una alternativa que legitime al narrador, su familia o su comunidad, es el que produce un discurso decolonial.
Lo interesante de las narrativas decoloniales que se presentan en estos textos es que no hay una sola resolución al momento de conciencia decolonial. La soberanía estatal o la independencia en realidad no figuran de un modo central en muchos de estos relatos. De hecho, estos textos evitan equivalencias fáciles entre soberanía estatal y autonomía humana. El proceso decolonial se relaciona más bien con un modo de concebir el saber, la historia, la humanidad, que provincializa los grandes relatos de la tradición eurocéntrica y occidental para visibilizar otros modos del ser que se han definido tradicionalmente como secundarios, o que han permanecido mayoritariamente invisibles en las tramas globales de la historia.
Otro aspecto interesante que se elabora en todos estos textos está cifrado en el concepto del amor decolonial según lo define Chela Sandoval como el momento en que el yo reconoce el abismo más allá de los dualismos, como una hermenéutica, “as a set of practices and procedures that can transit all citizen-subjects, regardless of social class, toward a differential mode of consciousness and its accompanying technologies of method and social movement” (140). Evidentemente Sandoval no se refiere aquí al amor romántico o familiar, sino a un vínculo que reconoce y valida la humanidad más básica de los sujetos negados por la historia.
Junot Díaz plantea una interpretación del amor decolonial usando referentes más cercanos a la ficción, para reimaginar el concepto: “A novel whose central question is: is it possible to overcome the horrible legacy of slavery and find decolonial love? Is it possible to love one’s broken-by-the-coloniality-of-power self in another broken-by-the-coloniality-of-power person?”
Como lo sugiere Díaz en su reapropiación del concepto del amor, en la mayoría de los casos discutidos aquí el amor va más allá de las ficciones fundacionales de la nación (Sommer) para enfocarse en el amor como un modo en el que los sujetos coloniales se reconocen como seres humanos y validan su localización y su rol en el devenir de la historia. En muchas ocasiones ese amor toma formas conocidas—la pareja, la familia, la tradición—, pero en otras ocasiones el amor se manifiesta como incesto, como perversión o desenfreno, o como abandono de lo racional para ocupar un lugar solidario con la multiplicidad de una comunidad. Esto es lo que aprende Minke en This Earth of Mankind al darse la oportunidad de conocer a Nyai sin someterla a los prejuicios de la época contra las mujeres o concubinas javanesas. Para Minke, Nyai y Annelies pasan a ser la familia escogida que tiene más sentido que la familia biológica. En su alianza con Nyai, Minke entiende y confronta varias injusticias del sistema legal colonial holandés. Lo mismo ocurre con el amor en Land of Love and Drowning. En esta novela el amor familiar prevalece sobre otros modos de amor humano al punto de que las familias Stemme-Bradshaw-McKenzie colapsan ante el vórtice del incesto. Este amor prohibido y perverso culmina cuando Eeona y Eve Youme aprenden a amar su propia anomalía y la ven como el origen y futuro de la identidad única de las Islas Vírgenes. Esa identidad incluye tanto a la mujer que ha asumido los valores de respetabilidad europeos (Eeona) como a la hija de la relación incestuosa entre dos medio hermanos (Eve Youme). En ambos textos el amor es otra forma de conocimiento del otro que transforma al sujeto colonial en un ser humano. Es una intuición originaria que remplaza a veces los vacíos del archivo histórico y la irracionalidad de la expansión imperial para reiterar la humanidad básica de los sujetos negados de la historia. Es el fin de lo que Fanon describe como el ser del sujeto colonial para el otro que lo valida: “Every act of an Antillean is dependent on ‘the Other’—not because ‘the Other’ remains his final goal for the purpose of communing with him as described by Adler, but simply because it is ‘the Other’ who asserts him in his need to enhance his status.” (187). Amar es reconocer la diferencia del otro y asumirla, más allá de la tolerancia. Es entender profundamente la imposibilidad de comunicación o historia alguna que se constituya a expensas del lado oscuro de la modernidad.
Hacia un nuevo diálogo…
En ocasiones empiezo estas columnas con una anécdota que explica por qué me interesa escribir sobre el tema en cuestión. En este caso esa anécdota surgió en el salón de clase… sin embargo estas meditaciones tienen motivaciones ulteriores.
La primera de ellas es una experiencia reciente que tuve en una conferencia del MLA, donde presenté una ponencia en uno de los paneles que organiza la sección de estudios coloniales latinoamericanos. En esa ocasión, uno de mis colegas expresó reservas por el uso “indiscriminado” del concepto de lo colonial entre teóricos decoloniales. La preocupación apunta a una tendencia de equiparar cualquier tipo de resistencia con un gesto descolonizador. En esta ecuación se pierde a veces, en efecto, la especificidad del contexto colonial, puesto que el giro decolonial identifica el sistema patriarcal, heteronormativo, eurocéntrico y occidental como la raíz de todo un sistema de conocimiento y de formaciones y prácticas sociales y políticas que reiteran los legados del colonialismo. Sin embargo, a mí no se me había ocurrido antes pensar que los estudios coloniales y la teoría decolonial tenían agendas tan diferentes. En realidad, me parece que los estudios coloniales latinoamericanos y caribeños (que son mis campos de especialidad) han ganado mucha visibilidad y nueva relevancia gracias a los debates suscitados por la teoría decolonial, puesto que el punto de partida en la concepción de la colonialidad es precisamente la conquista y colonización de las Américas y su impacto a nivel global. Entonces, me parece que existen oportunidades de colaboración muy productivas en las que ambos campos tienen mucho que ganar. Después de todo, Walter Mignolo inició su carrera como estudioso del período colonial antes de convertirse en una de las voces centrales en el campo de los estudios decoloniales.
La segunda motivación es mucho más inmediata, pues se refiere a la crisis económica en Puerto Rico y al modo en que la administración de Obama se ha referido a la Isla. El 28 de diciembre de 2015 se publicó un artículo en Latino USA que trataba el tema, y donde se reportaba como noticia que Puerto Rico no gozaba de soberanía, que el Congreso tenía la última palabra sobre asuntos relacionados con el país, y que la isla era un territorio de los Estados Unidos. Particularmente irritante resultó una cita a los Insular Cases (1901-1922), sobre todo la famosa cita que justifica la condición anómala de los territorios no incorporados a Estados Unidos:
If those possessions are inhabited by alien races, differing from us in religion, customs, laws, methods of taxation, and modes of thought, the administration of government and justice, according to Anglo-Saxon principles, may for a time be impossible; and the question at once arises whether large concessions ought not to be made for a time, that ultimately our own theories may be carried out, and the blessings of a free government under the Constitution extended to them.
La supuesta noticia no lo era tal para quienes están familiarizados con el status de la Isla desde una perspectiva legal e histórica (Burnett & Marshall, Torruella, Thompson). Incluso en caricaturas publicadas en la prensa cerca del 1898, esta posición marginal de Puerto Rico (política, racial, e intelectual) era obvia.
Sin embargo, lo que quiero destacar de estas discusiones recientes es que gran parte de este debate se podría haber evitado si los puertorriqueños tuviéramos conciencia clara del estatus legal de Puerto Rico. Lo que la Administración de Obama alega en estos momentos es meramente una referencia a la jurisprudencia sobre el tema: “Puerto Rico exercises significant local autonomy, with great benefit to its people and to the United States. But it remains a territory under the sovereignty of the United States and subject to the plenary authority of Congress”(ver artículo). La noticia, aunque bien intencionada, está mal informada, porque al igual que los puertorriqueños ignoramos los detalles más específicos sobre el estatus de nuestro país, el público estadounidense tampoco está al tanto de las actividades coloniales de su país. La transcripción del argumento de una hora en el Tribunal Supremo del caso “Commonwealth of Puerto Rico vs. Luis M. Sánchez Valle, et al.” también ilustra las complicaciones que emergen cuando se intenta evadir la discusión directa de la condición de la isla como colonia de los Estados Unidos, y la decisión que emitirá el Supremo en el verano del 2016 va a tener repercusiones históricas.
No es una sorpresa, por supuesto, que en la transcripción de la vista la palabra colonialismo no aparezca ni una sola vez. El argumento de nuestro gobierno es que Puerto Rico no es una colonia desde 1952, mientras que el argumento de la Administración Obama es que el Congreso no perdió el control definitivo sobre la isla con la creación del Estado Libre Asociado. En este argumento parecería que pensar el tema del colonialismo (en el pasado y en el presente) podría ser una tema pertinente. Ese no es, sin embargo, el eje del argumento presentado ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Los puertorriqueños queremos ser diferentes a las Islas Vírgenes, Guam y American Samoa, pero no podemos ni siquiera pensar en nuestro pasado y presente colonial. Aquí quizá sería importante recordar un segmento del programa de John Oliver, dedicado al problema de la ciudadanía y el voto de los territorios estadounidenses, puesto que en este contexto es evidente que Puerto Rico no es en efecto tan diferente de las otras islas que también son territorios de los Estados Unidos:
Una de las razones por las que el tema colonial sigue teniendo tanta relevancia para entender la situación de Puerto Rico es que no se puede entender la crisis económica actual de la Isla sin analizar el impacto que ha tenido la intervención estadounidense en su historia. Para ilustrar el caso, refiero al lector al artículo del New York Times sobre la crisis financiera en Puerto Rico publicado el 8 de febrero del 2014 y la respuesta de Ed Morales, quien ofrece una lectura decolonial de las condiciones que llevan a esta crisis. La respuesta de Morales nos alerta como lectores sobre lo importante que es entender el contexto histórico de la Isla para poder entender la complejidad de su situación económica. Su lectura a contrapelo del artículo del New York Times, que no considera cómo los Estados Unidos están implicados en la crisis financiera de la Isla, es un ejemplo de lo que la óptica decolonial aporta en la interpretación del presente más inmediato.
Un problema con el colonialismo es que no basta con aprender sobre el mismo para superarlo. Como demuestra la colección de novelas que discutí con mis estudiantes este semestre, el proceso decolonial es complejo precisamente porque la historia del colonialismo no se escribe sola. Los silencios sobre el colonialismo en la educación pública, así como el deseo de muchos de abandonar este marco de referencia para referirse a Puerto Rico, nos impiden analizar e identificar los legados coloniales en la vivencia contemporánea de los puertorriqueños. Hablar de colonialismo no implica, evidentemente, dejar de lado el análisis de cómo otros factores más inmediatos—corrupción gubernamental o malgasto de fondos públicos—también han precipitado la crisis. Pero pensar el problema de Puerto Rico sin abordar el presente colonial de la Isla es un gesto de “histerical blindness” francamente insostenible. Y quizá este sea un punto donde la colaboración de pensadores coloniales y decoloniales tenga mucho que aportar para que no se convierta en escándalo ni noticia un hecho político e histórico que dista mucho de ser nuevo o reciente. La noticia debería ser el poder sostener una discusión informada sobre cuáles son las alternativas reales para el país. En ese proyecto el pasado y presente colonial de Puerto Rico siguen estando tan vigentes como los Casos Insulares de principios del siglo veinte.
Obras citadas:
Achebe, Chinua. Things Fall Apart. New York: Anchor Books, 1994.
Ávila Laurel, Juan Tomás. Arde el monte de noche. Madrid: Calambur Editorial, 2008.
Bhabha, Homi. “Of Mimicry and Man: The Ambivalence of Colonial Discourse.” The Location of Culture. New York: Routledge, 1994. 85-92.
Burnett, Christina Duffy y Burke Marshall, eds. Foreign in a Domestic Sense: Puerto Rico, American Expansion and the Constitution. Durham: Duke University Press, 2001.
Colón, Cristóbal. “Carta de Colón a Luis de Santángel.” El aleph, [1493], 1999.
escritoriodocentes.educ.ar/datos/…/carta_de_colon_a_luis_santangel.pdf
Cortés Hernán. [1520] 1993. “Segunda carta de relación.” In Cartas de relación. Madrid: Clásicos Castalia, [1520] 1993.
Dangarembga, Tsitsi. Nervous Conditions. Oxfordshire: Ayebia Clarke Publishing, 2004.
Díaz, Junot. The Brief Wondrous Life of Oscar Wao. New York: Riverhead Books, 2007.
Fanon, Frantz. Black Skin, White Masks. Trad. Richard Philcox. New York: Grove Press, 2008.
Glissant, Édouard. Caribbean Discourse. Selected Essays. Traducción de J. Michael Dash. Charlottesville: University Press of Virginia, 1999.
Guamán Poma de Ayala, Felipe. Nueva Corónica y Buen Gobierno. Lima: Fondo de Cultura Económica, [1615], 1993.
Loomba, Ania. Colonialism/Postcolonialism. London; New York: Routledge, 2005.
Maldonado Torres, Nelson. “On the Coloniality of Being: Contributions to the Development of a Concept.” Cultural Studies 21.2-3 (March/May 2007): 240-270.
Memmi, Albert. The Colonizer and the Colonized. Boston: Beacon Press, [1957] 1990.
Ndongo, Donato. Las tinieblas de tu memoria negra. Madrid: Editorial Fundamentos, 1987.
Oliver, John. “Voting Rights for U.S. Territories.” Las Week Tonight. https://www.youtube.com/watch?v=CesHr99ezWE
Osterhammel, Jürgen. Colonialism: A Theoretical Overview. Princeton: Markus Wiener Publishers, 1997.
Pramoedya Ananta Toer. This Earth of Mankind. New York: Penguin Books, 1996.
Quijano, Aníbal. “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina.” Anuario Mariateguiano 9 (1997): 113-122.
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Said, Edward. “Representing the Colonized: Anthropology’s Interlocutors” Critical Inquiry, 15.2 (Winter, 1989): 205-225.
Sommer, Doris. 1991. Foundational Fictions: The National Romances of Latin America. Berkeley, CA: California University Press, 1991.
Thompson, Lanny. Imperial Archipelago. Representation and Rule in the Insular Territories Under U.S. Dominion after 1898. Honolulu: University of Hawaii Press, 2010.
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Yanique, Tiphanie. Land of Love and Drowning. New York: Riverhead Books, 2014.