Cyberdiálogos entre ghaneses y boricuas
Hubo aprendizajes elementales, la hora, el clima, la playa, la lengua, aprendizajes turísticos: Ricky Martin, la salsa, las playas y por supuesto las arenas compartidas del desierto de Sahara (harmatán aprendieron que se llaman). Alguna se desató el cabello para el disfrute enamorado de algún ghanés. Otra por skype conversaba con la familia completa de su colega ghanesa. Se quejaron unidos sobre los constantes apagones, algún apasionado leyó su libro con una vela para emular el esfuerzo de su contraparte al otro lado del Atlántico. Amalie comentaba en su estado de feisbuc “mi amiga de Ghana es la mejor”. Los ghaneses seguían con preocupación la guerra narco en nuestro país, trataban de entender con qué salsa se ingiere el Estado Libre Asociado, mientras en sus aparatos musicales escuchaban Draco, Cultura Profética y leían a Ángela María Dávila, Julia de Burgos, Bruno Soreno y tantos otros.
Comunicarse es hacer un algo ajeno y distante, común y propio, si seguimos la etimología latina del tan abusado lexema. Ghana habló con nosotros por diez horas este semestre. Diez horas en que las profesoras propusimos temáticas y delineamientos que la pasión de la comunicación muchas veces burló.
El acercamiento puertorriqueño al África es como sabemos de ambivalente hasta lo hipócrita. Fija en el pasado, atrapada por cultos religiosos de un solo tipo se construye a África pequeña, animista y muda. Pero esta vez África hace preguntas se ríe y contesta. Esta vez África habla para nosotros y sus antiguos hijos recamados podemos contestarle desde la historia callada, que sí, que todavía es posible.