Crisis global: Actores, procesos, consecuencias e impacto en la salud pública
Presentación de apertura V Conferencia Puertorriqueña de Salud Pública, V Festival de Arte y Salud y Encuentro Iberoamericano de Escuelas de Salud Pública, San Juan, Puerto Rico, 2 de mayo de 2016. (El texto íntegro, con todas sus notas al calce, puede verse aquí en formato PDF).
Es un verdadero honor y un privilegio poder dirigirme a esta docta audiencia en la mañana de hoy. Los organizadores de este congreso me han pedido que aborde el tema de las consecuencias sobre la salud pública de la crisis global que ha desatado la globalización y el predominio de las políticas del capitalismo neoliberal en el mundo occidental. Una tarea difícil, por la velocidad de los cambios que estamos viviendo, la profundidad de los mismos, la diversidad y dispersión de los actores involucrados en incitarlos, y por la variedad, complejidad y contradicciones de los impactos que necesitamos analizar para comprender cabalmente donde estamos y hacia donde vamos – o hacia donde no deberíamos ir. Pero algo podemos avanzar si comenzamos y los motivo a seguir indagando en este tema.
La insalubridad de la vida cotidiana
Seguramente muchos de ustedes, la mayoría sospecho, ha llegado hasta este Congreso buscando compartir investigaciones y experiencias, comprender mejor los retos que se presentan a los sistemas de salud pública y también olvidarse por unos días de las angustias de una vida cotidiana dominada por el individualismo, la competencia, la falta de recursos, el trabajo agotador y la deshonestidad de muchos. Todas estas son situaciones que generan sentimientos negativos, dañinos. Vivimos en sociedades dominadas por la incertidumbre, el miedo, el estrés, la frustración, el rechazo intuitivo a lo desconocido, e incluso la violencia. Sólo una proporción pequeña de personas en el mundo escapan hoy la realidad de una vida cotidiana agobiante. Tener las necesidades básicas satisfechas, estar bien, en paz, feliz, con capacidad de desplegar libre y creativamente los talentos y capacidades que tenemos, es cada vez más un privilegio que un derecho humano, tanto en Puerto Rico, como en América Latina y el resto del mundo.
Lamentablemente, la vida cotidiana en muchos lugares ha llegado a ser insalubre y conviene comenzar a reconocerlo para actuar. Porque aunque nos demos cuenta de ello, no hemos sido capaces de reclamar o de generar los cambios necesarios para cambiar el rumbo de las políticas públicas que amenazan con más daño. Como los seres humanos poseemos eso que se ha denominado resiliencia -esa capacidad de adaptación frente a la adversidad, que tiene de sobra la población de Puerto Rico y muchas poblaciones en América Latina y el Caribe- nos hemos acostumbrado a vivir en contextos que no aportan un alto nivel de calidad de vida. Siempre acabamos encontrando la forma de “bregar” – en el estricto sentido puertorriqueño del término- dándole la vuelta o manejando con bastante creatividad los riesgos, amenazas y dificultades para superarlas o neutralizarlas. En el proceso– y sobre todo en la región caribeña- solemos utilizar el humor, la música, y la camaradería, que constituyen señas de identidad y formas de liberación del estrés y que nos permiten navegar con un cierto grado de soltura en las crisis. Pero también, en ocasiones, con un importante grado de negación o de inconciencia sobre la gravedad de la realidad y de lo insalubre de la vida cotidiana.
En Puerto Rico, además de sobrevivir “bregando” – cuestión en la que decididamente somos expertos mundiales- me atrevo afirmar que también hemos internalizado tanto y asumido como propios y naturales los valores y principios del capitalismo neoliberal que pensamos que la desigualdad, la pobreza, o la explotación, son parte de la vida y que no hay de otra. El recordado “such is life” fue un maravilloso ejemplo de eso que planteo. En esa visión, a la que tantas personas adhieren por inercia, todo puede y debe ser un negocio; los alumnos son clientes; la competitividad es lo que nos salvará; la empresa privada hace mejor las cosas que los gobiernos; no se necesita regular los mercados porque ellos se ajustan a sí mismos; la riqueza se multiplica con la especulación, no con la producción de bienes y servicios. Y cualquiera que cuestione estos principios lo hace porque es un perdedor, un “born loser”.
Considero que en Puerto Rico estamos enfrentando un serio problema colectivo de lo que la medicina denomina la amnesia funcional o disociativa, de una pérdida de memoria que no tiene una etiología orgánica, sino que su ocurrencia está relacionada con factores estresantes, emocionales o psicológicos. Quienes padecen este desorden se disocian o separan de memorias pasadas desagradables, que producen malestar; logran separarse del recuerdo y les es imposible recuperarlo en la memoria. Lo que ocurre en los trastornos disociativos, según expertos en el tema, es que la memoria, la identidad, la percepción, las ideas, o los sentimientos se perciben como separados de la consciencia, como si estuvieran separados de la persona misma. Ojalá se pudiera generar en Puerto Rico un estudio grande sobre esta hipótesis, que presento desde las ciencias sociales, tras haber dedicado años a intentar comprender el comportamiento colectivo del país frente a los abusos del poder político dual que hemos vivido a lo largo de más de cien años. Muchas, demasiadas personas, son incapaces de conservar o recuperar información almacenada con anterioridad; no logran percibir los impactos humanos de la huella colonial sobre su identidad, y no llegan a percibir que las políticas y la cultura anglosajona neoliberal que se ha instalado generan un altísimo nivel de estrés individual y colectivo y parecen estar en la base del malestar que recorre nuestra sociedad hoy. Por ello, justamente, me he propuesto ir develando con ustedes los mecanismos a través de los cuales se ha ido generando la idea de la globalización neoliberal que ha resultado en ese proceso de “naturalización” de los nuevos valores y principios que rigen la vida cotidiana en Puerto Rico, pero también la de casi cualquier lugar de América Latina y del mundo.
La globalización: desigual y contradictoria
La noción de globalización es polisémica; admite muchas interpretaciones y se utiliza elásticamente a conveniencia de quien exponga. Hay aduladores de la globalización que celebran que por fin el mundo avanza en un lenguaje común, que tiene una visión similar de los procesos económicos y sociales, de la cultura, de la moda, de los deportes, de la medicina. Muchos leen como progreso y modernidad que a donde quiera que se viaje haya un Burguer King o un McDonald’s, que vende algo que le es familiar un trotamundos. Se celebra también el que a través de la ciencia globalizada se puedan encontrar remedios a enfermedades graves, o se pueda tener mayor precisión para lanzar un ataque armado al “enemigo”. Pero también hay visiones que consideran que la globalización es contraria a la vida sana. Estas toman como referencia las impresionantes y dramáticas desigualdades que se han generado, los nuevos conflictos bélicos y los ataques terroristas que aparecen como obscenas escenas de la vida cotidiana. Los críticos aducen también que de la mano de la globalización ha venido el crecimiento de las industrias de ilícitos que generan beneficios astronómicos, “lavados” y resguardados en los ya muy famosos paraísos fiscales. Entre una y otra posición sobre la globalización, hay un enorme conjunto de procesos sumamente complejos, contradictorios, repletos de dilemas éticos, de descubrimientos notables, de desafíos, retos, y de opciones que todos los aquí presentes debemos conocer, discutir y asumir. Veámoslo con un poco de detenimiento.
¿Qué impulsa la globalización?
Comencemos haciéndonos la pregunta de ¿qué impulsa la globalización? No voy a entrar en un interminable debate de cuándo comenzó ésta y de si siempre existió una tendencia globalizante. Les pido que nos situemos en la segunda mitad del siglo xx para comprender lo que ha sucedido desde entonces. Entre una vastísima literatura sobre el tema, hay cuatro factores que aparecen reiteradamente como fundamentales y que personalmente considero son los motores de la globalización. Estos son:
- Una vigorosa revolución científico-tecnológica, que ha transformado cualitativa y cuantivamente la base del conocimiento que poseemos en el mundo y continúa haciéndolo en forma veloz y permanente.
- La relativa uniformidad en la instrumentación de políticas neoliberales alrededor del mundo.
- La persistencia de diferencias salariales muy significativas entre Oriente y Occidente.
- La conformación progresiva de un mercado financiero mundial, altamente centralizado y controlado por un puñado de personas.
Estos factores, aparentemente tan diferentes entre sí, han generado interacciones recíprocas en muchas direcciones y de gran intensidad. El resultado general ha sido un proceso veloz, sinérgico, avasallador, multifacético, desigual, contradictorio, con elementos claramente positivos para las perspectivas de bienestar general de la humanidad y con otros tan negativos que urge tomar acción inmediata sobre ellos. Vamos a tratar de comprender la compleja dinámica de la globalización bajo el sello neoliberal, que está en el corazón de la regresión social que recorre al mundo hoy. Comencemos con la revolución del conocimiento.
La revolución científico-tecnológica
En los siglos XVI y XVII nuevas ideas y conocimientos en astronomía, biología, medicina, química, y especialmente en la física, transformaron las visiones antiguas y medievales sobre la naturaleza, la vida, el universo, y sentaron las bases de la ciencia moderna. Siguiendo algunas líneas de los trabajos del historiador de la ciencia Alexandre Koyré, ese período se ha considerado como una primera revolución del conocimiento porque cambiaron los paradigmas que sostenían las visiones dominantes en casi todos los ámbitos de la ciencia hasta entonces. Siguieron otros períodos de evolución y de cambios significativos en la ciencia y la tecnología, como los que dieron origen a la Revolución Industrial, pero no los saltos paradigmáticos más recientes. Desde la segunda mitad del siglo XX un conjunto de nuevos descubrimientos, unidos a cambios notables en la forma de realizar investigación científica, han generado una verdadera mutación del acervo de conocimiento científico. Esta nueva revolución del conocimiento tiene profundas implicaciones para la formulación de políticas públicas en casi todos los ámbitos. Veamos qué ha pasado en las principales dimensiones.
La genética
La fenomenal generación de nuevo conocimiento científico en el campo de la genética se ha dado a partir de la decodificación, secuenciación y cartografiado del genoma humano, que abrió las puertas a una nueva medicina, capaz de predecir a través de los genes el riesgo a desarrollar enfermedades y de curarlas o prevenirlas personalizadamente. El Proyecto del Genoma Humano, auspiciado por el Departamento de Energía y los Institutos Nacionales de la Salud de los Estados Unidos, permitió identificar más de mil enfermedades monogénicas (causadas por un gen principal), entre las cuales se encuentran la fibrosis quística, la hemofilia, y las distrofias musculares; en una nueva etapa se investiga ahora el riesgo de desarrollar enfermedades comunes como cáncer, arteriosclerosis coronaria, enfermedades mentales, diabetes, y asma. Ello en sí mismo es un avance fenomenal, aunque ciertamente el proceso ha abierto nuevos debates y dilemas éticos sobre hasta dónde, cómo, cuándo, y en qué circunstancias es deseable utilizar el arsenal de conocimiento que hoy se tiene en el campo de la genética.
La revolución en la genética reabrió, además, un viejo debate sobre la interacción que existe entre constitución genética y el medio ambiente, dado que los genes no funcionan en un vacío. Para algunos científicos, como Víctor Penchaszadeh, tras el entusiasmo con el nuevo conocimiento generado por la genética, están los intereses de la industria biotecnológica y farmacéutica transnacional, cuyo objetivo principal no es la salud colectiva y sí abrir nuevos mercados a las tecnologías de pruebas genéticas y a nuevos medicamentos diseñados “a la medida” de cada paciente o cliente. El entusiasmo con la genética generó muchas adhesiones y podría llegarse a pensar que esa es la ruta a seguir, según claman las empresas del rubro. Pero vale recordar que la visión individualizada de la enfermedad, puede derivar también en una subestimación del papel que juegan los determinantes sociales de la salud – desde dónde y cómo se nace, hasta el impacto de la pobreza, la desigualdad social, la contaminación ambiental y la adversidad sobre la salud. Esa mirada que privilegia la particular composición genética de cada persona puede llevarnos – sin querer queriendo – a aceptar la dilución del derecho a la salud que deben garantizar los estados. La salud no es una responsabilidad individual sino un derecho humano y un derecho colectivo fundamental reconocido internacionalmente en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos promulgada el 10 de diciembre de 1948 por la la Organización de Naciones Unidas.
Física
La física también vive hoy su propia gran revolución, a la vez que incide en y recibe de las demás ciencias insumos para su transformación cuántica, si se vale el adjetivo. La física de los últimos cincuenta años ha generado un marco teórico extraordinario para comprender la expansión del universo, la existencia de sistemas planetarios asociados a estrellas que no son el sol, y conocer por qué puede haber vida inteligente más allá del planeta tierra. Las nuevas investigaciones nos han permitido mejorar nuestro conocimiento de cómo está formada la naturaleza, de cómo ocurren las cosas en ella, y por qué ocurren de tal o cual manera. También se ha podido entender la noción de equilibrio, a partir del descubrimiento de la antimateria; saber que existen sistemas muy complejos y diversos, que pueden desplegar un comportamiento impredecible, errático o caótico, todo lo cual tiene profundas implicaciones para nuestra vida presente y futura. Además, la primera detección directa de ondas gravitacionales, anunciada hace muy pocos meses, marcó el nacimiento de un quehacer enteramente nuevo en la astrofísica. Y por supuesto, la física ha hecho y sigue haciendo aportes muy importantes al desarrollo de nuevas tecnologías, como el rayo láser, el transistor, el microscopio electrónico, el ultrasonido y la resonancia magnética, así como a la generación de nuevos materiales con propiedades sorprendentes. La física tiene un peso preponderante en el proceso de globalización por su interacción con las ingenierías y el diseño de nuevos artefactos tecnológicos que han entrado en el mercado masivo y también por alimentar la carrera espacial, cuestión que potencialmente puede desviar inversiones muy grandes que van en detrimento de las que se necesita hacer para mejorar las condiciones de vida cotidiana de las grandes mayorías mundiales.
La neurociencia
En la neurociencia ha habido saltos importantísimos de conocimiento y numerosos cambios de paradigmas a partir del hecho de que desde hace unos pocos años se puede estudiar el cerebro vivo en su morfología, estructura, bioquímica, funciones y actividad. Las investigaciones sobre el cerebro ejemplifican claramente el maravilloso desafío de la ciencia: cuanto más se estudia más se constata lo mucho que falta por conocer. En la pasada década se abrieron brechas muy importantes en la comprensión de los procesos de la conciencia, la memoria, el pensamiento y la emoción. La neurociencia se ha potenciado, está modificando numerosas disciplinas y creando áreas inimaginadas de investigación y de generación de nuevo conocimiento que puede, y debe, incidir decididamente sobre la vida de las personas.
Ello ha dado lugar a transformaciones en la psiquiatría y la psicología, que incluyen el surgimiento de acercamientos nuevos como son la programación neurolingüística, las técnicas de integración cerebral, el reprocesamiento por movimientos oculares y otras terapias hoy denominadas neurocientíficas. La neurociencia también está impactando decididamente la pediatría y el campo de la educación, al haber identificado a través de centenares de estudios la importancia de los primeros años en vida en la formación cabal del cerebro, donde fundamentalmente se define su funcionamiento óptimo a futuro. En los últimos años se han identificado con bastante claridad los impactos sobre el cerebro que tiene la adversidad – la pobreza, la malnutrición, el miedo, la incertidumbre, el estrés y la vida en un contexto de violencia. Por ello, hoy no es posible discutir propuestas de políticas económicas y sociales, o reformas de los sistemas educativos, sin que se tomen en cuenta los avances del nuevo conocimiento generado por la investigación en neurociencias. Pero, y en estos nuevos avances de la ciencia, siempre aparece el oportunismo mercantilista, la neurociencia también está impactando decididamente el campo del mercadeo y ya se habla de la neuromercadotecnia (neuromarketing), para referirse a cómo enganchar consumidores de bienes y servicios haciendo uso de los conocimientos que este campo ha generado para predecir la conducta de los compradores potenciales.
El espectacular microchip:
Informática, inteligencia artificial y transmisión de imágenes
A fines de 1958 se sentaron las bases para la revolución del microchip o circuito integrado en semiconductores, una pequeña tableta muy delgada que puede contener una cantidad enorme de dispositivos microelectrónicos y que permitió sustituir aquellos tubos que tenían las radios y los televisores cuando yo era niña. Este fenomenal avance alentó el desarrollo de nuevas tecnologías de información y comunicación y pronto se convirtió en piedra angular de todas las tecnologías. En la actualidad hay microchips en prácticamente todo: en las computadoras, los celulares, los automóviles, los electrodomésticos. El microchip es una tecnología que permite que el resto de las tecnologías funcionen, por lo que se le considera una de las inventos más importantes de la ciencia moderna y por ello su creador, el ingeniero Jack Kilby, recibió el Premio Nobel de Física en el año 2000.
La informática ha ido evolucionado hacia la robótica con el apoyo de los nuevos hallazgos en investigaciones en la física, la ingeniería, la microelectrónica y la inteligencia artificial. Los robots de nuevo cuño han tenido un impacto muy importante en tareas de alto riesgo para la vida de personas, como sucede en la industria nuclear, donde puede haber exposición a material radiactivo; en los laboratorios donde abundan sustancias químicas nocivas, y en algunas de las operaciones de la exploración espacial. Es especialmente atractivo su potencial para el diseño de prótesis que permitirían incrementar significativamente la movilidad y la calidad de vida de personas con condiciones físicas especiales. Ha tenido también un gran desarrollo en la industria automotriz y su expansión avanza en muchas direcciones y a gran velocidad, haciéndose una tecnología cada vez más accesible para una diversidad de tareas en el ámbito empresarial y también en la vida cotidiana. La inteligencia artificial busca que diversos tipos de máquinas, robots o procesos automatizados, sean capaces de emular comportamientos inteligentes de los seres humanos. Se aspira a desarrollar “agentes racionales” sin que sean seres vivos.
Eso necesariamente abre un abanicos de interrogantes, que no podremos discutir acá por la brevedad del tiempo, pero que van a al esencia misma de lo que ha sido hasta ahora la historia de la humanidad. Por primera vez, resulta evidente que compartiremos el planeta con otras formas de racionalidad que no es la humana.
Es evidente ya la diversidad, complejidad y profundidad de los impactos del desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica sobre nuestras vidas. En primer lugar, porque se ha producido una aceleración en la pérdida de puestos de trabajo, ante el incremento en productividad que aportan estas tecnologías. Las proyecciones que se manejan hoy hablan de que el 35% de los empleos actuales serán realizados por máquinas antes de 20 años.
Según el gurú cibernético Douglas Rushkoff en su libro más reciente, nuestro problema muy pronto será no tener forma de generar puestos de trabajo para las personas si no hacemos un cambio radical en la manera de manejar el nuevo conocimiento y las nuevas tecnologías que están generándose. La pregunta que tenemos que comenzar a hacernos no es cómo emplearemos a toda esa gente que es reemplazada por la tecnología, sino cómo podemos organizar una sociedad alrededor de algo más allá del empleo. “De lo que carecemos no es de empleo, sino de una forma de distribuir con justicia los bienes que hemos generado a través de nuestras tecnologías, en un mundo que ya ha producido mucho más de lo necesario” ha dicho Rushkoff.
La segunda preocupación creciente relacionada con el uso de la robótica y la inteligencia artificial está centrada en la constatación de que este nuevo conocimiento está empleándose cada vez más en la fabricación de armas y en el diseño de estrategias militaristas, mucho más certeras en alcanzar sus objetivos y mucho más crueles por el enorme diferencial de acceso a estas herramientas científicas que tienen quienes dominan el mundo o aspiran dominarlo. Si la ciudadanía mundial no reclama con firmeza que se establezcan límites al uso de la inteligencia artificial en la industria de armamentos, en cuestión de años nos encontremos con equipos capaces de seleccionar, fijar y atacar objetivos sin ninguna intervención humana y muy pronto estaremos constatando asesinatos selectivos de personas o de grupos étnicos, desestabilización de naciones, y uso de estas tecnologías por las mafias del delito internacional. En el último año destacados científicos como Stephen Hawkins e inventores como Steve Wozniak, co-fundador de Apple, Elon Musk, presidente de Tesla y SpaceXel, y el responsable de inteligencia artificial de Google, Demis Hassabis, entre casi un millar de personalidades de la CyT, se han dado a la tarea de reclamar que se establezcan acuerdos que prohíban el uso de la inteligencia artificial para manejar armas que escaparían del control humano.
Recapitulando: luces y sombras de la revolución del conocimiento
Recapitulemos sobre lo que nos ha generado esta notable revolución científico-tecnológica que está en marcha. Sin duda hay muchas cosas positivas, pero tantas otras que deben levantar una señal de alarma inmediata. Por un lado, se ha afirmado el valor del trabajo en equipos interdisciplinarios, diversos geográficamente y se han abierto espacios para las mujeres en el quehacer científico, todo lo cual supone un avance muy importante. El conocimiento que se ha generado nos permitiría cómodamente erradicar de la faz de la tierra los flagelos más notables asociados a la pobreza, como la desnutrición, las enfermedades crónicas, el proveer agua potable limpia a todas las comunidades del mundo, y asegurar una vida sana para todos los habitantes del planeta. Hoy tenemos el conocimiento necesario para hacer un mejor uso de los recursos naturales con políticas que alienten el uso de nuevos materiales y podamos así garantizar a futuras generaciones la base de un medioambiente rico y diverso. Pero hay muchos escollos en el camino para que ello se logre por los intereses económicos involucrados en la ciencia. Hoy, más que nunca, la ciencia necesita de una fuerte impronta ética para que pueda ser realmente una aliada del desarrollo humano sostenible.
El notable incremento en volumen de investigación científica de las últimas décadas ha contado con un importante incremento de recursos monetarios. Según el reciente informe de la UNESCO sobre La ciencia hacia 2030, a pesar de la crisis económica que azotó en 2008 a los países industrializados, el gasto interno bruto en Investigación y Desarrollo (I+D) a nivel mundial creció, pasando de 1,132 billones de dólares en 2007 a 1,478 billones en 2013, lo que equivale a un incremento del 31%; porcentaje éste superior al 20% de aumento experimentado en ese mismo período por el Producto Interno Bruto (PIB) de todos los países del mundo. El país que más invierte en investigación es Estados Unidos, que representa el 28,1% de la inversión mundial en I+D. Después viene China con un 20%, la Unión Europea (19%) y Japón (10%). Los restantes países del mundo, aunque concentran el 67% de la población del planeta, sólo representan el 23% del gasto mundial en I+D.
Esta inversión responde a la convicción de que la I+D es hoy un factor esencial del crecimiento económico y el desarrollo; es decir, que la perspectivas de un buen futuro parecen estar funcionando como propulsor de la investigación científica. Pero, y acá está un PERO mayúsculo, el mayor crecimiento de esta inversión está en el sector privado, particularmente en investigaciones sobre genética, biotecnología y robótica. Ello debe alertarnos a los múltiples conflictos y dilemas éticos que suscita hacer ciencia en un contexto de mercantilización del conocimiento y bajo las reglas de la competencia del mercado que propulsa el neoliberalismo. Tenemos hoy más ciencia, pero organizada desde los intereses empresariales, no sobre la base de cómo la ciencia puede solucionar las necesidades más apremiantes de cada sociedad.
El aumento en recursos disponibles para la investigación ha permitido un incremento notable en el número de personas que pueden dedicarse al quehacer científico. La UNESCO estimó que ahora hay unos 7,8 millones de investigadores en todo el planeta, lo que supone un aumento del 20% con respecto a la cifra existente en 2007. Pero la gran mayoría trabaja en las unidades de investigación de grandes corporaciones y en institutos privados de investigación científica, que además, progresivamente van tomando las funciones de formar a los nuevos investigadores. La cuna de la ciencia, las universidades, enfrentan hoy un serio problema de conseguir recursos para financiar investigaciones de gran alcance y generalmente se les requiere hacer alianzas con el sector privado para llevarlas adelante.
Entre otros impactos sociales de esta revolución del conocimiento no podemos dejar de pasar por alto que la veloz innovación tecnológica trae acarreada el fenómeno de la rápida obsolescencia y genera nuevas “necesidades” de consumo entre la gente. Dados los enormes diferenciales en recursos, en “poder adquisitivo”, que persisten, para buena parte de la población mundial enfrentarse a la obsolescencia significa una nueva forma de adversidad, con consecuentes impactos psicológicos. Cultivar la obsolescencia está la base del capitalismo, que necesita permanentemente enganchar a los consumidores en los nuevos productos que se generan.
La relativa uniformidad de las políticas neoliberales en el mundo
Pasemos ahora a examinar el segundo y muy importante impulsor de la globalización que quiero discutir con ustedes: La relativa uniformidad de las políticas neoliberales en el mundo.
Arranque con el Consenso de Washington
Desde mediados de los años ochenta, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional impulsaron decididamente un conjunto de políticas acordadas en un esfuerzo por sentar las bases del nuevo capitalismo hacia el siglo 21, conocido como el Consenso de Washington. Estas políticas fueron acompañadas y promovidas a través de misiones de cooperación técnica de organismos multilaterales y condicionamientos a los préstamos que los países suelen tomar con estas instituciones. Se requirió a los países que hicieran recortes significativos del gasto público para equilibrar la macreconomía; se exigió la liberalización del comercio y la desregularización de mercados; se privatizaron empresas y servicios estatales; se instauraron sistemas de “flexibilización laboral”, que quebraron el poder de los sindicatos y de las organizaciones del trabajo; y se indujo un modelo económico basado en privilegios al gran capital, que se consideraba era lo podía poner en marcha el crecimiento económico mundial. Por ello, se orientaron los sistemas impositivos hacia impuestos al consumo en vez de a la renta, y se buscó asegurar que los países constituyeran democracias electorales formales que permitieran la legitimación de los gobiernos de turno.
Está ampliamente documentado cómo el conjunto de estas políticas generaron una creciente concentración de ingresos y riqueza en una pequeña élite económica mundial. Economistas como Joseph Stiglitz o Thomas Picketty han documentado muy bien el incremento persistente en niveles de desigualdad social en las últimas décadas. La riqueza global aumentó 68% entre 2003 y 2013 hasta alcanzar un nuevo máximo histórico de cerca de 241 trillones de dólares. Pero la distribución de la misma es cada vez más desigual y ya llega a niveles sencillamente inaceptables. Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta, según da cuenta un informe de Intermon-Oxfam, de 2013. Las actuales políticas hegemónicas están alentando la ampliación de la brecha, dejando sin esperanza de una vida digna a cientos de millones de personas en el mundo. Cuando se examina la distribución regional encontramos que Norteamérica tiene una muy desproporcionada cantidad de adinerados en comparación con su proporción de población en el mundo: tiene cerca del 5% de población y acapara el 33% de la riqueza mundial. El mundo entero contribuye a que la riqueza se concentre en unos pocos estadounidenses.
Las políticas neoliberales también facilitaron la concentración de la riqueza al viabilizar la consolidación de mega empresas, sobre todo en los ámbitos de la industria farmacéutica, la alimentación, y las comunicaciones. En el rubro de alimentación y productos de consumo cotidiano, por ejemplo, las políticas neoliberales permitieron que diez mega empresas lleguen a dominar el mercado mundial, sin que estén sujetas a reglamentaciones estrictas que garanticen la calidad de su oferta para el bienestar de toda la gente donde se venden dichos productos. Diez, solo diez, empresas controlan casi todo lo que se consume en el mundo; éstas producen y distribuyen más de 2,150 productos y facturan más de mil millones de dólares diarios por ello. Unilever y Coca Cola poseen más de 400 marcas; P&G (+300); Mars Kraft (+150); Pepsico, Kelloggs, Nestlé, Johnson & Johnson (+75); y General Mills. Según el informe de Intermon-Oxfam, la mayoría no están respetando algunos de los derechos básicos de las comunidades agrícolas que les proporcionan tierra, agua, mano de obra y materias primeras para que elaboren sus productos y las violaciones incluyen hasta la explotación de trabajo infantil.
En el caso de los fármacos, hacia la segunda mitad del siglo XX la ya poderosa industria de medicamentos tuvo un envión aún mayor con las políticas de apertura y desregulación de mercados que impulsó el neoliberalismo. En su deseo de controlar los sistemas sanitarios de todo el mundo (objetivo que se habían propuesto los farma-carteles Rockefeller (EEUU) y Rothchild (Inglaterra) muchos años antes), estos dos grandes consorcios buscaron sustituir las terapias naturales no patentables por sustancias sintéticas patentables y lucrativas. El cuerpo humano se convirtió en un nuevo negocio, en un mercado, y comenzaron a diseñarse productos farmacéuticos para todas las dolencia hasta entonces identificadas. Los poderosos lobbies de la industria farmacéutica y de los seguros médicos fueron progresivamente llevando a los gobiernos a organizar los sistemas de salud sobre la base de la enfermedad, no de la salud. Ello, porque la prevención y la erradicación de cualquier enfermedad reduce o elimina el mercado para los fármacos y para los servicios de atención médica y hospitalización. De hecho, la investigación científica que financia la industria farmacéutica es primordialmente dirigida a buscar cura a enfermedades o condiciones, no a comprender por qué surgen para prevenirlas.
El incremento en enfermedades como el cáncer, diabetes, enfermedades del corazón, e irregularidades de la tiroides, ampliamente documentadas hoy en la literatura médica y científica, comienza a relacionarse con la ingesta de productos genéticamente modificados, con el uso de pesticidas, así como de fertilizantes en los productos que consumimos. Pero las industrias químicas que los producen tienen muy buena relación con las farmacéuticas. Los accionistas de Monsanto, por ejemplo, el mayor fabricante de pesticidas peligrosos para la salud, no sólo controlan el suministro mundial de alimentos genéticamente modificados sino también la industria farmacéutica. La corporación hoy conocida como Pharmacia, un brazo de Monsanto, es ahora una filial de Pfizer Inc., que junto a sus subsidiarias opera el negocio de productos farmacéuticos. Entonces, el mismo conglomerado empresarial que genera alimentos dañinos a la salud produce medicamentos que nos dice son buenos remedios. ¡Negocio redondo! La realidad, todos los aquí presentes saben de sobra, es que la pobreza continúa siendo el principal problema a resolver para la protección de la salud. Las tremendas desigualdades sociales que caracterizan al mundo actual generan morbi-mortalidad por sí mismas.
Neoliberalismo y narcotráfico
Otro factor que debemos incorporar en el análisis de los impactos de la globalización está relacionado con el reciclaje de las ganancias que generan las industrias de ilícitos que también se han globalizado: el narcotráfico, la trata humana; la compra y venta de órganos humanos, entre otras. Vale recordar que para los ochenta el narcotráfico ya era un negocio sumamente lucrativo, que buscaba donde “lavar” sus ganancias, multimillonarias. Las políticas neoliberales sentaban un marco perfecto para poner en circulación esas astronómicas cifras entre fondos de inversión, bancos y un gran andamiaje de instituciones y productos financieros. Blanquear o lavar dinero generado por las industrias de ilícitos comenzó a ser un atractivo para muchos. En las primeras etapas de la venta de drogas era frecuente que profesionales de buen nivel sirvieran de prestamistas a los pequeños empresarios que buscaban insertarse en el negocio. Préstamos personales, sin hacer preguntas, generaron intereses muy altos a los prestamistas por un riesgo de corto plazo. Ese proceso fue escalando hasta que llegó a las instituciones financieras, sobre todo a través del sector inmobiliario, a las inversiones off-shore y a todo el andamiaje de sistema financiero mundial. Todavía es muy incipiente la investigación que permita trazar claramente los hilos de la vinculación entre las políticas neoliberales, la creación de “offshores” y el surgimiento de grandes magnates empresariales en América Latina, pero mi sospecha es que efectivamente la hubo y la sigue habiendo, a través de ciclo de lavado de dinero.
Capitalismo neoliberal y fundamentalismo religioso
No debemos pasar por alto tampoco la creciente vinculación del fundamentalismo cristiano de extrema derecha con el capitalismo neoliberal. Desde la década del setenta en Estados Unidos comenzó un movimiento sinérgico entre estas dos fuerzas que buscaban contrarrestar el clima creado en Estados Unidos por la larga y absurda guerra de Vietnam. Para 1979 ya había coagulado un movimiento con agenda política propia, que se denominaba “moral majority” o “moral rearmament”, encabezado por los evangelistas fundamentalistas Jerry Falwell, Pat Robertson y James Robinson. En respuesta a esa iniciativa, en 1980 el Partido Republicano incorporó a su programa todas las demandas de ese grupo, que poco después abrazó con fervor místico la candidatura de Ronald Reagan y lo llevó a derrotar a Jimmy Carter en esas elecciones. Desde entonces se difuminó la separación de iglesia y Estado en Estados Unidos y con fuertes sumas de dinero el gobierno entregó a los grupos fundamentalistas de derecha la tarea de atender a las víctimas del tráfico de drogas, buscando que los usuarios encontraran en el camino de Dios su redención individual. Los gobiernos republicanos que siguieron, de Bush padre e hijo, siguieron apuntalando la conformación de una estrategia revitalizadora del capitalismo a través del cristianismo y usaron esta base no solo en el ámbito económico sino de sus relaciones internacionales, a través de financiar misiones evangelizadoras en países de interés especial, como es Centroamérica y otros países de la región. Con recursos gubernamentales provistos por el ex-presidente George W. Bush, las nuevas iglesias llegaron a instrumentar programas sociales y educativos, a organizar programas de banca hipotecaria y a estimular el desarrollo de negocios cristianos a lo largo y ancho de la nación. La situación de cara a la elección presidencial de 2016 les resulta complicada con el avance de un candidato, Donald Trump, que no tiene vinculación alguna con iglesias y cuya vida es considerada inmoral por ese sector.
Recapitulando… El balance de las políticas neoliberales
Lejos de revitalizar las economías y cohesionar las sociedades, en América Latina, como en casi todos los países del mundo, esta nueva etapa de expansión del capitalismo bajo el paquete neoliberal exacerbó contradicciones de larga data. La polarización social se ha disparado en todo el mundo y se verifica una mayor concentración de la riqueza. Muchas actividades estatales – como la provisión de servicios de agua, luz, teléfonos, educación y salud – pasaron o están rápidamente pasando a manos de empresas transnacionales a través de poco transparentes procesos de privatización, que acentúan la polarización social porque el estado ha dejado se cumplir con su papel de garante del bien común. La apertura comercial llevó en muchos países a una contracción de su capacidad productiva nacional, al enfrentar las pequeñas y medianas empresas una competencia desmedida, siendo las que históricamente generaron más de puestos de trabajo. En América Latina el paquete neoliberal recetado por Washington resultó ser peor que la década perdida de los ochenta, y el inicio del siglo 21 fue testigo de mucha inquietud en movimientos sociales y políticos que buscaban afirmar un proyecto de desarrollo endógeno, con otros parámetros basados en el bien común, la justicia social y la democracia. Lamentablemente, a pesar de ingentes esfuerzos en varios países de la región por construir otro tipo de sociedad, la lucha contra la desigualdad que ha traído aparejada la globalización bajo el signo neoliberal sigue siendo un gran desafío.
Globalización financiera jerarquizada
La generación de riqueza tiene hoy una fuerte impronta de especulación, más que de ser generada en función de inversiones productivas y de creación de empleos. Un voraz mercado financiero y políticas que en muchos países, especialmente Estados Unidos y de Europa, privilegian las exenciones contributivas a los ricos y a sus propiedades, así como a la transmisión de riqueza por vía de la herencia, alimentando la especulación. Seis de los diez estadounidenses más ricos hoy han heredado sus fortunas; no las han generado por vía del trabajo y la inversión. La ganancia se captura, no se genera.
El mercado financiero internacional se ha ido constituyendo como motor y pilar del capitalismo neoliberal y, además de la especulación, la deuda es su otro puntal. Deuda privada de consumo, deuda hipotecaria, deuda de estudios universitarios, deuda pública, compra y venta de paquetes de deuda, han generado una cadena que esclaviza a las mayorías empobrecidas en la mayoría de los países del mundo.
La corrupción que permea todo el sistema financiero internacional ha sido develada por más de un alto funcionario de algunos organismos importantes. Por ejemplo, la ex Consejera Principal del Banco Mundial, Karen Hudes, expresó en una entrevista reciente que el sistema financiero mundial está dominado por un pequeño grupo corrupto, hambrientos de poder, en torno a la Reserva Federal de EEUU. El 1% de las empresas financieras, entre las cuales están Barclays Bank, JPMorgan, Moody’s, Chase & Co, y el Grupo Goldman Sachs, controla más del 40% de los negocios mundiales y pueden llevar países enteros a la ruina a través del mercado financiero y de las calificaciones de crédito. Lo que ha sucedido en España y Grecia, así como lo que está sucediendo en Puerto Rico, muestran claramente el entramado de estrategias del mercado financiero para primero hundir a un país y luego financiar su recuperación, dejando en la quiebra a la expandida clase media y profundizando la crítica situación de los pobres. En nuestro caso, la propuesta de salida a la crisis por vía de una Junta Federal de Control Fiscal, pasa por reducción extrema del gasto público, el abaratamiento del costo laboral, así como por la adquisición a precios de liquidación de hipotecas y propiedades por parte de capitales extranjeros.
Según Hudes, la concentrada élite financiera mundial, que otro estudio de la Universidad de Zurich estima en 660 individuos y 147 empresas transnacionales, también domina a las organizaciones que controlan las finanzas de casi todas las naciones, como lo son el Banco Mundial, el FMI y los bancos centrales. Este poder económico concentrado ha permitido crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas, que funciona con gran secretividad, capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo en su conjunto. El punto focal de ese sistema es el Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements, BIS), ubicado en Basilea, Suiza. El BIS representa a casi todos los carteles bancarios internacionales, que controlan la política monetaria de sus naciones para su propio beneficio, según afirma el analista británico Adam LeBor. Los banqueros dueños del BIS tienen completa inmunidad y poder absoluto y han dirigido sus esfuerzos a afianzarse en la cúspide de la élite mundial multimillonaria, sin importar lo que pase al resto de la población del planeta.
El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares (millones de millones). Es una cantidad tan enorme de dinero que ni siquiera tenemos capacidad de imaginarla y que no hace aportaciones a los presupuestos nacionales para atender necesidades de salud, educación, vivienda.
¿Por qué conocemos tan poco de ese mundo? ¿Por qué hay tanta secretividad mundial en torno al mercado financiero mundial y sus transacciones? ¿Por qué advenimos a alguna información sólo cuando un héroe cibernético logra penetrar archivos reservados para develar el alcance de esta ignominia? Encontraremos algunas pistas examinando lo qué ha pasado en las últimas décadas en el ámbito de los medios de comunicación. Porque en esa esfera también se ha ido dando un proceso de consolidación oligopólica de los grandes medios masivos de comunicación, lo que dificulta el ejercicio de una prensa libre en la mayoría de los países y viola el derecho humano a información veraz. Hoy, seis corporaciones mediáticas gigantes controlan más del 90% de las noticias de la televisión en Estados Unidos y Rupert Murdoch y Fox News tienen una influencia sin parangón en la formación de la opinión mundial. Esta tendencia a la concentración ya había advertida en un informe preparado para la UNESCO, en 1980. El Informe Mac Bride advirtió que “la industria de la comunicación está dominada por un número relativamente pequeño de empresas que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución, están situados en los principales países desarrollados y sus actividades son transnacionales”. Al momento, hay un candente debate en varios países de América Latina donde algunos gobiernos, como los de Ecuador, Uruguay y Bolivia, buscan evitar la formación de grandes bloques mono u oligopólicos, que suelen funcionar en estrecha relación con la élite financiera mundial y ejercen un poder cada vez mayor sobre los procesos político-electorales nacionales.
Diferencias salariales entre oriente y occidente
El sistema capitalista que domina el mundo y su capacidad para aprovecharse de las enormes diferencias que existen entre países, entre regiones y entre personas, ha llevado a que la humanidad haya aceptado niveles de injusticia y de desigualdad que racional y éticamente no deberían ser tolerados. La globalización de la manufactura tiene como base la explotación del trabajo, sobre todo femenino, en China y países del sudeste asiático. En China más del 70% de quienes trabajan en la confección de ropa son mujeres; en Bangladesh 85% y en Camboya 90%. Largas jornadas, sin reconocimiento de derechos sociales como vacaciones, retiro, pago de horas extras, caracterizan el día a día de millones de personas que trabajan en fábricas para que los países de Occidente puedan comprar mercancías baratas. El diferencial significativo de salarios, acompañado de los cambios tecnológicos que permiten la fragmentación espacial de la producción, han sido clave para el crecimiento y la consolidación de grandes empresas y expansión del radio de acción de las transnacionales en las últimas décadas.
El Informe mundial sobre salarios 2012/2013 publicado por la OIT señala que mientras un trabajador del sector manufacturero de Estados Unidos ganaba $23.30 la hora, uno de Brasil ganaba $5.40 y uno de Filipinas $1.40. Mientras persistan esas diferencias, el empleo en los países de Occidente seguirá reduciéndose, como también los salarios, y seguiremos siendo aturdidos por dos cuestiones: asumir cada vez más costos por trabajar – pagamos el traslado al lugar de empleo, las cargas sociales que no se pagan por la llamada flexibilidad laboral, el seguro de salud, los adiestramientos para estar al día, y un largo etcétera que hacen pensar que efectivamente estamos pagando por trabajar. En segundo lugar, mientras persista ese inmenso diferencial salarial entre Oriente y Occidente, seguiremos presos de todas las campañas que nos inducen al “empresarismo, emprendedurismo, la innovación, la gerencia eficaz y eficiente, la rentabilidad, la autogestión,” cuestiones todas relacionadas con sacarle más a cada trabajador, mientras los salarios reales se reducen. Por ende, la luchas sociales por la equidad salarial tienen que ser globales.
Para finalizar….
Estamos viviendo tiempos complejos, llenos de posibilidades para el desarrollo de sociedades que aseguren una vida digna a sus poblaciones, pero también llenos de incertidumbre frente a la consolidación de poderes económicos tan fenomenales que son hoy quienes dictan las pautas a los poderes políticos. El afán de lucro y de rentabilidad en el mercado global incidido y hecho peligrosa la convivencia entre países y al interior de los países. También ha impedido lograr cierto nivel de justicia social para el 99% de la población mundial. Y tan grave como ello, ha desprestigiado la democracia como forma política de gobernar en el mundo y generado frustración y sentido de impotencia para cambiar hacia estrategias más humanas, equilibradas y coherentes con el logro del bien común. Todo ello repercute directamente sobre la salud de las personas porque el contexto que se vive en buena medida la define.
Mientras cada día la ciencia afirma más la importancia de las emociones para la salud general de las personas, las estrategias económicas que definen la globalización neoliberal, que sigue en profundizándose, son altamente tóxicas y dañinas para la salud física y mental de la inmensa mayoría de la población mundial. El individualismo, la incertidumbre y la vulnerabilidad que son paradigmáticos de esta era están generando niveles de estrés altamente tóxico, problemas graves de salud mental, incremento en suicidios y colectivos de personas abatidas por la soledad, la desesperanza y falta de redes sociales de apoyo.
Por ello, en Puerto Rico y en toda la región de América Latina y el Caribe tenemos que hacer una mudanza conceptual hacia el paradigma de Desarrollo Humano Sostenible (DHS).
El DHS no es una ruta trazada en piedra, inamovible e idéntica para todas las sociedades. Es una construcción social, dinámica, cambiante, justamente porque se centra en las personas y la diversidad es lo que caracteriza a la humanidad. Pero hay unos principios, unas visiones, que pueden servir de marco de orientación a las políticas públicas para asegurar que la sociedad en su conjunto comparta los frutos del esfuerzo individual y colectivo. Esta concepción tiene un enfoque integral; es decir, no se trata sólo del aspecto económico, sino que incluye todos los aspectos que inciden en que las personas tengan bienestar y tranquilidad. La propuesta de desarrollo humano afirma la necesidad de que el medioambiente y todos los recursos naturales se usen con prudencia y sentido de responsabilidad para que no se agoten y puedan ser utilizados por las futuras generaciones.
Desde esta visión, tenemos que construir un terreno de oportunidades para que cada ser humano pueda desarrollar sus capacidades y talentos; para que pueda aprender a aprender, aprender a ser y aprender a hacer. Tenemos que crear condiciones para que todas las personas puedan gozar de buena salud y de integridad física; que puedan participar en todas las instancias de decisiones que afecten sus vidas. Que se les reconozca y puedan ejercer sus derechos fundamentales en un marco de dignidad inviolable. Será preciso erradicar la especulación como valor; la ética del todo se vale, el consumismo, la exclusión social y la discriminación étnica-social. Habrá que desbaratar mercados, desde el financiero hasta los de ilícitos como la droga y la trata humana. Tendremos que ser firmes defensores de la paz mundial para poder vivir en paz personal. Y todo ello se puede lograr, porque tenemos una fuerte base, que es nuestra propia gente.
Insisto en que no hay una receta única para la ruta a trazar y que podemos dibujarla con el insumo de todos y todas. Hemos identificado en este esquema varios puntos de entrada para estimular el desarrollo sostenible, que pueden ser asumidos desde distintos sectores y actores de la sociedad. Lo importante es abrir un diálogo que nos permita actuar integralmente a fin de conseguir la sinergia necesaria para poner en marcha el cambio virtuoso. Otros países, como los escandinavos, lo han logrado; no serán perfectos – porque ello no existe- más se acercan a lo que juntos podemos soñar. Estamos tarde, pero no perdidos del todo. En Puerto Rico tenemos extraordinarios ríos subterráneos de creatividad, bondad, solidaridad y capacidades en todos los órdenes de la vida que pueden mover la rueda del cambio. Pero para ello hay que quebrar la inercia que nos ha tenido detenidos y agobiados. Si no lo hacemos, ponemos peligro a las generaciones futuras; avanzará la reproducción de la pobreza y seremos cada vez una sociedad más pobre y más insalubre; destruiremos nuestro medioambiente y la desigualdad hará la convivencia imposible. Comenzar supone que cada persona asuma el desafío de dialogar, educar y convencer a otros de que este cambio es imperioso, sólo un gran movimiento podrá enfrentar la vorágine del capitalismo neoliberal.
La salud, como ustedes bien saben, no se define por la falta de enfermedad, sino por el equilibrio de mente, cuerpo, espíritu y medioambiente. Nuestra sociedad está intoxicada con la avasalladora cultura materialista, que se ha convertido en una ideología con su propio sistema de valores – o de antivalores- donde la posesión de bienes materiales es más importante que la conexión humana, el amor, el cuidado de otros y la solidaridad. Para poner en marcha el desarrollo humano sostenible es preciso afirmar los valores que dan sentido al colectivo, al bien común, así como cultivar una interacción virtuosa con el medioambiente.
Sólo entonces tendremos una sociedad saludable y las futuras Conferencias de Salud Pública serán para celebrar y profundizar los cambios.
Muchas gracias.
(El texto íntegro, con todas sus notas al calce, puede verse aquí en formato PDF).