De la situación límite al inédito viable
A los 20 años de la muerte de Paulo Freire
“La esperanza es una necesidad ontológica; la desesperanza es esperanza que, perdiendo su dirección, se convierte en distorsión de la necesidad ontológica.”
–Paulo Freire. Pedagogía de la esperanza, 1992
“En las situaciones límite, más allá de las cuales se encuentra el inédito viable, a veces perceptible, a veces no, se encuentran razones de ser para ambas posiciones:
la esperanzada y la desesperanzada.”
–Paulo Freire. Pedagogía de la esperanza, 1992
En una extensa nota explicativa que Ana María Araújo escribe para Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la Pedagogía del oprimido (1992), identifica al “inédito viable” como una de las categorías más importantes, aunque afirma que menos comentada, de su anterior y muy conocida Pedagogía del oprimido (1970).[1] Según Araújo es una categoría con la que el filósofo brasileño pretendió recoger la creencia en lo que describe como de “sueño posible” o como de “utopía histórica”. Añade que la posibilidad de orientarse hacia esa utopía histórica o sueño posible requiere de un conocimiento preciso de las múltiples situaciones que podrían interponerse como barreras que deben ser vencidas a nivel existencial, social e histórico. Esas barreras son las que Freire identifica como de “situaciones límite”.[2]
Según Araújo, que reproduce lo expuesto por Freire en la segunda sección de Pedagogía del Oprimido, estas “situaciones límite “se pueden interpretar o como obstáculos “que no se pueden o que no se quieren superar” o como algo que se sabe que existe y que es necesario trascender. Ese momento de trascendencia del obstáculo, ese momento en que se hace presente en nuestra conciencia la posibilidad de superar esa barrera, es el origen y fundamento de la esperanza. Ese momento de cambio de conciencia supone, según Freire, al menos una condición necesaria: la de convertir aquella situación, que inicialmente concebíamos como una resistencia que se nos oponía, en objeto de conocimiento. Solo así llegamos a comprender su esencia más profunda. Es este el primer paso para transformar la “situación límite” en “percibido destacado”. Dirá Araújo: “percibido en cuanto que ha sido objetivado a través de ese distanciamiento epistemológico y destacado en cuanto que se separa de lo que está como ‘dado ahí’. Estas “situaciones límites” pueden ser, solo entonces, sobrepasadas a través de “actos límites” que se dirigen, simultáneamente a la “superación y a la negación de lo dado”.[3] Es decir, esta superación requiere de la certeza de que lo que se nos opone no es una cualidad óntica de la existencia sino el resultado de unas condiciones históricas que la determinan.
Araújo inmediatamente identifica las dimensiones políticas [aquellas relacionadas con el ejercicio del poder] y sociales de este procedimiento. Nos dice que:
Las “situaciones límite” por lo tanto implican la existencia de aquellos y aquellas a quienes indirectamente sirven, los dominantes; y de aquellos y aquellas a los que niegan” y “frenan”, los oprimidos. [4]
A “los dominantes”, entonces, les conviene que “los oprimidos” consideren las situaciones límites como determinantes insuperables frente a los cuales no habría otra opción más que las de someterse y adaptarse. Sin embargo, los oprimidos, al menos aquellos que logran separarse de esa concepción óntica de las barreras en la existencia, se sentirán impulsados hacia el desarrollo del “inédito viable” desde el momento en que han objetivado la situación límite como percibido destacado. Por ello es que el concepto de “inédito viable”, y en ello coincidimos con Araújo, es fundamental en la propuesta de educación liberadora de Freire. En la extensa nota a la que nos referimos define que es un inédito, en cuanto que inicialmente es desconocido o nuevo (dado que se concebía como ónticamente inmutable y permanente) y viable, en cuanto que se establece como un sendero factible o transitable para lograr transformar las condiciones sociales y políticas de la existencia que sirven de fundamento institucional y estructural para la relación de dominio.[5]
Más allá de identificar los componentes políticos/históricos debemos, también, definir según Freire, las dimensiones filosófico/ontológicas de ese acto de liberación. En su Pedagogía del Oprimido escribe que:
En el momento en que se perciben ya no más como una frontera entre el ser y el ser más,[6] [nos hacemos] cada vez más críticos en [nuestra] acción ligada a aquella percepción. […] A fin de alcanzar la meta de la liberación, la que no se consigue sin la desaparición de la opresión deshumanizante, es imprescindible la superación de las “situaciones límites” en que los hombres se encuentran cosificados. (122)
Por lo tanto, es inevitable notar que este acto de liberación se debe dar tanto al nivel político como al nivel ontológico. Al igual que lo que sucede con los niveles de enajenación, según los describe Marx en sus Manuscritos económico filosóficos,[7] el capitalismo no solo promueve las condiciones para la injusticia social, sino que enajena al ser humano de su propia condición: llegar al máximo desarrollo de su ser. Para Freire, al igual que para Marx, son, por lo tanto, condiciones deshumanizantes.
Freire desarrolla el concepto de “situación límite” a partir de su lectura de Karl Jaspers. Sin embargo, a pesar de las muchas cercanías, insiste en transmutar la connotación pesimista que aparentemente tiene el concepto en el filósofo alemán. [8]
Para el filósofo de Heidelberg, la pregunta por el ser solo puede ser planteada desde la existencia. Sin embargo, encuentra siempre una relación trágica entre el ser y el existir. Esta “tragedia metafísica”, según la llama, se genera a partir de tensión permanente entre el ser y su finitud en la historicidad de la existencia. Como Jaspers, al igual que Freire, propone una “estructura dinámica del ser”, esa historicidad supone que nos encontremos permanentemente en situación. Por lo tanto, de acuerdo a la interpretación que Freire propone de Jaspers, la existencia, en su historicidad, en su ser ahí, es siempre posibilidad: posibilidad de ser más.
Según Freire este conjunto de relaciones es fundamental. María Fiori, en el prólogo que escribe para Pedagogía del Oprimido nos dice que para el filósofo brasileño:
La conciencia es esa misteriosa y contradictoria capacidad que el hombre tiene de distanciarse de las cosas para hacerlas presentes. No es representación, sino una condición de presentación. Es un comportarse del hombre frente al medio que lo envuelve, transformándolo en mundo humano. (11)
Es así que, para Freire, una conciencia reflexiva es una conciencia existenciada. Pero es, también, el instrumento perceptivo-cognoscitivo del sujeto para el cual la experiencia, punto de partida para el conocimiento, es interpretada desde su enlace con el mundo. Es precisamente esa relación la que constituye al ser humano como sujeto siempre inconcluso. Por ello, para la filosofía de la praxis, toda reflexión tiene una dimensión ética y una dimensión política. Como decíamos, es simultáneamente acción y reflexión.
Sin embargo, para Jaspers, la “situación límite” (Grenzsituationen) exhibe una condición particular que la distingue de cualquier otra situación. En ella nos encontraríamos en la frontera a través de la cual podríamos tratar de ser la existencia posible que hay en nosotros. Aunque para el filósofo alemán una situación límite, inicialmente, se vive como inevitable, para Freire contiene, a su vez, la posibilidad de su superación.
Es obvio que, según esta interpretación, ni la conciencia podría contener una representación de la realidad al modo de una imagen especular, ni la realidad es una construcción o constitución de la subjetividad. Por otra parte, el brasileño está muy consciente de que esa relación (ser humano/mundo) está mediada por otra relación: la de pensamiento/lenguaje. Escribe en Pedagogía del oprimido:
Si en una sociedad la teoría pedagógica vigente es una práctica de la dominación ejercida desde una dinámica estructural, se hace necesario redescubrir el proceso histórico a través del cual se constituyen las relaciones entre el mundo y la conciencia. (91)
No es de extrañar, entonces, que la preocupación por definir las consecuencias de las operaciones características de cualquier ideología se constituya, en sus textos teóricos, en uno de los temas fundamentales que habría que abordar para establecer las relaciones entre la situación límite, el percibido destacado y el inédito viable. Según Freire, las clases oprimidas adoptan y reflejan una conciencia que no es la suya; una conciencia que describe como de “imbuida de la ideología de la clase dominante”. De tal forma, la conciencia dominadora, nos dice, se haya “habitando en la conciencia dominada”. Si analizamos este fenómeno en términos freudianos, diríamos que el dominado introyecta la conciencia del dominador. Es, precisamente, esta situación de la penetración de una conciencia sobre otra la que hace imposible el desarrollo del ser propio. La imposición de toda ideología sería, entonces, uno de los casos más extremos de situación límite. Dirá Freire que al producir subjetividades que se resisten a adentrarse en la esencia de los hechos del mundo se va mitificando la conciencia de la realidad que es también una mitificación de la realidad de la conciencia. Por ello, el paso del “ser al ser más” es un movimiento que va de la mano con la que identifica como “vocación ontológica de sujeto”.
Es evidente que sea cuál sea la propuesta ética-educadora-liberadora tendría que plantearse el problema de cómo impedir la hegemonía de cualquier tipo de ideología. Freire, al igual que Foucault, llega a hablar de una “arqueología de la conciencia” como primer paso de un proyecto pedagógico, definida como la necesaria identificación de los estados de la conciencia que impiden la liberación del sujeto. Los pasos subsiguientes serían la tematización y la problematización. En el segundo, la tematización, se deben identificar los mecanismos de codificación y decodificación del sistema que deben ser definidos antes de pasar a determinar, desde la perspectiva de la alfabetización, cuáles sean los temas generativos. En el tercero, la problematización, se busca la superación de la visión ingenua de la conciencia y su evolución hacia una conciencia crítica capaz de transformar el contexto vivido en uno que corresponda al pleno desarrollo de lo humano. Solamente así podríamos superar las situaciones límites de donde surge el “inédito viable”, como frontera entre el “ser” y el “ser más”.
Y es que, según Freire, el capitalismo neoliberal no solo es el resultado y a la vez el fundamento de un individualismo que se opone a todo tipo de solidaridad o altruismo, sino que también supone que el crecimiento económico es el único patrón para la medida del bienestar y de la calidad de vida. De otra parte, es, además, uno de los propulsores del aparato simbólico masculino/patriarcal desde el que se definen las formas predominantes de lenguaje, discurso y subjetividad de acuerdo a conceptos que, aunque hemos podido identificar sus operaciones de exclusión, siguen, hasta hoy, social y culturalmente vigentes.
Efrén Rivera Ramos en su cuidadoso análisis en The legal construction of identity. The judicial and social legacy of American colonialism in Puerto Rico[9] demuestra la importancia que en nuestra historia ha recaído sobre la formulación de la ley en los códigos jurídicos. Y no solo como factor desde el cual se ha ido constituyendo nuestra realidad social, sino también como herramienta que se ha utilizado, consecuentemente, para la construcción del sujeto legal, que es, simultáneamente, el objeto de esa ley.[10]
El ejemplo más reciente de estas relaciones lo hemos podido contemplar durante las pasadas semanas con las enmiendas al Código Penal aprobadas por el Senado y la Cámara de Representantes y que fueron, finalmente, firmadas por el Gobernador de Puerto Rico. No tienen solo el efecto de penalizar, prácticamente, cualquier actividad que cuestione o se resista al modelo de ciudadano que requiere el Estado. No solamente llevan la intención de “vigilar y castigar”. También pretenden constituir una subjetividad, a través de su interpelación de los individuos, al menos en la conciencia de la opinión pública. En un nivel que llamaré metahistórico podemos decir que, desde esta perspectiva, se concibe que cualquier diversidad ideológica (cualquier ideología contra hegemónica) debía ser silenciada. Es así que se alcanza una relación de dominio de una clase sobre otra: a través del consentimiento, preferiblemente voluntario, del pueblo en la dirección que la clase dominante impone sobre el ciudadano común, en general, pero, sobre todo, sobre cualquier sujeto de resistencia que se percibe que tendría que ser o normalizado o marginado.
Para Freire, la ideología capitalista neoliberal no tan solo deforma nuestra realidad cultural sino que también distorsiona la percepción que desarrollamos de ella. Como lo declara Ausencio Pérez Olivera, Presidente Fundador de la Asociación Mexicana de Profesores de Filosofía de Educación Media Superior y miembro fundador del Observatorio Filosófico de México[11]:
Al controlar la economía, estos grupos de poder controlan a su vez de manera directa e indirecta los modos de vida social e individual, deterioran la incipiente democracia eliminando e imponiendo gobiernos, sustituyen valores sociales, cívicos, culturales y morales, imponen modelos de vida a seguir: qué se debe ser y hacer, cómo y por qué, qué se debe saber y qué no. Así es que unos diseñan paradigmas de vida y otros las asumen como realidad propia, casi siempre de manera acrítica.
De igual manera, añade Pérez Olivera, los medios masivos de comunicación llevan décadas de manipulación de la conciencia. Se han convertido:
…el campo de batalla en donde los grupos de poder juegan a ganar mayor número de conciencias enseñándonos a sentir, a pensar y actuar conforme a sus intereses, o sea fuera de nuestra propia realidad, porque entre más alejados estemos de nuestra propia realidad el ser humano es más susceptible de manipulación.
Tanto para Freire como para Hostos una razón instrumental es una razón que justifica el status quo. Coinciden a sus maneras y en sus momentos en la idea de que la relación intersubjetiva no es solo un momento de comprobación de la razón sino el preciso momento en que la razón se constituye. El neocolonialismo, al mantener las mismas estructuras económicas después de la liberación política del Estado (real o ficticia), siempre supone algún tipo de control. Ya sea de un Estado hegemónico sobre sus antiguas colonias, o de un Estado centralizado sobre sus ciudadanos o de la convivencia de ambos. Es evidente, que el proceso de liberación hacia un momento de incremento del ser, tal como Freire propone, requiere que antes de una lectura de la palabra tenga que darse, entonces, una lectura del mundo.
Referencias
[1] Las ediciones que uso en este trabajo de los dos textos de Freire son: Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI, 1970 y Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Siglo XXI, 1992.
[2] Esta extensa nota de Ana María Araújo a Pedagogía de la esperanza que comento y cito libremente es la primera que aparece en la edición de 2002 de Siglo XXI. (P. 194)
[3] Esta explicación que tomo de la nota de Araújo se refiere a la que provee Freire en las páginas 138 y siguientes de la edición de siglo XXI de Pedagogía del Oprimido.
[4] Araújo en Pedagogía de la Esperanza. (p. 194)
[5] Araújo en Pedagogía de la Esperanza. (p. 195)
[6] Yo he añadido las itálicas.
[7] Karl Marx. Manuscritos: economía y filosofía. Madrid: Alianza Editorial, 1993.
[8]Principalmente se refiere a: Filosofía (publicado inicialmente en 3 volúmenes) y a Introducción a la filosofía. Doce conferencias de radio.
[9] Este es un estudio que, aunque se concentra en los llamados “casos insulares” hace despliegue de un manejo conceptual filosófico bastante cuidadoso en lo que se refiere a la formación de la identidad y la subjetividad colonial en Puerto Rico.
[10] Véase en las primeras secciones de: Rivera Ramos, Efrén. The Legal Construction of Identity. The Judicial and Social Legacy of American Colonialism in Puerto Rico. Washington: American Psychological Association, 2002.
[11] Ambas citas siguientes en el texto provienen del documento de Ausencio Pérez Olivera: Manifiesto a la Comunidad filosófica de México que publicó con fecha del 18 de noviembre de 2010. Agradezco al doctor Rubén Soto, profesor jubilado de la UPR en Humacao, quien tuvo la amabilidad de hacérmelo llegar.