Díaz has a Way With Words: Sobre “This is how you lose her”.
En el contexto en el que se están celebrando 50 años de la revolución que tuvo por nombre Boom de literatura latinoamericana y que ha provocado que el periódico El país de España publique una serie de artículos sobre sus antecedentes e importancia, me propongo hacer una reseña de la más reciente colección de cuentos de Junot Díaz, dominicano residente en Estados Unidos, quien escribe en inglés, y me pongo a investigar en línea.1 Tengo que hacerlo, porque lo leo con familiaridad–su texto anterior que leí hace unos años y el nuevo titulado This is How you Lose Her–sin entender la mente del público letrado gringo que lo celebra como una novedad.
Me parece leer textos en español cuando lo leo. Me parece leer literatura chicana o nuyorican. Me parece leer un texto que dialoga con algunos clásicos latinoamericanos, tales como los poemas de desamor de Mario Benedetti, Cien años de García Márquez, que es también una historia de desamor, e incluso Motivos de son de Nicolás Guillén, donde hace ya tantos años, se cuentaron (y no contaron) los modos en que la pobreza y la discriminación racial interfieren con las relaciones humanas impidiendo que se den de una manera sana (“Ya yo me enteré, mulata,/ mulata, ya sé que dise /que yo tengo la narise / como nudo de cobbata. /Y fíjate bien que tú/ no ere tan adelantá…”)—ella se interesa en él porque tiene dinero (“Búcate plata, búcate plata”), o para que le mantenga el hijo, o no lo mira porque no hay modo de “mejorar” en la escalera social con ese matiz de color o aquella capacidad de allegar dinero (“A él tú le hará como a mi/ que cuando no tuve plata / te corriste de bachata /sin acordarte de mi”), y él aprovecha su privilegio de “proveedor”: o se venga de violencias que vive él también, poniendo en práctica el machismo más imposible de pensar hoy como persistente (aunque vivito y coleando). Reconozco además un diálogo con tradiciones literarias estadounidenses en la escritura de Díaz. Oscar Wao se parece a Ignatious, la creación de otro ganador del Pulitzer, John Kennedy O’ Toole, quien terminó suicidándose puesto que no conseguía la validación que brinda una publicación, no hace tanto tiempo; más o menos por la misma época del Boom nuestro. Y entonces, luego de que lo “latino”, lo afroamericano, hayan estado tantos años fuera del canon relatando historias que explican una vida entera para explicar a su vez una escritura (una forma, unos procedimientos), como tieneden a hacer las escrituras de minorías, me pregunto, ¿qué es lo que le ven los gringos ahora a esta propuesta que para otro campo de lectores sigue siendo la misma historia?
No me malinterpreten. No me molesta que lo quieran por allá, lugar que, al fin y al cabo, es el país natal de quien se crió en New Jersey, como Díaz. The Wonderous Life of Oscar Wao me pareció una novela simpática. Simpático además que comenzara con una nota al calce para explicar lo que era un fukú al lector sin referentes culturales para entender (fufú dirían los boricuas). A veces pienso que gusta como gustó el realismo mágico en su tiempo y se sabe, entre otras razones relacionadas a la auténtica calidad de las novelas ya clásicas de gente como Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, gustó para algunos porque la dosis fuerte de magia y tropicalismo confirmaba los peores estereotipos de lectores cercanos a los centros (en oposición a las periferias). El porqué que mueve esta reflexión es una pregunta compleja cuya respuesta no se alcanzará aquí, aunque atestiguo con la experiencia propia que hay algo que ha cambiado. Viví en los entornos de New York, New Jersey entre el año 1997 y el 2000, justo al caer el siglo XX. Al regresar de vacaciones este año a la ciudad me sorprendí al conversar con la gente. ¿De dónde eres, puertorriqueña? ¡Qué maravilla, qué envidia! Y yo miraba con estupor. Parece que Ricky Martin, Jlo y los cursos de “Latino Studies”, donde se lee cómo las García girls perdieron su acento2, han logrado lo que nunca antes; que lo latino sea parte del imaginario cultural de por allá con connotaciones relacionadas con el glamour y el privilegio de ser dueños del paraíso. ¿Es por eso que estamos in?
Es curioso porque, mientras los latinoamericanos como Jorge Volpi (En busca de Kligsor), e incluso Mario Vargas Llosa con su novela más reciente (El sueño del Celta), purgan sus textos de las representaciones más obviamente étnicas o regionales para hablar de tramas globales, Díaz vuelve a la fórmula del Boom, adaptada a los tiempos, claro, puesto que se trata de latinoamericanos en Estados Unidos, criados en el ghetto contemporáneo con anécdotas que pueden ser compartidas por cualquiera que cohabite la vida cotidiana en una ciudad de esas que son más del mundo que de ningún país en específico. Y Díaz, la pega, logrando ganarse premios en Estados Unidos que pocos otros latinos han conseguido (sólo Oscar Hijuelos, con Mambo Kings comparte el Pulitzer con Díaz, quien además este año se acaba de ganar el Genius Grant de la McArthur Foundation).
No es que sea literatura light lo que terminó gustando por allá, como se sospechaba que sería al comienzo de este milenio. En los textos de Díaz, que asumen el inglés como lengua materna, desde una oralidad latina, sin problema en regresar al español buscando términos afectivos y del que mantiene –sostengo yo– el ritmo, el narrador le tira con to’ al trujillato y a las complicidades de la política gringa con ciertas dictaduras de derecha en Hispanoamérica. Le tira al racismo que intenta excluir al migrante de una posibilidad real de progreso en los Estados Unidos o en sus países de origen, debido a la colonialidad o el neocolonialismo. Habla de todo eso aunque su personaje narrador en esta colección de cuentos, Yunior, sea un estofón más que alguien enredado en problemas relacionados con la subsistencia, como Oscar Wow quien es un nerd a la Big Bang Theory. Yunior es algo más adaptado porque al momento en que narra es profesor universitario, sin esconder su pasado tan folklórico—lo digo con ironía—habitado por hechos tales como el haber sido amante en la adolescencia de una maestra, también dominicana, de la secundaria (desde antes de haber entrado a la secundaria); o el de haber sido hermano de un hombre que aún muriéndose de cáncer no podía evitar penetrar cada hueco que se le hiciera disponible tras un poco de labia. Creo que la magia está en el dominio de la técnica escritural que salta de primera a tercera a segunda persona, de tiempo y de lugar, de forma que parece caprichosa la hechura, mientras que en verdad es un surcido que va contando una historia compleja que enlaza el aquí y el allá, el antes y el ahora, lo mío y lo tuyo. Desde lo íntimo y específico se cuentan las relaciones problemáticas de centro y perifieria, sin dejar de prestar atención a que existen múltiples centros y múltiples periferias. This is how you lose her es sobre cómo la pierde a ella, según el título, pero es más que eso. Estas historias de desamor van hasta la niñez cuando el comportamiento de su hermano lo irritaba. Lo muestra mirando al padre dominicano y negro de forma desconectada, puesto que él se avergonzaba de su familia por dominicanos y por negros, condenándolos al encierro a la vez que pretendía participar, pertenecer al primer mundo; ellos adentro y él en el afuera, en la calle, donde se interactúa con los demás. La narración que se va hilando representa el punto de vista de distintas mujeres de distintas tonalidades de piel, en su mayoría caribeñas, acabadas de llegar o ya aclimatadas al punto de no querer saber nada del lugar de origen: una de ellas lava sábanas ensagrentadas en la lavandería de un hospital que dirige, dando apoyo a muchachas que necesitan el trabajo; otra es exgimnasta y con viajes y cierta educación, otra no se deja penetrar porque “no se quiere metar en problemas” y deja al narrador para irse a la universidad. En un viaje a la República el lector accede al lugar de procedencia de la amante de su amigo, un lugar de casuchas y miseria que no pareciera que tuviera lugar en este milenio tan post de todo. Y así, esta mujer —la más en control de sus circunstancias y menos melodramática de todas ellas (“Her apartment is about the neatest place you’ve ever seen and for its lack of Caribbean craziness could be inhabited by a white person” 159); la maestra, es quien forma al nuevo Don Juan:
Both your father and your brother were sucios. Shit, your father used to take you on his pussy runs, leave you in the car while he ran up into the cribs to bone his grilfriends. Your brother was no better, boning girls in the bed next to yours. Sucios of the worst kind and now it’s official: you are one, too. You had hoped the gene missed you, skipped a generation, but clearly you were kidding yourself. The blood always shows, you say to Paloma on the ride to school next day. Yunior, she stirs from her doze, I don’t have time for your craziness, OK? (161)
Pero lo que pierde no es a ella –mujer objeto del deseo–, la que había sido su prometida y lo dejó al enterarse, como se enteran todos en la era digital, de que él le había pegado como 50 cuernos durante su relación; sin exagerar. Sí, a ella la pierde aunque trató de no perderla. Le rogó, trató de ir a terapia, la invitó a viajar… No había caso. No hay modo de relación que no sea abusiva si no hay confianza. Ella imprimió los mensajes y se los dejó en un cartapacio para que escribiera la fantástica historia del don Juan de la época actual; su nueva novela. Sólo después de una cura de escritura, porque el final es el final pero también el principio del relato, al enfrentar sus mensajes amorosos recopilados, es que se da cuenta de que lo que tiene que perder es la manía de no darse la oportunidad de empezar de nuevo.
La crítica se refiere a este libro como una colección de cuentos. Se equivoca. Es una novela o, en el peor de los casos, un texto, en el sentido de que tiene una trama hilada a partir de una sucesión de relatos que también se sostendrían individualmente. El caso es que todos cuentan una sola historia. Es la historia del desamor. Es desamor entre el yo y el otro, pero también entre yo y yo. Si Cien años prometía que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra”, con lenguaje menos apocalíptico, Díaz nos cuenta la historia de Yunior, quien consigue romper con el patriarcado. Al menos se cuenta sobre cuando este personaje se permite caminar fuera de esta narrativa; dar un paso. Es un comienzo. Sin macho no hay dictador en lo público ni en lo íntimo; parece obvio. Es, como muchos de los textos más importantes en la narrativa latinoamericana del Siglo XX, un texto que mata al padre (Pedro Páramo de Juan Rulfo, La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, Las tribulaciones de Jonás de Edgardo Rodríguez Juliá o La importancia de llamarse Daniel Santos de Luis Rafael Sánchez). Sólo que éste no es un padre político, ni un divo musical, sino el padre infiel y autoritario que todos llevamos dentro.
- Aquí algunas reseñas, para que verifiquen cómo es que se lee por allá, si es que les interesa. National Public Radio le dedicó una sección y la reseña del New York Times donde se describe la prosa de Díaz como elecrificante y particular. [↩]
- Busco el texto en la red y encuentro notas de cursos, resúmenes para estudiantes, el texto íntegro en pdf, lo que atestigua que existe un mercado sólido para la novela que aquí cito: Julia Álvarez, How the García Girls Lost their Accents. [↩]