Como te digo una co.., te digo la o…
Pa mí… Jesucristo
El primer comunista.
Como te digo una co.., te digo la o…
-Joaquín Sabina
A decir verdad, me atrevería a afirmar que el intelectual tiene que estar dispuesto a mantener una contienda de por vida contra todos los guardianes de la visión o el texto sagrados, siempre prestos a la depredación y cuya pesada mano no soporta la discrepancia y menos aún la diversidad. El principal bastión del intelectual laico es la libertad incondicional de pensamiento y expresión…
-Edward Saïd, Hablarle claro al poder
¿Qué significa hablarle claro al poder? ¿Quiénes vienen llamadxs a hacerlo? ¿Por qué es deseable y qué implicaciones tiene para quien lo hace y para quien lo escucha? Para Saïd, lxs intelectuales que aspiran a llamarse como tales no tienen opción. Vienen obligadxs por convicción y por oficio a hablarle claro al poder, que se manifiesta en toda institución, texto o esfuerzo intolerante a la diversidad, a la discrepancia, al disenso. El resultado de la incesante enunciación crítica generaría entonces “el máximo bien” y “el cambio adecuado,” por decirlo en palabras de Saïd. Ese sería el resultado justo para todas las partes.¿Qué significa hoy hablarle claro al poder? ¿Por qué es urgente hacerlo? ¿A quiénes beneficia y a quiénes perjudica? ¿Quiénes son lxs intelectuales en la actualidad? En el 2014, al interior de este archipiélago caribeño llamado Puerto Rico, la intelectualidad está en muchos espacios para bien. La universidad, otrora bastión y caldo de cultivo de la inteligencia colectiva, en estos tiempos tiene coro y primera voz en diversidad de instancias. Le hablan claro al poder estudiantes, performerxs, empleadxs, artistas plásticxs, pensadorxs independientes (y muchas veces desempleadxs de aquella universidad), maestrxs y tantxs otrxs. Cada vez que ocurre, el país se dignifica y nuestros mal nombrados márgenes ganan un pedazo de justicia. Cada vez que pasa, Puerto Rico es más decente y un poco mejor. Todxs, no importan nuestras diferencias, terminamos siendo mejores.
El mundo frágil en el que vivimos anda sediento y anhelante de claridades contra el poder que no procura el máximo bien y se resiste al cambio adecuado. A veces, reconozco, que no se trata de un poder omnipotente, panóptico, eficiente. A ratos, comprendo, que no es un poder malvado a la usanza de tantos otros. En ocasiones, vislumbro, que estamos rodeados de poderes cándidos e inexpertos en su hacer, pero no por ello menos dañinos.
Pienso en muchos ejemplos, pero me voy a centrar en tres situaciones que me han asaltado, de diversa manera, en tiempos recientes. Todas ejemplifican cuán variopinto es el poder y, por tanto, las formas que toma “hablarle claro.”
En primer lugar, pensemos en la brutal agresión de Israel a Palestina. Contemplemos de frente el horror de toda una generación asediada. Atrevámonos a mirar. Esxs niñxs de esta guerra sin sentido nos van a pedir cuentas. ¿Por qué no hacemos más? ¿Por qué no nos indignamos mejor? ¿Por qué no hemos sido capaces de paralizar este tinglado antes que se comenzaran a bombardear, impunemente, comunidades enteras? Sospecho, y no pretendo agotar con este planteamiento las posibilidades, que tanto silencio tiene que ver con una suerte de justicia retroactiva para con lxs judíxs aniquiladxs. Me uno a ese coro justiciero siempre que viene a cuento. Pero esa solidaridad, proporcional a tan terrible holocausto, no puede traducirse en permiso para otros horrores. No está bien. No abona el máximo bien de la humanidad y, en especial, de esa zona. No produce el cambio adecuado que nos va a salvar de la auto-destrucción humana. Como te digo una co.., te digo la o…
En segundo lugar, recordemos una de mis pasadas columnas, “Del dicho al hecho”. Algunas personas, que me quieren bien, se asustaron con mi escrito. Otrxs pensaron que mi postura había enterrado un proyecto tan deseable. Agradezco su querer y su genuina preocupación. También atesoro las múltiples expresiones de solidaridad escritas y habladas. Pero, mejor aún, me complace anunciar –como antes denuncié– que el Presidente de la Universidad de Puerto Rico ha demostrado con su acción que ostenta un poder con el que se puede disentir salvaguardando el máximo bien. El desarrollo del Centro Universitario para el Acceso en la UPR es hoy una realidad encaminada. Como te digo una co.., te digo la o…
Finalmente, analicemos la disyuntiva de Sam que abordé en mi entrada “Un nombre que (no) te representa” hace ya algún tiempo. Sam vivía una cruel dislocación en su cotidianidad, pues su certificado de nacimiento no daba cuenta de sí. Pero, no se conformó. Luchó con un aparato jurídico derruido. Interpeló una institucionalidad gubernamental desecha. No renunció a hablarle claro a muchos poderes: la escuela, la universidad, la comunidad, el gobierno, el derecho, la familia, y su voz ha sido escuchada al menos en papel. Hace unas semanas, Sam me mostró su nuevo certificado de nacimiento con el nombre que él asumió, en suprema coherencia, para sí. Hoy Sam es Sam. La legalidad de ese hecho no es la panacea. Todavía Sam y su cuerpo todo están en contienda cotidiana por conseguir para tantxs más el cambio adecuado. Como te digo una co.., te digo la o…
Todxs estamos llamadxs a hablarle claro al poder. No importa lo insignificante o arriesgado que pueda parecer nuestro gesto. El ejercicio de la libertad incondicional nos corresponde a todxs los que aspiramos al máximo bien.